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viernes, 29 de julio de 2016

El Vaticano autoriza las Ordenaciones de la FSSPX sin necesitar del permiso del ordinario del lugar.


Publicado en Adelante la Fe, 29-Jul-16.

El Vaticano habría autorizado las Ordenaciones de la FSSPX de este año (Mons Galarreta)

El pasado 2 de julio, Mons. de Galarreta, obispo auxiliar de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, fundada por Mons. Lefebvre, ordenó a un sacerdote en la parisina iglesia de Saint Nicolas du Chardonnet. Durante su homilía dio una importante información que ha pasado muy desapercibida para los medio,s pues afirmó textualmente que las ordenaciones sacerdotales que han realizado este año cuentan con el visto bueno de la Congregación para la Doctrina de la Fe, por lo que no incurrirán en sanción canónica alguna por las mismas. He aquí el extracto

Tengo conmigo la carta que me ha entregado Su Excelencia monseñor Fellay, en la que la Congregación para la Doctrina de la Fe nos dice, ha dicho al Monseñor, que podemos proceder a las ordenaciones sin pedir el permiso de los ordinarios del lugar; que basta con darles los nombres de los ordenados, cosa que haremos por supuesto como corresponde. Es decir, que no somos ni cismáticos ni ilegales.

Ofrecemos a continuación nuestra traducción del Sermón.

***

Sermón de Mons. de Galarreta del 2 de julio de 2016 a San Nicolás de Chardonnet – Ordinación del Abad Sabur

Sermón de Mons. de Galarreta del 2 de julio de 2016 a San Nicolás de Chardonnet – Ordinación del Abad Sabur


Asistimos ante una terrible misión de demolición de la moral católica, de la fe católica, del culto católico de la verdadera religión.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, Amen.

Muy queridos hermanos,

Querido abad Sabur,

Muy queridos fieles,

Ministro, embajador, apóstol, servidor de Nuestro Señor Jesucristo, dispensador de los misterios de Dios

El Apóstol San Pablo nos resume su idea del sacerdocio diciéndonos que los hombres deben ver en nosotros ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios. Ministros, embajadores, apóstoles, servidores de Nuestro Señor Jesucristo, dispensadores de los misterios de Dios. Que esto sea la verdadera Fe, la doctrina, los sacramentos, la gracia de Dios, todas las riquezas contenidas en la Iglesia y en el Corazón de Nuestro Señor Jesucristo, el santo Sacrificio de la misa, mysterium fidei.
Y San Pablo añade : «Lo que se requiere, lo que se exige del ministro es que sea fiel». Que sea fiel a Aquel a cuyo servicio está, de quien él es ministro. Que sea fiel en transmitir aquello que ha recibido, lo tesoros de Dios que ha recibido: la verdad y la gracia de Nuestro Señor Jesucristo, y los conceda gratuitamente, con generosidad. Y en el pontifical romano, la Iglesia nos dice cuáles son las potestades del sacerdote. El sacerdote debe ofrecer, ofrendar el santo Sacrificio, bendecir, precisar, predicar y bautizar; éstas son las facultades sacerdotales.
Para empezar: ofrecer el santo Sacrificio de la misa, reanudar el sacrificio de la Cruz. Pues el centro del culto está ahí, es el acto esencial por el cual los hombres y la Iglesia, con Nuestro Señor Jesucristo a la cabeza, cumplimos nuestro deberes religiosos para con Dios de una manera perfecta y consumada. Es el acto perfecto de religión de los hombres hacia Dios. Al mismo tiempo, el sacerdote debe ofrecer este sacrificio que es la fuente de todos los bienes y de todas las gracias.
El santo Sacrificio de la misa es como el foco de la redención que está siempre presente con nosotros, para nosotros. Es la redención siempre fecunda en gracias de todo tipo: gracias de conversión, gracias de purificación, de perseverancia, de santificación, de salud. La fuente y el santo Sacrificio de la misa. Es ahí, dice la Iglesia, donde se hace reparación por todos nuestros pecados; pecados que todos cometemos cada día, y donde somos purificados y renovados. En cada misa.
Y la Iglesia va mucho más lejos y nos dice que cada vez que se celebra el misterio de la Víctima que está sobre el altar se cumple la obra de la Redención, se realiza la obra de la Redención, cada vez que se celebra el misterio de la santa misa. Entonces comprendemos que, esencialmente, el sacerdote está hecho para el santo Sacrificio de la misa.

«Aquel que se aparta, que se aleja y que no permanece en la doctrina de Cristo no posee a Dios »

Pero al sacerdote le corresponde predicar. Es decir, enseñar y enseñar la verdad. Y además la verdad revelada, aquello que nos ha sido revelado por Dios y esencialmente transmitido por Nuestro Señor Jesucristo y después por los Apóstoles, por la Santa Iglesia.
Prediquen entonces la verdadera doctrina, y esta doctrina en su pureza e integridad. El sacerdote es un ministro, no puede añadir, ni puede suprimir, ni puede cambiar nada. Debe transmitir la verdad inmutable pues se trata de la Fe y de Dios, y de cosas sobrenaturales, no de trivialidades de todos los días. Entonces, debe transmitir estas verdades inmutables con fidelidad.
Y San Pablo insiste. Por ejemplo, dice a Timoteo: «Guarda el depósito de la Fe por el Santo Espíritu que habita en nosotros». Y habla por lo tanto al respecto, ha dicho propiamente del sacerdocio, del Espíritu Santo que habita en el alma del sacerdote por la ordenación, que es recibido entonces para mantener celosamente y proteger este depósito de la fe.
El apóstol San Juan nos dice: «Aquel que se aparta, que se aleja y que no permanece en la doctrina de Cristo no posee a Dios». «Y aquel que permanece en la doctrina de Cristo, posee al Padre y al Hijo». Por lo tanto el sacerdote enseña la verdadera Fe y la confiesa ante los hombres. «Pero a todo el que se avergüence de mí y de mi doctrina, ante los hombres, yo me avergonzaré de él ante el Padre». Y con más razón del sacerdote que no confiese, que no defienda esta Fe. Pues si existe la verdad revelada por Nuestro Señor, también existe el error, existe la herejía, existe el engaño, y todo esto en la vida de la Iglesia.
Por tanto el sacerdote no sólo debe defender la Verdad sino combatir el error, y combatirlo públicamente. Y no sólo debe denunciar los errores, sino también a quienes difunden los errores. Un pastor no puede, al hablar a sus ovejas, dejar de decirles que hay que poner atención a los lobos. Debe advertirles cuando el lobo se encuentra en el redil. Por consiguiente, el sacerdote está hecho para predicar la verdad de Nuestro Señor Jesucristo.
Después, se dice que el sacerdote debe bendecir y bautizar. Ese es el oficio de santificador.
El sacerdote está hecho para comunicar la gracia de Dios a las almas y por tanto las virtudes de Nuestro Señor Jesucristo, la santidad de Cristo, la santidad de Dios.
Está hecho, pues, para transmitir, para enseñar, para comunicar la verdadera vida sobrenatural a las almas, y toda su acción está destinada a esta obra de santificación, sin punto de perversión evidentemente.
Por eso dice también el pontifical que debe gobernar, que debe dirigir, que debe guiar. Así se manifiesta el poder de la autoridad que tiene el sacerdote sobre las almas, sobre los fieles, sobre el pueblo de Dios.
A eso está ordenada precisamente esta potestad para guiar y  dirigir y, en consecuencia, él tiene esta autoridad a fin de establecer el reino de Nuestro Señor Jesucristo. En las almas y enseguida en las familias, por consecuencia en las instituciones, la sociedad, las naciones: «Id y enseñad a todas las naciones».

«Asistimos ante una terrible misión de demolición de la moral católica, de la fe católica, del culto católico de la verdadera religión».

Ahora, estimado abad, tendrá que ejercer este ministerio, tan elevado, tan necesario, tan saludable, en tiempos de crisis, en un tiempo de crisis profunda. Crisis en la sociedad en medio de la cual vivimos, a la cual pertenecemos. Crisis profunda en el seno de la Iglesia misma, al interior de la santa Iglesia misma. Asistimos ante una terrible misión de demolición de la moral católica, de la fe católica, del culto católico de la verdadera religión.
Al mismo tiempo, el hombre es exaltado y sustituye a Dios, del culto de Dios pasamos al culto del hombre. De la realeza de Nuestro Señor Jesucristo a la independencia, autonomía y realeza del hombre. Entonces es el hombre quien crea la verdad, es el hombre quien crea la moral,  quien determina lo que es verdadero y lo que es falso, el bien y el mal.
El problema profundo en la Iglesia es que ha querido adaptarse a este mundo, tal vez siendo estrictos con buenas intenciones;  evidentemente no todos. Ha querido adaptarse a este mundo moderno, a sus costumbres, sus leyes, sus ideas, su filosofía, su nula teología, su ateísmo. Así pues, comenzamos a invertir los cimientos de la religión católica. Para dar un ejemplo claro y concreto, vean ustedes, hoy en día tenemos autoridades en la Iglesia, a las que nosotros reconocemos por supuesto como autoridades de la Iglesia, y esas autoridades aprueban y  enseñan lo que es pecado.
Se permite la comunión, en el caso de los matrimonios mixtos, al cónyuge no católico. ¡En ciertos matrimonios, el cónyuge no católico mixtos puede recibir la comunión en la Iglesia católica!
Hasta hemos llegado a oír, la semana pasada, que la fidelidad de los concubinos es un símbolo de que hay verdadero matrimonio y tienen verdaderamente la gracia del sacramento.  Se trata de una nueva moral, contraria a dos mil años de enseñanza del magisterio católico constante y unánime. Son afirmaciones contrarias a lo que nos dicen las epístolas, los santos Evangelios, los Apóstoles, Nuestro Señor Jesucristo.
Entonces, evidentemente, debemos hacer como hizo san Pablo con san Pedro. San Pablo, en la carta a los Gálatas explica, y es la palabra de Dios, que debió resistir en su cara públicamente a san Pedro porque no iba conforme al Evangelio. Hoy en día todo católico, y sobre todo si es sacerdote, debe defender la Fe y oponerse públicamente a los que la destruyen, y debemos decir como san Pablo: resistimos públicamente porque hay un problema profundo de Fe. Porque ya no nos ajustamos al Magisterio de siempre, a la Tradición. Vean a san Pablo, que se aferraba a las tradiciones, guardaba la Tradición.
Por lo tanto se trata de un combate al mismo tiempo por la verdad, por la doctrina, por la verdadera Fe, y también por la santidad, la santidad de las almas, de las familias, del matrimonio, la santidad de la santa Iglesia: una, santa, católica, apostólica y romana.

«Aquellos que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús sufrirán persecución».

Y luego algunos, evidentemente, dicen que nos equivocamos y que somos cismáticos, que somos ilegales en la Iglesia, y ya, querido Abad, usted lo ha experimentado un poco al volver, como un buen soldado de Cristo, a los combates de Dios. Ha debido por tanto sufrir esa persecución de la que nos habla san Pablo: «Aquellos que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús sufrirán persecución».
El Patriarca de Babilonia, que es caldeo, dice que somos cismáticos. Y el ordinario en Francia para las iglesias orientales dice que somos ilegales. El Papa mismo dice que en la Fraternidad somos católicos. ¿En qué quedamos? ¿Somos católicos o somos cismáticos? Tengo conmigo la carta que me ha entregado Su Excelencia monseñor Fellay, en la que la Congregación para la Doctrina de la Fe nos dice, ha dicho al Monseñor, que podemos proceder a las ordenaciones sin pedir el permiso de los ordinarios del lugar; que basta con darles los nombres de los ordenados, cosa que haremos por supuesto como corresponde. Es decir, que no somos ni cismáticos ni ilegales.
Entonces, ¿por qué agitan este espantapájaros? ¿Se dan cuanta ustedes de la legalidad, de si nos encontramos en regla o no, de que no hay tal cisma y Roma misma lo reconoce? Es que lo que nos separa es la doctrina, la Fe, su ruptura con la Tradición. O que no quieren aceptar que el problema está ahí. Porque
ellos saben muy bien que en eso se equivocan. Ellos no podrán jamás, aunque lleguen a, digamos, maquillarlo todo, destruir la Fe, ni la Tradición ni la Iglesia.
El sacerdote es servidor de la Santísima Virgen María, mediadora de todas las gracias.
Y entonces pues, querido abad, en este combate tan feroz, tan exigente, que exige tanta ciencia y santidad al sacerdote, ustedes deben, nosotros debemos volver nuestra mirada hacia la Santísima Virgen María, Reina de los Apóstoles. Bajo esta invocación se la venera en esta iglesia de San Nicolás: María Reina de los apóstoles. Y no sólo lo es por su mediación, por la misión que desempeña ante los mismos apóstoles, durante su vida, en el nacimiento de la Santa Iglesia. Pero también porque si el sacerdote debe comunicar la vida de la gracia, es un colaborador, un servidor de la Santísima Virgen María, que es la mediadora de todas las gracias.
Ella es tesorera y dispensadora de todas las gracias merecidas por Nuestro Señor Jesucristo. Y en la medida en que Ella da a quien Ella quiere, tanto como Ella quiere, cuando Ella quiere, como Ella quiere. Por último, el sacerdote es colaborador en esta obra de santificación de las almas que se ha confiado a la Santísima Virgen María. Él no hace otra cosa que cooperar en esta acción de María en las almas.
Por otro lado, la Virgen María nos da un ejemplo de vida apostólica precisamente en la festividad que celebramos hoy: la de la Visitación de la Santísima Virgen María. Si hoy celebramos la misa de la dedicación de esta iglesia, de hecho se trata de la festividad de la Visitación de la Santísima Virgen a su prima Isabel.
Podríamos preguntarnos por qué, si ya había tenido lugar la Encarnación, y Ella estaba llena del Santo Espíritu, si había concebido a Nuestro Señor Jesucristo en su corazón y en su sangre, por qué fue ella quien fue a ver a su prima Isabel, por qué prefirió por así decirlo, la vida activa, apostólica, a la contemplativa?
Lo más lógico habría sido que se hubiera quedado inmersa en la adoración y en el amor a Nuestro Señor, a Dios, como ya lo estaba antes de la Anunciación del ángel. En esto Santo Tomás de Aquino nos aclara los motivos, porque dijo algunas veces es más meritoria la vida activa que la contemplativa; y en este caso la vida activa o apostólica está el desbordamiento del amor de Dios, en la medida en donde uno se sustrae a la contemplación, a la vida interior, la vida de oración, temporalmente, en la medida en que lo hacemos con sacrificio. Y después existe como un objetivo de conformarse a la voluntad de Dios y buscar la más grande gloria para Él.
He aquí entonces por qué Nuestra Señora es la Reina de los Apóstoles, porque nos da un ejemplo perfecto de lo que debe ser la vida apostólica del sacerdote, y lo vemos precisamente en la Visitación. Ante todo porque ella está llena del amor de Dios, fruto precisamente de la Encarnación, este amor se desborda hacia su prima Isabel.
Porque el ángel le sugiere ir a visitarla con prontitud y porque es conforme a la voluntad de Dios. Evidentemente, la Virgen María se apresuró a partir. Este es el sentido del Evangelio. Porque ella quería conformarse a la voluntad manifestada discretamente por parte de Dios.
Se fue por un tiempo, ya que se quedó por algunos meses, lo necesario, y después volvió a su casa. Lo hace buscando la gloria de Dios tal como lo demuestra el fruto de su visita. Ella veía muy pocos medios apostólicos que hubieran producido efectos tan grandes en el orden sobrenatural. Es precisamente su salutación la que da lugar a tres prodigios. Primero, San Juan reconoce a Nuestro Señor y a su Santísima Madre y se estremece de alegría. Enseguida se llena del Espíritu Santo, queda santificado. Y después Santa Isabel se llena también del Espíritu Santo. Y ésto ni más ni menos que por la salutación de la Santísima Virgen María. Que fue tal vez «Schlama lej Elisbeth (1)»… tal como la había saludado el ángel también a ella.
¿A qué se debe la eficacia de la vida apostólica de la Virgen María? A que estaba unida a Nuestro Señor Jesucristo, estaba plenamente unidad a Nuestro Señor, porque llevaba en su seno a Nuestro Señor Jesucristo, estaba llena del Espíritu Santo, llena de la gracia de Dios. Su apostolado, por así decirlo, fue muy fecundo. Porque ella lo ejercía en conformidad con la voluntad de Dios, y en humildad. Entonces Isabel la alaba, y la Santísima virgen María reenvía esta alabanza a la gloria de Dios y compone ese canto extraordinario que se llama el Magnificat, canto de glorificación a Dios, de acción de gracias, pero también un canto de humildad en el que María reconoce su nada, su pequeñez.
Estas son, querido Abad, querido hermano, las disposiciones que deben animarnos en nuestra vida apostólica, dando absolutamente la primacía a nuestra vida interior, a nuestra vida contemplativa, nuestra vida de unión con Nuestro Señor Jesucristo. Por eso siempre encontrarán ustedes en el Corazón Inmaculado de María nuestra Madre, y madre en particular del sacerdote, refugio, fuerza y consuelo.
En el corazón de la Santísima Virgen María es donde podremos ser formados y moldeados conforme a Nuestro Señor Jesucristo, soberano y Eterno sacerdote.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Monseñor Alfonso de Galarreta, obispo auxiliar de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X

Fuente: Sermón audio St-Nicolas- du-Chardonnet/La Porte Latine del 7 de julio de 2016
La transcripción y los títulos son de La Porte Latine

[Fuente. Traducción de M.M. Corrección J.E.F. Equipo de Traducción de Adelante la Fe]

lunes, 25 de julio de 2016

Declaración del Superior General a todos los miembros de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X al término de la reunión de superiores mayores en Anzère.


Tomado de FSSPX/MG –DICI, 16-Jul-2016.

Declaración del Superior General a todos los miembros de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X al término de la reunión de superiores mayores en Anzère (Valais), 28 de junio de 2016.
Al finalizar la reunión de superiores de la Fraternidad San Pío X, además del comunicado que leyó el 29 de junio de 2016 en las ordenaciones sacerdotales en Ecône, Monseñor Bernard Fellay había dirigido a los sacerdotes en la víspera una declaración que DICI publica en exclusiva.

Para gloria de Dios,
para honor de nuestro Señor Jesucristo y de su Santísima Madre,
para nuestra salvación.

La Fraternidad Sacerdotal San Pío X, en el actual estado de grave necesidad que le concede el derecho de proporcionar los auxilios espirituales a las almas que recurren a ella, no busca ante todo un reconocimiento canónico, al que tiene derecho por ser una obra católica. La solución no es simplemente jurídica. Se trata de una posición doctrinal que es imprescindible manifestar.
Cuando San Pío X condena el modernismo, reduce toda la argumentación de la encíclica Pascendi a un principio fundamental: la independencia. Ahora bien, en lo sucesivo el mundo empleará todas sus fuerzas para cambiar el eje sobre el que tiene que girar. Tanto para los católicos como para los que no lo son, es evidente que este eje ya no es la Cruz sino el hombre, como atinadamente dijo Pablo VI (Cf. Discurso de clausura del Concilio Vaticano II, 7 de diciembre de 1965).
Hoy el mundo gira en torno a este eje que, según él, ya ha quedado establecido definitivamente: la dignidad del hombre, su conciencia y su libertad. El hombre moderno existe para sí mismo. El hombre es el rey del universo. Ha destronado a Jesucristo. Exalta su conciencia autónoma e independiente hasta el punto de disolver incluso los fundamentos de la familia y el matrimonio.
La Fraternidad San Pío X se ha opuesto desde siempre a esta empresa de desintegración del universo – tanto de la sociedad política como de la Iglesia.
Para remediar este desorden universal, Dios suscitó a un hombre, un cristiano, un sacerdote, un obispo. ¿Qué hizo? Fundó una Sociedad – sociedad jerárquica – cuyo principio y fin son precisamente el antídoto al desorden universal: el sacramento del Orden. El fin de la Fraternidad San Pío X sigue siendo no sólo el remedio actual a la crisis, sino también, y por la misma razón, la salvación de todos los que cooperan para este mismo fin. La Fraternidad quiere por encima de todo conservar la rectitud doctrinal, teologal y social fundada en la Cruz de Jesucristo, en su Realeza, en su sacrificio, en su sacerdocio, principio de todo orden y de toda gracia. Monseñor Marcel Lefebvre combatió toda su vida para hacer triunfar estas verdades fundamentales. En la hora presente es nuestro deber redoblar los esfuerzos, intensificando el mismo combate fundado sobre los mismos principios.
No somos ni conciliares, que niegan que la Cruz de Cristo sea el eje del mundo, ni facciosos, que rechazan la naturaleza social de la Iglesia, sino una sociedad de sacerdotes de Jesucristo y de la Iglesia católica.
¿Ha llegado realmente el momento de la restauración general de la Iglesia? La Divina Providencia no abandona a su Iglesia, cuya cabeza es el Papa, vicario de Jesucristo. Por ello, un signo incontestable de esta restauración será la voluntad manifestada por el Sumo Pontífice de proporcionar los medios para restablecer el orden del sacerdocio, de la fe y de la Tradición – y ese mismo signo constituirá la garantía de la necesaria unidad de la familia de la Tradición.

Christus regnat,
Christus imperat,
Deo gratias,
Amen.

+ Bernard Fellay
Anzère, 28 de junio de 2016
en la vigilia de los Apóstoles San Pedro y San Pablo

miércoles, 13 de julio de 2016

Brexit – ¿de Veras?


Brexit nos recuerda una vez más –
Edificar sin Dios es edificar en vano.

Muchos lectores de estos “Comentarios” deben estar suponiendo que, como un Inglés que para nada gusta del Nuevo Orden Mundial, debo estar regocijándome sobre el voto reciente del pueblo Británico, aunque por un margen relativamente estrecho, para dejar la Unión Europea casi-comunista. Desgraciadamente, debo admitir que todo lo que he aprendido durante las últimas décadas acerca del NOM, me hace dudar que la aparente salida de Gran Bretaña finalmente desembocará en una reafirmación de lo que alguna vez fuera lo mejor en Gran Bretaña. A través del Atlántico, igualmente, podría amar a Trump y odiar a Hillary, pero seguramente los dos han sido puestos juntos para teatralizar para nosotros un show de marionetas Polichinela y Arlequín.

Tomen por ejemplo concerniendo al Brexit, el artículo del 24 de Junio de un Americano de alto nivel que dice la verdad, Paul Craig Roberts (ver paulcraigroberts.org), sobre por qué “A pesar del voto, las Probabilidades están Contra el Reino Unido al dejar la Unión Europea”. Él escribe: “El pueblo británico no debería ser tan cándido como para pensar que el voto resuelve la cuestión. La pelea sólo ha comenzado”. Él advierte al pueblo británico esperar que: su gobierno se vuelva a ellos y les diga que la Unión Europea nos está ofreciendo un mejor trato así que quedémonos; la Reserva Federal, el Banco Central Europeo, el Banco de Japón y los Fondos especulativos de Nueva York, golpean la libra esterlina como prueba de que el voto Brexit está hundiendo la economía británica (ese golpe ya ha ocurrido); el voto Brexit será presentado como habiendo debilitado a Europa frente a la “agresión rusa” (agresión que es una fabricación del NOM); los líderes del Brexit presionados para alcanzar un compromiso con la Unión Europea; etc., etc. Y Roberts dice que los lectores pueden imaginarse por sí solos muchas más de tales probabilidades, recordándoles cómo Irlanda votó contra Europa hace años hasta que fue presionada para votar a favor.

Sin embargo, en henrymakow.com/2016/06/ brexit-what-is-the-globalist-game, otro artículo que en mi opinión profundiza aún más porque Henry Makow va más allá detrás del show de Polichinela y Arlequín. Makow tiene la ventaja de ser lo que los globalistas sin duda llaman un “anti-semita”, o más bien un “odiador de Judíos” porque Makow él mismo es un Judío. Verdaderamente, solamente aquellos asidos al Mesías, o el Cristo, pueden calibrar al Anticristo.

La tesis del artículo es que “los favorables al Brexit lamentaban cómo el Establishment se alineó en su contra pero en verdad lo contrario fue la realidad”. Para probar esta tesis el artículo nombra por su nombre numerosos políticos británicos, tanto Conservadores como Laboristas, que son más o menos fervientes globalistas y que hicieron campaña a favor del Brexit (debe ser fácil checar los nombres para cualquiera que lo desee). Asimismo en los medios británicos, el artículo nombra numerosos periódicos y periodistas normalmente prenstituídos para el globalismo, que hicieron campaña a favor del Brexit. Entonces, ¿para qué fue el Brexit? El artículo le da el crédito a Putin por estar mucho más cerca de la verdad cuando él sugirió que fue para “chantajear” a Europa para crear mejores condiciones con el Reino Unido. El artículo va más allá: Brexit fue diseñado para forzar a Europa a “rendirse completamente a los Zionistas Anglo-Americanos, incitadores de la guerra y privatizadores corporativos”, y el artículo concluye que Brexit no fue “con toda seguridad, un triunfo contra el globalismo”. Y el mismo Makow agrega: “Evidentemente los poderes establecidos han decidido que Inglaterra fuera de Europa, más que dentro de ella, puede ser un instrumento más efectivo de la tiranía mundial del banco central Masónico”.

Tal vez estas especulaciones (pero no el nivel de ellas) no son correctas, pero lo que sí es seguro y cierto, ¿de qué valen Europa o el Reino Unido sin Dios? Construir sin Él es construir en vano, dice el Salmista. Sin embargo, ¿quién en todo este debate sobre el Brexit menciona siquiera una vez Su nombre? Si Brexit pudiera llegar a ser algo verdaderamente positivo, necesitará un líder con visión. Sin Dios, ¿de dónde provendrá él?

Kyrie eleison.

Mons. Richard Williamson, tomado de “Comentarios EleisonN° 469, 09-Jul-2016.

Las siete trompetas, por Juan Manuel de Prada.


Escribía Leon Bloy que, cada vez que quería enterarse de las últimas noticias, leía el Apocalipsis. Y es que, en efecto, en el Apocalipsis bajo su aparente lenguaje críptico, encontramos una explicación honda de las vicisitudes de la Historia humana. Ocurre así, por ejemplo, en la narración de las 'siete trompetas'. Un ángel toca la trompeta y sobre la humanidad se abaten plagas horrendas y arrasadoras; pero los hombres, en lugar de escarmentar, perseveran en el error: «Y los hombres que no fueron muertos con estas plagas, ni aun así se arrepintieron de las obras salidas de sus manos, ni dejaron de adorar a los demonios, y a los ídolos de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera, los cuales no pueden ver, ni oír, ni andar; y no se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación, ni de sus hurtos». Con lo que, a la plaga sufrida, sobreviene otra plaga todavía mayor. Esta pertinacia en el error es una de las notas más constantes de la Historia humana: inexplicable si no consideráramos la intervención del misterio de iniquidad.

Lo estamos viendo en el desenvolvimiento de lo que los medioletrados llaman 'crisis económica', auténtica plaga bíblica que, como ocurre siempre, tiene su origen en una obra salida de manos humanas: el 'dinero fantasma' al que aludíamos en un artículo anterior, la conversión del dinero en un 'ídolo' que ha dejado de ser un signo que representa el valor de las cosas para multiplicarse por arte de birlibirloque, desligado de la riqueza real. Bastaría sumar el producto interior bruto de todas las naciones de la tierra, por un lado, y el valor ¡mucho mayor! que se atribuye al dinero fantasma que fluye por los mercados financieros, por otro, para que concluyéramos que, en efecto, esa multiplicación es una 'hechicería' y un 'hurto'; y para que comprendiéramos que, cada vez que se trata de hacer efectivo ese 'dinero fantasma' cada vez que un Estado paga el plazo de su deuda a los 'inversores' financieros, cada vez que se realiza una operación bursátil que hace millonarios a tales 'inversores', lo que en realidad se está haciendo es detraer dinero de la esquilmada economía real. Pues, no siendo el dinero un espíritu, sino un signo que representa el valor de las cosas, solo puede hacerse 'real' encarnándose en las cosas que existen; o como ocurre en los birlibirloques financieros vampirizándolas, arrebatándoles la vitalidad, hasta dejarlas exprimidas y exhaustas. Por eso nos suben los impuestos, nos bajan los sueldos o reducen las llamadas 'prestaciones' sociales (que no son sino 'contraprestaciones', puesto que previamente las hemos pagado): porque el 'dinero fantasma', para no ser un mero cómputo que se pasea errabundo por los terminales informáticos de los mercados financieros, necesita 'corporeizarse', aniquilando a la víctima que le presta su sustento.

Para exorcizar esta plaga, bastaría con que renunciáramos a la obra salida de nuestras manos; esto es, que dejásemos de 'adorar' ese daimon que es el dinero fantasma. Bastaría, en fin, con que renegáramos de la 'hechicería' (la multiplicación fantasmática del dinero) y del 'hurto' (la depredación de la economía real, perpetrada a través de las exacciones arriba mencionadas), instaurando una economía en la que el dinero volviera a ser un signo de la riqueza real de las naciones, recuperando aquella noción de economía como 'administración razonable de los bienes que se necesitan para la propia vida' que preconizase Aristóteles, frente a esa noción funesta de crematística o 'arte de enriquecerse sin límites' que el mismo Aristóteles consideraba perversión de la economía, consistente en hacer creer que el dinero puede ordeñarse como si fuese una vaca. Pero el dinero no se puede ordeñar, solo se puede consumir; y cada vez que la 'hechicería' de los mercados financieros finge que lo está ordeñando, lo que en realidad hace es consumirlo, consumiéndonos. Todo lo que hasta la fecha se ha intentado para paliar la crisis no hace sino agravarla: los 'salvamentos' a la banca, los 'ajustes fiscales', la 'flexibilización' del mercado laboral, los 'recortes' en las prestaciones, etcétera, no son sino expresiones eufemísticas de la consunción de la economía real, con la que se pretende inútilmente alimentar el agujero negro generado por el dinero fantasma. Agujero que nunca será saciado, porque cada vez que recibe una nueva transfusión de sangre multiplica su frenesí vampírico; y todo intento estéril de saciarlo solo provocará que a la plaga que estamos padeciendo se suceda otra plaga aún mayor, como nos enseña la narración de las siete trompetas. 


Juan Manuel de Prada, tomado de XL Semanal.

miércoles, 6 de julio de 2016

¿Es Usted Anticlerical?

 

            Esta pregunta espinosa se puede satisfacer con una distinción muy sencilla: anticlerical que va en contra del clero, NO; anticlerical que va en contra del clericalismo, SÍ. Wicleff, de Oxford, fue anticlerical en el primer sentido; Chaucer, de Oxford, su contemporáneo y condiscípulo (1340-1400) sólo en el segundo. Y lo mismo podemos decir del Papa Gregorio XI, que respondió a los que acusaban al poeta inglés de ir «contra los religiosos»: «Quodsi improbis et idiotis adversatur, et ego adversor.» («Pero si se opone a los perversos y a los idiotas, también yo me opongo»)
            Clericalismo es «el descenso de una mística en política», como lo definió muy bien Charles Peguy. No es simplemente un cura que se vuelve político, como el P. Filippo o el Cardenal Cisneros, eso no tiene «décalage» –vale decir, cuando los fines específicos del sentimiento religioso se desvían a metas terrenales. Nuestros padres llamaron «santulones» a los que sufren de este desorden, cuando son gentecilla; cuando son Jerarcas, la cosa tiene otro nombre más feo, procedente del Evangelio.
            Clericalismo ha habido siempre, y el de hoy no es invisible. Por ejemplo, cuando un Jerarca de la Iglesia se creé más infalible de lo que es, y aun más que el Padre Eterno, eso es alto-clericalismo; cuando un súbdito afecta creerlo, bajo-clericalismo. Hoy día es más castigado el que se atreve a decir que un Jerarca se equivocó, aunque eso sea patente, que el que dijera que la Santísima Trinidad tiene cuatro personas: Padre, Hijo, Espíritu Santo y el Obispo. A este último son capaces de condecorarlo los Canónigos Lateranenses, como a Constancio Vigil. Tal como anda hoy el mundo, por lo menos en este país, un mínimo de anticlericalismo es necesario para la salvación eterna.


R.P. Leonardo Castellani, encuesta de Dinámica Social, en “Castellani por Castellani”, Ediciones Jauja.

martes, 5 de julio de 2016

La última luz.


Son muchos los lectores que me escriben inquietos, algunos muy lastimados en sus creencias, otros en un estado de angustia próximo a la pérdida de la fe, suplicándome que me pronuncie sobre tal o cual desvarío eclesiástico. Durante muchos años ofrecí mi jeta desnuda para que me la partieran los enemigos de la fe; hasta que, cierto día, empezaron a partírmela también (¡y con qué saña!) sus presuntos guardianes. Hoy atravieso una noche oscura del alma de incierta salida; por lo que, sintiéndolo mucho, no puedo atender las solicitudes de mis lectores angustiados, sino en todo caso sumarme a su tribulación; en cambio, les recordaré un pasaje de las Escrituras que, en momentos tenebrosos, conviene tener presente, para que no muera la esperanza. Y estas líneas serán las últimas que dedique a esta cuestión desgarradora.
En una de las visiones del Apocalipsis se nos habla de la Gran Ramera, que “fornica con los reyes de la tierra” y “embriaga a las gentes con el vino de su inmoralidad”. Esta Gran Ramera es la religión adulterada, falsificada, prostituida, entregada a los poderes de este mundo; y es la antítesis de la otra mujer que aparece en el Apocalipsis, la parturienta vestida de sol y coronada de estrellas que tiene que huir al desierto, perseguida por la Bestia. Si la Gran Ramera simboliza la religión genuflexa ante los “reyes de la tierra”, la Parturienta representa la religión fiel y mártir. Estas dos facetas de la religión, que para Dios son perfectamente distinguibles, no lo son siempre para los hombres, que con frecuencia confunden a la una con la otra (a veces por candor, a veces por perfidia); y sólo serán plenamente distinguibles en el día de la siega, cuando se separen el trigo y la cizaña. Entretanto, para tratar de distinguir esta religión prostituida hemos de guiarnos por los indicios que nos brindó Cristo: es la religión convertida en sal sosa, es la religión que calla para que griten las piedras, es la religión que permite la “abominación de la desolación”, adulterando, ocultando y hasta persiguiendo la verdad. “Os expulsaran de la sinagoga –profetizó Cristo, en un último aviso a navegantes--. Y, cuando os maten, pensarán que están haciendo un servicio a Dios”. Evidentemente, no se estaba refiriendo a la persecución decretada por los reyes de la tierra, sino a la persecución mucho más pavorosa –misterio de iniquidad sumo— impulsada por la Gran Ramera.
¿Cómo fornica la Gran Ramera con los reyes de la tierra? Allanándose ante sus leyes, transigiendo ante su dictadura ideológica, callando ante sus aberraciones, codiciando sus riquezas y honores, aferrándose a los privilegios y brillos con que la han sobornado, para tenerla a sus pies; en resumen, poniendo los poderes de este mundo en el lugar que le corresponde a Dios. ¿Y cómo embriaga a las gentes con el vino de su inmoralidad? Adulterando el Evangelio, reduciéndolo a una lastimosa papilla buenista, enturbiando la doctrina milenaria de la Iglesia, cortejando a los enemigos de la fe, disfrazando de misericordia la sumisión al error, sembrando la confusión entre los sencillos, condenando al desconcierto y a la angustia a los fieles, a los que incluso señalará como enemigos ante las masas cretinizadas, que así podrán lincharlos más fácilmente. Al final esos fieles serán muy pocos; pero, a cambio, serán terriblemente visibles, provocando el odio de la religión prostituida, que los perseguirá hasta el desierto: “Y seréis odiados por causa de mi nombre, pero el que persevere hasta el fin, ése será salvo”.
Entretanto, Dios mantendrá sus promesas sobre la permanencia e infalibilidad de sus palabras: “Cielo y tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán”. Y esa última luz será nuestro único consuelo, mientras nos invade la noche oscura del alma.

Juan Manuel de Prada, Publicado en originalmente ABC, 3-Jul-2016.