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jueves, 15 de marzo de 2012

Una introducción a la “Studiorum Ducem”.



Selección de frases de la encíclica de Pío XI sobre Santo Tomás.

En ocasión de la fiesta de Santo Tomás de Aquino, publicamos el 7 de marzo de 2012 un conjunto de textos que exaltaban la figura del Doctor Angélico. Buscando, a fin de vincular a esta nota, la encíclica Studiorum Ducem, que se publicó en 1923 para el 6° centenario de su canonización, caímos en la cuenta de que no estaba en Internet en castellano. Ni siquiera en la web del Vaticano.
De modo que nos propusimos ponerla a disposición de los lectores de Panorama. Asimismo, al repasar el texto, hemos querido destacar algunas frases que nos parece contribuyen a que el lector tenga una idea de la magnitud e importancia de la figura de Santo Tomás y su doctrina en el Magisterio de la Iglesia, de lo cual hemos debatido recientemente en este portal.
Por eso ofrecemos a quienes deseen y a modo de propedéutica, esta selección de textos, no sin recomendar la lectura del documento completo en el que el Papa Ratti confirmó y elevó más aún, si fuese posible, la importancia del método filosófico y teológico de Santo Tomás, el cual fue exaltado por la Iglesia al punto que durante las sesiones del Concilio de Trento, en el altar del salón donde debatían los padre conciliares, se desplegaban en un lado las Sagradas Escrituras, y en otro la Summa Theologica de Santo Tomás.

Frases destacadas de la Studiorum ducem.

Puesto que la verdadera  ciencia y la piedad, que de todas las virtudes es compañera, están unidas  admirablemente entre sí, y siendo Dios la misma verdad y bondad, no bastaría  ciertamente para obtener la gloria de Dios y la salvación de las almas, fin principal  y propio de la Iglesia,  que los sagrados ministros estuviesen bien instruidos en el conocimiento de las  cosas, si no estuvieran también dotados en abundancia de las correspondientes  virtudes.

Todas las virtudes morales  fueron poseídas por SANTO TOMÁS en altísimo grado, y totalmente asociadas y  entrelazadas que, como él mismo expresa, se unieron “en la caridad, la cual  da la forma a los actos de todas virtudes”

“Por la sabiduría adquirida mediante  el estudio humano se alcanza el recto juicio de tas cosas divinas, según el uso  perfecto de la razón. Pero hay otra que desciende de lo alto y que juzga de las  cosas divinas por una cierta connaturalidad con ellas; y ésta es un don del  Espíritu Santo, por el cual el hombre se hace perfecto en las cosas divinas, y  no sólo las aprende, sino que las siente además en sí mismo”.

Y así  como el “efecto propio de la caridad es que el hombre tienda a Dios uniendo a  El sus afectos, para que viva, no ya para sí, sino para Dios mismo”(14), vemos cómo en TOMÁS el amor  divino, juntamente con aquella doble sabiduría, aumentó sin cesar, hasta  producir en él el olvido perfecto de sí mismo; tal que, habiéndole dicho Jesús  Crucificado: Tomás, has escrito bien de Mí, y habiéndole preguntado: ¿Qué  premio deseas por tu obra?, él respondió: A Ti solo, Señor.

Juna XXII pareció querer canonizar a un mismo tiempo sus virtudes y su  doctrina, al pronunciar, hablando a los Cardenales en Consistorio, aquella  memorable sentencia “Iluminó la   Iglesia de Dios más que ningún otro doctor: y saca más provecho  el que estudia un año solamente en sus libros que el que sigue en todo el curso  de su vida las enseñanzas de los otros”.

Por lo demás, ¿qué hecho demuestra  más claramente la estima en que la   Iglesia ha tenido siempre a tan gran doctor, que el haber  sido puestos sobre el altar por los padres tridentinos sólo dos volúmenes, la Escritura .y la Suma Teológica,  para inspirarse ellos en sus deliberaciones?

Siguió sus huellas Pío X, de santa memoria, especialmente  en el Motu proprio “Doctoris Angelici”, donde encontramos esta hermosa  sentencia: “Después de la feliz muerte del Santo Doctor, no se tuvo en la Iglesia Concilio  alguno donde él no estuviese presente con su preciosa doctrina”.

Y Nos, al hacernos eco de  este coro de alabanzas, tributadas a aquel sublime ingenio, aprobarnos no sólo  que sea llamado Angélico, sino también que se le dé el nombre de Doctor Común o  Universal, puesto que la   Iglesia ha hecho suya la doctrina de él, como se confirma con  muchísimos documentos.

Es doctrina firmísima de  nuestro Santo aquella que se refiere al valor de la inteligencia humana. “Nuestro  entendimiento conoce naturalmente el SER y las cosas que pertenecen  al SER en cuanto tal y sobre este conocimiento se funda la noción de los primeros principios”. Doctrina que destruye radicalmente las opiniones  de aquellos filósofos recientes que niegan al entendimiento la percepción del SER,  dejándole sólo la de las impresiones subjetivas: errores de los cuales se sigue  el agnosticismo, tan vigorosamente reprobado en la Encíclica ‘Pascendi”

Los argumentos con los  cuales SANTO TOMÁS demuestra la existencia de Dios, y que El solamente es el  mismo SER subsistente, son todavía hoy, como en la Edad Media, las pruebas  más válidas; clara confirmación del dogma de la Iglesia, proclamado en el  Concilio Vaticano e interpretado egregiamente por Pío X con estas palabras: “Dios,  como principio y fin de todas las cosas, puede reconocerse y demostrarse con  certeza por medio de la luz natural de la razón, por las cosas creadas, o sea  por las obras visibles de la creación, como por los efectos conocemos  ciertamente las causas”). Y su metafísica, aunque muchas veces y aun ahora  acerbamente impugnada, mantiene todavía su fuerza todo su esplendor, como el  oro que ningún ácido puede alterar; y añade con razón el mismo predecesor  Nuestro: “No puede alejarse uno de Tomás, especialmente en la metafísica, sin  grave daño”.
Ante todo estableció sobre  propios y genuinos fundamentos la apologética, al definir bien la distinción  que existe entre las cosas (la razón y las cosas de fe, entre el orden natural  y el sobrenatural). Y por esto el sacrosanto Concilio Vaticano, cuando  definió que algunas verdades religiosas pueden conocerse naturalmente, pero que  para conocerlas todas y sin error se necesitó por necesidad moral que fuesen  reveladas, y que para conocer los misterios fue absolutamente necesaria la  divina revelación, se sirvió de los argumentos tratados, no por otros, sino por  SANTO TOMÁS, el cual estableció que el que se dedica a la defensa de la  doctrina cristiana debe mantener firme este principio: “Asentir a las verdades de la fe no es ligereza, aunque sean superiores a la razón”.

Así, en la segunda parte de la Suma Teológicason excelentes las cosas que enseña con relación al régimen paterno (o sea  doméstico), al régimen legal del Estado y de la nación, al derecho natural yal derecho de gentes, a la  paz, a la guerra, a la justicia y al dominio, a las leyes y su observancia, al  deber de atender a las necesidades privadas y a la prosperidad pública; y todo  esto, tanto en el orden natural como sobrenatural. Preceptos que si fuesen  inviolados y exactamente observados en privado y en público, y en las mutuas  relaciones entre las naciones, no haría falta más para obtener entre los hombres  la paz de Cristo en el reino de Cristo, que todo el inundo ansía. Por esto es muy de desear que  se conozcan cada vez mejor las doctrinas del Santo referentes al derecho de  gentes y a las leyes que establecen las relaciones entre los pueblos, puesto que  contienen los verdaderos fundamentos de la que se llama Sociedad de las  Naciones.

La Iglesia Católica en todas  partes del mundo y entre todas las gentes se sirve y se servirá siempre con  todo celo en los ritos sagrados de los cantos de SANTO TOMÁS, que exhalan el  fervor sumo del alma suplicante y contienen al mismo tiempo la expresión más  exacta de la doctrina tradicional respecto al augusto Sacramento, que  principalmente se llama Misterio de fe.

Aprendan  también (los jóvenes) de tal maestro a huir con todo esfuerzo de los halagos de  los sentidos, para no tener que contemplar después la sabiduría con ojos  entenebrecidos. Porque esto lo enseñó él en su vida con su ejemplo y lo  confirmó con su magisterio: “Si alguno se abstiene (le los deleites corporales  para atender más libremente a la contemplación de la verdad, esto pertenece a  la rectitud de la razón”(47). Por ello nos advierte la Sagrada Escritura: “En el alma malévola no entrará la sabiduría, ni habitará en un cuerpo  vendido al pecado”(48). Por  lo tanto, si la pureza de TOMÁS en el peligro extremo a que se vio expuesta,  hubiese sido menoscabada, podemos pensar que la Iglesia hubiera perdido su  Doctor Angélico.

Para evitar los errores, que  son la causa primera de las miserias de nuestros tiempos, es preciso permanecer  fieles, hoy más que nunca, a las doctrinas de SANTO TOMÁS. Las varias opiniones y teorías de los modernistas las confunde él  victoriosamente, tanto en la filosofía, defendiendo, como hemos visto, el valor  y la fuerza de la inteligencia humana, y probando con firmísimos argumentos la  existencia de Dios, como en la teología, distinguiendo bien el orden natural  del sobrenatural e ilustrando las razones de la fe en todos los dogmas, y  mostrando que las cosas creídas con la fe no se apoyan sobre una opinión, sino  sobre la verdad y son inmutables (…) Y contra esta emancipación de Dios, hoy  tan decantada, afirma los derechos de la verdad primera y de la autoridad que tiene sobre nosotros Dios,  Señor Supremo. De aquí se verá porqué  los modernistas no temen a ningún otro Doctor de la Iglesia tanto como a TOMÁS  DE AQUINO.

Entre los cultivadores de  las doctrinas de SANTO TOMÁS, cual deben ser todos los hijos de la Iglesia que se dedican a  los buenos estudios, Nos queremos realmente que en los límites de una justa  libertad haya aquella hermosa emulación que hace prosperar estos buenos  estudios; pero deseamos que se evite con todo empeño la aspereza de la  detracción que perjudica a la verdad y no sirve para otra cosa sino para  relajar los vínculos de la caridad.