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martes, 19 de marzo de 2013

San José en los documentos pontificios.




José permaneció muy discreto durante siglos. Sólo en 1479, después de que San Bernardino de Siena, San Vicente Ferrer, Pedro d’Aillyet, Juan Gerson hubieran cantado las alabanzas de San José, Sixto IV (1471-1484) incluyó su fiesta, el 19 de marzo, en el breviario romano.
Luego, Inocencio VIII (1484-1492) elevó el oficio a rito doble, y un siglo más tarde, Gregorio XIII (1572-1585) extendió la fiesta a todo el orbe católico y la hizo obligatoria. Durante este perío­do, en 1522, Isidoro Isolani escribió la Suma de los dones de San José, San Pedro de Alcántara glori­ficó la santidad de San José y Santa Teresa de Ávila, sanada milagrosamente por él a los 26 años, le dedicó su primer convento en Ávila y, luego, más de dos tercios de sus otras fundaciones.
El 17 de marzo de 1521, una bula de León X (1513-1521) otorgó indulgencias a los peregrinos de Cotignac, lugar de una aparición de San José junto a la Santísima Virgen llevando al Niño Jesús (10 de agosto de 1519).  San José aparecerá allí solo el 7 de junio de 1660.

Clemente X (1670-1676) compuso el himno Te Joseph celebrent y elevó su fiesta a rito doble de segunda clase.

Clemente XI (1700-1721) rehízo el oficio por entero. En el ínterin, por iniciativa de las cofradí­as de artesanos ebanistas y carpinteros, la fiesta del patronazgo de San José, oficialmente concedida por Roma en 1680, había sido agregada a la fiesta del 19 de marzo.
A pesar de todo, el culto de San José penetró tan solo de a poco en el corazón de los fieles y la corriente especial de oraciones y de devoción nació con lentitud.

Benedicto XIII (1724-1730), el 19 de diciembre de 1726, hizo entrar oficialmente a San José en las Letanías de los santos.

Benedicto XIV (1740-1758), apoyándose en San Agustín escribió: “San José pertenece a los san­tos del Nuevo Testamento, san Juan Bautista, por el contrario, a los del Antiguo Testamento cuya lista concluye, así como María y José comienzan la serie de los santos del Nuevo.”

Pío VI (1775-1799) hizo coronar el 31 de mayo de 1783 en Kalisz, Polonia, una pintura milagro­sa que atrae una multitud de peregrinos desde 1670. Se trata de una representación de la Sagrada Familia, de dimensiones imponentes, invocada bajo el nombre de San José de Kalisz.

Bajo el Papa Pío VII (1800-1823), el 17 de septiembre de 1815, el nombre de San José fue aña­dido a la oración A cunctis.
Numerosos documentos pontificios, relativamente recientes, han incitado a los fieles cristianos a honrar y rezar a san José. Recordamos aquí los puntos esenciales de varios de estos documentos.

Pío IX (1846-1878). El Papa Pío IX tenía personalmente una gran devoción a San José. El 10 de diciembre de 1847 fijó en el tercer domingo después de Pascua la fiesta y la liturgia para el Patronato de San José. En 1854 declaró que San José era, después de María, la más segura esperanza de la Iglesia. Luego fue el decreto.
Por decreto del 27 de abril de 1865 Pío IX concedió al mes de marzo consagrado a San José las indulgencias del mes de María, a saber: trescientos días de indulgencia para el ejercicio, sea público, sea privado, de cada día del mes, y la indulgencia plenaria un día del mes de libre elección, con las condiciones ordinarias de confesión, comunión y oración por la Iglesia.
Decreto Quemadmodum Deus, 8 diciembre de 1870.

“Así como Dios estableció al patriarca José, hijo de Jacob, gobernador de todo Egipto para ase­gurar al pueblo el trigo necesario para la vida, así también, cuando se cumplieron los tiempos en los que el Eterno iba a enviar a la tierra a su Hijo único para rescatar el mundo, eligió otro José, del cual el primero era la figura; lo constituyó Señor y Príncipe de su casa y de sus bienes; confió a su custo­dia sus más ricos tesoros." En efecto, José desposó la Inmaculada Virgen María, de la cual, por la virtud del Espíritu Santo, nació Jesucristo, quien quiso pasar ante todos por el hijo de José y se dignó estarle sometido. Aquél a quien tantos profetas y reyes habían deseado ver, José no solamente lo vio, sino que conversó con él, lo abrazó con paternal ternura, lo colmó de besos; con un celoso cuidado y una solicitud sin par alimentó a Aquél a quien los fieles debían comer como el Pan de la vida eterna.
En razón de esta dignidad sublime... la Iglesia siempre ha exaltado y honrado a San José con un culto excepcional, aunque inferior al que rinde a la Madre de Dios; en las horas críticas siempre ha implorado su asistencia...
Por ello el Santo Padre Pío IX declara solemnemente a San José Patrono de la Iglesia católica en este día (8 de diciembre) consagrado a la Virgen Inmaculada, Madre de Dios, esposa del castísimo San José”.

Este acto importante fue confirmado por la Carta apostólica Inclytum Patriarcham del 7 de julio de 1871. Sin embargo, desde el 4 de marzo de 1871, el Cardenal Pie (1815-1880) obispo de Poitiers, había ya comunicado las decisiones pontificias a su clero, en una importante Instrucción Pastoral. Respondiendo a la pregunta: "¿Por qué la devoción a San José ha sido tan tardía?" el cardenal Pie escribió: "El culto a San José era uno de esos dones que el padre de familia, como prudente ecóno­mo, se había propuesto sacar tardíamente de su tesoro... El velo que cubre el nombre y el poder del venerable José durante las primeras épocas cristianas aparece como la prolongación del silencio con el que estuvo rodeada su carrera mortal; es la continuación de esta vida oculta cuyos esplendores debían tanto más maravillar la inteligencia y el corazón de los fieles cuanto que su revelación estuvo durante más largo tiempo reservada”.

León XIII (1878-1903)
Pasajes de la encíclica Quamquam pluries, 15 de agosto de 1889
En esta encíclica, León XIII deseaba incitar al pueblo cristiano “a invocar, con gran piedad y con­fianza, al mismo tiempo que la Virgen María, Madre de Dios, a su castísimo Esposo, el Bienaventurado José; lo que estimamos ciertamente ser para la Virgen misma, deseable y agradable." Esta devoción está ya extendida entre el pueblo fiel gracias a la acción de numerosos Pontífices roma­nos. Pero ella debe "arraigarse más en las costumbres e instituciones católicas”.
La encíclica de León XIII concluye: “Nos prescribimos que durante todo el mes de octubre a la recitación del Rosario... se agregue una oración a San José.   Se hará así cada año a perpetuidad... Es una práctica saludable y de las más loables... consagrar el mes de marzo para honrar, mediante ejercicios de piedad cotidianos, al Santo Patriarca...  Nos exhortamos a los fieles a santificar tanto -como sea posible el 19 de marzo, por la piedad privada en honor de su celeste patrono”.

San Pío X (1903-1914) aprobó el decreto en 1909 de la Sagrada Congregación de Ritos publican­do Las letanías de San José. Este decreto precisaba la intervención del Papa en estos términos:

“Nuestro Santo Padre, el Papa Pío X, siempre ha profesado una devoción particular y una pro­funda piedad para con el augusto Patriarca San José, padre putativo del divino Redentor, Esposo purí­simo de la Virgen Madre de Dios, y poderoso Patrono de la Iglesia católica ante Dios, de quién reci­bió el nombre glorioso en el bautismo”.

Benedicto XV (1914-1922)
El 25 de julio de 1920 Benedicto XV publicó, con ocasión del cincuentenario de la proclamación del patronazgo de San José sobre la Iglesia toda, un Motu proprio, Bonum sane, desbordante de ter­nura y de particular confianza.
En su preámbulo Benedicto XV escribe: “Si consideramos la situación difícil en la que se debate hoy el género humano, parece necesario recomendar más calurosamente esta devoción a los pueblos y darle una difusión aún mucho mayor”.
En fin, en 1921 Benedicto XV incluyó el nombre de san José en las invocaciones en reparación por las blasfemias, al final de las Exposiciones del Santísimo Sacramento.

Pío XI (1922-1939),
En su Encíclica Divini Redemptoris, del 19 marzo de 1937, Pío XI indicaba: “Nos ponemos la grande acción de la Iglesia católica contra el comunismo ateo mundial bajo la égida del poderoso protector de la Iglesia: San José”.
En fin, el 19 de marzo de 1938, Pío XI declaró: “Como San José era verdaderamente el jefe o señor de la casa, su intercesión no puede sino ser todopoderosa”.

Pío XII (1939-1958) Pío XII instituyó en 1955 la fiesta de San José Artesano, destinada a rem­plazar la del patronato de San José: “No podría haber mejor protector para ayudaros a hace penetrar en vuestras vidas el espíritu del Evangelio... Es claro que ningún trabajador estuvo jamás tan per­fecta y profundamente penetrado de él como el padre putativo de Jesús, que vivió con él en la más estrecha intimidad y comunidad de familia y de trabajo. De igual modo, si queréis estar junto a Jesús, os repetimos: id a José... Nos tenemos el placer de anunciaros nuestra determinación de instituir -como Nos instituimos en realidad — la fiesta litúrgica de San José Artesano, fijándola precisamente el 1º de mayo...”
La institución de esta fiesta fue acompañada de una nueva liturgia.