Páginas

martes, 12 de noviembre de 2013

La tiranía de la tolerancia moderna.


“La dificultad radical del Parlamento de las Religiones fue que se ofreció como un ámbito donde los credos pudieran ponerse de acuerdo. El verdadero interés hubiera sido el de un lugar donde pudieran no estar de acuerdo. Los credos deben estar en desacuerdo, esto es lo divertido de esta cuestión. Si yo pienso que el universo es triangular y usted piensa que es cuadrangular, no va a haber lugar para dos universos. Podemos discutir con educación. Podemos discutir con humanidad. Podemos discutir con gran beneficio mutuo. Pero, obviamente, debemos discutir. La tolerancia moderna es realmente una tiranía. Es una tiranía porque es un silencio. Decir que no debo negar la fe de mi oponente es decir que no debo discutirla. Puedo no decir que el budismo es falso, y eso es todo lo que necesito decir sobre el budismo. Es lo único interesante que cualquiera puede querer decir sobre el budismo; o sea, que es falso o que es verdadero. Pero en esas asambleas modernas, que se supone son tolerantes y científicas, se ha difundido un acuerdo general y tácito de que no debe haber ninguna aserción o negación violenta de una fe. Esto no es sólo hipocresía sino falta de practicidad, porque no se va al grano. En una palabra, la torpeza de un congreso de credos es que si se encuentran dos credos absolutos, probablemente van a enfrentarse, y si no se enfrentan, no tiene mucho valor que se hayan encontrado”. 

G. K. Chesterton, “La historia de las religiones”, 10 de octubre de 1908. En “Cien años después”, Ed. Vórtice, 2008.