“Nuestros mayores vivían en el amor a la parroquia, en el respeto a la santidad del hogar, en la solicitud por la escuela confesional y las corporaciones, en el culto y veneración del camposanto. Estos estamentos delimitaban mutuamente un ámbito sagrado.El Hogar cristiano, la santidad familiar, es el lugar donde unas generaciones relevan a otras y engendran y forman a los ciudadanos del Cielo. La Familia es una fortaleza de un poder inapreciable, si su umbral comunica con la parroquia y la escuela confesional.En esas cuatros fortalezas, en esos “campos de batalla” vivimos, velamos y combatimos hasta que lleguemos al otro Camposanto, lugar del reposo, sembradío inmenso de Dios, donde las generaciones pasadas esperan que resuene sobre ellas la Trompeta del Juicio Final”.
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