En recuerdo a nuestro querido Carlos Pérez Agüero, quién además de artista fue estudioso del mismo, escribiendo artículos y escribiendo conferencias sobre filosofía del arte, publicamos uno de sus últimos artículos que escribió sobre arte sacro.
CUÁNDO EL ARTE ES SAGRADO
Y CUÁNDO DEJA DE SERLO
Y CUÁNDO DEJA DE SERLO
Por Carlos A. Pérez Agüero
Catacumba de Commodila. Roma. Jesucristo. |
No es fácil resumir en dos
palabras cuándo el arte comienza a ser sagrado y cuándo comienza a dejar de
serlo.
En otras culturas - no cristianas
- hubo intentos, más o menos logrados, en el sentido de expresar lo
sagrado - o sobrehumano - con medios artísticos que lo hicieran
notable.
Pero, en el caso del cristianismo - dado su peculiar espíritu - éste resultó ser muy especial y original, a tal punto que, exigió otros medios para alcanzarlo. El hecho de la Encarnación del Verbo divino, que habitó entre nosotros y del cual “vimos su Gloria” – como dice el Apóstol San Juan- el camino correcto a tomar ya estaba implícitamente indicado. Trataremos, en estas breves consideraciones, de dar un poco de luz sobre el tema, parado, como suele decirse, por supuesto, sobre hombros de gigantes - con miradas más altas, agudas y claras sobre ello.
Pero, en el caso del cristianismo - dado su peculiar espíritu - éste resultó ser muy especial y original, a tal punto que, exigió otros medios para alcanzarlo. El hecho de la Encarnación del Verbo divino, que habitó entre nosotros y del cual “vimos su Gloria” – como dice el Apóstol San Juan- el camino correcto a tomar ya estaba implícitamente indicado. Trataremos, en estas breves consideraciones, de dar un poco de luz sobre el tema, parado, como suele decirse, por supuesto, sobre hombros de gigantes - con miradas más altas, agudas y claras sobre ello.
Para comenzar, podríamos decir
que el arte Cristiano encontró sus formas propias - es decir, adecuadas a su
espíritu - a partir del siglo IV con el ascenso de Constantino el Grande como
Emperador del decaído Imperio Romano- hasta llegar a mediados del
siglo XV, con la caída de Constantinopla por los turcos Otomanos, luego del
cual, podríamos decir que, el arte cristiano sagrado comienza su decadencia,
especialmente a partir del período histórico conocido como, y
erróneamente calificado de, “Renacimiento”.
Dentro de este extenso período
(s. IV al XV, un milenio, más o menos) se desarrollan y fijan las
características más importantes del arte sagrado cristiano. Con Constantino el
Grande comienza el desarrollo y la expansión del arte cristiano por toda
la Europa, lo que propiamente conocemos como la Cristiandad.
Desprendido de las formas
grecorromanas de sus comienzos en las catacumbas, la vida al exterior del
cristianismo trajo aparejadas sus exigencias propias, especialmente con las
nuevas formas que exigiría el oficio sagrado de la liturgia en los sitios en
dónde se oficiaría: los templos, el lugar del Culto. El Templo será el lugar
privilegiado para convertirse no solo en la Casa de Dios, en la casa
delSacrificio (sacra facere), en la casa de oración por excelencia, sino
también en una representación del mundo cristiano: la transfiguración de este
mundo - hasta entonces pagano- en el nacimiento de un nuevo mundo: el mundo
cristiano, la Cristiandad.
El Arte Cristiano le habla al
mundo de un “otro mundo”, no solo en el más allá, sino aún en este mundo, pero
transfigurado éste por el Espíritu de Cristo.
Sus nuevas formas artísticas lo
recalcan y lo muestran con características que le son propias:
Las representaciones sagradas de
Cristo, de la Virgen, de los Ángeles y de los Santos se espiritualizan,
se sobrenaturalizan. ¿Cómo es que se consigue esto? ¿Con qué medios?
Los cuerpos humanos pierden peso.
Los pies de los personajes representados apenas tocan el suelo, parecen flotar
sobre él. Incluso se sobreponen unos a otros sin considerar una perspectiva
espacial. Desaparecen las sombras plásticas que le dieran volumen y peso a los
cuerpos. El espacio pierde su tridimensionalidad y se convierte en un plano, a
veces abstracto. Los cuerpos pierden su opacidad y tangiblidad, las vestiduras
su calidad y textura. No solo los cuerpos se hacen “transparentes”, pasan a un
primerísimo plano abandonando prácticamente el paisaje, el mundo que les rodea.
El lugar, o el paisaje en donde se encuentran, deviene un plano abstracto, o
solo indicativo por algún elemento del lugar o de la situación. Se resuelven en
un plano simbólico, sin sensación de espacio tridimensional.
La Transfiguración del Señor |
Por ejemplo: el monte Tabor en
donde Cristo se transfiguró resplandeciendo su divinidad, está sugerido con la
representación de rocas amontonadas en un plano. La gloria divina de Cristo
está significada con un óvalo o almendra o círculo de luz. Moisés y Elías se
inclinan reverentemente hacia Cristo. Cristo de frente alzando solemnemente su
mano derecha bendiciendo y sosteniendo a sus discípulos. Éstos, más abajo en la
composición, están en poses que representan por sí mismas que se han desplomado
por el asombro y el arrobamiento que ha provocado en ellos la gloriosa
manifestación del Señor. No hay ninguna representación “realista” del hecho, en
el sentido de que cómo éste hecho podría haber sido percibido por los sentidos
externos –por así decirlo. El contemplador de la escena se ve
obligado a detenerse y a contemplar cada cosa. Se ve obligado a “leer” no solo
el hecho general en sí, sino cada cosa en particular. Se ve obligado a hacer
una “lectura teológica” del suceso. Pedro ha caído de rodillas y ha girado su
cabeza para dirigir su palabra a Cristo: - “Qué bueno es estarnos aquí, Señor”.
Otro discípulo (probablemente San Juan – el amor suele representarse con el
color rojo, en este caso el color del vestido del discípulo amado). San Juan se
toma la cara entre pensativo y azorado y, por último, vemos a Santiago,
el tercer discípulo, “cabeza abajo”, cubriéndose el rostro sumido todo su ser
en su interior.
Los personajes no solo han
perdido peso sino que sus movimientos son serenamente contenidos. No hay movimientos
bruscos. Como si los movimientos no dependiesen ya del tiempo, como si ya no
tuvieran nada que ver con él. Las composiciones no son asimétricamente
dinámicas sino serenamente simétricas. Se asemejan a lo inmutable porque
reflejan lo inmutable, lo que está más allá del tiempo y del espacio de este
mundo.
Tampoco hay preocupación por
mostrar estados psicológicos, más exteriores que las profundidades del alma.
Todo drama, o acción exterior, ha pasado a ser interior, invisible a los
sentidos y a las leyes que rigen este mundo. Solo hay indicaciones externas
que, sugieren más que muestran, los estados interiores del
alma. La imagen sagrada se convierte en una especie de álgebra teológica
dirigida no a conmover o a impactar sobre los sentidos sino a despertar el
intelecto, el pensamiento, la meditación señalada por los símbolos que la
conforman. Por eso es que, de los íconos, no se dice de ellos que “se pintan”
sino que “se escriben”. Se asemejan a un álgebra teológica a ser
descifrada. No por nada la representación de este hecho de la Transfiguración
del Señor es el primer icono que deben realizar los aspirantes a ser escritores
de íconos. Éste ícono resume en sí mismo la teología y las formas del arte
sacro.
Reconstrucción de una ceremonia litúrgica en la catedral de Amiens, Francia |
El arte es sagrado cuando
acompaña y sirve a la liturgia como un soporte de su significación y reverencia
ante los Misterios. No cualquier representación religiosa es sagrada. El tema
religioso no basta para ser considerado sagrado, debe tener un lenguaje y
conformación acordes con ello. Para que una obra sea considerada sagrada debe
ser digna de acompañar con su significación simbólica a realzar la acción
litúrgica en su acción y significación. La imagen para ser digna de la acción
litúrgica no debe dirigirse a los sentidos en primer lugar sino – y a través de
ellos - llevar a la intelección de lo que obra la acción litúrgica.
EL TEMPLO
Como dijimos más arriba el
principal objetivo de los cristianos al abandonar las catacumbas fue la
instalación de un templo, un espacio sagrado, y consagrado, para realizar la
acción litúrgica principal, el corazón de la Fe cristiana: el Oficio del Sacrificio
de la Misa. Todo en el Templo estará orientado hacia esto: La representación
incruenta del Sacrificio de Cristo en el Calvario para la Redención de los
hombres: El Sacrificio del único Sacerdote y Víctima, Jesucristo, realizado por
única vez de modo cruento penetrando en el Santuario no hecho por manos de
hombres, pues eso es lo que significó la rasgadura del velo del Templo, a
la hora misma de la muerte del Señor: El fin de la Antigua Alianza. Y, por lo
tanto, de los sacrificios de toros, machos cabríos y corderos –figuras todas
ellas del Sacrificio que haría el Ungido de Dios, en la plenitud de los
tiempos, y el inicio de la Nueva Alianza realizada por Jesucristo, el verdadero
Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. Y, como diría luego San Pedro
a los judíos, no hubo ni habrá ningún otro nombre dado a los hombres -fuera del
de Jesucristo- por el cual podamos ser salvados.
Los templos, o las Iglesias, que
construirá la Iglesia Católica en su larga y milenaria historia hasta hoy,
serán para realizar este sacrificio perpetuo, hecho por Jesucristo, hasta el
fin del siglo, es decir, del tiempo histórico.
En cuanto a las formas artísticas
escogidas para la acción sacra, también éstas se irán separando de este mundo
reservándose un espacio, un mundo consagrado. En el Templo todo es sacro, fuera
de él todo es “profano”, no sacralizado, fuera del Templo que ya no
sirve para la acción sacra, (excepto contadas excepciones). Como todos saben,
se comenzó, tomando de los romanos y griegos las formas ya existentes de los
edificios más adecuados - o que pudieran irse adecuando a las necesidades del
culto y de los símbolos con los que se les revestiría.
Tomarían, en primer lugar y como
referencia principal, un lugar escogido en el cosmos, como el centro de éste,
en el corazón de la cruz que forman los cuatro puntos cardinales. De este modo
se convertirían éstos en el propio centro del mundo. En uno de los centros del
mundo como el lugar en donde, de un modo especial y real, habita la
divinidad. Éste lugar y esta orientación es escogida cosmológicamente, según el
ritmo del cielo, en el solsticio de invierno, el solsticio tradicionalmente divino,
escogido por Cristo para nacer. El ábside del Templo se ubicaría hacia donde
también se orienta el altar, hacia el Este, el lugar de donde sale el Sol
invicto: Jesucristo. La puerta de entrada al Templo hacia el Oeste. Porque el
Hijo del Hombre volverá a juzgar a los vivos y a los muertos como el relámpago
que nace en el oriente y llega al occidente. Por eso en las catedrales
medievales representaban, sobre el tímpano de esta puerta occidental, el Juicio
Final con Cristo sentado como Juez en su trono, rodeado de los cuatro animales
apocalípticos que representan a los cuatro evangelistas, el Evangelio de
Jesucristo; los veinticuatro ancianos apocalípticos y los hombres, buenos y
malos, resucitando, emergiendo de sus tumbas para el juicio final.
Tímpano sobre el portal Oeste de la Catedral de Chartres, Francia. Cristo en majestad viniendo como juez al fin de los tiempos rodeado de los cuatro animales apocalípticos. |
Las paredes de los templos
también se afinan y transparentan, espiritualizadas en un principio con las
ventanas y con las figuras religiosas iluminándolas. Más adelante, con los
vitrales creados como las joyas de la Nueva Jerusalén, transfigurarán la cruda
luz de éste mundo. Y ya no será ésta la pura luz material que ilumina las
cosas de este mundo sino la luz de Dios transfigurando el mundo.
Las columnas que sostienen el
techo, las cuales representan a los doce apóstoles, descansan sobre
la planta en forma de cruz, representación del cuerpo humano de Cristo y la
tierra firme de su Doctrina. Verdadera imagen del Hijo del hombre y de su
Evangelio. En su centro, marcado por el crucero, en el corazón del
Templo, se yergue el altar del sacrificio, desde donde, luego, partirá el
cuerpo multiplicado de Nuestro Señor como el pan de la vida eterna. Las
columnas aplastan también el número 666 (en letras griegas) el número de la
bestia. El número 888 (En letras griegas corresponde al nombre de Jesucristo,
el Salvador del mundo, desde el suelo hasta la piedra principal de la Bóveda).
“La piedra que desecharon los edificadores”- como lo anunciaron proféticamente
las Sagradas Escrituras – que “vino a ser la piedra angular”.
El uso de la gematría (los letras
en griego y hebreo tenían valor numérico) con este valor, que les daba el
platonismo, el pitagorismo y aún la teología -“Dios creó todas las cosas con
número, peso y medida” dice la Escritura- con estas medidas, repetimos, se
construían los templos, resultando todos ellos una representación de la armonía
del cielo y el esplendor de su belleza.
Catedral de Monreale, románica, nave central. Italia. Fines del siglo XII. |
LA MÚSICA SACRA
Y LOS GESTOS Y ACCIONES LITÚRGICOS
Y LOS GESTOS Y ACCIONES LITÚRGICOS
La música sacra halló su forma
sagrada en el canto monódico gregoriano, verdadera interpretación de
los textos de la Sagrada Escritura. La acústica estudiada de las Catedrales
acompañaría a los fieles con estos cánticos acercándolos a la esfera de
los cánticos angélicos, ayudando a las almas a elevarse en la contemplación del
mundo divino.
Los movimientos y acciones
litúrgicas serán también reposados y serenos al modo de las imágenes sagradas
que los representan. No es la acción litúrgica una manifestación mundana.
Somos, en ella, transportados al mundo sobrenatural de las cosas divinas. Lo
que sucede realmente en la acción divina de cada Misa o Sacramento.
Capilla Palatina de Palermo, bizantina, Italia. |
EL ARTISTA, O LOS ARTISTAS
El artista católico debe ser
católico, es decir, católico de convicción y, por lo tanto, de vida católica.
Esto es más importante de lo que hoy en día se ha llegado a pensar. Después de
Descartes se ha separado todo en la vida. Ha ocurrido una ruptura en la
realidad una de las cosas. Se ha separado el cuerpo del alma y se ha llegado a
pensar cosas absurdas sobre todas las cosas, se ha perdido casi
definitivamente, lo que llamábamos hasta entonces, el sentido común. Pensar,
por ejemplo, que un artista ignorante del Catolicismo o incluso ateo, puede ser
un buen artista sacro es como imaginarse que un buen zapatero, por el hecho de
serlo, puede ser un buen cirujano porque sabe cortar el cuero. Todo artista
tiene que conocer desde el fondo - qué es lo que da realmente vida a una obra
de arte - cuál es el espíritu que obra dentro de ella y le engendra. Si el
espíritu católico no dio a luz verdaderamente a la obra esta no resultará
sacra, no será apta ni siquiera para decorar el templo, y menos aún para
acompañar la acción litúrgica. La acción litúrgica no es un “show”. No se trata
de de nada mundano. No hay en él necesidad de un “animador” de TV para
“animarla”. No es un entretenimiento. No es algo intermedio entre la realidad y
la fantasía. Es una realidad que sobrepasa toda realidad humana y la
trasciende. La desacralización tuvo y tiene aún hoy, como fin primario, la
destrucción de lo sagrado. No solo pretende negarlo sino destruir todo vestigio
de él. Es el plan del Anticristo desde siempre. Está presente desde los inicios
del Cristianismo, y aun los mismos Apóstoles le denunciaron claramente al
desenmascarar a los falsos hermanos que propagaban un Evangelio distinto al
predicado por ellos. La sana doctrina tergiversada. El Evangelio de Cristo
usado para tratar de convertirlo en otra cosa, en una cosa puramente humana,
primeramente, para luego desecharlo como otro mito más invención de los
hombres.
Los artistas no pueden quedar
librados al azar y menos a sus caprichos y pasiones. No basta tener talento
artístico y destreza en el manejo de los medios y los materiales
artísticos, para producir una obra verdaderamente religiosa y menos aún,
sacra. Un artista que tiene las dotes necesarias para ser lo que es - pues
cuenta para ello, con una sensibilidad especial que lo cualifica para captar
más sensiblemente las cosas del espíritu- no por ello reúne ya en sí mismo todo
lo necesario para realizar obras verdaderamente sagradas. Poseer
inventiva e imaginación artística tiene sus ventajas, pero también sus desventajas,
esto último en el sentido de que, como artista, es más proclive a caer en
errores teológicos ya que más fácilmente puede caer en las trampas de su
imaginación divagando por senderos que no conoce, como es aquel bosque, a veces
intrincado, de la teología racional y aún la apofática.
En resumen: el Arte sacro es tal
cuando emplea los medios necesarios para resaltar que las cosas de este mundo,
aunque el arte se sirva de algunos elementos de él, lo sobrepasan y lo
trascienden infinitamente. “No hay palabras humanas para hablar de Él (de las
cosas del mundo divino) sin profanarlo de algún modo o torcerlo” como lo
recalcó San Pablo luego de su ascensión al tercer cielo por gracia y obra
divina. Los medios artísticos para expresar lo sagrado son comparables a una
teología apofática. Es decir, se puede hablar de ello más de lo que no
es quede lo que es.
Como dice Santo Tomás de Aquino
en su Summa Teológica (I q.1 a.9) 2:
“El rayo de la divina revelación
no queda extinguido por las figuras sensibles en que se envuelve, como dice
Dionisio, sino que su verdad se transparenta en forma que no consiente a las
inteligencias agraciadas con la revelación estancarse en las imágenes, antes
bien las eleva al conocimiento de las cosas inteligibles, de suerte que por su
medio llegue la revelación al conocimiento de los demás; y por esto, lo que en
un lugar de la Escritura se dice bajo metáforas, se pone en otro con mayor
claridad. Incluso es útil hasta la misma obscuridad de las figuras: por un
lado, para ejercitar el ingenio de los estudiosos, y por otro, para sustraerlas
a la burlas de los infieles, de quienes se dice en el Evangelio: No deis lo
santo a los perros.
3. Como dice Dionisio, es más
conveniente que la Sagrada Escritura proponga lo divino bajo la figura de
cuerpos viles que de cuerpos nobles, y esto por tres motivos. Primero porque
así se previene mejor al hombre contra el error, pues todos comprenden que tales
figuras no se aplican a Dios con propiedad, y, en cambio, podrían dudarlo si se
describiese lo divino con imágenes de cuerpos nobles; y más que a nadie
sucedería esto a los que no conciben cosa superior a los cuerpos. –Segundo,
porque este modo está más en conformidad con el conocimiento que tenemos de
Dios en esta vida, ya que con más facilidad vemos lo que de Dios no es que lo
que es, y por esto las imágenes más alejadas de Dios nos dan mejor a entender
que está por encima de cuanto pensamos y decimos de Él. – Tercer, porque así lo
divino se recata mejor de los indignos.”
En cuanto a un sabio
asesoramiento de los teólogos sobre los artistas obliga a los mismos teólogos a
instruirse sobre las formas más adecuadas de cómo representar lo divino sin caer
en errores ni indignidades en las cosas dirigidas a la mayor gloria de Dios.
Los verdaderos artistas
cristianos siempre han hecho meditación y oración sobre los misterios a
representar, incluso ayunos, sin necesidad de ser monjes para ello. Aunque algunos
lo hayan sido, como el Beato Angélico, por ejemplo y algunos iconógrafos.
La caída en el humanismo a
partir del Renacimiento, como adelantáramos ya, ha producido la gran decadencia
y destrucción del arte sacro. Decadencia lenta pero continuada. La decadencia
de la Cristiandad fue acompañada naturalmente por la decadencia del Arte
cristiano católico, el cual, partiendo del templo, había conformado el espíritu
de todo el arte de Europa.