“En suma, lo que entiende Suárez decir es que la autoridad civil no puede ejercerse sino para el pueblo y con algún modo de consentimiento suyo; mientras el Roseao pretende que debe ejercerse por el pueblo, y por medio de representantes o mandantes elegidos explícitamente tiro a tiro, que por un lado tienen atribuciones ilimitadas y deiformes en forma realmente monstruosa, y por otra, pueden ser depuestos al capricho de la multitud, ornada de una especie de Voluntad Divina, es decir, Infalible, Sapientísima y Creadora del Bien y del Mal. Error siniestro y herético, causa de todas las revueltas modernas, y del terrible envenenamiento político cuyas convulsiones todo el mundo sufre en este momento.
De este error han salido las consecuencias que usted sabe en la Argentina nuestra. ¿Quiénes gobiernan la Argentina? ¿Los más virtuosos, los más justos, los más sabios, los más videntes? ¿Quién se atrevería a sostenerlo? NO. Gobiernan teóricamente “los que el pueblo quiere”. ¿Y el pueblo quiere siempre a los más justos, los más virtuosos, los más sabios, los más videntes? NO. La masa teóricamente los querría siempre provisto que: 1° la masa misma estuviese siempre en estado de gracia y sabiduría, y 2° que fuera capaz de discernirlos, lo cual es absurdo por hipótesis, porque en ese paradisíaco caso, la masa ya no necesitaría gobierno alguno.
De hecho, usted sabe a quiénes quiere en la realidad de las cosas la masa, o mejor dicho, la parte de ella que vota. La masa se ve obligada a querer a los que se le autoimponen como “más sabios, más justos, más virtuosos, más videntes” en una lucha taimada y feroz, donde la virtud, la justicia y la sabiduría brillan por su flamante ausencia, donde todos los vicios hijos de la ambición, la avaricia y la pereza, y todos los pecados desde el homicidio hasta la mentira y el insulto hacen la más flagrante, colorida e impúdica exhibición de sí mismos, en una desnudez que cada día se hace más cínica y más caradura. Prostitución espantosa de aquel sublime ideal del Reino de Dios que al comienzo llamamos “democracia”, ante la cual el filósofo no tiene más remedio que cubrirse la cara con la toga y salir del circo hacia la soledad; y el cristiano ponerse a orar y temer algún gran castigo del cielo, “quod advertat Deus”, una intervención de Azrael el Destructor.”
Leonardo Castellani S.J., “Canciones de Militis”, Ed. Dictio. Bs. As., 1973, págs. 285/286.
Tomado de Almena Blog.