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martes, 3 de enero de 2012

Huir de las malas compañías. San Juan Bosco.


Hay tres clases de compañeros: unos, buenos; otros, malos, y otros, en fin, que no son ni lo uno ni lo otro. Debéis procu­rar la amistad de los primeros; ganaréis mucho huyendo com­pletamente de los segundos; en cuanto a los últimos, tratadlos cuando sea necesario, evitando toda familiaridad. “Pero ¿quié­nes son esos amigos perjudiciales?” Escuchadme, hijos míos, y comprenderéis cuáles son. Todos los chicos que no se aver­güenzan de tener en vuestra presencia conversaciones obsce­nas y de pronunciar palabras de doble sentido y escandalosas; los que mienten o critican; los que profieren juramentos, impre­caciones y blasfemias; los que tratan de alejaros de la pie­dad; los que os aconsejan el robo, la desobediencia a vuestros padres y el olvido de vuestros deberes..., todos éstos son malísimos amigos, ministros de Satanás, de quienes debéis huir más que de la peste o del mismo diablo. ¡Ah!, con lágrimas en los ojos os suplico distéis y huyáis de semejante com­pañía.
Escuchad la voz del Señor, que dice: “El que se asocia al hombre virtuoso será virtuoso; el amigo del vicioso se perverti­rá”. Huid de un mal compañero como de la vista de una ser­piente venenosa: Quasi a facie colubri. En una palabra, si os juntáis con los buenos, os aseguro que iréis con ellos al pa­raíso; al contrario, si con los malos, seréis desgraciados y con­cluiréis por perder irreparablemente vuestra alma.
Dirá tal vez alguno. “Son tantos los malos compañeros, que sería preciso abandonar el mundo para huir de ellos”. En efecto, es tan perjudicial el trato de los amigos viciosos, que, precisamente esto, os recomiendo con tanta insistencia que huyáis de ellos. Y si por esto os vierais solos, dichosos de vos­otros, pues tendríais por compañeros a Nuestro Señor Jesucristo, a la Santísima Virgen y al ángel custodio, que son nuestros mejores amigos. Podéis, no obstante, tener buenos amigos, y los encontraréis entre aquellos que frecuentan la confesión y comunión, que asisten a la iglesia, que con sus palabras y ejemplos os animan al cumplimiento de vuestros deberes y os alejan de todo lo que puede ofender a Dios. Estrechad vues­tras relaciones con ellos y obtendréis gran provecho. David y Jonatán llegaron a ser buenos amigos, con ventajas recíprocas, pues se animaban mutuamente a la práctica de la virtud.

San Juan Bosco, El Joven Cristiano Instruido, escrito extraído de Biografía y escritos de San Juan Bosco, BAC, Madrid, 1967.