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lunes, 5 de noviembre de 2012

Apostillas a la defensa de la Catedral.




1) Es el Estado quien debe defender el orden público. La población acude en defensa de sus bienes cuando falta el Estado. Ocurre con la seguridad, con el desorden económico, y también con la defensa de los bienes fundamentales de una nación: la Fe y las familias.

2) La experiencia de la Catedral de Posadas nos dejó en desamparo. Hasta el Clero abandonó su puesto. El Estado obedeció al Clero y no apareció a poner orden. Sólo parte de la población defendió lo que había que defender supliendo los poderes del Estado. Y los que atacaron, sabiendo que no habría orden público, pasaron la raya. La de la decencia, la del orden, la de la dignidad, la de lo humano. Actuaron como endemoniados.

3) Nos planteamos que eso no ocurriría en el ataque a la Catedral. No manifestaron Las Rojas, el Mas y el PO a favor del aborto. Manifestaron en contra de la Iglesia, en contra de la Fe y de la familia. Sus lemas fueron públicos: “la Iglesia que más ilumina es la que arde”. Y sabemos que son capaces, porque lo intentaron en Posadas.

4) Apareció el estado. Apareció el orden público. ¡Bien! La brigada antimotines en canchas de fútbol se hizo presente. No como dice la prensa. Digámoslo: de espaldas a nosotros, formando un cordón frente a las hordas ululantes (había quienes ululaban). Nosotros hubiéramos podido pegarles, degollarlos. No esperaban de nosotros un ataque. La Policía lo esperaba de Las Rojas, del Mas y del PO. Recibieron insultos, escupidas, golpes, botellazos, petardos, pintura. Todo lo que hubiéramos recibido nosotros, menos de lo que hubiera recibido la Catedral.

5) Apareció la prensa. ¿Imparcial? No, sólo del lado de ellos. La policía temía el ataque de ellos, la prensa no. Pasó un fotógrafo. Foto y foto, con obsesión irritante al sacerdote y a nosotros. ¿Foto a la cara? Sí, y al bajo vientre (¿?). Se llama mala leche. Si le avisás que se le puede romper la cámara en el tumulto (el seguro no cubre esa rotura) te dice ¿me amenazás? Pero se da vuelta y se va. Y publica todo lo que puede en contra nuestro. ¿Fotografiaron el desastre que hicieron estos/as endemoniados con las paredes del Cabildo y del palacio municipal? ¿Qué impuestos van a pagar esos daños? Las bombas de pintura, las meadas, los graffitis insultando Iglesia y policía, pidiendo muerte y fuego. Los mismos que acusan de eso a la Inquisición. Santa Inquisición.

6) La resistencia. Hubo de todo. Quienes preferimos marcar el límite y quienes prefieren resistir a pie firme sin responder. El enemigo nos une por el espanto. No todos pensamos igual. Incluso sabemos que una espiral de violencia no nos conduce. Ni a la Patria católica, ni al orden deseado. ¿Qué camino queda? Que el buen Dios conduzca las acciones y nos inspire la prudencia. Pero estos endemoniados no pueden avanzar más.
7) Volver al principio. El Estado debe poner orden. Los católicos no dejaremos que estos pederastas, asesinos de niños, perversores de jóvenes, odiadores de la Fe, travestidos monstruosos, sigan campeando por las calles como si su delito fuera un derecho. El Estado debe castigar el delito. Este, el de los ladrones y los asesinos. Si el Estado no lo hace la población lo hará. Los católicos lo harán. Aún y a pesar de su clero.

8) Las gracias. A los mártires de La Vendeé. A los Carlistas. A los mártires de la guerra civil argentina y al General Juan Facundo Quiroga, que nos enseñó que cuando la revolución asalta las Iglesias, mata los Sacerdotes y viola las mujeres o niños, la única bandera posible es Religión o muerte (que es como decir Orden o muerte). Al general Rosas que sacrificó su felicidad en defensa del Orden. A los Cristeros. A los mártires de la guerra española del ´36. A los que vieron la revolución mundial y murieron en defensa de un orden que dos Guerras mundiales arrebataron. A los mártires de Rumania, Hungría, Polonia y los países de esa región. A los millones de mártires rusos. A los mártires cubanos, víctimas de la pistola del Che. A los mártires americanos que pararon la guerrilla. A Genta. A Sacheri. A tantos que en la Patria murieron defendiendo la Fe y la familia. A la Iglesia que resiste los cambios revolucionarios que anidan en su interior. A todos los anónimos que nos marcaron el camino de la contrarrevolución desde la Rev. Francesa a nuestros días. Y desde antes. Gracias. Recen por nuestro pueblo, por nuestros pueblos, por la Cristiandad bendita.

Alejandro Bunge