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martes, 5 de febrero de 2013

Ataques mediáticos al procurador colombiano Alejandro Ordóñez y a los católicos tradicionales.



Entre mentiras, exageraciones y verdades dichas de tal forma para que aparenten mostrar algo reprobable para la sociedad, así son vistos los católicos tradicionales por los “mass-media”. La periodista Katherine Loaiza, con su tremenda ignorancias en los rudimentos más básicos de la religión católica, podría tranquilamente escribir en Página 12. No queda más que seguir afirmando junto al Quijote “Ladran, Sancho, señal que cavalgamos”.


UN DÍA DE ORACIÓN CON EL FERVOROSO PROCURADOR ORDÓÑEZ


El procurador Alejandro Ordóñez ha sido señalado de ser un católico consagrado que no sólo lleva su religión en los crucifijos que pone en cuanta oficina del Estado ha ido a trabajar, sino también en las providencias que ha emitido a lo largo de su vida como jurista. Decidimos rodear su lado católico para tratar de desentrañar qué tanta influencia han tenido sus creencias en su profesión. Esto fue lo que encontramos.
Ordóñez se pone corbata hasta los domingos, porque a su encuentro con Dios asiste tan elegante como a cualquier otra cita como jefe del Ministerio Público. Es el único feligrés que se da el lujo de arrodillarse junto al sacerdote Fernando Altamira, quien oficia de espaldas a todos los asistentes la misa de la Iglesia de los Sagrados Corazones de Jesús y María, una de las dos del ala lefebvrista en Colombia.
Como esta iglesia hay 300 en el mundo. La misa se oficia en latín, porque, según sus líderes, la que se hace en español está plagada de errores, los padres terminan haciendo lo que quieren y se alejan cada vez más de la devoción. Aquí, las mujeres se cubren la cabeza y todos están de rodillas, pidiendo perdón por los pecados de la semana y una que otra ayuda para la que empieza.
Según el sacerdote Altamira el principio que rige a todos los católicos lefebvristas fervorosos, incluido al procurador, es “ser un buen católico”, pero la cosa va más allá.
“Usted señora no puede ver novelas porque eso la acerca al mundo del pecado y mientras las ve, descuida a su familia. Es una herejía también tener revistas huecas en la casa, como Aló o Caras”, es uno de los consejos de Altamira durante la misa semanal, repleta a más no poder, en la pequeña iglesia de la carrera 18 con calle 35, en Bogotá, en donde uno de los más comprometidos es el procurador.
Ordóñez baja y sube desde el segundo piso hasta el atrio constantemente, con el ceño fruncido, pasos largos y firmes. Es el único que camina con propiedad por la iglesia durante toda la misa. Mira con desdén a una joven que tiene el cabello descubierto, ella rápidamente se pone un velo en la cabeza y mira al piso con sumisión.
En uno de los fragmentos que se reza en español, la iglesia completa lee al unísono que es importante ser obedientes a Dios y honrarle con hogares con muchos hijos. Aquí hay familias con cinco o seis niñas, las llevan a todas vestidas de blanco, con pañoletas azules en la cabeza o velos blancos para las que están llegando a la adolescencia.  Los niños que no se portan bien o que se niegan a arrodillarse, son disciplinados con una palmada, ante los ojos de un Dios que ‘prefiere’ que le hablen en latín.
Uno de los principios irrefutables de los lefebvristas es el de negarse a la planificación familiar y al aborto. Los hijos que tenga cada familia los dispone Dios, no la voluntad de una pastilla o de un médico que quieran cambiar un designio divino. El mismo Ordóñez ha sido uno de los opositores más fervientes al tema del aborto, aún en casos de violación, malformaciones del feto o cuando peligra la vida de la madre. En sus providencias, sin embargo, no dice que Dios así lo quiere, sino que saca a relucir argumentos de carácter netamente jurídicos.
“El mundo está muy complicado y nosotros no podemos dejarnos llevar a él. La única solución es rezar el rosario con devoción; pero con devoción, no por rezarlo y ya”, dice Altamira, con tono de reproche, a sus feligreses. Ordóñez entiende bien este principio y de hecho, tras su llegada a la Procuraduría se conformaron varios grupos de oración, que rezan el rosario a la  Virgen María todos los días.
De esta misma iglesia hace parte el obispo inglés Richard Williamson, quien causó polémica mundial por haber negado el holocausto. La iglesia Lefebvrista lo hizo rectificarse. Sin embargo, algunos sectores, los más radicales, consideran el liberalismo y la izquierda como herejía y pecado, y prohíben a sus feligreses defender esas posturas. Ordóñez es militante del Partido Conservador, desde sus épocas de profesor en la Universidad Santo Tomás.
Además del rechazo al aborto, esta iglesia le exige castidad hasta el matrimonio a sus parroquianos, transparencia en sus actuaciones, obediencia, disciplina, mucha oración diaria, negarse a los placeres mundanos como las “revistas huecas” y las novelas donde se muestran constantemente pecados.
Los lefebvristas consideran el homosexualismo como una enfermedad, principio que el procurador comparte, evidentemente, por sus manifestaciones públicas de rechazo en torno al matrimonio igualitario.

La fe del procurador
           
La asistencia puntual a la misa por parte de Ordóñez no es su único rasgo de católico ortodoxo. Monseñor Libardo Ramírez, sacerdote del Tribunal Eclesiástico de Colombia, es amigo cercano del procurador desde hace por lo menos ocho años.
Lo conoció en una Conferencia del Consejo Nacional de Laicos y le impresionó a primera vista su “compromiso con la defensa de la religión y la fe en los tiempos modernos”.
Monseñor Ramírez defiende las declaraciones públicas del procurador en contra del aborto y el matrimonio igualitario, las califica como coherentes y correctas con sus creencias, porque éstas “no son un saco que uno deja en la puerta. Él no es vergonzante de sus convicciones religiosas, no lo hace por la ostentación sino por los principios de su alma. A él no le interesa a quién necesita cuestionar, sea de tal partido o de tal iglesia, simplemente lo hace porque sus principios son de rectitud”.
Cada vez que se encuentran, Ordoñez le pide a monseñor que lo encomiende en sus oraciones, pero jamás, ni siquiera a él, le ha pedido consejo. Eso sí, cada domingo busca entre rezos en latín, que sus decisiones laborales procuren la felicidad de Dios.

Por Katherine Loaiza, visto en Terra Noticias.