Mons. Alfonso de Galarreta,
obispo de la FSSPX, en su sermón de las ordenaciones del 29 de junio de 2004,
explicaba a los fieles el por qué es imposible firmar un acuerdo práctico con las
autoridades romanas. Las razones que expresa son fuertes y contundentes, en
vista de que la situación actual de Roma, que -según nuestra percepción- no solo no ha cambiado un ápice
su postura con respecto a los errores modernos que se han propalado, sino más
bien, con el nuevo pontificado, la situación ha ido empeorando. Estas
razones son de total actualidad. Y aunque no guste a algunos espíritus, en honor a la honestidad intelectual, tomamos
el texto de un blog perteneciente a la llamada “Resistencia”.
[Non
Possumus - 29-07-2013]
[Extracto]
Es necesario que esto sea evidente para
nosotros: un acuerdo puramente
práctico es imposible.
Desde que tuvo lugar uno de los primeros
contactos con Roma, alguien nos dijo: “no discutamos de doctrina, nos vamos a
enredar”. Miren ustedes, esa parece una frase anodina pero es muy grave. ¿Qué
es lo que quiere decir? Esto quiere decir la verdad divide, y eso es lo que
ellos creen. Esto es lo que funda la libertad religiosa, también el ecumenismo.
La verdad divide, por lo tanto hay que dejarla de lado. Esto nos recuerda mucho
la frase de Pilatos: “¿Qué es la verdad?” Y el Apóstol san Pablo nos advierte en
la epístola a los Tesalonicenses que Dios enviará un espíritu de ceguera a los hombres, porque no recibieron
con amor la verdad.
Para tener un
punto de partida, para entendernos, es necesario un fundamento esencial. Y además ¿cómo podríamos nosotros ponernos bajo la
autoridad de aquellos que demuelen la Iglesia y que no quieren cambiar? ¡Es la
cuadratura del círculo! ¡Querer conservar la Tradición y obedecer a
aquellos que no quieren cambiar de dirección, que están en el sentido de
ruptura con la Tradición, la demolición de todo! Esto es una utopía, una quimera, es tomar los deseos por la realidad. Mientras que no haya un retorno de la
más alta autoridad de la Iglesia, no podemos hacer un acuerdo puramente
práctico. Esto no es posible en este momento. Y en su momento, este
acuerdo no será puramente práctico.
Eso sería
duplicidad.
Hay todavía un aspecto muy importante, y
es que todo acuerdo puramente práctico supondría una contradicción de nuestra parte, una disociación de la fe que tenemos en el
corazón y la fe que tenemos en los labios. Dicho de otro modo, entre la
fe católica y la confesión de la fe católica. Eso nos pondría
en una duplicidad, eso es astucia y
no prudencia. Porque habría que –al menos públicamente- hacer creer que
nosotros admitimos lo que pasa actualmente en la Iglesia en Roma.
Aquí, yo digo que no podemos cooperar con aquellos que van contra la fe
católica, es lo que dice el apóstol San Pablo: ¿Qué acuerdo
puede haber entre la luz y las tinieblas, entre la justicia y la injusticia?. No portéis el mismo yugo con los infieles. Yo
creo que podemos aplicar esto muy bien aquí. Pues no se trata solamente de
rehusar una confusión desde el punto de vista doctrinal, desde el punto
de vista teológico de la fe, desde el punto de vista del culto, sino incluso
desde el punto de vista práctico de la acción, nosotros no podemos trabajar juntos porque
nosotros vamos en sentido contrario, absolutamente contrario y se trata de la
fe. Porque la condición
implícita de un acuerdo con nosotros –e incluso a veces condición
explícita, pero como lo que se escribe en pequeños caracteres en un
contrato- es que nosotros
reconozcamos el pluralismo, que reconozcamos el ecumenismo. Esto
equivaldría a decir: La Tradición se admite como un carisma particular. Pero si
nosotros admitimos eso, nosotros
ponemos la verdad católica al nivel de las opiniones, y estamos en
pleno pluralismo, ecumenismo, relativismo, indiferentismo. Hay un problema esencial. Es evidente
que cada vez se nos propone lo que
podríamos llamar: la Tradición libre en la iglesia conciliar libre.
Tomemos la última entrevista con el Cardenal Castrillón Hoyos que está en
internet y en todas partes –el expresamente la quiso pública- y verán. Es una reducción extraordinaria. El
dijo que el problema tradicionalista se reduce a una cuestión litúrgica y
devocional. Por lo tanto, nuestra adhesión a la Santa Misa es una cuestión
litúrgica y devocional que se reduce a una cuestión de sensibilidad y de
sentimiento. Nuestra posición
atañería a la libertad de conciencia, y podríamos muy bien llevarla a “la
unidad en la diversidad”. El cardenal dijo que no hay ningún
problema a que haya contrarios con tal que se haga referencia a esta nueva
unidad que está fundada
exclusivamente sobre el papa. Por supuesto, porque se trata de un papa modernista. Su enfoque es
claro, lo que nos proponen: les reconocemos una particularidad, pero ustedes
reconocen todo lo demás. Ustedes
reconocen el principio que demuele la fe, que está demoliendo la fe y también
al mundo. Asistimos verdaderamente al establecimiento de otra fe, de otra
religión por lo que debemos ser muy prudentes.
Quizá ustedes dirán: este panorama es muy
triste, es desolador. Yo creo que nuestra consolación no puede venir de la
situación que vivimos. No debemos buscar la consolación donde ella no está. Lo
que nos consuela, no es verdaderamente la situación que vamos a vivir, ella
viene de arriba, viene primeramente de Dios, de la Providencia. San Pablo nos
recuerda que todas las cosas cooperan al bien de aquellos que aman a Dios. Es
una frase de un alcance enorme. Todo coopera al bien de los que aman a Dios, no
solamente los bienes sino que también los males, las adversidades, los sufrimientos,
las tribulaciones. Esto quiere decir que todo está ordenado para el bien de la
parte más noble del universo que es el Cuerpo Místico de Nuestro Señor
Jesucristo, la Iglesia. Todo lo que nos sucede está ordenado para nuestro biensiempre y cuando permanezcamos en el amor de
Dios, porque todo coopera al bien de los que aman a Dios. Y san
Agustín tiene una bella frase, dice: La tribulación será lo que tú quieras que sea, o bien una prueba o bien
una condenación. Si te encuentra como el oro, te purifica, te quita
las escorias; si te encuentra como
la paja, te consume. Es por eso que el Apóstol agrega: Si Dios
está a nuestro favor, ¿quién está contra nosotros? Si Dios está con
nosotros, si estamos con Dios, ¿quién está contra nosotros. Y esto debe darnos una
tranquilidad profunda, una esperanza sobrenatural, que vale mucho más que cualquier
esperanza terrestre.
Tomado de Le Sel de la Terre n° 50. Otoño de 2004, páginas 223, 224, 225.