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miércoles, 22 de enero de 2014

Hunwicke: FSSPX, ¿ecumenismo sí o no?


Por algunas razones, nos resulta interesante el artículo publicado y traducido en InfoCaótica, 21-Ene-2014. Tampoco compartimos (como aclara la bitácora que hace dicha publicación) varias algunas posturas del autor del artículo, pero nos ha resultado interesante su observación sobre la contradicción en las que incurre la jerarquía cuando tiene que hacer “ecumenismo” con los católicos tradicionalistas. Aquí el artículo:

El padre John Hunwicke estudió y enseñó en Oxford. Clérigo anglicano, se hizo católico y hoy pertenece al ordinariato Nuestra Señora de Walsingham. Las entradas de su bitácora destacan por un agudo sentido del humor y un notable manejo de la ironía.
Lo que publicamos ahora es nuestra traducción de un par de entradas de Hunwicke sobre las relaciones entre la Santa Sede y la Fraternidad Sacerdotal San Pío X. Creemos que aporta al tema una perspectiva independiente, por cierto discutible en muchos aspectos, pero que señala el talón de Aquiles de muchas posturas oficiales u oficiosas respecto de la Fraternidad: se oponen a la letra y el “espíritu” ecuménicos del Vaticano II. Dicho de otro modo: vistos los antecedentes ecuménicos de las últimas décadas, no se comprende el maximalismo doctrinal de Roma en cuanto a la aceptación del Concilio. Aunque no somos deterministas, no compartimos -entre otras cosas- el optimismo del autor respecto de S.S. Francisco.

En la relación entre la Santa Sede y la Fraternidad San Pío X, hay un enorme problema de fondo, que es tan obvio que pocas personas lo mencionan. Como miembro de un Ordinariato -otro exitoso esfuerzo ecuménico de Benedicto XVI- tengo un interés natural en esta cuestión y rezo por su solución. Este es el locus standi desde el que formulo la siguiente pregunta.
FSSPX y el Vaticano... ¿es esta una cuestión del ecumenismo o de disciplina interna de la Iglesia? ¿Es la FSSPX un grupo de amados hermanos separados con el que, nosotros, los católicos, debemos, en conformidad con el mandato del Concilio Vaticano II, “estirar cada uno de nuestros tendones” para alcanzar la unidad... porque, con su inmensa riqueza espiritual, tienen tanto que ofrecer a la Iglesia Católica; o es simplemente una porción de la Iglesia latina en una situación canónica irregular, que debe ser completamente aplastada en la cabeza, como los Franciscanos de la Inmaculada, hasta que se arrastre miserablemente?
Tanto la Santa Sede como la FSSPX, en efecto, conspiran para garantizar que se aplique el segundo modelo; Roma, a causa de su inclinación natural a ejercer el control total sobre la Iglesia latina; la FSSPX, ya que cree ser, no sólo una parte de la Iglesia latina, sino incluso la única parte verdaderamente sana y doctrinalmente sólida.
Pero ¿qué sucedería si Roma, al menos, probara el primer modelo? Supongamos que trataran los "problemas" que la FSSPX tiene con el Vaticano II del mismo modo en que Roma trata los "problemas" de los "nestorianos" o de los "monofisitas". Con ellos, Roma es feliz hasta el punto de la euforia firmando acuerdos cristológicos, sin exigirles la aceptación explícita de Éfeso o de Calcedonia. O tomemos a los anglicanos, a quienes, sin aceptar las verdaderas palabras de Trento, se les dijo de parte de varios dicasterios, incluso la CDF, que el último documento (denominado "Aclaraciones") del proceso de ARCIC, en su sección Eucaristía, significaba que "no era necesario trabajar más en esa materia”. O, para decirlo de otra manera: si el único obstáculo entre Roma y las Iglesias rusa y griega fuera Dignitatis humanae, ¿insistiría realmente Roma en que no hay nuevos avances posibles sin la sumisión explícita de los ortodoxos tanto a ese documento como a la "totalidad del Magisterio post-conciliar”?
 (Ahora que lo pienso, dado el afecto que los jerarcas griegos y rusos tienen hacia el concepto de Estado [confesional] ortodoxo, Bizancio redivivum, esta última fantasía mía no es una posibilidad tan inconcebible. ¿Ha leído usted acerca de la última propuesta cambio en la Constitución de Rusia? ¿Podría ser divertido que el Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos pidiera a las venerables comunidades de la Santa Montaña [Athos] que elaboraran un comentario doctrinal sobre la Dignitatis humanae, que luego pudiera ser la base para el diálogo entre el Vaticano y FSSPX?)
Los burócratas de la Curia, entonces, tratan al mismo tiempo de conservar el pastel y comérselo. Cuando les conviene, tratan a la FSSPX como a sujetos desobedientes y no como a hermanos separados. Pero cuando las exigencias de la polémica lo requieren, como lo hicieron a finales del año pasado, se habla de la FSSPX como en estado de cisma, o incluso como excomulgada en algún sentido impreciso. Pero harían bien en pensar cuidadosamente acerca de las implicancias que tienen esta clase de declaraciones para el estatuto del diálogo con la Fraternidad. Porque si los miembros de la FSSPX son cismáticos excomulgados, entonces ellos califican para el tratamiento que Unitatis redintegratio prescribe para los hermanos separados [1].
O para decir lo mismo -nuevamente- aunque de otra manera: ¿la política vaticana consiste realmente en esperar un milenio, o medio, para consolidar y hacer cada vez más amarga la ruptura entre Roma y la FSSPX, y, una vez que la ruptura sea suficientemente amarga, definitiva y se haya consolidado en el largo plazo, sólo entonces, pasar a los gestos sentimentales y a los rituales afectuosos de “brazos abiertos”, “queridas iglesias hermanas”, [etc.,] como parte del proceso ecuménico? Sé que hay un viejo dicho que dice que Roma piensa en términos de siglos... ¿pero puede ser este realmente el plan?
¿Existe un plan?
Unitatis redintegratio del Vaticano II se concentra sabiamente en lo que era positivo; en lo que -con seguridad- puede decirse que la Iglesia Católica y otras confesiones tienen en común. (La misma actitud se adoptó hacia las religiones no cristianas.)
Esto era más bien como mirar el vaso de vino ortodoxo diciendo " ¡Qué bien! Está a tres cuartas partes (o más) lleno". Pero en el diálogo entre el Vaticano y la FSSPX, todo el tiempo se ha perdido en un regateo sobre si el vaso de la Fraternidad podría ser un mililitro o dos menos que lleno.
La “maquinaria” del moderno ecumenismo católico no le grita a la Ortodoxia: "ustedes deben aceptar cada palabra de los decretos de Florencia, y todo el Magisterio papal post-florentino". O, si lo hace, usa una voz demasiado baja como para que yo la haya escuchado. Un funcionario de la Curia ha dicho recientemente, de la FSSPX, que "tienen que cambiar su enfoque y aceptar las condiciones de la Iglesia Católica y del Sumo Pontífice". ¿Es esta la forma en que el Vaticano habla a los ortodoxos... o a los metodistas...?
Creo que la situación con respecto a la Fraternidad San Pío X es urgente. Aunque el arzobispo Lefebvre eligió sabiamente a hombres jóvenes para consagrarlos obispos, esos jóvenes tienen ahora 25 años más. Llegará el momento en que tendrán que enfrentar los problemas en torno a la consagración episcopal de sus sucesores. ¿Deberemos, realmente, cuando llegue ese momento, revisar todos los argumentos atrabiliarios e interminables sobre los estados de necesidad y las excomuniones latae sententiae? ¿Hay algún otro grupo eclesial para quien la Santa Sede recete una perspectiva tan lúgubre como camino a seguir para una gozosa reconciliación? ¿No fue Benedicto XVI quien cortó este peculiar nudo gordiano? ¿Y, al hacerlo, acaso no padeció las calumnias de los ignorantes y malintencionados?
El Papa Francisco tiene críticos que creen que su franqueza, su humildad, su deseo de recortar la burocracia, su preferencia por una Iglesia que hace algo, incluso si se cometen errores, no es más que “relaciones públicas”, todo imposturas. Creo que esos críticos no tienen razón. Pienso que es alguien sincero y lleno del espíritu de oración.
Pero la crisis que enfrenta es mayor de lo que se suele suponer. Si Roma simplemente no puede lograr un acuerdo con la FSSPX, con la que tiene en común todas las definiciones dogmáticas de todos los concilios ecuménicos, y también las definiciones ex cathedra de los romanos pontífices, ¿qué posibilidad real existe de que alguna vez vaya a avanzar con iglesias y comunidades cristianas doctrinalmente más distantes? La posibilidad misma de reconciliación eclesial, de redintegratio unitatis, está en juego. Si Roma puede llevarla a cabo con la FSSPX, entonces cualquier cosa puede suceder. Pero si no... Clío espera con ansiedad...
Puedo pensar en una poderosa razón por la cual Francisco es el hombre para concluir con este episodio. Si Benedicto lo hubiera hecho, todos los predecibles bobos de los medios católicos y no católicos habrían dicho que tal cosa sólo era una prueba más de su carácter ultra-reaccionario. Francisco, si lo resuelve, creará una confusión masiva entre los bobos predecibles, pero su reputación actual en los medios le permitirá, por así decirlo, salirse con la suya. Esta vez, a los inicios de su pontificado, es el momento, el kairosdivino, para tal acción, que puede muy probablemente no volver a ocurrir. (Existe evidencia de que los comentaristas más perspicaces en los medios progresistas están empezando a ver a través de su persona.)
El Santo Padre tiene abierta la posibilidad de resolver el "problema" de la FSSPX en cuestión de días. El Romano Pontífice concede regularmente una audiencia, creo que el viernes por la noche, al Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. El próximo viernes, él podría dar sus órdenes al arzobispo Müller. Durante la próxima audiencia, podría firmar los documentos [2]. El miércoles siguiente, en la audiencia general, al besar a los bebés y abrazar a los lisiados, podría abrazar en público a Su Excelencia Mons. Fellay y a los otros líderes de la FSSPX, frente a todas las cámaras del mundo y a los periodistas que se rascan la cabeza. Y, del mismo modo que electrizó al mundo con su elección de los pies para lavar y besar en su primer Jueves Santo, Francisco podría utilizar una docena de jóvenes clérigos de la Sociedad en el pedilavium de su segundo jueves Santo. (Después de todo, Pablo VI, cuando tenían en ​​Roma los festejos para celebrar la remisión de las excomuniones de 1054, desconcertó al pobre Metropolita Melitón buceando en el suelo y besando sus pies... la humildad... usted sabe que tiene sentido…).
Luego podría pronunciar un discurso sobre la reconciliación. Podría pasar a la historia como el discurso de la barba de Aarón.
O, si el Santo Padre no es lo suficientemente osado, o no es de igual modo su propio maestro, para ser capaz de llegar a esto, la remisión de la excomunión del arzobispo Lefebvre sería un primer gesto amigable.
Y cuanto más inanes o infantiles creas que son mis observaciones y opiniones, tanto más pienso que deberías dejar las risitas y hacer frente a las preguntas que planteé más arriba: ¿existe un plan, que no sea el de esperar que las próximas décadas se transformen en siglos y que la ruptura se vuelva una roca inamovible? Y: ¿es este el modelo de ecumenismo del Vaticano II?

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[1] Esto tiene también un aspecto pastoral y canónico. Los escritores anti-FSSPX comúnmente afirman que los matrimonios de la FSSPX no son válidos. Pero si FSSPX está fuera de la Iglesia, entonces son tan válidos como los matrimonios metodistas o luteranos. Y las absoluciones son tan válidas como praxis del Vaticano considere que lo sean las absoluciones de los ortodoxos. ¿No sería, de todos modos, un gesto pastoral admirable en la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, que Roma a concediera facultades en estas materias [sacramentales] a los sacerdotes de la FSSPX y emitiera una sanatio de todos los matrimonios anteriores de la FSSPX? Tendría misma grandeza, la misma generosidad, como la remisión de la excomunión por el Papa Benedicto XVI.
[2] Como han señalado a menudo observadores vaticanos, la solución obvia es garantizar a la FSSPX, precisamente, lo que, de facto, ya tiene. Esto preservaría la Santa Sede de la indignidad de una negociación, y reduciría considerablemente el riesgo de una división dentro de la FSSPX. Es preciso incluir dos disposiciones adicionales, tomadas de Anglicanorum coetibus: (1) requerir a la FSSPX la consulta  con los ordinarios locales sobre la evolución de su misión, pero sin dar a esos ordinarios ningún derecho de veto real; y (2) proporcionar para su eventual consagración como obispo, siempre a sugerencia de la Fraternidad, una terna de candidatos enviar a Roma, toda vez que se produzca una vacante episcopal. Así podría nominarse a un sustituto para el obispo Williamson.

Fuente: http://liturgicalnotes.blogspot.ca/