Si el Papa
hablara contra la conciencia, en el verdadero sentido de la palabra, cometería
un suicidio. Provocaría el hundimiento del suelo bajo sus pies. Su misión es
proclamar la ley moral, proteger y asegurar «esta luz verdadera que, viniendo a
este mundo ilumina a todo hombre» (Jn. 1, 9). Sobre la ley de la conciencia y
sobre su carácter sagrado, se funda a la vez su autoridad teórica y su poder
práctico (…).
La defensa de
la ley moral es la razón de ser del Papa. Su misión, en realidad, es responder
a las quejas de los que sufren la insuficiencia de luz natural; y la
insuficiencia de esta luz que justifica su misión (…). La Iglesia, el Papa y la
jerarquía, según el plan divino, responden a una necesidad urgente. Por seguras
que sean las bases y las doctrinas de la religión natural para los espíritus
reflexivos y serios, necesita, para influir de verdad en la humanidad y vencer
al mundo, que la Revelación la sostenga y complete (…).
He aquí otra
observación: la conciencia es una regla práctica; por ello, sólo es posible una
oposición entre ella y la autoridad del Papa cuando éste promulga leyes, o da
órdenes especiales, u otros preceptos de este tipo. Pero un papa no es
infalible en sus leyes ni en sus mandamientos, ni en sus actos de gobierno, ni
en su administración, ni en su conducta pública (…). ¿Fue infalible san Pedro
en Antioquía, cuando san Pablo se le resistió? ¿San Víctor fue infalible cuando
excluyó de su comunión a las Iglesias de Asia? ¿O Liberio cuando excomulgó a
Atanasio? Y acercándonos a una época más reciente, ¿lo fue Gregorio XIII cuando
hizo acuñar una medalla en honor de la matanza de la noche de san Bartolomé? ¿O
Paulo IV en su conducta con Isabel (de Inglaterra)? ¿O Sixto Quinto cuando
bendijo la Armada? ¿O Urbano VIII cuando persiguió a Galileo? Ningún católico
pretendió jamás que estos papas fueran infalibles al obrar así. Puesto que la
infalibilidad podría entorpecer el ejercicio de la conciencia, y puesto que el
Papa no es infalible en el dominio en que la conciencia posee la autoridad
suprema, ningún callejón sin salida (como el contenido en la objeción a la que
contesto), puede acorralarnos para escoger entre la conciencia o el Papa.
Pero vuelvo a
repetir, por miedo a que mi pensamiento sea mal interpretado, que cuando hablo
de la conciencia, me refiero a la conciencia que merece ser llamada así. Si
tiene derecho a oponerse a la autoridad del Papa, cuando ésta es suprema pero
no infalible, debe ser algo distinto de ese miserable falso semblante que, como
ya he dicho, toma ahora el nombre de conciencia. Si, en un caso particular,
debe tomarse por guía sagrado y soberano, sus órdenes —para prevalecer contra
la voz del Papa— deben haber estado precedidas de una seria reflexión, de
oraciones y de todos los medios posibles para llegar a una opinión verídica
sobre el asunto en cuestión. Además, la obediencia al Papa está, como se dice,
«en posesión», es decir, que el onus probandi de establecer
pruebas contra él, igual que en todos los casos de excepción, pertenece a la
conciencia (…). Prima facie, es un deber necesario, aunque no sea
más que por la lealtad, creer que el Papa tiene razón, y obrar conforme a sus
preceptos.
Si esta regla
indispensable se observara, los choques entre la autoridad del Papa y la
autoridad de la conciencia serían muy raros. El cristiano debe
sobreponerse a ese espíritu vil, estrecho, egoísta y ramplón que le
impulsa —cuando se le da una orden eventual— a oponerse al superior que ha dado
esa orden, a preguntarse si no se excede en sus atribuciones y a regocijarse por
poder mezclar cierto escepticismo en cuestiones de moral práctica. No es
necesario que haya decidido voluntariamente el pensar, hablar u obrar,
exactamente a su capricho (…).
Por otra
parte, dado que para los casos extraordinarios, la conciencia de cada uno es
libre, tenemos la garantía y la certidumbre (si necesitamos tenerla) de que
ningún papa podría forjar nunca para sus fines personales una falsa ley de la
conciencia (…).
Una palabra
más. Si después de una comida, me viera obligado a lanzar un brindis religioso
—lo que evidentemente no se hace—, bebería a la salud del Papa, creedlo bien,
pero primeramente por la conciencia, y después por el Papa.
Tomado de: Newman, J.H.Pensamientos sobre
la Iglesia. Textos presentados por O. Karrer. Ed. Stella, Barcelona, 1964,
pp. 119 y ss.
Curiosamente, nada expresa mejor
el enorme y silencioso mal de la sociedad moderna que el uso extraordinario
que hoy día se hace de la palabra «ortodoxo». Antes, el hereje se enorgullecía de
no serlo. Herejes eran los remos del mundo, la policía y los jueces. Él era ortodoxo.
Él no se enorgullecía por haberse rebelado contra ellos; eran ellos quienes se
habían rebelado contra él. Los ejércitos con su cruel seguridad, los reyes con
sus fríos rostros, los decorosos procesos del Estado, los razonables procesos
de la ley; todos ellos, como corderos, se habían extraviado. El hombre se
enorgullecía de ser ortodoxo, de estar en lo cierto. Si se plantaba solo en
medio de un erial ululante era algo más que un hombre; era una iglesia. Él era
el centro del universo; a su alrededor giraban los astros. Ni todas las
torturas sacadas de olvidados infiernos lograban que admitiera que era un
hereje. Pero unas pocas frases modernas le han llevado a jactarse de ello. Hoy,
entre risas conscientes, afirma: «Supongo que soy muy hereje»; y se vuelve,
esperando recibir el aplauso. La palabra «herejía» ya no sólo no significa
estar equivocado: prácticamente ha pasado a significar tener la mente despejada
y ser valiente. Ello sólo puede indicar una cosa: que a la gente le importa
muy poco tener razón filosófica. Pues sin duda un hombre debería preferir
confesarse loco antes que hereje. El bohemio, con su corbata roja, debería defender
a capa y espada su ortodoxia. El dinamitero, al poner una bomba, debería sentir
que, sea o no otra cosa, al menos es ortodoxo.
Por lo general, resulta una
necedad que un filósofo prenda fuego a otro en el mercado de Smithfield por estar
en desacuerdo con sus teorías sobre el universo. Eso se hacía con frecuencia en
el último periodo de decadencia de la Edad Media, y se erraba por completo en
el objetivo. Pero hay algo infinitamente más absurdo y poco práctico que quemar
a un hombre por su filosofía, y es el hábito de asegurar que su filosofía no
importa, algo que se practica universalmente en el siglo XX, en la decadencia
del gran periodo revolucionario. Las teorías generales se condenan en todas
partes: la doctrina de los derechos del hombre se contrapone a la doctrina de
la caída del hombre. El propio ateísmo nos resulta demasiado teológico hoy
día. La revolución misma es demasiado sistemática; la libertad misma,
demasiado restrictiva. No deseamos generalizaciones. Bernard Shaw lo ha
expresado en un epigrama perfecto: «La regla de oro es que no hay regla de
oro». Cada vez más nos ocupamos de los detalles en el arte, la política, la
literatura. Importa la opinión de un hombre sobre los tranvías, sobre
Botticelli. Pero su opinión sobre el todo no importa. Puede mirar a su alrededor
y explorar un millón de objetos, pero no debe, bajo ningún concepto, dar con
ese objeto extraño, el universo, pues si lo hace tendrá una religión, y se
perderá. Todo importa, excepto el todo.
Apenas hacen falta ejemplos de
esta total levedad en relación con el tema de la filosofía cósmica. Apenas hacen
falta ejemplos para comprobar que, sea lo que sea lo que creemos que afecta a
los asuntos de índole práctica, no creemos que importe que un hombre sea
pesimista u optimista, cartesiano o hegeliano, materialista o espiritualista.
Permítanme, no obstante, escoger un caso al azar. En tomo a cualquier mesa
inocente, tomando un té, es fácil oír a un hombre decir: «La vida no merece la
pena». Lo aceptarnos como quien acepta la afirmación de que el día es soleado.
Nadie piensa que eso pueda repercutir gravemente en el hombre o en el mundo.
Y, sin embargo, si esas palabras fueran ciertas, el mundo se pondría patas
arriba. A los asesinos les concederían medallas por librar a los hombres de la
vida, a los bomberos se los denunciaría por impedir la muerte; los venenos se
usarían como medicinas; se llamaría a los médicos cuando la gente se sintiera
bien, las sociedades filantrópicas serían erradicadas como hordas de asesinos.
Y, sin embargo, nunca especulamos sobre si ese pesimista fortalece o
desorganiza la sociedad, pues estamos convencidos de que las teorías no
importan.
Esa no era precisamente la idea
de quienes nos introdujeron a la libertad. Cuando los viejos liberales suprimieron
las mordazas de todas las herejías, su idea era que, de ese modo, pudieran
producirse descubrimientos religiosos y filosóficos. Para ellos, la verdad
cósmica era tan importante que todos debíamos poder aportar nuestro testimonio
independiente. La idea mortífera, por el contrario, es que la verdad cósmica
importa tan poco que nada de lo que nadie diga sobre ella es relevante.
Aquéllos liberaron la investigación como quien libera a un perro noble; éstos
la liberan como quien devuelve al mar un pez incomestible. Jamás ha habido tan poco
debate sobre la naturaleza del hombre como ahora, cuando precisamente, por
primera vez, todos pueden debatir sobre ella. Las viejas restricciones
implicaban que sólo a los ortodoxos se les permitía abordar el tema de la
religión. La libertad moderna implica que no se permite a nadie abordarlo. El
buen gusto, la última y más vil de las supersticiones humanas, ha logrado
silenciarnos allí donde el resto había fracasado. Hace sesenta años era de mal
gusto ser ateo reconocido. Luego llegaron los seguidores de Bradlaugh, los últimos
hombres religiosos, los últimos para quienes Dios era importante. Pero no
pudieron hacer nada; hoy sigue siendo de mal gusto ser un ateo declarado. Pero
su agonía sólo ha conseguido que hoy sea también de mal gusto ser un cristiano
declarado. La emancipación sólo ha logrado encerrar al santo en la misma torre
de silencio que ocupaba el heresiarca. Y entonces hablamos de lord Anglesey y
del tiempo, y decimos que esa es la absoluta libertad de los credos.
Con todo, hay personas -entre
las que me cuento- que creen que lo más práctico e importante de los hombres
sigue siendo su concepción del universo. Creemos que para la propietaria de una
casa de huéspedes que esté pensando en aceptar a un nuevo inquilino es importante
conocer sus ingresos, pero más importante aún es conocer su filosofía. Creemos
que para un general a punto de luchar contra el enemigo es importante conocer
la filosofía de dicho enemigo. Creemos que la cuestión no es si la teoría del
cosmos influye sobre las cosas, sino si, a largo plazo, hay alguna otra cosa
que influya sobre ellas. En el siglo XV, los hombres interrogaban y torturaban
a otros por predicar actitudes inmorales; en el siglo XIX, jaleamos y elogiamos
a Oscar Wilde por predicar esa misma actitud, y después le rompimos el corazón
al condenarlo por llevarla a la práctica. Tal vez pueda cuestionarse cuál de
los dos métodos resulta más cruel, pero no cuál resulta más descabellado. La
época de la Inquisición, por lo menos, no vivió la vergüenza de crear una
sociedad que convirtió en ídolo a un hombre por predicar las mismas cosas por
cuya práctica le condenaron.
Hoy, en nuestro tiempo, la
filosofía o la religión, es decir, nuestra teoría sobre las cosas más elevadas,
ha sido expulsada, más o menos simultáneamente, de dos de los campos que
ocupaba. Los ideales generales dominaban la literatura. Y han sido expulsadas
de ella al grito de «el arte por el arte». Las ideas generales también
dominaban la política. Y han sido expulsados de ella en aras de la
«eficiencia», al grito de lo que podría traducirse libremente por «la política
por la política». Con gran persistencia, a lo largo de los últimos veinte años,
los ideales de orden y libertad han menguado en nuestros libros; la ambición de
ser ingeniosos y elocuentes ha disminuido en nuestros parlamentos. La literatura
se ha vuelto deliberadamente menos política; la política se ha vuelto
deliberadamente menos literaria. Y así, las teorías generales sobre la
relación que existe entre las cosas han desaparecido de ambas. Y estamos en
posición de preguntar: «¿Qué hemos ganado operdido con esta desaparición? ¿Es mejor la literatura,
es mejor la política, tras haber descartado al moralista y al filósofo?».
Cuando todo lo que respecta a un
pueblo se vuelve débil e ineficaz, se empieza a hablar de eficacia. Lo mismo
sucede cuando el cuerpo de un hombre zozobra; entonces ese hombre, por primera
vez, empieza a hablar de salud. Los organismos vigorosos no hablan de sus
procesos sino de sus metas. No puede haber mejor prueba de la eficacia física
de un hombre que cuando habla alegremente de un viaje al fin del mundo, Y no
puede haber mejor prueba de la eficacia práctica de una nación que cuando habla
constantemente cíe un viaje al fin del mundo, un viaje al Día del juicio y a la
Nueva Jerusalén. No hay mayor señal de absoluta salud material que la
tendencia a perseguir alocados ideales; es durante la primera exuberancia de
la niñez cuando pedimos la luna. Ninguno de los hombres fuertes de las eras
fuertes habría comprendido el significado de «trabajar para la eficacia»,
Hildebrand no habría dicho que trabajaba para la eficacia, sino para, la
Iglesia católica. Danton no habría dicho que trabajaba para la eficacia, sino
para la libertad, la igualdad y la fraternidad. Incluso si el ideal de esos
hombres era, simplemente, echar escaleras abajo a otros hombres de un puntapié,
pensaban en las metas, como hombres, y no en los procesos, como paralíticos.
No decían: «Elevando con eficacia mí pierna derecha, usando, como constatará,
los músculos del muslo y la pantorrilla, que se hallan en perfecto estado,
yo...». Ellos sentían las cosas de otro modo. Se hallaban tan impregnados de la
hermosa visión del hombre a los pies de una escalera, que en ese éxtasis el
resto seguía como un destello. En la práctica, el hábito de generalizar e
idealizar no significaba en ab soluto sucumbir a una debilidad mundana. La
época de las grandes teorías era época de grandes resultados. En la era del
sentimiento y las buenas palabras, a finales del siglo xviii, los hombres eran
en realidad robustos y eficaces. Quienes vencieron a Napoleón eran unos sentimentales.
Los cínicos no atraparían ni a De Wet. Hace cien años eran los retóricos
quienes dirimían, triunfantes, nuestros asuntos, para bien o para mal. Ahora,
nuestros asuntos los confunden, irremediablemente, hombres fuertes y
silenciosos. Y del mismo modo en que ese repudio a las grandes palabras y las
grandes visiones ha generado una raza de hombres de escasa talla en política,
también ha alumbrado una raza de hombres de escasa talla en las artes.
Nuestros políticos modernos se abrogan la licencia colosal de un césar y un
superhombre, defienden que son demasiado prácticos para ser puros, y demasiado
patrióticos para ser morales; pero el resultado de todo ello es que un
mediocre llega a ministro de Economía. Nuestros nuevos filósofos artísticos
exigen la misma licencia moral, una libertad para destrozar cielo y tierra con
su energía; pero el resultado de todo ello es que un mediocre llega a poeta
laureado. No digo que no existan hombres más fuertes que éstos, pero ¿diría
alguien que existen hombres más fuertes que aquéllos de la antigüedad,
dominados por su filosofía y comprometidos con su religión? Puede discutirse si
el compromiso es mejor que la libertad. Pero a cualquiera le resultaría difícil
negar que su compromiso dio más frutos que nuestra libertad.
La teoría de la inmoralidad del
arte se ha establecido con firmeza entre las clases estrictamente artísticas.
Tienen libertad para producir lo que se les antoje. Tienen libertad para
escribir un Paraíso perdido en el que Satán venza sobre Dios. Tienen
libertad para escribir una Divina comedia en la que el cielo se halle
bajo el suelo del infierno. ¿Y qué han hecho? ¿Han producido, en su
universalidad, algo más grande y más hermoso que las palabras pronunciadas por
el aguerrido católico gibelino, por el rígido maestro de escuela puritano? Sabemos
que sólo han creado unas pocas redondillas. Milton no sólo los supera en
devoción, los supera también en su propia irreverencia. En todos sus librillos
de poemas no hallarán un mejor desafío a Dios que el que pronuncia Satán. Ni
encontrarán un sentimiento de paganismo tan imponente como el que sintió aquel
fiero cristiano que Farinata describió irguiendo mucho la cabeza en desdén del
infierno. Y la razón es obvia. La blasfemia es un efecto artístico, porque
depende de una convicción filosófica. La blasfemia depende de la creencia, y
se desvanece con ella. Si alguien lo duda, que se siente y trate de provocarse
ideas blasfemas sobre Thor. Creo que sus familiares lo hallarán, transcurridas
unas horas, en un estado de fatiga extrema.
Así pues, ni en el mundo de la
política ni en el de la literatura, el rechazo a las teorías generales ha demostrado
ser un éxito. Tal vez hayan existido muchos ideales descabellados y engañosos
que, de vez en cuando, han desconcertado a la humanidad. Pero no ha existido,
sin duda, un ideal en la práctica más descabellado y engañoso que el ideal de
la practicidad. Con nada se han perdido más oportunidades que con el
oportunismo de lord Rosebery. Él es, ciertamente, un símbolo viviente de esta
época: el hombre que es, en teoría, un hombre práctico, y en la práctica, menos
práctico que un teórico. Nada en el universo resulta menos sensato que esa
veneración por la sabiduría mundana. Un hombre que no deja de pensar en si esta
o aquella raza son fuertes, en si esa o aquella causa resultan prometedoras, es
el hombre que jamás creerá en nada el tiempo suficiente como para que se
imponga aquello en lo que cree. El político oportunista es como el hombre que
deja de jugar al billar porque le han ganado al billar, que deja de jugar al
golf porque le han ganado al golf. No hay nada que debilite más, en lo referido
a las perspectivas de trabajo, que esa inmensa importancia que se da a la
victoria inmediata. No hay nada que fracase tanto como el éxito.
Una vez he descubierto que el
oportunismo fracasa, me he sentido inclinado a estudiarlo con más detenimiento
y, al hacerlo, he visto que no puede ser de otro modo. Percibo que es mucho más
práctico empezar por el principio y discutir de teorías. Veo que los hombres
que se mataron por la ortodoxia del homoousion eran mucho más sensatos
que quienes discuten sobre la Ley de Educación. Pues los dogmáticos cristianos
trataban de establecer un reino de santidad, y de definir, en primer lugar, lo
que era realmente sagrado. Pero nuestros modernos pedagogos tratan de
establecer una libertad religiosa sin determinar antes qué es religión y qué
es libertad. Si los antiguos sacerdotes forzaban a la humanidad a comulgar con
un juicio, al menos, previamente, se tomaban la molestia de acotarlo.
Perseguir a causa de una doctrina sin siquiera estipularla es algo que ha
quedado para las turbas modernas de anglicanos e inconformistas.
Por estas razones, y muchas más,
yo, concretamente, he llegado a creer en el regreso a lo fundamental. Esa es la
idea general de esta obra. Deseo discutir con mis más distinguidos
contemporáneos, no sólo personalmente o de un modo meramente literario, sino en
relación con el cuerpo real de la doctrina que enseñan. A mí no me interesa
Rudyard Kipling en tanto que prolífico artista o personalidad vigorosa; a mí me
interesa en tanto que hereje, es decir, en tanto que hombre cuya visión de las
cosas tiene la osadía de diferir de la mía. No me interesa Bernard Shaw en
tanto que uno de los hombres vivos más brillantes y más sinceros; a mí me
interesa en tanto que hereje, es decir, en tanto que hombre cuya filosofía es
bastante sólida, bastante coherente, y bastante equivocada. Regreso a los
métodos doctrinales del siglo xiii, inspirado en la confianza general de
lograr algo.
Supongamos que en la calle se
produce una conmoción general por algo, digamos que por una farola de gas, con
la que muchas personas influyentes pretenden acabar. Un monje de hábito gris,
que es el espíritu de la Edad Media, es convocado para que dé su opinión, y
empieza por decir, a la manera ardua de los escolásticos: «Consideremos en
primer lugar, hermanos míos, el valor de la luz; si la luz, en sí misma, es
buena...». Llegado a este punto, la gente, no sin excusarse, se aleja de él.
Todos se acercan apresuradamente a la farola que, en cuestión de diez minutos,
acaba en el suelo. Y se fe- licitan unos a otros por su practicidad nada
medieval. Pero con el tiempo se ve que las cosas no resultan tan fáciles. Hay
gente que ha derribado la farola porque quería instalar luz eléctrica; otros
porque prefieren las viejas, de hierro; otros porque desean que reine la oscuridad
y poder, de ese modo, obrar mal. Algunos creen que no basta con derribar una
farola; otros, que ya es demasiado; algunos han actuado porque querían destruir
el mobiliario municipal; otros, porque querían destruir algo. Y en medio de las
tinieblas estalla la guerra, y nadie sabe contra quién lucha. De modo que,
gradual e inevitablemente, hoy, mañana, pasado, regresa la convicción de que
el monje tenía razón y de que todo depende de cuál sea la filosofía de la luz.
La diferencia es que lo que podríamos haber discutido a la luz de la farola de
gas, nos vemos obligados a abordarlo a oscuras.
G.K. Chesterton, “Herejes”, El Cobre Ediciones, Barcelona 2007.
“Me viene a la mente algo que puede ser una insensatez,o quizás una herejía, no sé: Hay
alguien que sabe que pese a las diferencias somos uno... y es el que nos
persigue. El que persigue ahora a los cristianos, que nos unge con el martirio,
sabe que los cristianos son discípulos de Cristo, que son hermanos”.
Francisco en su mensaje dirigido a los participantes la celebración
protestante Juan 17 en Phoenix,
Arizona, 23-May-2015, Minuto 4:12:
“Hoy, entre risas conscientes, afirma: «Supongo que soy muy hereje»; y se vuelve, esperando recibir el aplauso. La palabra «herejía» ya no sólo no significa estar equivocado: prácticamente ha pasado a significar tener la mente despejada y ser valiente. Ello sólo puede indicar una cosa: que a la gente le importa muy poco tener razón filosófica. Pues sin duda un hombre debería preferir confesarse loco antes que hereje.”
G.K. Chesterton, tomado de su obra “Herejes”, El Cobre Ediciones, Barcelona, año 2007.
Vemos publicado, en una cuenta
de Facebook dedicada a la Basílica de Luján, el repertorio del espectáculo
musical “Creyendo Luján” llevado a cabo
dentro mismo de la Basílica el 16-May-2015. A continuación, publicamos una nota
al respecto de esa misma profanación, aparecida en InfoCatólica
19-May-2015.
Profanación de la Basílica de Luján con un concierto de Rock
Mª Virginia, el 19.05.15 a
las 6:11 AM
Profanar: (DRAE): 1. tr. Tratar
algo sagrado sin el debido respeto, o aplicarlo a usos
profanos.2. tr. Deslucir,
desdorar, deshonrar, prostituir, hacer uso indigno de cosas respetables.
«Está escrito: Mi casa
será casa de oración. ¡Pero vosotros la habéis hecho una cueva de
bandidos!»(Lc. 19, 45-48)
No faltaron ni las luces de
colores, y ni los púlpitos han sido respetados. Anteriormente hemos
ya publicado algo sobre la pertinencia o no de ciertos espectáculos en los
lugares sagrados, teniendo en cuenta las condiciones que la Iglesia establece
para ellos, aunque a una gran parte de sus miembros -sean laicos, sacerdotes o
jerarquía- ya no les dicen nada ni éstas ni ninguna norma. Hace unos meses, una
misa criolla indigenista, hoy un festival-concierto rock… Un pasito más cada
día, porque siempre habrá una excusa: si los artistas tienen
notoriedad, ¿qué mejor que un templo para servirles como escenario decadente?
El proceso de desacralización
es ya tan acelerado, que podríamos decir que ha dado paso a un verdadero camino
de abominación, principalmente centrado en los lugares santos. Hace
unos años, Charly García organizaba un recital a las puertas de la basílica.
Hoy ya todo está maduro para organizarlo dentro.
¿Cómo no evocar la señal dada por
Ntro. Señor a sus discípulos para la huida, ante la ruina inminente de
Jerusalén? ("la abominación de la desolación en el lugar santo"
Mt.24, 15, y Mc. 13,14). Como quiera que sea, es legítima una asociación con la
idolatría y la profanación de nuestros templos, a los que lamentablemente
algunos quieren que nos acostumbremos.
¿Qué nos cabe esperar, si algunos
creen que pueden cargarse dos o tres sacramentos de un plumazo, hablar de
cualquier delirio que contradiga la Revelación, negar dogmas y hacer lo que les
dé la real gana, porque parece que se hubiera abolido el “sí-sí; no-no” del
Evangelio? (que por cierto, es también un mensaje bastante “relativo”…).
Pero el que sí tiene las
cosas cada vez más claras, es el enemigo, no lo dudemos. Porque simplemente
sabe que le queda poco tiempo. Y guste o no a los amantes de la
Hermandad único-ecuménico-maníaca con globos de colores, la Revolución es fiel
a sí misma, y sus personeros también. Su lema ha sido y es “Hasta la
victoria siempre!”, y como lagartijas se escabullen donde se les
presenta un hueco. Y cuando se topan con los corifeos de las “puertas
abiertas”, no pierden tiempo,pues supongo que con las naciones debe suceder
como con las almas:
”Cuando el espíritu
inmundo sale del hombre, pasa por lugares áridos buscando descanso; y al no
hallarlo, dice: “Volveré a mi casa de donde salí.” Y
cuando llega, la encuentra barrida y arreglada. Entonces va
y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entrando, moran allí; y
el estado final de aquel hombre resulta peor que el primero."(Lc.11,24-26)
No podemos brindar grandes
detalles del nefasto “evento”, porque aún no se ha hecho público, pero sí los
suficientes. Se supone que el “recital” será transmitido por la televisión
oficial el 25 de mayo, con lo cual no hay que ser muy vivo para ver atrás de
esto, la “zarpa” izquierda que nos gobierna, y que este año celebrará el Te
Deum en la basílica nacional con una colorida “ceremonia interreligiosa” (sic).
En este
diario “turístico” local, se puede ver el nutrido programa que se
presentó el sábado pasado, 16 de mayo, “en el marco de la filmación de un
programa de televisión por los festejos por las restauraciones que se vienen
llevando a cabo desde el año 2003”. Para ello no se preparó ningún
recital de música sacra, por supuesto, sino que se convocó a “más de 20
artistas de primer nivel nacional dirigidos por Lito Vitale”, la
mayoría reconocidos por su activa militancia política de izquierda. Se trata
por ejemplo de León Gieco, Raúl Porchetto, Horacio Fontova, Carlos Baglietto,
Valeria Lynch, Miguel Cantilo y la infaltable Sandra Mihanovich -adalid de la
“causa GLTBT”-… líderes ideológicos de las mismas personas que en
manifestaciones callejeras suelen vociferar “Iglesia basura, vos sos la
dictadura!”, y sí, también de un millón de almas que no entienden nada,
moldeados por el modernismo y útiles al sistema subversivo que transitamos,
aunque vayan a misa los domingos al son de la guitarra.
A estos fieles no les sorprenderá
nada, porque al fin y al cabo el “mensaje" inmanente y
horizontalista es el mismo que aparece al abrir el portal de la Basílica, en que
se pide que se cambien las ofrendas de velas y flores por alimentos y ropa,
como si se tratara de opciones equivalentes, cuando no lo son, como tampoco
intercambiables entre sí, por pertenecer a ámbitos diversos.
Dado que por el momento no hay
disponibles videos del “concierto", me limitaré a presentar algunos otros
en que se puedan “apreciar” las piezas ejecutadas, teniendo en cuenta que por
supuesto, hay “platos fuertes” y otros de relleno, con composiciones banales
que sirven para relajar a muchos que mirando a la Sma. Virgen dirán con
un suspiro ingenuo: “¡Qué lindo le cantan a la Virgencita…!”
Dios los bendiga.
Pero a otros muchos hijos de esta
Madre, les hierve la sangre al ver estas fotos y letras, y pensamos en el
consejo de San Pablo que bien valdría aquí para los que se dicen nuestros
pastores: “padres, no exasperéis a vuestros hijos para que no se
desalienten..."(Col.3, 21). SIgan mirando hacia las periferias,
mientras hay tantos fieles que lloran de desconcierto, porque no dan
crédito a tanta desidia y connivencia con el mundo, aquel mundo por el que
Nuestro Señor NO rogó:
“Yo ruego por ellos; no
ruego por el mundo, sino por los que me has dado; porque son tuyos” -Jn
17,9-; y del cual advirtió que está en poder del Maligno:
“Sabemos que somos de Dios, y que todo
el mundo yace bajo el poder del maligno” -1 Jn. 5,9-.
Pero éste es el sentido de
“mundo” que permanentemente soslaya la progresía buenista actual.
Digamos en pocas palabras, que se
trata de un evidente intento por reflotar una cultura setentista -tanto
en su faz contestataria como en la de “amor y paz”-, de la mano de todas las
vertientes liberacionistas, envalentonadas por los homenajes aquí y allá a
los Mujica, Angelleli y Cía. Tengamos paciencia, que ya vendrán a proponer la
beatificación de Camilo Torres; todo llega… Pero non
prevalerunt.
Veamos, entonces, de qué se trató
el Programa, con las letras para quienes deseen “abreviar el trago”:
1) “Gloria” (Misa Criolla) por
Jaime Torres y Susana Moncayo con Coro Gospel
(Pasaporte obligado y cortés,
¿para salvar lo políticamente correcto y bajar las defensas?)
2) “Cristo Rock: obertura y
canción primera” por Raúl Porchetto
Cristo Rock
Padre, no entiendo que sigan así…
crecer ya muertos, prohiben
sentir,
el propio infierno construyeron
sobre sus pies.
Padre, ayúdame a cambiarlos y a gritarles de una vez,
¡Cuerno, despierten! ¿Cómo
viven así? Se han convertido en instituciones,
se amamantan bajo sus lechos como
tiernos y brillos robots.
Padre, hoy estuve preso por
hablar de tu amor en las plazas;
Padre, hoy estu preso por cantar
canciones de rock.
(para quienes no lo saben, el
rock y el amor son palabras equivalentes, y por supuesto, hay mártires de uno y
del otro…)
3) “Libros sapienciales”
por Willy Quiroga (Vox Dei)
Ya está cerca de venir aquel que
nos va a explicar
Sin violencia ni gritos paz para
el mundo traerá
Caminando vendrá a ofrecer lo que
siempre faltó
Es el hijo del hombre, paz
para este mundo traerá
De dónde viene y cómo se
llama, nadie lo sabe. Ni yo lo sé.
No importa su nombre, no; ni
cómo nacerá, lo importante es que viene
Trae la oportunidad; mucho más
fácil es creer, mucho más que matar
Por ser hombre soy tonto, busco
fe donde no está.
Las cosas predichas ya se han
cumplido, hoy yo lo predigo y se cumplirá.
No hay que ser muy suspicaz para
ver que el “buscar la fe donde NO está“, se refiere a la religión
“oficial", o sea a la católica. Pensándolo bien, puede ser un buen himno
de bienvenida al Anticristo, aunque sus compositores no lo reconozcan.
4) “Padre Francisco” por
Miguel Cantilo
Padre Francisco,
No les pregunte lo que piensan
sobre Cristo,
tienen otra preocupación,
Padre Francisco, / le han agregado
un nuevo clavo al crucifijo,
para olvidarlo en la pared,
pan y trabajo,
De que milagros habla usted,
techo y debajo,/ la tierra
donde cultivar la razón y la fe.
Padre Francisco,
Haga que multipliquen los
panes para el pueblo,
de lo contrario no habrá dios.
Padre Francisco, / Ya no podemos
darle al Cesar, lo del Cesar,
pues se lo lleva sin pedir,
alce sus manos, para evocar la
protección,
de los hermanos, cuyo pecado fue
nacer,
sin control ni calor.
Padre Francisco,/ no le preocupe que lo llamen comunista,
con estandartes y altavoz.
Padre Francisco,
salga por Cristo a predicar,/
una justicia más audaz.
ya no recaiga, háblele al alma,
Del pueblo de pié, se necesita
tanta fe, sea usted capaz.
Si alguien cree que somos muy
atrevidos en los comentarios, puede ver los videos que “ilustran” este tema:
Vos sabés que ganar no está en
llegar sino en seguir.”
Todos, mientras tanto, en las veredas
revolcándonos de risa ¡lo
aplaudimos a morir!
Y él con unos ojos de novela,
saludaba, agradecía, y sabía repetir.
” ¡Dale, Dios!… ¡Dale, Dios!
¡Dale con todo, dale Dios!”
Pero, cierta noche, su horrible bicicleta con acoplado entró a sembrar
una enorme cola fosforescente.
¡Increíble! los pungas devolvían las
billeteras en los colectivos; los
poderosos terminaban con el hambre;
los Ovnis nos revelaban el misterio
de la paz; el intendente en
persona rellenaba los pozos de la
calle. Y hasta yo, pibe, yo que soy
las penas, lloré de alegría
bailando bajo aquella luz la polka del
ciclista.
Después, no sé, te juro, por qué
siniestra rabia,
no sé por qué lo hicimos, ¡lo
hicimos sin querer!,
al flaco, pobre flaco, de
asalto y por la espalda,
su bicicleta blanca le
entramos a romper.
Le dimos como en bolsa, sin asco, duro, en grande,
la hicimos mil pedazos y, al fin,
yo vi que él
mordiéndose la barba gritó. “¡Que
Yo los salve!",
miró su bicicleta, sonrió, se fue
de a pie.
Mi viejo Flaco Nuestro que andabas en la Tierra,
¿cómo te olvidaste que no
somos ángeles, sino hombres y mujeres?
Flaco, no te pongas triste,
todo no fue inútil, no pierdas la Fe.
En un cometa con pedales ¡dale
que te dale! yo sé que has de volver.
Sí: yo también me pregunto -y no
quisiera responderme- si el “Flaco Nuestro", “eterno ciclista",
pretende ser una imagen “poética” (¿?) de NSJC, a quien se consuela pidiendo
que “no pierda la fe” (!). Aberrante, en efecto. ¿Nos dirán que de este modo se
“acercan al auditorio", como escuchamos hace unos días?…¿Es lícito
cualquier lenguaje para acercarnos a lo Sagrado?
9) “Dime quién me lo robó”
por Los Tipitos:
Dime quién me lo robó
Mirábamos de pie por la
ventana al sol,
al cielo, las nubes y a Dios.
Sabía yo creer el cuento sin
razón,
al hada, la bruja y a vos,
sabía correr, podía reir,
y creo también que era feliz.
La escuela estaba ahí, esperando
por mí,
mi patio, mi banco marrón.
Todo estaba muy bien, sí, sabía
la lección
de historia, de inglés o de
amor.
Siempre fue igual mi profesor
siempre tuvo el la razón.
Un día descubrí que empezaba a
crecer
reí, lloré y creí.
De pronto fui un varón que no tenía
mujer
y quise poderla conseguir.
Que tonto fui! Se rio de mí
Y qué iba a hacer, me rei
también.
Y ahora miro atrás un poco y
hace tanto que pasó,
y todo lo que yo amaa ya no es
mío y se escapó.
Y ahora estoy tan
confundido, y ahora hay humo alrededor
dónde está el sol? dónde
está Dios?
Dime quién me lo robó.
Y vuelvo a caminar y empiezo a
recordar:
mi casa, mi padre y Jesús,
y tengo que elegir, ya es tiempo
de partir
mi vida, mi amor y mi luz.
No se muy bien qué voy a hacer
quiero a mi fe quiero crecer.
…
No se muy bien qué voy a hacer
quiero a mi fe, quiero crecer…
10) “Todos los días Dios”
por Babú Cerviño y Raúl Porchetto
Todos los días Dios
viene a encender el sol,
todos los días la vida te invita
a nacer
a crecer y a seguir.
(…) cada cual inventa su
historia,
su cielo y su mar
Es tiempo de empezar
lo que no hiciste ayer
cada día es otra historia y
habrá que aprender
a escribirla de nuevo
(…) Para estos días yo
escribí esta canción
en este tiempo que empieza te
invito a vivir
compartir, a crecer con un
poquito de amor…
y el que no los encuentra
puede olvidarse de su ilusión
… puede resignarse
de a poco a morir
o luchar y crecer
intenta hacer un mundo en paz
y encontrar en cualquier rincón
el cielo.
11) “Entra a mi hogar” por
Horacio Fontova
12) “El grial” por
Juanse
Toma siempre del grial
lo que tiene, vence al mal
Toma y siente siempre
lo que la verdad / te dara la
libertad
Permanece (toma siempre) sin
hablar
todo vuelve / a la mar
Toma y siente siempre
porque la verdad
y la libertad es ya…(se repite
todo)
13) “Honrar la vida” por
Sandra Mihanovich
(en este video con su amiga
Marilina Ross, (recientemente “casada” a los 70 años con su novia..). No
podemos dejar de señalar que esta cantante hace décadas que viene siendo referente
de la libertad de “elección” (sic) sexual, como ella misma señalaba hace un
tiempo en una
entrevista:
“Soy lo que soy” Era
un grito pelado que queríamos dar entre todos: No me digan lo que tengo
que hacer o decir, ni cómo me tengo que vestir, lo que tengo que votar. Nada.
No me digan nada. Fue una canción que trascendió por mucho el himno
gay.”
Huelgan los comentarios, en un
momento sensible para este tipo de presencias que por sí solas son ya una
declaración de posturas.
14) “La de los angelitos”
por Marilina Mozzoni, Anabella Zoch, Claudia Romero, Lucho González y Lidia
Barroso
“A Salavina fui en un sueño
angelical diez angelitos vi entre un coro celestial.
Los angelitos son las huahuitas
del señor y entre alabanzas van
hacia un cielo de esplendor.
Los angelitos son las huahuitas
del señor.
(…) Le pido al niño Dios
angelitos de Belén
que alumbren con su luz los
senderos de la fe…”
La típica canción que adquiere
carnet de libre circulación e inocencia por la sola mención de los angelitos…
15) “Salmo a Cristo” por
Liliana Vitale
(no he podido hallar ni video ni
letra por ahora…)
16) “La Saeta” por
Juan Carlos Baglietto
Un video de Baglietto, ya que su
compositor fue Antonio Machado (quien en su autobiografía dijera “Estimo
oportuno combatir a la Iglesia católica y proclamar el derecho del pueblo a la
conciencia…") y su mayor difusor, J.M. Serrat…:
Dijo una voz popular:
¿Quién me presta una escalera
para subir al madero
para quitarle los clavos a
Jesús el Nazareno?
Oh, la saeta, el cantar al Cristo de los gitanos
siempre con sangre en las manos,
siempre por desenclavar.
Cantar del pueblo andaluz que
todas las primaveras
anda pidiendo escaleras para
subir a la cruz.
Cantar de la tierra mía que echa flores
al Jesús de la agonía y
es la fe de mis mayores.
¡Oh, no eres tú mi cantar NO PUEDO CANTAR, NI QUIERO
A ESE JESUS DEL MADERO, sino
al que anduvo en la mar!
Ahora bien, ¿Hay que explicarle a
los organizadores que por más que a este rancio republicano no le guste, el
ÚNICO que puede salvarnos es Nuestro Señor desde la Cruz, y no “desde la
mar"??? ¿Y que suena a blasfemia asquerosa que ante la Madre de
Dios se reniegue melosamente de esa Cruz bendita?
17) “La Guada” por Mariana
Baraj (¿será dedicado a la Guadalupana?)
18) “Piensa en mi” por
Valeria Lynch
Cuando estés desorientado
piensa en mí
Cuando el mundo caiga al suelo
piensa en mí
Si una lágrima te rompe el
corazón y la voz,
Piensa en mí, piensa en mí
Cuando estés de cara al cielo,
piensa en mí
Si precisas un consuelo,
piensa en mí
Si te falta algún “Te Quiero”, no
lo olvides, por favor
Piensa en mí, piensa en mí
Si precisas buena suerte, piensa en mí
O un abrazo fuerte, fuerte,
piensa en mí
Cuando todo esté perdido
siempre habrá una solución
Piensa en mí, piensa en mí
Piensa en mí Que yo voy contigo, donde quieras, hasta el fin
piensa en mí, que yo, para
curarme las heridas, pienso en ti
Tenemos aquí por lo visto, todo
un canto a la esperanza y a la trascendencia…
Aquí tienen un video con “lo más
selecto” de este cantante, con una imagen fija suficientemente sugerente. El
primer tema es el que cierra este recital, que hace varias décadas
viene siendo algo así como el himno nacional de la protesta sensiblera de la
izquierda vernácula:
20) “Sólo le pido a Dios”
TODOS JUNTOS.
El lector sacará sus conclusiones
sobre la conveniencia de que este repertorio, con estos personajes, sea
ejecutado en la basílica nacional, bajo la mirada de la Madre de Dios.
Al Card. Poli, a Mons.
Agustín Radrizzani, obispo de Mercedes-Luján, y al rector de la Basílica,
P.José Daniel Blanchoud, y Mons. Bruno (administrador), les preguntamos:¿qué
les hizo pensar que este “espectáculo” sería el que más Gloria a Dios daría
para festejar la remodelación del templo?¿Hay acaso algo más importante o
relevante que ella, a la hora de autorizar algo dentro de un templo, que además
es basílica nacional? ¿Realmente no había algo más “católico” que
proponer? ¿Creen que la basílica no es también la casa de todos los
católicos argentinos que nos sentimos profundamente agraviados con esto?
¿No es esto un “terrorismo de
guante blanco", contra los fieles, desde la propia casa?
¿No somos también ovejas a las
que cabría tener en cuenta, para que no nos sintamos abofeteados con este tipo
de elecciones?…
Que Nuestra Señora de Luján tenga
piedad de nuestra pobre patria y de la Iglesia, y alcance conversión a quienes
permiten y celebran estas cosas.
Oración y reparación. Anexo con fotos de la profanación: