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miércoles, 2 de enero de 2013

La renovación del escándalo de Asís.

Ya hemos hablado sobre las claras influencias masónicas en el encuentro ecuménico de Asís en sus ediciones anteriores (ver: “¡Asís: un acto masónico!”). Sobre el escándalo que producen estos actos públicos (ver: “El ecumenismo, trampa mortal para la Iglesia (I)”, “El ecumenismo, trampa mortal para la Iglesia (II)”, “Del ecumenismo a la apostasía silenciosa”, trabajo realizado por la FSSPX y enviado a todos los cardenales, que se puede descargar desde nuestra sección de doctrina antimodernista).
            A continuación, publicamos un artículo sobre la tercera edición de este encuentro ecuménico llevada a cabo en Asís el 27 de octubre del 2011, realizado por el R.P. Régis de Cacqueray, actual Superior del Distrito de Francia de la FSSPX. La realidad nos muestra que actualmente el falso ecumenismo tiene el mismo vigor que en el pontificado del Papa Juan Pablo II, el cual, ha producido mucha confusión y graves errores doctrinales con respecto a la relación de los católicos con las falsas religiones, bajo el pretexto de un pedido de paz, de un pedido de paz entendido a la manera de la secta masónica, la cual, simplemente ha predicado siempre la paz laica, la paz  que da el mundo (la paz no-conflicto armado) y no la paz que da Cristo, que es la verdadera paz. ¿Y cuál es la fuente de este error de igualar la Verdad con el error bajo el pretexto pacifista? En el fondo, la pérdida de la confianza en Dios de los hombres de Iglesia, los cuales, al temer la ofensa a los enemigos de la Iglesia, intentan simpatizar con estos, a fuerza de someter la Verdad católica rebajándola a la misma altura que el error. Ese es el lamentable escándalo producido en Asís que se viene repitiendo a nivel mundial.

Para una mejor lectura e impresión, se puede descargar nuestra versión del artículo en pdf siguiendo este enlace.




LA RENOVACIÓN DEL ESCÁNDALO DE ASÍS
Errare humanum est, perseverare diabolicum


¿Qué sucederá el 27 de octubre de 2011?, ¿una simple reunión amisto­sa entre hombres y mujeres de bue­na voluntad?, ¿un discurso incoherente sobre la divinidad de Cristo y Su Iglesia? No, será la renovación, por parte del papa reinante, Benedicto XVI, del escándalo sin pre­cedente perpetrado por su predecesor, Juan Pablo II, el 27 de octubre de 1986.
¿Qué ocurrirá el 27 de octubre de 2011?, ¿una lla­mada a la conversión a la fe católica? Las declaraciones del Papa indican con cla­ridad lo que será este día: la reunión de los repre­sentantes de las falsas re­ligiones, llamados personalmente por el Papa, para unirse en un día de reflexión donde todos están invitados a orar por la paz[1].
Ciertamente, a diferencia de la pri­mera reunión de Asís, la oración será en silencio, aunque intensa. Pero, ¿a qué dios de los representantes de las falsas religiones se rezará en silencio?, ¿a qué dios estarán rezando si no es a sus falsos dioses, ya que el Papa los ha invitado ex­plícitamente a vivir más profundamen­te «su propia fe religiosa»?[2] ¿Hacia quién se volverán los musulmanes si no es hacia el dios de Mahoma? ¿Hacia quién se dirigirán los animistas, si no es hacia sus ídolos? ¿Cómo puede ser con­cebible que el Papa pueda llamar a los representantes de las falsas religiones, con su capacidad oficial, para partici­par en un día de oración personal? Este acto del sumo pontífice constituye, por si mismo, una blasfemia terrible hacia Dios así como la ocasión de escándalo para toda la tierra.

Una ofensa en contra del Dios Trinitario y Encarnado.

¿Qué más caracterizará a este asunto religioso, que tan gravemente se opo­ne al Primer Mandamiento?: «Sólo al Señor adorarás y sólo a Él servirás»[3]. ¿Cómo puede alguien entretener­se con el pensamiento de que Dios es­tará complacido con los judíos quienes son fieles a sus padres que crucificaron al Hijo de Dios y negaron a Dios Uno y Trino? ¿Cómo puede Él aceptar las ora­ciones de todos los herejes, cismáticos y apóstatas, quienes han repudiado a su Iglesia, la cual surgió del costado de Su Hijo? ¿Cómo podría ser Él honrado por la adoración ofrecida a los (dolos de los animistas, panteístas y otros idólatras? ¿Cómo podría Él escuchar estas oracio­nes cuando Su Hijo claramente nos ha dicho lo contrario: «Ningún hombre va hacia el Padre, sino por mi»?[4]
Que las almas oren de buena fe mien­tras están en la herejía o la incredulidad, es una cosa; Dios reconocerá a los suyos y los guiará hacia la única Iglesia, pero invitar a estos hombres a orar como representantes de las falsas religiones, según «su propia fe religiosa», segura­mente indica que están siendo invitados a orar según el espíritu y las formas de las falsas religiones.
¿Cómo puede no verse este supremo insulto a Dios tres veces santo? ¿Cómo podemos fallar en indignarnos profun­damente a la vista de tal escándalo? ¿Cómo podemos permanecer en silencio sino sólo con complicidad?

El budismo y el hinduismo, presentes en el encuentro interreligioso por la paz en Asís.


La Paz de Cristo desnaturalizada.

Este grave y excesivo pecado igual­mente ofende a la paz de Jesucristo. El Papa está llamando a la oración por la paz, pero, ¿qué naturaleza tiene la paz que el Papa busca? ¿Es la terminación de los conflictos que sangran al mundo? Pero, ¿realmente hemos de creer que el rezarle a los falsos dioses será merito­rio en nosotros y no nos atraerá casti­gos sino la bendición de la paz entre los hombres?, ¿ya hemos olvidado el Gran Diluvio Universal?, ¿ya hemos olvidado el recuerdo de la destrucción de Sodoma y Gomorra, cuyos crímenes fueron menos graves que el de la incredulidad?[5] ¿Han sido alterados los registros en los Evangelios y en la historia sobre la sangrienta destrucción de Jerusalén y la cuota de pecados de Su pueblo?
Más aún, ¿cuál es el objetivo de con­seguir paz temporal mientras se pierde el alma? «No temáis a los que matan el cuerpo y después de esto nada más pue­den hacer. Voy a deciros a quien debéis temer: temed a Aquel que, después de haber dado la muerte, tiene el poder de arrojar en la gehena»[6]. Desde otro punto de vista, ¿cómo podemos dejar de ver en esta oración por la paz una desviación, sin duda inconsciente, pero aún así pérfida, con fines ecuménicos de legitimar la aspiración humana de la paz civil? No, la paz traída por Cristo no puede ser una paz mundana, esta es la paz masónica sellada con la libertad de conciencia [o la libertad de elección, véa­se la raíz griega de la palabra herejía].
En realidad la paz por la que el actual pontífice está orando no es una paz me­ramente temporal, es especialmente por la libertad religiosa [libertad de cultos, propiamente] y la libertad de conciencia[7] que frecuentemente fue condenada por los papas[8]. Esta es la intención esta­blecida por el Papa, esta es la paz por la que el Papa ora: la paz temporal obteni­da por medio de la libertad de conciencia.
¿Es esta la paz de Cristo?, ¿la de Aquel que murió en la cruz para afirmar Su divinidad? La paz de Cristo es muy di­ferente, y lo es más en la medida en que la caridad haya sido separada de la hermandad en esta idea de paz masónica. La paz de Cristo es paz con Dios, fruto de la redención de las almas por la Sangre de Su Hijo y por el rechazo del hombre al pecado. En cuanto a la paz civil comu­nicada por Cristo, no es nada más que el fruto de la Civilización cristiana, mol­deada por la fe y la caridad católicas.

Un momento del encuentro interreligioso por la paz en Asís.

La bandera, tomada “pluralmente” por participantes, con diferentes símbolos 
representando la “diversidad” de las religiones “unidas” por “la paz”.


Una odiosa humillación de la Iglesia.

Pero si Dios Uno y Trino y la Sagrada Humanidad de Cristo son gravemente ofendidos por esta imitación al peca­do, la Esposa Inmaculada de Cristo, Su única Iglesia católica es humillada en público. Se hace mofa de la enseñanza de los Apóstoles, los Papas, los Padres de la Iglesia, los santos, los mártires y los príncipes y héroes católicos. Se hace mofa de la enseñanza del Salmista, quien dice: «todos los dioses de los gen­tiles son demonios»[9]; se hace mofa de la orden de San Juan de no saludar a los herejes[10]; se hace mofa de la enseñan­za de Gregorio XVI o de Pío IX[11], para quienes la libertad de conciencia es un “delirio”; se hace mofa de la prohibición formal de las Papas León XIII[12] y Pío XII[13] para organizar o participar en congresos interreligiosos; se hace mofa del ejemplo de San Francisco de Sales y de sus escritos en «Las Controversias» sobre la conversión de los herejes pro­testantes; se hace mofa de los miles de misioneros quienes dieron todo por la salvación de las almas de los infieles; se hace mofa de la gesta heroica de Carlos Martel al detener a los musulmanes en Poitiers, o de Godofredo de Bouillon, forzando su entrada a Jerusalén con lanzas y espadas; se hace mofa de San Luis de Francia que castigó la blasfemia. ¿Cómo puede un católico que sus­cribe el dogma «Fuera de la Iglesia no hay salvación» imbuirse del espíritu de Asís? ¿Cómo puede ver ya a la Iglesia ca­tólica como la única arca de salvación? Lo que es más, este escándalo viene de la autoridad sagrada más alta sobre la tie­rra, del Vicario de Cristo mismo, como si la gravedad de tal reunión no fuese sufi­ciente por sí misma. ¿Esto hace al Papa, quien preside esta reunión, no la cabeza de la Iglesia católica, sino la cabeza de una “Iglesia” de Naciones Unidas, el primus inter pares de la religión de todas las religiones, esencialmente idéntica al culto masónico del Gran Arquitecto del Universo? ¿No es esta una perversión satánica de la misión de Pedro? Mien­tras que Cristo solemnemente mandó a Pedro: «confirma a tus hermanos en la fe» y a apacentar a Sus ovejas, el sucesor de Pedro de hecho está confirmando a sus hermanos en el indiferentismo y el relativismo.

El Papa saluda al profesor Wande Abimbola, fundador del Instituto Ifa Heritage, un centro de educación en Nigeria basado en falsa religión pagana africana Yoruba.

Un escándalo inmenso.

Porque, más allá de esta terrible blasfemia, esta decisión personal del Papa engendrará un inmenso escándalo en las almas, tanto de católicos como de no-católicos. Ante la imagen de un Papa uniendo a los representativos de todas las falsas religiones, la reacción de la mayoría de los hombres será la de relativizar aún más la verdad y la religión. ¿Qué individuo, poco familiarizado con la religión católica, no estará tentado en dudar del destino de los no-católicos cuando observa al Papa invitándolos a orar por la libertad de conciencia? ¿Qué persona, que no profese el cristianismo, verá en la religión católica la única re­ligión verdadera que se destaca de las otras, cuando ha aprendido que la cabeza de la Iglesia católica ha convoca­do al panteón de las religiones? ¿Cómo interpretará la exhortación del Papa a no rendirse ante el relativismo si no es pensando que este es un asunto ajeno al sostenimiento de la verdad y ajeno a la sinceridad?
¿Cómo podría no interpretarse en un sentido relativista la invitación del Papa a prac­ticar la propia religión, tan bien como sea posi­ble?:
«Iré como pe­regrino a la ciu­dad de San Fran­cisco, invitando a mis hermanos cristianos de va­rias denomina­ciones, a los re­presentantes de las tradiciones religiosas del mundo a unirse a esta peregrinación, e idealmente a todos los hombres y mujeres de buena voluntad... para renovar solemnemente el compro­miso de los creyentes de toda religión para vivir su propia fe religiosa al ser­vicio de la causa de la paz»[14].
En 1986 un periodista publicó esta conclusión:
«El Papa está innovando y presi­diendo las Naciones Unidas de las Reli­giones: aquellos que creen en el Eterno, aquellos que creen en miles de dioses, aquellos que no creen en un dios en par­ticular. ¡Una sorprendente visión! Juan Pablo II admite con espectacularidad la relativización de la fe cristiana, la cual ahora sólo es una entre otras»[15].
¿Cómo imaginar que este juicio no sea compartido por muchos en la víspe­ra del 27 de octubre de 2011?
Esta es la razón por la que nos parece singularmente extraño excusar al Papa de tal pecado diciendo que Asís del 2011 es diferente al Asís de 1986. Por el con­trario, todo concurre para convencernos de la sorpresiva continuidad entre la re­unión de Asís de 1986 y la de 2011:

La naturaleza de la reunión: una invitación a los representantes de las falsas religiones a reunirse para re­flexionar y orar por la paz.

El moti­vo: la paz cívi­ca promovida por las Nacio­nes Unidas. En 1986 Juan Pablo II invitó a todas las religiones «en este año de 1986, designa­do por Naciones Unidas como el Año de la Paz, para promover una reunión especial para rezar por la paz en la ciudad de Asís»[16]. Durante este mensaje por la paz del 1 de enero de 2011, fecha en la cual él anunció la reunión en Asís para el 27 de octubre de 2011, Benedicto XVI suscribió estas líneas reveladoras:

«Sin esta fundamental experiencia [de las grandes religiones] se vuelve difícil guiar a las sociedades hacia los principios de la ética universal y esta­blecer a nivel nacional e internacional el orden legal por el cual se reconozca y respete derechos y libertades funda­mentales, cuando fueron planteados como objetivos de la Declaración Uni­versal de 1948 de los derechos Huma­nos (tristemente ignorados y rechazados todavía)... Todo esto es necesario y coherente con el respeto por la digni­dad y valoración de la persona humana consagrados por los pueblos del mun­do en la Carta de Naciones Unidas de 1945...» [17].

Monseñor Fellay escribió a Juan Pa­blo II con ocasión del segundo escánda­lo de Asís en 1999:

«Los temas humanistas, terrenales y naturalistas abordados en estas re­uniones causan que la Iglesia sea des­pojada de toda su misión divina, eterna y sobrenatural y se pone el nivel de los ideales de la Francmasonería con su paz mundial ajena al único Príncipe de la Paz, Nuestro Señor Jesucristo»[18].

• La fecha: Benedicto XVI escogió para emprender su iniciativa una fecha que marca el 25 aniversario de la prime­ra celebración en Asís:

«En el año 2011 se cumple el 25 ani­versario del Día Mundial de Oración por la Paz convocado en Asís el año de 1986 por el Papa Juan Pablo II... El re­cuerdo de esta experiencia ofrece una razón de esperanza para el futuro en el cual todos los creyentes se vean a sí mismos y sean realmente agentes de la justicia y la paz»[19].

¿No es este un claro signo de conti­nuidad? ¿No es esta una forma de ha­cemos revivir ese doloroso recuerdo de escándalos de un Buda en el tabernáculo, en la Iglesia de San Pedro; de las gallinas sacrificadas a los dioses en el altar de Santa Clara; del Vicario de Cristo flanqueado por el Dalai Lama y el Patriarca Ortodoxo controlado por la KGB? ¿Es necesario conmemorar el ani­versario de un acontecimiento, cuando el objetivo debe ser distanciarse de éste? ¿Por qué proclamar urbi et orbi que «el recuerdo de esta experiencia ofrece una razón de esperanza»? Sólo la traición al recto pensamiento podría haber dado lugar a tal fuga de la realidad[20].

El recuerdo de su predece­sor. Como si deseara disipar cualquier malentendido y para recordar a todos y cada uno su fidelidad al espíritu de la primera reunión en Asís: «Este año de 2011 se cumple el 25 aniversario del Día Mundial de Oración por la Paz, el cual fue convocado por el Venerable Juan Pablo II, en Asís, el año de 1986»[21].
No sólo son los leales defensores del Papa quienes utilizan estos mismos ar­gumentos para intentar justificar lo in­justificable. El primer Asís fue defendido realizando una sutil distinción entre “re­unirse para orar” y “orar juntos”. ¿Ahora se dirá que no habrá oración común, sino sólo un día de oración en común? En lu­gar de negar la simultaneidad de las oraciones en silencio, ¿diremos que todos oran separadamente según su propia religión? Como si estas distinciones engañosas no fuesen elaboradas según las necesidades de la causa. Como si todas estas sutilezas fueran inmediata­mente entendidas por la mayoría de los hombres, quienes sólo se quedarán con una cosa: la reunión de todas las religio­nes para orar juntos a la divinidad ajena de cualquier Revelación.
Finalmente, y como todos los gestos del actual Papa comparados con los de sus predecesores, el escándalo de Asís del 2011 será sustancialmente el mismo, pero menos espectacular que el Asís del año 1986. Esta es la razón por la que to­dos aquellos quienes nos acusan una vez más de una falta de caridad debido a la vehemencia de estas líneas, les recorda­mos las palabras de Cristo: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu co­razón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas, y a tu próji­mo como a ti mismo.» ¿Hemos mostrado un amor ardiente a Cristo cuando fallamos en censurar la blasfe­mia o criticar la actitud de aquellos que son sorprendidos por ésta? ¿Amamos a nuestro prójimo cuando fallamos en advertirle sobre los escándalos que se avecinan? ¿Es este el amor que Cristo quiere para nosotros? No, como San Pío X recordó en una hora oscura:

«Ahora bien, la doctrina católica nos enseña que el primer deber de la caridad no está en la tolerancia de las opiniones erróneas, por muy sinceras que sean, ni en ¡a indiferencia teórica o práctica ante el error o el vicio en que vemos caídos a nuestros hermanos, sino en el celo por su mejoramiento intelectual y moral no menos que en el celo por su bienestar material. Esta misma doctrina católica nos enseña también que la fuente del amor al prójimo se halla en el amor de Dios, Padre común y fin común de toda la familia humana, y en el amor de Jesucristo. [...] No, venerables hermanos, no hay ver­dadera fraternidad fuera de la caridad cristiana»[22].

Así, entonces, ¿a qué Iglesia perte­necemos? ¿A la Iglesia de San Policarpo de Esmirna, quien replicó al hereje Marción cuando le preguntó si lo reconocía: «Sí, te reconozco como el hijo mayor del diablo?».
¿Pertenecemos a la Iglesia de San Martín quien destrozó los ídolos y derri­bó los árboles sagrados de Francia?
¿Pertenecemos a la Iglesia de San Bernardo, quien predicó la cruzada a nuestros antepasados?
¿Pertenecemos a la Iglesia de los santos y mártires, o a la Iglesia de Pila tos, a la de Pierre Cauchon, a la de Lamenais, a la de Teilhard de Chardin, siempre lista para adular al mundo y para entregar a Cristo y Sus discípulos a sus perseguidores?
¿Juzgaremos a Asís con los ojos de la fe, de los papas y mártires, o con los ojos mundanos, liberales y modernis­tas?
Esta es la razón por la que no pode­mos quedarnos callados, y mientras el Papa se prepara para uno de los actos más serios de su pontificado, nosotros vigorosa y públicamente proclamamos nuestra indignación, esperando y supli­cando al Cielo que esta calamidad pre­parada tan meticulosamente no se lleve a su realización. Por último, ¿cómo po­demos dejar de pensar en las palabras de Monseñor Lefebvre recordadas por Monseñor Fellay en 1999 en su carta al Papa?
“Monseñor Lefebvre vio en este de­sastroso acontecimiento de Asís “uno de los signos de los tiempos” que le per­mitieron proceder legítimamente con las consagraciones episcopales sin Su consentimiento, y escribiéndole que “el tiempo para una colaboración abierta no había llegado aún”»[23].
El tiempo ha llegado, sin embargo, para realizar la reparación por este es­cándalo, para realizar penitencia, mien­tras en nuestros corazones mantenemos la firme esperanza de que a pesar del progreso del Misterio de Iniquidad, «las puertas del infierno no prevalecerán contra la Iglesia».


P. Régis de Cacqueray, 12 de septiembre de 2011, Festividad del Dulce Nombre de María, aniversario de la victoria de los ejércitos católicos sobre los turcos en Viena el 12 de septiembre de 1683.




[1] El desarrollo de la jornada y el comunicado de la Santa Sede no permiten ninguna duda sobre la dimensión religiosa del acontecimiento: “El Santo Padre ha convocado para el próximo 27 de octubre una “Jornada de reflexión, diálogo y oración por la par, y la justicia en el mundo” [...] Después se dejará un tiempo de silencio pura la reflexión de cada uno y la oración. Por lo larde, todos los presentes en Asís irán a pie a la basílica de San Francisco. Será una peregrinación en la que, en el último tramo, tomarán parte también los miembros de las delegaciones; con esta se pre­tende simbolizar el camino de cada ser humano en la búsqueda constante de ¡a verdad y de la construcción activa de la justicia y de la paz. Se desarrollará en silencio, dejando un espacio a la oración y a ¡a meditación personal”. (Comu­nicado de la Santa Sede del 2 de abril de 2011: En Asís peregrinos de la verdad y la paz).
[2] El fin anunciado por el Papa es el de «reno­var solemnemente el compromiso de los creyentes de todas las religiones de vivir la propia fe reli­giosa como servicio a la causa de la paz» (Ángelus del Papa, 1 de enero de 2011).
[3] Deut. 6, 13; Mt. 4, 10.
[4] Jn. 14, 6. Igualmente: I Jn. 2, 23: Todo el que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre.
[5] Sí no os reciben o no escuchan vuestras pa­labras, saliendo de aquella casa o de aquella ciu­dad, sacudid el polvo de vuestros pies. En verdad os digo que más tolerable suerte tendrá la tierra de Sodoma y Gomorra en el día del juicio que aquella ciudad (Mt. 10, 14-15).
[6] Lc. 12, 4-5.
[7] Es la Jornada mundial de la paz, ocasión propicia para reflexionar juntos sobre los grandes desafíos que nuestra época plantea a la hu­manidad. Uno de ellos, dramáticamente urgente en nuestros días, es el de la libertad religiosa; por eso, este año he querido dedicar mi Mensaje a este tema: Libertad religiosa, camino para la paz. [...] En el mensaje para la Jornada de la paz de hoy subrayé que las grandes religiones pueden constituir un importante factor de uni­dad y de paz para la familia humana, y recordé, al respecto, que en este año 2011 se celebrará el 25 aniversario de la Jornada mundial de oración por la paz que el venerable Juan Pablo II convocó en Asís en 1986. Por eso, el próximo mes de octubre, iré como peregrino a la ciudad de San Francisco, invitando a unirse a este camino a los hermanos cristianos de las distintas confe­siones, a los representantes de las tradiciones re­ligiosas del mundo» (Benedicto XVI, Angelus del 1 de enero de 2011).
[8] «De esta fuente envenenada del indiferen­tismo brota aquella máxima falsa y absurda, o más bien delirio: que a todos se les debe procurar y garantizar la libertad de conciencia» (Gregorio XVI. Mirari Vos, 1832).
[9] Sal. 95, 5.
[10] II Jn 10-11: Si alguno viene a vosotros y no lleva esa doctrina, no le recibáis en casa ni le saludéis, pues el que le saluda comunica en sus malas obras.
[11] Syllabus. 1864. proposición condenada nº 79, DS 2979. 
[12] Con ocasión del Congreso de religiones de Chicago en 1893.
[13] Esto podrá hacerse “sin renunciar a la propia identidad o recurrir a formas de sincretis­mo” (Comunicado de prensa de la Santa Sede, 2 de abril de 2011).
[14] Benedicto XVI. Angelus del 1 de enero de 2011.
[15] Le Figuro Magazine, 31 de octubre 1986, p.69.
[16] L’Osservorore Romano, 27-28 enero 1986.
[17] Mensaje de Benedicto XVI para la celebración de la Jomada mundial por la paz, 1 enero 2011, nº 12.
[18] Carta de Mons. Fellay a Juan Pablo II pro­testando solemnemente contra la renovación del escándalo de Asís en Roma el 28 de octubre de 1999.
[19] Mensaje de Benedicto XVI para la cele­bración de la Jornada mundial por la paz, 1 enero 2011, n° 7 y 11.
[20] «Es hermoso levantarse por encima del or­gullo. Aunque aún hay que tenerlo. No puedo ha­blar libremente del honor según el mundo, no es un tema de conversación para un sacerdote como yo, pero me parece que a veces el honor se lo valora muy poco. Por desgracia, somos todos capaces de tendernos en el barro, el barro parece fresco para los corazones agotados. Y en cuanto a la vergüen­za, fíjense, es una ilusión como cualquier otra, una ilusión pesada, una ebriedad sin sueños. Si un úl­timo resto de orgullo es el que tiene que volver a levantar a un desgraciado, ¿por qué considerarlo tan de cerca?» (Bernanos. Diario de un cura rural).
[21] Benedicto XVI, Angelus del 1 enero 2011 Igualmente el Comunicado de prensa de la Santa Sede, 2 de abril de 2011: «La imagen de la pere­grinación resume el sentido del acontecimiento que se celebrará, se hará memoria de las etapas recorridas, desde el primer encuentro de Asís, al posterior de enero de 2003 y, al mismo tiempo, se mirará al futuro, con el propósito de continuar recorriendo con todos los hombres y las mujeres de buena voluntad el camino del diálogo y de la fraternidad, en el contexto de un mundo en rápi­da transformación». Ya en 2007, con ocasión de las jornadas intrreligiosas en Nápoles, Benedicto XVI disipaba cualquier ilusión que hiciera pensar en un arrepentimiento por la primera reunión de Asís: esta reunión «nos lleva en espíritu a 1986, cuando mi venerado predecesor Juan Pablo II in­vitó sobrela colina de San Francisco a los grandes representantes religiosos a rezar por la paz, su­brayando en esta circunstancia el lazo intrínseco que une una auténtica actititud religiosa con una viva sensibilidad por ese bien fundamental de la humanidad [...] En el respeto de las diferencias de las distintas religiones, estamos todos llamados a trabajar por la paz» (Benedicto XVI, Discurso a los jefes religiosos participantes en el encuentro internacional por la paz, el 21 de octubre de 2007).
[22] San Pío X, Carta encíclica Notre Charge Apostolique, al episcopado francés, 25 agosto 1910.
[23] Carta de Mons. Fellay a Juan Pablo II pro­testando solemnemente contra la renovación del escándalo de Asís en Roma el 28 de octubre de 1999.