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jueves, 14 de febrero de 2013

Benedicto XVI había elogiado a San Celestino.



En junio de 2010 el Papa Benedicto XVI visitó la tumba de San Celestino V y, luego de rezar frente a ella, lo puso como ejemplo de quien, sin temor a perder la dignidad, siguió la voz de su conciencia.
Pietro de Murrone, luego elevado a la Sede de San Pedro como Celestino, nació en 1215 cerca de Nápoles. Siendo muy joven ingresó a la orden de San Benito, en cuyo seno recibió el orden sagrado.
Cumplía acabadamente el lema de la orden “Ora et labora” viviendo en comunidad. No obstante se sintió llamado al más extremo ascetismo lo cual concretó viviendo algunos años como eremita en las grutas de Morrone.
Basándose en esa experiencia, fundó la orden de los Benedictinos Celestinos aprobada por el Papa Nicolás IV en 1264; dirigiéndola hasta 1284, cuando renunció en su segundo para retirarse nuevamente a la vida ermitaña en grutas de la zona.
Diez años después, Julio de 1294, la soledad de su retiro fue interrumpida por una delegación del Colegio Cardenalicio, acompañada de una multitud de fieles y monjes, que le rogaban aceptase el Papado, cuya sede se hallaba vacante desde más de dos años atrás, por luchas políticas entre las familias dominantes en Roma.
Con lágrimas en los ojos, y el beneplácito de miles de fieles de la zona, aceptó Celestino la consagración de los Cardenales.
Días después, montado en un borrico cuyas bridas llevaba el rey Carlos de Nápoles, entró Celestino en Aquila donde fue coronado.
Estableció su corte en Nápoles, pero al cabo de sólo cinco meses, agobiado por las intrigas y deseoso de volver a la vida eremítica, abdicó.
El Papa Bonifacio VIII, elegido en el Cónclave que comenzó solo 9 días después, llevó a Celestino a Roma, pero cuando el anciano monje se escapó para volver a sus grutas, el nuevo Papa ordenó su arresto. Durante alrededor de nueve meses logró evitar ser apresado escondiéndose en los montañas que tanto amaba; pero, cuando intentaba llegar a Grecia fue apresado y devuelto a Roma.
Bonifacio VIII lo confinó en el castillo de Fumone, donde halló el fin de su larga existencia luego de orar y ayunar por nueve meses, asistido por dos monjes. Fue canonizado en 1313.
Quien hubiera estado atento a estas palabras del Papa, podría haber conocido lo que tenía in mente, en caso de llegar a la situación actual.

Visto en PáginaCatólica.