Domingo Primero después de Pentecostés[1]
La Santísima Trinidad (1967)
«Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me
ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos
a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he
aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.»
(Mt.28, 18-20)
El domingo pasado vimos la solemne inauguración
de la Iglesia en Jerusalén. San Pedro enseñó conforme Cristo le había
encargado: que Cristo era Dios, que Cristo había resucitado y que les era necesario
el bautismo. Hoy vemos la misión de los Apóstoles enviados con pleno poder a
fundar la Iglesia: “Como mi Padre me envió, así Yo os envío a vosotros”. Esto
pasó primero, diez días antes de Pentecostés.
Éste es el Evangelio de la Ascensión;
las últimas palabras que pronunció Cristo sobre la tierra: vale la pena
considerarlas una por una.
“Id y enseñad a todas las gentes”. La misión de la Iglesia es enseñar,
no es hacer política, fundar o derribar Gobiernos, ni siquiera “civilizar” como
dicen ahora; aunque eso lo haya hecho alguna vez por añadidura. Un misionero se
va a Alaska, se sienta en un trozo de hielo, y a los esquimales que vienen no
les dice: “Ahora os voy a enseñar el inglés, os voy a hacer una escuela y un
hospital”. Les dice simplemente: “Jesucristo es Dios”, y si acaso no les dice
eso es porque no puede por el momento, porque no sabe la lengua esquimal.
“Enseñad todo lo que Yo os he mandado”. ¿Qué es lo que hay que enseñar?
No las Matemáticas o la Astronomía, sino la Religión; y estrictamente la
Revelación; y eso, no solamente para saber, sino para hacer: es una enseñanza
práctica o pragmática. “Ahora que sabéis todas estas cosas, dichosos seréis
si las ponéis por obra”.
En sus “Cartas de Celestino Sexto” Giovanni
Papini se queja de que todas las órdenes religiosas se dediquen a fundar escuelas
y a enseñar programas escolares de los Gobiernos. Tiene razón; pero eso se
debe al actual laicismo de los Estados, incluso los llamados católicos,
que ha obligado a la Iglesia a correr a la brecha del intento de
descristianizar a los pueblos y a los hombres desde su infancia. Mejor sería
desde luego que los sacerdotes enseñaran el Evangelio en vez de
Literatura o Filosofía; aunque si saben Filosofía, eso no estorba, antes bien
sirve para enseñar el Evangelio, con tal que se quede en segundo puesto.
Quiero decir, en la predicación, de la cual Lutero echaba a la Filosofía. La
Teología no es más que el Evangelio con Filosofía; pero la Filosofía no
saca la cabeza, queda detrás o adentro.
Sería mejor, desde luego, que los jesuitas,
por ejemplo, en vez de tener una Universidad donde enseñan incluso arte
cinematográfico y métodos publicitarios de propaganda junto con un poco de
Teología, enseñasen mucha Teología en una Facultad Teológica plantada en el
centro de la Universidad de Buenos Aires, y dándole la unidad que ahora no
tiene[2];
como era en las antiguas Universidades: la única Facultad de Teología del país
(no hay teólogos para más) con todas las fuerzas y recursos coaligados de la
Iglesia Argentina. ¿Una Universidad del Gobierno o de los particulares? ¡De la
Nación entera![3]
Éstos son sueños. Esto es lo que se debería
haber procurado en vez de cuarenta pequeños simulacros de Universidad: pero no
se procuró. ¿Qué vamos a hacer? No se consultó, creo yo, al sentido común. Yo
no tengo la culpa, aunque quizás sí un poco, Dios sabe. El camino que se siguió
no fue el mejor, ni siquiera el deseable. Va contra el sentido común: una
Universidad debe componerse de sabios o tener por lo menos tres o cuatro
sabios, uno dellos Rector. No hay tantos sabios en la Argentina para tantas
Universidades; quizás ni siquiera para cuatro. Salen Universidades
falsificadas, escuelas técnicas a lo más, fábricas de profesionales iguales o
inferiores a las del Gobierno[4].
—Sí, pero al menos allí se enseña Catecismo. —¿No se podría enseñar Catecismo
sin enseñar arte cinematográfico? —Parece que ahora no, ¡oh Papini! —Bueno,
paciencia, dice Papini.
¿Vendrá lo otro algún día? Lo que yo sé es
que ahora está lejos. Tendrá que venir, si esto ha de ser una Nación católica y
aun Nación a secas. No puede haber Nación sin buena Universidad[5].
A mí me da tristeza oír las discusiones sobre la Ley Universitaria, que dicen
es “fascista”. Es una ley tímida, que quita por ahora algunos síntomas y
algunos abusos intolerables, pero está lejos de fundar una Universidad de la
Nación; pues la Universidad actual debe ser refundada; con remiendos no hacemos
nada, lo que ahora existe no soporta ni remiendos, la trama misma está vencida.
La Universidad debe dar los hombres
dirigentes; y llevada por sabios, debe dar también sabios. Los hombres
dirigentes de la Argentina son de una mediocridad cruda, de educación
inacabada o torcida. Hay un economista destos que ahora cortan el bacalao, el
cual cuando habla comete errores de sintaxis y pronuncia mal el castellano.
Espero ha aprendido mucha Economía en Estados Unidos; pero muchas otras cosas
no sabe, algunas quizás más importantes que la Economía[6].
“Id y enseñad a todas las gentes la Religión,
la Revelación, la ciencia salvífica, bautizándolos en el nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo”. Es la revelación explícita del misterio de la
Trinidad que hoy celebramos; es también una enseñanza, la más importante de
todas y la institución de la sacramentalidad de la Iglesia. Los Sacramentos son
también enseñanza, pues son signos visibles de la gracia, y fuentes de la
gracia invisible. Con ellos, la Iglesia continúa su enseñanza a los mortales,
la cual continúa hasta la muerte y más allá: pues existe la Iglesia Purgante.
Hemos de aprender Religión toda la vida: con
la práctica más que con los libros; aunque los libros no están de más: los
buenos libros; pues hay muchos hoy día, incluso de Religión, que no son buenos.
Los que hemos de enseñar Religión, tenemos obligación grave de oficio; y todos
en realidad tienen obligación, pues han de enseñarla a sus hijos, o bien
aprovecharse a sí mismos. Es la cosa más importante que puede aprenderse.
Antaño los Reyes y Gobernantes sentían como
una obligación el enseñar la Religión al pueblo, o almenos dejar que la Iglesia
la enseñara; hoy día más bien lo impiden o almenos dejan que el pueblo se
confunda en este revoloteo de enseñanzas malas o vanas que nos envuelve. Así
les va a ellos.
Éste es uno de los grandes crímenes
nacionales. ¿Cómo nos va a ir bien? Tratemos de repararlo en todo lo posible
—si nos es posible[7].
R.P. Leonardo Castellani, tomado de “Domingueras Prédicas II”.
[1] Aquí y en la Homilía del Domingo
de Sexagésima (pág. 67), Castellani afirma que no hay Nación independiente sin una alta vida
cultural. En la Homilía de Navidad, considera la relación entre religión y
cultura.
[2] “Y si para tener televisión los
jesuítas han de pagar el precio de matar a los doctores sacros que tienen o
pueden tener... mal negocio. Van a tener cómo decir cosas, pero no van a
tener qué decir. Se van a quedar quizás con la tele, y van a
perder la visión. Una orden religiosa se debe modernizar... Bien.
Asentemos esta paradoja: para modernizarse una orden religiosa, debe ir para
atrás; es decir, debe remontarse a sus fuentes, a sus primeros tiempos, a su
Fundador; y buscar allí cuál fue la misión que le dio nacimiento, y
cuáles los medios de ella; en vista de reformar los medios que fueren
anacrónicos; y aferrarse y penetrarse más de la esencia de su tarea propia.
Salirse de su lugar e invadir campo ajeno, siempre será un desorden”
(Castellani, “Televisión Católica”, en “Cristo ¿Vuelve o no Vuelve?”).
[3] “Santo Tomás ha probado (con
raciocinios y con el ejemplo), que la Teología es, rigurosamente, ciencia
altísima y muy difícil. De manera que aquí en la Argentina el problema sería:
primero, volver a introducir la Teología en la Universidad; segundo, volver a
introducir la Universidad en la Teología. Las dos cosas deben ir juntas; sino,
no hacemos nada. Cada día se fundan Seminarios Mayores entre nosotros,
que no son mayores sino iguales. ¿Cuándo se fundará el verdadero Mayor? Los sabios
en Teología son cosa escasísima, quizá la cosa más escasa que existe. Sí yo
encontrase tres en Buenos Aires, sería capaz de adorarlos como un milagro”.
“Como
ven, la solución del problema universitario es que por ahora no tiene solución.
Y sin embargo, la Facultad de Teología no es imposible: la tiene la Universidad
en Inglaterra, la tiene la Universidad en Alemania, la tuvo la Universidad en
la Argentina. Solamente, dice el Tratado de Gracia, que cuando alguien
vuelve a Dios, es Dios que le ha salido al encuentro, como el Padre del
Pródigo, justamente. Y aquí entre nosotros, ojalá me equivoque, yo no lo diviso
a Dios moviéndose ni a la Teología viniendo” (Castellani, “Dios en la
Facultad”, en “Decíamos Ayer”, Sudestada, Bs. As., 1968, págs. 49-50. La cita está
abreviada).
[4] “Las diecinueve Universidades Católicas
que como hongos en otoño surgieron de golpe en la Argentina, no son
Universidades; y por tanto no son católicas; porque no son honradas. O
sea, pasó lo que dice Don Babel Manitto: ‘No hay cosa tan buena que no se
corrompa en la Argentina, a causa de la mal'aria’”. (Castellani, posdata
a “La Cuestión de la Enseñanza”).
[5] “Los norteamericanos tienen una
gran literatura porque tienen Universidades, y por eso también son
Nación imperial, o independiente por lo menos. Latinoamérica carece de una gran
literatura -y de muchas otras cosas- porque no tiene Universidades. Nación
sin alta vida intelectual es Nación descabezada, y una gallina con la cabeza
cortada puede disparar bastante en todas direcciones y hasta cacarear, para al
fin desangrarse y caer” (Castellani, “Literatura y Universidad”, en “Nueva
Crítica Literaria”, DICTIO, Bs. As., 1976, págs. 230-231. La cita está
abreviada).
“Primero
de tener una economía colonial (o al mismo tiempo), se tiene una mentalidad
colonial; porque en el hombre el alma reacciona sobre el cuerpo y el cuerpo
sobre el alma. La 'política británica en el Río de la Plata' no hubiera
triunfado en el Río de la Plata si, primero, esa forma de Protestantismo
adaptada a los países católicos que se llamó Liberalismo, no hubiese
abierto las puertas. No se sabe cómo es, pero es una cosa comprobada que
dondequiera aparecen misioneros regalando Biblias, si los negros las
aceptan, al poco tiempo el terreno de los negros pertenece a la nación
generosamente bíblica. Vender Biblias a precio de costo es el camino
para comprar las cosechas a precio de costo; y también, si a mano viene, los
concejales y los diputados. Y quien dice Biblias, dice libros, revistas,
periódicos y diarios” (Castellani, “Reconquista de la Cultura”, en “Decíamos
Ayer”, p. 117).
[6] “La forma como se manifiesta la
ausencia de Dios en las facultades es principalmente una gran sequía de Verdad,
una torsión de toda la gran maquinaria más bien hacia la Utilidad, un desalojo
de la Especulación por la Especialización. Lo que dicen todos: que la
Universidad no contempla ya el Sabio, sino el Profesional, que ella es un
grande y costoso aparato burocrático de fabricar profesionales en serie,
profesionales que aun saliendo buenos (y gracias a Dios lo son muchos), no
escapan al cabo de la cruel definición de Gaviola: ‘patentados por el Estado
para explotar las necesidades humanas (salud, justicia, técnica, verdad,
belleza y mando), a cambio de dinero y munidos de un diploma’” (Castellani, “Dios
en la Facultad”, en “Decíamos Ayer”, págs. 48-49).
[7] “Lo que yo veo -y que Dios me
mate si miento- es que estamos abocados, o bien a una guerra religiosa, o bien
a una apostasía progresiva y definitiva de esta Nación bautizada. Si no
interviene la Providencia de Dios y el patriotismo argentino con los medios más
enérgicos, nuestros hijos serán católicos liberales y nuestros nietos serán
protestantes, pese a la enseñanza religiosa en las escuelas. El
extranjero herético no se llevará de momento nuestras reses ni nuestros
capitales; se llevará nuestra alma. Actualmente, nuestra prensa, nuestra radio,
nuestras revistas y nuestro cine son prácticamente protestantes, cuando no son
bazofia intelectual deletérea que va a alimentar el clima y la mentalidad
comunista. Quien enseña a todas las gentes de nuestro país hoy día no es la
Iglesia sino la Anti-Iglesia” (Castellani, “Lo que tenía que suceder”, en
“Cristo ¿Vuelve o no Vuelve?”, págs. 223-224. Abreviado).