Palabras proféticas del Cardenal John H. Newman dichas en 1873 y tomadas de Cuatro sermones sobre el Anticristo,
Ediciones del Pórtico, Buenos Aires, 1999, traducción por el p. Carlos A. Baliña, págs. 33-35.
Por el
momento, estaría fuera de lugar decir algo más que esto. Sin embargo insistiré
en una particular circunstancia contenía el las palabras de San Pablo, que en
parte ya he comentado.
Está escrito
que “vendrá una apostasía y que el hombre de pecado será revelado”. En otras
palabras, el Hombre de Pecado nace de una apostasía, o por lo menos accede al
poder por medio de una apostasía, o es precedido por un apostasía, o no
existiría si no fuese por una apostasía. Eso dice el texto inspirado; ahora
bien, observemos, tal como dable apreciar en la historia, de qué modo el curso
de la Providencia permite interpretar predicción.
En primer
lugar, tenemos una interpretación en el episodio de Antíoco previo a los
sucesos contemplados en la profecía. Los israelitas o por lo menos un gran
número de ellos, abandonaron su sagrada religión, y recién entonces le
fue permitido el enemigo en escena.
Luego tenemos
el caso de la emperador apóstata Juliano, quién intentó subyugar a la Iglesia
por medio de astucias, y reintroducir el paganismo; es de notar que fue
precedido e incluso criado por la herejía, por aquella primera gran herejía que
perturbó la paz y la pureza de la Iglesia
Aproximadamente
cuarenta años antes de que él se convertirse en emperador, surgió la pestilente
herejía arriana, la cual negaba que Cristo fuese Dios. Hizo su camino entre las
cabezas de la Iglesia como un cáncer, de tal modo que por medio que la traición
de algunos y los errores de otros, llegó al punto de dominar sobre la
Cristiandad. Los pocos hombres santos y creyentes, testigos de la Verdad, gritaron
con pavor y terror, frente a la apostasía, que el Anticristo se acercaba. Lo
llamaron “el precursor del Anticristo”[37]. Y ciertamente sus Sombra llegó.
Juliano fue educado en el seno del arrianismo por algunos de sus principales
sostenedores. Su tutor fue aquel Eusebio del cual sus partidarios tomaron su
nombre; a su debido tiempo cayó en el paganismo, convirtiéndose en un
perseguidor de la Iglesia y fue removido antes que completase el breve período
durará el reinado del verdadero Anticristo.
En tercer
lugar, se levantó otra herejía de consecuencias mucho más perdurables y de
mayor envergadura; era de un carácter doble, de dos cabezas, podría decirse: el
Nestorianismo y el Eutiquismo, en apariencia opuestas una a la otra, más unidas
en torno a un fin común: negar de un modo u otro la realidad de la
graciosa encarnación de Cristo, teniendo así a destruir la fe de los
cristianos, no menos ciertamente, e incluso de modo más insidioso que la
herejía de Arrio. Se extendió a través de Oriente y Egipto, corrompiendo y
envenenando aquellas Iglesias que en un tiempo ¡Ay!, habían sido las más
florecientes, las primeras moradas y los baluartes de la verdad revelada. A
partir de esta herejía, o por lo menos por medio de ella, surgió el impostor
Mahoma, y compuso su credo. He aquí, por lo tanto, otra particular Sombra del
Anticristo.
En lo que
respecta al cuarto y último ejemplo, que he podido tomar de la generación que
ha precedido inmediatamente la nuestra, me limitaré a observar que de modo
similar los ejemplos citados, la Sombra del Anticristo ha surgido de una
apostasía, de un abandono de la fe en favor de doctrinas infieles, de la
apostasía sin dudas más inicua y más blasfema que el mundo ha conocido[38].
Todos estos
ejemplos nos plantean los siguientes interrogantes: ¿surgirá enemigo de Cristo
y de Su Iglesia a partir de un especial apartamiento de Dios? ¿No hay acaso
motivos para temer que dicha apostasía se esté preparando gradualmente,
reuniendo, madurando en nuestros mismos días? ¿Acaso no existe en este mismo
momento un especial empeño en casi todo el mundo en prescindir de la religión,
más o menos evidente en este o en aquel lugar, pero más visible y
formidablemente en aquellas regiones más civilizadas y poderosas? ¿No existe
acaso un consenso reciente de que una nación no tiene nada que ver con la
religión, de qué se trata de algo concerniente sólo a la conciencia individual?
Lo que es lo mismo que decir que podemos dejar que la Verdad desaparezca de la
faz de la tierra sin que hagamos nada por evitarlo. ¿No existe un movimiento
vigoroso y unificado en todos los países destinado a privar a la Iglesia de
Cristo de su poder y posición? ¿No existe un empeño febril y permanente por
deshacerse de la necesidad de la Religión en los asuntos públicos?, por ejemplo
el intento de desembarazarse de los juramentos con la excusa de que son
demasiado sagrados para los asuntos de la vida corriente, en vez de asegurarse
de que fuesen proferidos de modo más reverente y conveniente. ¿No existe el
intento de educar sin religión, o sea, poniendo a todas las formas de religión
al mismo nivel? ¿No existe la tentativa de reforzar la templanza, y todas las
virtudes que brotan de ella, sin religión, por medio de sociedades basadas en
meros principios de utilidad; de hacer de la conveniencia y no de la verdad, el
fin y la norma de las decisiones del Estado y de la constitución de las leyes;
de hacer de los números, y no la Verdad, el criterio para sostener o no esté o
aquél artículo de fe, como si hubiera la Escritura fundamentación para sostener
que los muchos tienen la razón y los pocos no; de privar a la Biblia de
su sentido principal, de modo de hacernos pensar que está posee cien
significados, todos igualmente verdaderos, o en otras palabras, que no posee
significado alguno, que es letra muerta, y que puede ser dejada de lado; de
reemplazar la religión en su conjunto, en cuanto es externa y objetiva, y
expresada en leyes y palabras escritas, por algo meramente subjetivo, de
confinarla a nuestros sentimientos internos, y de este modo, dada su
inestabilidad y variabilidad, de destruir en definitiva la religión?
_______________________
[37] Πρόδρоμоς ’Αντιχρίστσν.
“Ahora es la Apostasía puesto que los hombres se han apartado de la recta fe.
Ésta es pues la Apostasía y debe esperarse la venida del enemigo”, San Cirilo
de Jerusalén, Catech., 15,9.
[38] Todo este párrafo no aparece
en el texto inglés sino en la versión francesa: L’Antichrist, Editions Ad Solem,
Geneve. 1955. Newman hace aquí alusión a la Revolucion Francesa y al ascenso de
Napoleón al poder [nota del tradictor]