viernes, 30 de enero de 2015

De las palabras confusas.


“Como escribe Jerónimo, por las palabras proferidas confusamente, se viene a parar en la herejía. Por lo que con los herejes no debemos tener en común ni siquiera las palabras, para que no dé la impresión de que favorecemos su error.”

Santo Tomas de Aquino, S.Th, III, q. 16, art. 8, corpus.

jueves, 29 de enero de 2015

¿Mis hijos, fruto de una tentación a Dios?


A raíz de unas escandalosas declaraciones por parte de Francisco a los medios de prensa en el trascurso de su viaje de retorno de Manila, es que compartimos esta carta escrita por una dolorida madre. También, recordamos, que luego de las palabras hirientes del Papa Francisco, al día siguiente, haría unas declaraciones totalmente contrarias, como dice el blog Wanderer en una entrada del 23-Ene-2014, Francisco cuenta con una “desvergonzada duplicidad de discurso”.

Visto en Adelante la fe, 20-Ene-2015.


¿Mis hijos, fruto de una tentación a Dios?

No sé si cada día estoy más atónita, enfadada, entristecida… Hace tiempo que desconozco cómo calificar mi estado de ánimo. Pero lo que sí que puedo asegurar es que ayer fue una jornada negra, de esas que recordaré durante mucho tiempo. Jamás pensé que podría llegarme a sentirme despreciada por el Santo Padre, y sin embargo, así fue. Que no era esa su intención, creo que no. Pero que ese fue el resultado, sí que lo fue.

Supongo que los lectores de Adelantelafe sabrán la razón. No he escondido jamás que soy madre de cinco maravillosos hijos. Siempre los he considerado mi “corona”, mis regalos de Dios, mis bendiciones. Los he lucido con orgullo, no porque los considere míos (que no lo son), sino porque siempre los he sentido como regalos de Dios, confiados a nosotros (los padres) para devolvérselos algún día.

Hace tiempo que entendí que los hijos no son fruto de la decisión de los padres, sino de Dios. “Antes de que estuvieras en el vientre materno, yo ya te conocía”, así dice el Señor. Todos hemos estado en la mente de Dios desde la Eternidad, por eso, ningún niño es un error para Dios. Lo contrario de lo que se nos quiere convencer ahora por parte de esta egoísta sociedad. Puede que un nacimiento no se dé en las mejores circunstancias, pero “error”, jamás. “Dios siempre escribe recto con renglones torcidos”, se dice.

Los cristianos defendemos la vida como resultado de la voluntad de Dios. Por eso, la defendemos cuando a los ojos del mundo es indefendible: en caso de violaciones, en caso de malformaciones, en caso de peligro para la madre durante el embarazo… Somos escándalo para el mundo, porque para nosotros, todo hijo es una bendición de Dios.

De ahí mi estupor anoche cuando oí las desafortunadas palabras del Santo Padre: “Hay quienes creen que para ser buenos católicos debemos ser (perdónenme por la expresión) como conejos”.

Santo Padre, ¿realmente era necesaria esa expresión? Usted sabía la carga significativa que tenía, de hecho, pidió perdón antes de usarla. Y yo me pregunto, ¿tener muchos hijos es actuar “como conejos”? Pensemos que el Santo Padre quiso decir (ya empiezo con interpretaciones) que los conejos no tienen voluntad para engendrar, que simplemente actúan según criterios de la Naturaleza. Muy bien, quizás quiso decir eso.

Pero no deja de sorprenderme que se “animalizara” de tal forma el acto de concebir un hijo. Porque, el alma humana, tiene un valor infinito para Dios. Y toda alma humana es única, de valor incalculable. ¿Conejos? Santo Padre, no. El mundo piensa eso, el cristiano, no.

El cristiano no debe hacer “hijos en serie”, continuó ayer en el avión.

¡Qué palabras tan duras! Una cosa hecha en serie es algo que carece de valor, porque no es única. Supone también una automatización, donde no interviene la voluntad, la creatividad, el ingenio humano; actuar como robots sin conciencia alguna de lo que se está haciendo. “Hijos en serie…”

¿Mis hijos están hechos en serie? ¿No son únicos para Dios? ¿Le resto valor al primero por el hecho de haber tenido más? ¿El quinto no es una bendición de Dios? ¿Es un número de serie?

Este tipo de expresiones las he oído demasiadas veces en la ONU, cuando se defiende al aborto. Se empieza por cosificar (animalizar) al ser humano y se acaba defendiendo lo indefendible.

Pero el Santo Padre siguió hablando… y comenta que regañó a una madre que estaba embarazada del octavo hijo, porque había sufrido siete cesáreas: “¿Qué quiere, dejar huérfanos a sus hijos? ¡Eso es tentar a Dios!”.

Santo Padre, usted siempre ha dicho que el pastor tiene que oler a oveja. Tiene que estar cerca de ellas, conocerlas, sufrir con ellas. Si fuera así, jamás hubiera regañado a esta madre. Yo he sufrido cinco cesáreas. Y el mundo me ha crucificado. Mucho. Pero a mi marido, aún más.

Para el mundo, como soy cristiana, perdí mi capacidad de decisión y actúo como una autómata. Me dejo embazar, así, sin más. Y a mis hijos, ¡qué le den!

Santo Padre, ¡qué injusto! ¿También lo tengo que escuchar de usted? ¿Mi padre espiritual?

Mi marido y yo somos muy conscientes de lo que nos jugamos. Mis hijos, también. Cada embarazo que sufrí a partir del tercero ha supuesto un enorme susto para nosotros. No soy un autómata incapaz de pensar. ¡Ojala lo fuera! El problema es que, para algunos matrimonios, Dios tiene voluntad propia. Por mucho que usted diga que conoce muchos métodos (¿de verdad?, ¿no naturales?) para evitar un embarazo, no son métodos infalibles y menos para algunas parejas.

Precisamente, si la Iglesia permite los métodos naturales, es porque siempre se deja abierta la puerta a Dios. Y… sorpresa, sorpresa (porque Dios siempre sorprende), por alguna “extraña” razón, Dios manda hijos a quien posa su confianza en Él.

Mi cuarto hijo y mi quinto no han sido programados. Tampoco son hijos en serie. Y menos han sido fruto de nuestro tentar a Dios. ¿O si? Escuchamos las enseñanzas de la Iglesia y a pesar de las ENORMES presiones que recibimos para usar métodos no naturales (incluso dentro de la misma Iglesia), a pesar del peligro para mi salud, pusimos nuestra confianza en Él. ¡Qué paso más terrible! ¡Qué duro!

¿Cómo se puede acusar a un matrimonio de querer dejar huérfanos a sus hijos? Yo misma he escuchado esa frase en boca de mucha gente. ¡Y duele! ¿Cómo puede acusar a esa madre tan duramente? ¡Yo no quiero dejar huérfanos a mis hijos! ¡Nadie lo quiere! Pero… creo en Dios. Creo en su voluntad. Y confío en Él. Incluso a costa de mi propia vida. No dijo el propio Jesús, “No hay nadie más feliz que quien da la vida por un amigo”. ¿Acaso no es eso transferible a los hijos?

Cada día de mis últimos embarazos fue consciente de que podían ser los últimos. Mi marido, también. No me reste valor pensando que soy una autómata sometida a una religión sin fundamento. Si hubiera escuchado a esta madre, hubiera oído su lucha diaria por seguir confiando en Dios. En lo dura que es. En lo difícil que resulta. Sobre todo, en un mundo donde es tan fácil como acudir a una farmacia y solicitar un anticonceptivo.

No necesitamos su regañina (ya nos la da el mundo), necesitamos su apoyo. Porque es una decisión difícil, diaria, que pesa.

Y, ¿sabe? Mi cuarto hijo nació en Diciembre. El día del parto me había preparado. Había confesado, y fui a misa con mi marido. Cuando me llevaron en camilla hacia el paritorio, apareció un coro de niños. Habían acudido al Hospital para cantar villancicos a los pacientes. Me hicieron un pasillo y cantaron… ¡Si, cantaron! Luego, bajaron al paritorio y los médicos abrieron las puertas para que pudiese escucharlos. Mi hijo nació a las 12 (hora del Ángelus) bajo los cánticos “Ha nacido Enmanuel”. La enfermera (que no me conocía de nada), cuando lo cogió en brazos se emocionó me susurró al oído “en verdad, éste es un regalo de Dios”.

Y, estoy de acuerdo con ella.

Mi quinto hijo también es de Diciembre. Y ¿sabe? “Curiosamente” también recibió los cantos de los niños. Yo he sobrenaturalizado mis partos. María estuvo presente en ellos. Sentí la comunión de los Santos… Por favor, no le reste sobrenaturalidad a ellos. Ya lo hace el mundo.

¿María tentó a Dios? Si hubiese escuchado al mundo, Jesús no habría nacido. Pero depositó su confianza en Dios. Se fió. Fue generosa.

Finalmente, un apunte. Mis hijos sabían del peligro que corría. Nunca se lo escondí. Rezaron por mí y por sus hermanitos. Y, este verano, cuando fuimos a Lourdes para dar gracias a María por el parto sin incidentes, ¿sabe lo que pidió mi hijo mayor? ¡Otro hermanito!

Creo que un niño nos puede enseñar mucho. Mi hijo me enseñó generosidad. Y valor. Santo Padre, escuche a sus ovejas, por favor, porque nos sentimos perdidas. Qué quiere ir a por las que están fuera del redil, ¡fenomenal!, pero no se olvide de las que estamos dentro. Quizás, ahora más que nunca, estemos necesitadas de un buen pastor.


Mónica C. Ars

miércoles, 21 de enero de 2015

La finalidad del Matrimonio.

Extracto que nos permitirá meditar en la vocación de los esposos, llamados a ser fecundos, a fin de que, educando católicamente a los hijos, extiendan la cristiandad por todo el orbe.


Imagen: Icono que representa a la familia de Santa Teresita de Lisieux. Gracias al matrimonio Católico y la educación santa que Louis Martín y Zélie Guérin dieron a sus hijas, hoy la grey católica puede admirar tales ejemplos de virtud, generosidad y amor, en medio de un mundo dominado por las huestes enemigas.


La finalidad del Matrimonio.

En primer lugar, se asignó a la sociedad conyugal una finalidad más noble y más excelsa que antes, porque se determinó que era misión suya no sólo la propagación del género humano, sino también la de engendrar la prole de la Iglesia, conciudadanos de los santos y domésticos de Dios, esto es, la procreación y educación del pueblo para el culto y religión del verdadero Dios y de Cristo nuestro Salvador. En segundo lugar, quedaron definidos íntegramente los deberes de ambos cónyuges, establecidos perfectamente sus derechos. Es decir, que es necesario que se hallen siempre dispuestos de tal modo que entiendan que mutuamente se deben el más grande amor, una constante fidelidad y una solícita y continua ayuda. El marido es el jefe de la familia y cabeza de la mujer, la cual, sin embargo, puesto que es carne de su carne y hueso de sus huesos, debe someterse y obedecer al marido, no a modo de esclava, sino de compañera; esto es, que a la obediencia prestada no le falten ni la honestidad ni la dignidad. Tanto en el que manda como en la que obedece, dado que ambos son imagen, el uno de Cristo y el otro de la Iglesia, sea la caridad reguladora constante del deber. Puesto que el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia... Y así como la Iglesia está sometida a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo. Por lo que toca a los hijos, deben éstos someterse y obedecer a sus padres y honrarlos por motivos de conciencia; y los padres, a su vez, es necesario que consagren todos sus cuidados y pensamientos a la protección de sus hijos, y principalísimamente a educarlos en la virtud: Padres..., educad (a vuestros hijos) en la disciplina y en el respeto del Señor. De lo que se infiere que los deberes de los cónyuges no son ni pocos ni leves; más para los esposos buenos, a causa de la virtud que se percibe del sacramento, les serán no sólo tolerables, sino incluso gratos.


S. S. León XIII, de la carta Encíclica Arcanum Divinæ sanpientiæ sobre la familia.

martes, 20 de enero de 2015

Cuernitos...

Visto en Secretum Mehum Mihi, 18-Ene-2015.


Ni malocchio ni maloik ni nada de eso, sencillamente “te amo” (?)


El simbolo llamado malocchio que en Italia significa una cosa, popularizado entre los roqueros por Ronny James Dio...


...y que en inglés le dicen maloik, también tiene otros significados dependiendo de si se antepone o no el dedo pulgar sobre los dedos corazón y anular (eso el lo que dicen, pero nosotros no creemos en dicha diferenciación), como lo hace este conocido personaje (de ingrata recordación):


Pero según nos venimos a enterar el Viernes, este signo en Filipinas presuntamente significa “te amo” (?). La explicación viene dada al publicar L'Osservatore Romano la siguiente imágen (nosotros la tomamos de agencia AP, click para ampliar. Si se descarga y se leen los metadatos, allí se lee la explicación).


Esta es la traducción de un pequeño artículo al respecto de L'Unione Sarda, Ene-16-2015, el cual presenta otra imágen (de agencia AP, diferente a la publicada por L'Osservatore Romano) del mismo momento.



Francisco hace los cuernos para decir “te amo”

Da la vuelta al mundo la foto del Pontífice que, en visita a las Filipinas, “aprende” el gesto de la mano que en Manila significa “Te amo”.

Para nosotros es un conjuro. O una ofensa. En Filipinas, sin embargo, significa “Te amo”. Es el gesto de los cuernos, que el cardenal Luis Antonio Tagle enseñó al papa Francisco, en visita a Manila, durante un encuentro con fieles del Estado asiático. La foto, obviamente, ha dado la vuelta al mundo.

Y como se dice en los casos como este: “Una imágen vale más que mil palabras”.

Dos doctrinas opuestas sobre la familia.


Un Papa de la Tradición y un Papa del mundo moderno.

“Más vosotros no representáis cualesquier familias; vosotros sois y representáis familias numerosas, aquellas que fueron grandemente bendecidas por Dios y que son especialmente amadas y preciadas por la Iglesia como su tesoro más precioso. Pues estas familias ofrecen un testimonio particularmente claro de tres cosas que sirven para asegurar al mundo de la verdad de la doctrina eclesiástica y la sensatez de su práctica, y que redundan, por el buen ejemplo, en gran beneficio de todas las otras familias y de la sociedad civil misma.
Dondequiera que se encuentren familias numerosas, estas dan señal de la salud física y moral de un pueblo cristiano; de una fe viva en Dios y de confianza en su Providencia; de la feliz y provechosa santidad del matrimonio católico.”

S.S. Pío XII, en el Discurso a la Asociación de Familias Numerosas, 20-Ene-1958.


Yo creo que el número de tres hijos por familia, según lo que dicen los técnicos, es el número importante para mantener a la población. La palabra clave para responder es la paternidad responsable, y cada persona, en el diálogo con su pastor, busca cómo llevar a cabo esa paternidad… Perdonen, pero hay algunos que creen que para ser buenos católicos debemos ser como conejos, ¿no? Paternidad responsable: por esto en la Iglesia hay grupos matrimoniales; los expertos en estas cuestiones, y hay pastores. Yo conozco muchas vías lícitas, que han ayudado en esto. Y otra cosa: para la gente más pobre, el hijo es un tesoro; es cierto que hay que ser prudentes, pero el hijo es un tesoro. Paternidad responsable, pero también considerar la generosidad de ese papá o de esa mamá que ve en el hijo o en la hija un tesoro.”

S.S. Francisco, en la Rueda de prensa durante el vuelo de regreso de Manila, Vatican Insider, 19-Ene-2015.

jueves, 15 de enero de 2015

Buda preside la ceremonia.


[Sri Lanka, 14-Ene-2015] Francisco en una visita no programada al templo budista de Mahabodhi, en la capital del país, Colombo.

miércoles, 14 de enero de 2015

Los falsos pastores, mercenarios, apoyan públicamente a los blasfemos.


“Como periodista me duele enormemente este atentado a compañeros que lo que hacen es ejercer un servicio, en este caso desde el humor satírico, pero que es necesario también en las sociedades democráticas y libres para la libertad de expresión y sobre todo al derecho de la Información”. (Europa Press, 08-Ene-2015)

Fueron las palabras del secretario y portavoz de la Conferencia Episcopal Española, José María Gil Tamayo, sobre el atentado terrorista en Francia al semanario blasfemo de Charlie Hebdo.
Las clarísimas palabras de condescendencia y el silencio cómplice hacia este pasquín que no paró de blasfemar contra Jesucristo, la Santísima Trinidad, la Virgen María, y todo lo que pueda ser católico, son típicas de pastores mercenarios que han perdido (si alguna vez la tuvieron) su fe. Hoy, en total condescendencia con lo “políticamente correcto”, traicionando las verdades más elementales y siendo cómplice de las blasfemias públicas, de este pastor y, casi el total silencio de los obispos españoles que no corrigen públicamente a estas declaraciones, muestran el estado en que se encuentra la Iglesia conciliar.

Para echar algo de luz sobre la gravedad de lo que esta nefasta publicación blasfema hacía y que debe ser rechazada con fuerzas por todo católico coherente, veamos lo que dice la doctrina católica bimilenaria sobre las blasfemias y los blasfemos en el Catecismo de San Pío X y en palabras de San Alfonso María de Ligorio.


DE LA DOCTRINA CRISTIANA Y DE SUS PARTES PRINCIPALES
PARTE TERCERA

De los Mandamientos de la Ley de Dios y de la Iglesia
CAPÍTULO II

De los Mandamientos que miran a Dios

2º. Del segundo mandamiento

374. ¿Que nos prohíbe el segundo mandamiento: No tomarás el nombre de Dios en vano?

El segundo mandamiento: No tomarás el nombre de Dios en vano, nos prohíbe:
1º, pronunciar el nombre de Dios sin respeto;
2º, blasfemar contra Dios, contra la Santísima Virgen y contra los Santos;
3º, hacer juramentos falsos o no necesarios o de algún modo ilícitos.

375. ¿Qué quiere decir pronunciar el nombre de Dios sin respeto?

Pronunciar el nombre de Dios sin respeto quiere decir pronunciar este santo nombre y todo lo que se refiere de un modo especial al mismo Dios, como en nombre de Jesús, de María y de los Santos, con algún enojo, por burla o de otra manera poco reverente.

376. ¿Qué es blasfemia?

Blasfemia es un pecado horrendo, que consiste en palabras o acciones de menosprecio o maldición contra Dios, la Virgen, los Santos o contra las cosas santas.

377. ¿Hay diferencia entre la blasfemia y la imprecación?

Hay diferencia, porque con la blasfemia se maldice o desea el mal a Dios, a la Virgen, a los Santos; mientras con la imprecación se maldice o se desea el mal a sí mismo o al prójimo.


DE LA BLASFEMIA, POR SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO[1] 

Cum ergo videritis abominationem desolationis.
Cuando veréis la abominación desoladora.
(Matth. XXIV. 15)

Dios abomina todos los pecados; pero, especialmente, el de la blasfemia; porque, aunque todos ofenden a Dios, y ceden en deshonra del Señor, como dice el Apóstol: Per prœvaricationem legis Deus inhonoras. (Rom. II, 23). Sin embargo, si bien los demás pecados le deshonran indirectamente, quebrantando su ley, la blasfemia le deshonra directamente, maldiciendo su santo nombre. Nihil ita exacerbat Deum, sicut quando nomen ejus blasphematur. Permitidme, pues, amados cristianos, que os haga ver en este día:

Punto 1. CUAN GRANDE ES EL PECADO DE LA BLASFEMIA.

Punto2. CON CUÁNTO RIGOR LE CASTIGA EL SEÑOR.

Punto 1

CUAN GRANDE PECADO ES LA BLASFEMIA

1. ¿Qué cosa es blasfemia? Es un dicho injurioso a Dios: Est contumeliosa in Deum locutio; así la definen los doctores. ¡Pero Dios mío! ¿Con quién se las ha el hombre cuando blasfema? Se la ha directamente con el mismo Dios: Contra Omnipotentem roboratus est. (Job. XV, 25). Y ¿cómo, -dice San Efrén- no temes, ¡oh blasfemo! que baje el fuego del Cielo y te devore? ¿Que se abra bajo tus plantas la tierra y se te trague? Los demonios tiemblan al oír el nombre de Cristo, exclama San Gregorio Nacianceno, y ¿cómo no temblamos nosotros de injuriarle? El vengativo se las ha con un igual suyo; más el que blasfema, quiere vengarse de Dios mismo, que hace o permite aquella cosa que disgusta al hombre blasfemo. Hay una gran diferencia ente ofender al retrato del rey y ofender a su misma persona. El que ofende al hombre, ofende a la imagen de Dios; pero el blasfemo ofende al mismo Dios, dice San Atanasio: Qui blasphemat, contra ipsam Deidate agit. El que quebranta la ley del rey, peca; pero el que ofende a la misma persona del rey, comete delito de lesa majestad, que es castigado con mayores castigos, y no puede ser indultado. ¿Qué diremos, pues, del blasfemo, que injuria a la majestad divina? Decía en su cántico Ana la profetisa: Si un hombre peca contra otro, se puede alcanzar de Dios el perdón, más si peca contra Dios, ¿quién rogará por él? (I. Reg. II, 25). Con efecto, es tan enorme el pecado de blasfemia, que parece que ni los mismos santos están dispuestos a interceder a favor de un blasfemo.

2. Además: las bocas sacrílegas blasfeman contra un Dios que las sostiene. Con razón exclama San Juan Crisóstomo: Tu Deo benefacienti tibi, et tui curam agenti maledicis? ¿Tú te atreves a maldecir a Dios, que te llenó de beneficios y te conserva? Señal es que ya está uno de tus pies en el Infierno, y que si Dios no te conservase la vida por su divina misericordia, estarías ya condenado para siempre; y en lugar de darle gracias, le maldices al propio tiempo que Él te está llenando de beneficios. De esto se queja por David (Psal. LIV, 13), diciendo: En verdad, que si me hubiese llenado de maldiciones un enemigo mío, hubieralo sufrido con paciencia; pero tú me maldices al mismo tiempo que yo te estoy bendiciendo. ¡Oh lengua diabólica! exclama San Bernardo de Sena, ¿qué cosa te irrita hasta el punto de blasfemar  de tu Dios, que te creó y redimió con su sangre? Algunos blasfeman hasta de Jesucristo, que murió por su amor en una cruz; siendo así que, aunque no estuviésemos condenados a morir, deberíamos desear morir por amor a Jesucristo, para mostrar, de algún modo, nuestro agradecimiento a un Dios que dio su vida por nosotros. Digo de algún modo, porque no hay comparación entre la muerte de una vil criatura y la de un Dios; y, sin embargo, tú, pecador, tú, blasfemo, en lugar de amarle y bendecirle, le maldices, como dice San Agustín: Los judíos azotaron a Jesucristo, pero no le azotan menos los malos cristianos con sus blasfemias. Otros han blasfemado contra la Santísima Virgen María, Madre de Dios, que tanto nos ama, y que siempre está rogando por nosotros: sin embargo, alguno de esos hombres malvados han sido castigados terriblemente por Dios. Refiere Surio (en el día 7 de agosto) que un impío blasfemó de la Virgen, y en seguida hirió con un puñal su santísima imagen que estaba en una iglesia; pero, al punto que salió de allí, cayó un rayo y le redujo a cenizas. El infame Nestorio, que había blasfemado también y movido a otros a blasfemar de María santísima, diciendo que no era verdadera Madre de Dios, murió desesperado con la lengua comida de gusanos.

3Quis loquitur blasphemias? (Luc. V, 21). Y ¿quién es el blasfemo? Un cristiano, uno que ha recibido el santo Bautismo, por el cual quedó consagrada su lengua. Se pone dice un santo doctor, sal bendecida en la lengua del que va a ser bautizado, para que la legua del cristiano quede consagrada y se acostumbre a bendecir a Dios. Y ¿es posible, que esta misma lengua se convierta después en una espada que traspase el corazón de Dios? pregunta San Bernardino: Lingua blasphemantis efficitur quasi gladius cor Dei penetrans? (Tom. 4 ser. 33). Luego añade el mismo Santo, que ningún pecado contiene tanta malicia como la blasfemia. Y antes que él lo dijo San Juan Crisóstomo con distintas palabras: Nullem hoc peccato deterius, nam in eo accesio est omnium malorum et omne supplicium. Del mismo modo se explicó San Jerónimo, diciendo que: Cualquier otro pecado es leve, comparado con la blasfemia. Y aquí debemos advertir, que la blasfemia contra los santos y los cosas santas, como la misa, los sacramentos, los misterios, etc., son de la misma especie que las blasfemias contra Dios, que es la fuente de la santidad.

4. Decimos, pues, con San Jerónimo, que la blasfemia es un pecado más grave que el hurto y que el adulterio, porque como todos los otros pecados como dice San Bernardino, dimanan, o de la fragilidad, o de la ignorancia; pero el pecado de la blasfemia proviene de la propia malicia. Porque, en efecto procede de una mala voluntad y de cierto odio concebido contra Dios; y así, el blasfemo se hace semejante a los réprobos, los cuales, como dice Santo Tomás, no blasfeman con la boca, porque no tienen cuerpo; pero blasfeman con el corazón, maldiciendo la divina justicia que los castiga. Y añade el santo Doctor: que es creíble, que después de la resurrección, así como los Santos en el Cielo alabarán a Dios también con la voz, así los réprobos en el Infierno le blasfemarán igualmente con ella. Con razón, pues, llama un autor a la blasfemia, lenguaje del Infierno, diciendo que: el demonio habla por la boca de los blasfemos, así como Dios habla por la boca de los santos. Cuando San Pedro negaba a Jesucristo en el palacio de Caifás, jurando que no le conocía, le dijeron los judíos que su acento descubría que era discípulo suyo, porque pronunciaba lo mismo que su Maestro. (Matth XXVI, 73). Lo mismo podemos decir del blasfemo: Tú eres del Infierno, y verdadero discípulo de Lucifer, porque hablas el lenguaje de los condenados. Escribe San Antonio, que los condenados en el Infierno no se ocupan en otra cosa que en blasfemar y maldecir a Dios. Y en prueba de esto, aduce el texto del Apocalipsis: Y se despedazaron las lenguas en el exceso de su dolor, y blasfemaron del Dios del Cielo. (Apoc. XVI, 10 et 11). San Antonio, en fin, añade que el que tiene el vicio de blasfemar, pertenece, aún en ésta vida, a la clase de los réprobos, cuyas funciones desempeña.

5.  A la malicia de la blasfemia, debemos añadir el escándalo, que, de ordinario, causa este infame pecado por cuanto suele siempre cometerse externamente y en presencia de otros. San Pablo reprendía a los judíos, cuyos pecados daban motivo a que los gentiles blasfemasen de Dios y se burlasen de su Ley. ¿Cuánto, pues, más culpables son los cristianos que inducen a los demás a imitar sus blasfemias? Pero ¿cómo sucede, pregunto yo, que en ciertas provincias no se oye blasfemar a ninguno, o se oye raras veces; y en otras, al contrario, reina escandalosamente la blasfemia, de manera, que se puede decir de ellas lo que decía Dios por Isaías: Todo el día sin cesar está blasfemándose mi Nombre?. Por las plazas, por las casas, por las ciudades, y por las aldeas, no se oye otras cosas que blasfemias. ¿En qué consiste esto? Consiste en que los unos aprenden de los otros; los hijos de los padres, los criados de los amos, los jóvenes de los ancianos. Especialmente en ciertas familias, parece que el vicio de la blasfemia pasa por herencia de padres a hijos: el padre es blasfemo y por esto lo son después los hijos, los nietos y todos sus descendientes. ¡Oh padre maldito, causa de tanto mal, que en vez de enseñar a tus hijos a bendecir a Dios, les enseñas a blasfemar de Dios y de sus Santos! Dirá alguno: Yo los reprendo cuando los oigo blasfemar. ¿Pero de que sirven esas tus reprensiones, si tú mismo les das el mal ejemplo con la boca? Por el amor de Dios y por el de tus hijos mismos, no blasfemes en adelante, ¡oh padre de familia! y guárdate de blasfemar, especialmente delante de tus hijos, repréndelos con aspereza, como encarga San Juan Crisóstomo, diciendo: Castiga su boca, y santifica tu mano con este castigo. Hay algunos padres que castigan bárbaramente a sus hijos, si no hacen al punto lo que les mandan; empero, si les oyen blasfemar de los Santos, o se ríen, o no los reprenden. San Gregorio refiere: que un niño de cinco años, hijo de un noble romano, acostumbraba a poner en ridículo el nombre de Dios, y que el padre no le reprendía. Un día que se vio el niño asaltado por ciertos hombres negros, y, espantado, corrió a los brazos de su padre; pero aquellos hombres negros eran demonios salidos del Infierno, le mataron entre los brazos del padre, y se lo llevaron al abismo.

Punto 2

CON CUANTO RIGOR CASTIGA DIOS EL PECADO DE LA BLASFEMIA

6. Dice Isaías: ¡Ay de la gente pecadora que blasfema del Santo de Israel! ¡Ay de los blasfemos, que serán eternamente infelices! porque, según Tobías, todos los que blasfeman serán condenados. (Tob. XIII, 16). Y por boca de Job dice Dios: Si imitas el habla de los blasfemos, serán tus propias palabras y no yo, las que te condenarán. (Job. XV, 5 et 6). Dirá pues el Señor al tiempo de condenarle: No soy yo quien te condena al Infierno, sino tu misma boca, con la que te atreviste a maldecirme a mí y a mis Santos. Los infelices blasfemos seguirán blasfemando en el Infierno para mayor tormento suyo; porque  las mismas blasfemias les recordarán sin cesar, que por este pecado se perdieron para siempre.

7. Mas los blasfemos, no solamente serán castigados en el Infierno, sino también en éste mundo. En la ley antigua eran condenados a muerte por estas palabras: El que blasfemare el nombre del Señor, muera apedreado por todo el pueblo.(Lev. XXIV, 16). También en la ley nueva eran condenados a muerte, después del emperador Justiniano. San Luis, rey de Francia, los castigaba, haciéndoles agujerear la lengua, y marcar la frente con hierro candente; y si alguno, después de este castigo volvía a blasfemar, mandó que muriera irremisiblemente ajusticiado. Cierto autor refiere, que la ley civil les privaba del derecho de poder ser testigos en tela de juicio; y por la constitución de Gregorio XIV, quedaban excluidos del derecho de sepultura. Y todavía se queja y se lamenta el blasfemo de lo que le sucede: “Yo no sé en qué consiste, dice, pero me veo siempre en la mayor miseria. Alguna excomunión ha caído sobre mi casa”. La verdadera excomunión es la maldita blasfemia que siempre tiene en la boca: ésta es la que te hace estar siempre pobre y maldecido de Dios. 

8. ¡Cuántos ejemplos pudiera yo citaros de hombres blasfemos que han tenido una muerte desastrada! Cuenta el P. Segneri (Tom. 1, pág. 8), que dos hombres que habían blasfemado de la sangre de Jesucristo en la Gascuña, fueron muertos en una riña poco después, y despedazados por los perros. Un habitante de Méjico, reprendido por sus blasfemias, respondió: “En adelante he de blasfemar más”; pero aquella misma noche su lengua quedó pegada al paladar, y murió el infeliz sin dar señales de arrepentimiento. Omito otros muchos casos terribles por no molestar, y que podréis leer en el libro Contra la blasfemia del Padre Sarnelli.


9. Para concluir, decidme, blasfemos que me escucháis ¿qué utilidad sacáis es esta detestable costumbre? Ella no os proporciona placer alguno, porque como dice el cardenal Belarmino, es un pecado sin placer. Ella no os enriquece, porque las riquezas huyen de los blasfemos. Tampoco os acarrea honor, porque cuando blasfemáis, llenáis de horror a cuantos oyen, aún a aquellos mismos que tienen la misma costumbre de vosotros, pues todos os llaman boca de condenados. Decidme, pues, ¿por qué blasfemáis? -Padre es una costumbre. ¿Y creéis que la costumbre os excusará delante de Dios? Si un hijo apalease a su padre, y le dijese después: Padre mío, perdonadme, porque esto es una costumbre, ¿os parece que su padre le excusaría? Decís que blasfemáis por la cólera que os excitan los hijos, la mujer o el amo. Más ¿es cosa justa que descarguéis contra Dios y sus Santos, la cólera que aquellos causaron? Pero el demonio me tienta, añade el blasfemo. Si el demonio te tienta, haz lo que hacía cierto joven, que viéndose tentado de la blasfemia, fue a pedir consejo al abad Pemene, quien le dijo: que cuando el demonio le volviese a tentar le respondiera: ¿Y para que he de blasfemar de aquel Dios que me crio y me hizo tanto bien? Yo quiero alabarle y bendecirle sin cesar. Y con esta medicina, el demonio dejó de tentarle. Cuando sientas algún rapto de cólera, ¿no puedes desahogarte con otras palabras que no sean blasfemias? Por ejemplo Maldito sea el pecado; Señor, ayudadme; Virgen María dadme paciencia. Y si hasta ahora has tenido el vicio de blasfemar, desde hoy en adelante, renueva cada día, al tiempo de levantarte, el propósito de hacerte violencia para no blasfemar, y además, rezarás a María Santísima tres Aves Marías, para que te ayude a conseguir la gracia de resistir a las tentaciones de blasfemia que te asalte. Sí católicos, detestad este vicio, que os conduce al Infierno, y os hace ingratos contra el mismo Creador, que os dio la vida, y contra Jesucristo, que os redimió con su preciosa sangre. De este modo evitaréis la mala muerte que os espera si continuáis blasfemando, y disfrutaréis de la gloria de Dios por toda la eternidad. Amén.

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[1] Texto tomado del Blog Syllabus, 09-Ene-2015]

miércoles, 7 de enero de 2015

Evolución y evolucionismo: El escarabajo bombardero o la refutación de la teoría de la evolución.


Presentamos, a nuestros lectores, un artículo de uno de nuestros contribuyentes, sobre un tema que hoy se enseña actualmente en la gran mayoría de las escuelas con total soltura: la teoría evolucionista de Darwin. Aquí, una de las tantas refutaciones que existen sobre dicha teoría.

Artículo en PDF:


Por Juan Carlos Mondero (h)

Para profundizar más en el tema sobre las falacias de la teoría evolucionista, visitar nuestra sección dedicada al tema aquí.

martes, 6 de enero de 2015

Constancia en la oración.

“Lejos de abandonar la oración, hagámosla con valentía, como el soldado que permanece en su puesto desafiando el peligro y la fatiga, o como el labrador que se inclina constantemente sobre el surco de la tierra a pesar de la inclemencia.”

Dom Vital Lehodey

Epifanía de Nuestro Señor.


Dios ha manifestado su salvación en todo el mundo.

La misericordiosa providencia de Dios, que ya había decidido venir en los últimos tiempos en ayuda del mundo que perecía, determinó de antemano la salvación de todos los pueblos en Cristo.

De estos pueblos se trataba en la descendencia innumerable que fue en otro tiempo prometida al santo patriarca, Abrahán, descendencia que no sería engendrada por una semilla de carne, sino por la fecundidad de la fe, descendencia comparada a la multitud de las estrellas, para que de este modo el padre de todas las naciones esperara una posteridad no terrestre, sino celeste.

Así pues, que todos los pueblos vengan a incorporarse a la familia de los patriarcas, y que los hijos de la promesa reciban la bendición de la descendencia de Abrahán, a la cual renuncian los hijos según la carne. Que todas las naciones, en la persona de los tres Magos, adoren al Autor del universo, y que Dios sea conocido, no ya solo en Judea, sino también en el mundo entero, para que por doquier sea grande su nombre en Israel.

Instruidos en estos misterios de la gracia divina, queridos míos, celebremos con gozo espiritual el día que es el de nuestras primicias y aquél en que comenzó la salvación de los paganos. Demos gracias al Dios misericordioso quien, según palabras del Apóstol, nos ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz; él nos ha sacado del dominio de las tinieblas y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido. Porque, como profetizó Isaías, el pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban en tierra de sombras, y una luz les brilló. También a propósito de ellos dice el propio Isaías al Señor: Naciones que no te conocían te invocarán, un pueblo que no te conocía correrá hacia ti.

Abrahán vio este día, y se llenó de alegría, cuando supo que sus hijos según la fe serían benditos en su descendencia, a saber, en Cristo, y él se vio a sí mismo, por su fe, como futuro padre de todos los pueblos, dando gloria a Dios, al persuadirse de que Dios es capaz de hacer lo que promete.

También David anunciaba este día en los salmos cuando decía: Todos los pueblos vendrán a postrarse en tu presencia, Señor; bendecirán tu nombre; y también: El Señor da a conocer su victoria, revela a las naciones su justicia.

Esto se ha realizado, lo sabemos, en el hecho de que tres magos, llamados de su lejano país, fueron conducidos por una estrella para conocer y adorar al Rey del cielo y de la tierra. La docilidad de los Magos a esta estrella nos indica el modo de nuestra obediencia, para que, en la medida de nuestras posibilidades, seamos servidores de esa gracia que llama a todos los hombres a Cristo.


Animados por este celo, debéis aplicaros, queridos míos, a seros útiles los unos a los otros, a fin de que brilléis como hijos de la luz en el Reino de Dios, al cual se llega gracias a la fe recta y a las buenas obras; por nuestro Señor Jesucristo que, con Dios Padre y el Espíritu Santo, vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

De los sermones de san León Magno, Papa.