Excelentísimo Arzobispo de La Plata
Monseñor Aguer:
Le escribo desde lo más profundo
de mi alma católica. Soy fiel de esta Diócesis y ayer estuve en la defensa de
la Catedral.
Ya
debe saber lo que ocurrió allí. Si lo vio desde la Curia tal vez no captó
enteramente lo ocurrido, entonces le voy a contar. Yo estuve a un metro de los
manifestantes abortistas, que marcharon luego de uno de esos congresos de
adoctrinamiento marxista que están tan de moda últimamente, con la intención de
pintarrajear la casa de Dios, nuestra Catedral.
Con un
conjunto de fieles nos ubicamos en la base de las escalinatas, para impedir el
paso. La policía a los costados en silencio. Las abortistas, rugiendo,
vociferando insultos a Ntro. Señor, a Su Madre y a la Santa Iglesia. Delante,
muy cerca mío un sacerdote, detrás fieles y algún otro cura. No mucho más.
Aquellas endemoniadas nos
cantaban “cada vez son menos” y tenían razón.
¿Dónde estaba usted? ¿Dónde el
resto de los sacerdotes? ¿O el Seminario?
Silencio. No estaban.
Me duele la jerarquía de la
Iglesia, Monseñor, me duele muchísimo. Y no me duelen los escupitajos con los
que me cubrieron, ni los envases de aerosol que me arrojaron, ni los insultos
impuros con los que marcharon mis oídos de mujer católica. Me duele el alma. Y
no por mí, por ustedes.
Usted se lo perdió. Perdió la
oportunidad de ser humillado, escupido y golpeado por Cristo. Y lo merecía,
merecía esa humillación. Y ¿sabe por qué? Porque ha sido uno de los pocos
miembros de la Jerarquía mediocre de la Iglesia argentina que ha dado la cara
por Cristo. Y su presencia ayer hubiese sido magnífica. Hubiese sido una
hermosa obra para presentar a los pies de Ntro. Señor, cuando le llegue la hora
de dar cuenta de su vida.
Sólo imagine, en la base de las
escaleras, Usted, junto a los sacerdotes de esta Diócesis, detrás los
seminaristas y luego los laicos. Si usted estaba allí, hubiesen ido todos, lo
puedo asegurar.
Imagine la repercusión en los
medios de comunicación, a nivel nacional e internacional. ¿Puede hacerlo? Yo
desperté hoy, pensando en ello. Imagine el coro angélico en el Cielo vivando
aquel acto, piense en la Santísima Virgen.
La marcha de ayer, fue un regalo
que Dios nos hizo a todos los que fuimos. Dimos testimonio, fuimos confesores
de la Fe frente a una plaza llena de católicos con gorritas naranjas que no
cruzaron una mísera calle para defender lo que creen. ¿Cómo llamarlos?
¿Cobardes, necios, liberales o progresistas? No, es demasiado. Usted tampoco
fue, ni el clero, ni los religiosos. Estos laicos no merecen ser tratados tan
duramente.
Yo fui y mi corazón arde de
alegría. Se templó mi Fe, nunca recé el Santo Rosario con tanta paz como ayer,
entre escupidas e insultos. Terminé llena de fervor.
¿Sabe lo bien que le hubiese
hecho a sus seminaristas esto? La Fe se prueba y se vive. Quien no puede
vivirla, no la tiene. No importa cuántos años lleve estudiando Teología.
El que ama, defiende lo amado. Es
algo simple.
Cuando se iban aquellos
energúmenos (en el sentido teológico de la palabra), escupieron al único
sacerdote que estaba al pie de las escaleras.
Él siguió rezando, luego al grito
de “Viva Cristo Rey”, “Viva la Iglesia”, rompimos la cadena humana que impedía
que subieran. Cantamos “Cristo Jesús en Ti la PATRIA espera (…)” para que
finalmente nos diera la Bendición. Se arrodillaron todos para recibirla.
¿Alguna vez vio una multitud arrodillándose en público frente a un sacerdote
para que los bendiga? Me refiero a los últimos 50 años. La respuesta debe ser
no, ¿no?
Anoche, cenando con los amigos
católicos que participaron de la defensa de la Catedral, pensé, ¿y si hay un
muerto de los nuestros? ¿Si esa turba blasfema enloquece y arremete con
violencia? Habría un mártir en su Diócesis.
¿Qué haría entonces? ¿En ese caso
sí saldría a la calle? Su rebaño estaba sin Pastor ayer, necesitábamos su
presencia. “Te basta mi Gracia” susurra Ntro. Señor al oído, y esa fue la única
respuesta.
Estimadísimo Monseñor, ayer
perdió una hermosa oportunidad, por favor no vuelva a hacerlo. No enarbole la
prudencia, absolutizándola. Ser timorato y ser prudente no es lo mismo.
Sé que irá a Roma en breve,
sabemos que ha hecho todo para esto. Yo sinceramente preferiría que hiciera
todo para ir al Cielo.
Me despido, atentamente.
Una fiel de esta Diócesis.
PD: No firmo esta carta, porque me temo que puedan
atribuírsele responsabilidades por ella a ciertos sacerdotes relacionados con
lo ocurrido ayer. De todas maneras, Dios sabe quién soy.