Aparecida en DICI,
06-May-2015.
Declaración de la Fraternidad San
Pío X sobre la Exhortación post-sinodal Amoris lætitia del
Papa Francisco, del 19 de marzo de 2016.
Es para llorar
“Es una Exhortación Apostólica
que lleva por título La alegría del amor, y que nos hace
llorar.” Sermón de Mons. Fellay en Puy-en-Velay, 10 de abril de 2016
- Entre las numerosas tomas de posición,
explicaciones y comentarios divulgados sobre Amoris lætitia,
tres estudios realizados por sacerdotes de nuestra Fraternidad han sido
publicados recientemente: La exhortación post-sinodal Amoris laetitia: una victoria del subjetivismo del Rev. Padre
Matthias Gaudron; Breves consideraciones sobre el capítulo 8 de la
Exhortación pontifical Amoris laetitia del Rev. Padre Jean-Michel
Gleize; Después del Sínodo: la indisolubilidad en tela de juicio del
Rev. Padre Christian Thouvenot. La Casa General aprueba y suscribe por entero
estos estudios, que se complementan armoniosamente y dan una visión de
conjunto del documento del Papa Francisco.
- El procedimiento seguido en los dos sínodos y las
circunstancias que los rodearon ya provocaron numerosas preguntas: en el
consistorio extraordinario de febrero de 2014, sólo se invitó al Cardenal
Walter Kasper para que precisara el tema del sínodo, cuando era notorio
que militaba desde hacía años por el levantamiento de la prohibición de
derecho divino de dar el Cuerpo de Cristo a los pecadores públicos. El
informe provisorio, Relatio post disceptationem,
publicado en octubre de 2014 durante el primer sínodo, no correspondía a
los resultados de las discusiones. En el informe final, se incluyeron
temas que no habían sido aprobados por el sínodo. Justo antes del segundo
sínodo ordinario, el Papa publicó dos Motu proprio que se
referían exactamente al tema del sínodo, facilitando el procedimiento
canónico de las declaraciones de nulidad de matrimonios. Y una carta
confidencial de 13 cardenales que expresaba los temores sobre el resultado
del sínodo, era calificada públicamente como “conspiración”.
- La cuestión de la admisión a la sagrada comunión de
los divorciados “vueltos a casar” ya fue tratada varias veces por la
Iglesia, que respondió claramente, incluso en estos últimos años[1]. Por lo tanto, un nuevo debate sobre la
enseñanza constante y la práctica de la Iglesia sólo podía perjudicarlas y
obscurecerlas, en vez de arrojar nueva luz. Es lo que sucedió.
- De un documento
pontificio se espera una exposición clara del Magisterio de la Iglesia y
de la vida cristiana. Ahora bien, como otros lo han destacado con razón, Amoris
lætitia es más “un tratado de psicología, de pedagogía, de
teología moral y pastoral y de espiritualidad”. La Iglesia tiene la misión
de proclamar las enseñanzas de Jesucristo a tiempo y a destiempo y de
presentar las conclusiones que se imponen para el bien de las almas. Le
compete recordar la Ley de Dios, y no minimizarla ni explicar cómo, en
ciertos casos, sería inaplicable. Debe afirmar los principios cuya
aplicación concreta deja a los pastores de almas, al confesor, como así
también a la conciencia iluminada por la fe, regla próxima del
obrar humano.
- En su búsqueda
de una pastoral de la misericordia, el texto está marcado, en ciertos
pasajes, por el subjetivismo y el relativismo moral. La regla objetiva es
remplazada, a la manera protestante, por la conciencia personal. Este
veneno tiene sus raíces, entre otras cosas, en el personalismo que, en la
pastoral familiar, ya no coloca el don de la vida y el bien de la familia
en primer plano, sino la realización personal y el desarrollo espiritual
de los cónyuges. Respecto a este punto, hay que lamentar una vez más la
inversión de los fines del matrimonio esbozada en la constitución pastoral Gaudium
et spes del Concilio Vaticano II, inversión que se encuentra
también en Amoris lætitia. La llamada “ley de gradualidad”
echa por tierra la moral católica.
- Las
consecuencias de Amoris lætitia ya se hacen sentir en la
Iglesia: un párroco, en conformidad con su deber, se niega a dar el Cuerpo
de Cristo a pecadores públicos, mientras que otro invita a todo el mundo a
la santa comunión. El Presidente de la Conferencia Episcopal de Filipinas
declaró que Amoris lætitiasería inmediatamente puesta en
práctica en su país y que por lo tanto, en ciertos casos, personas
divorciadas y “vueltas a casar” recibirán la comunión[2]. Una división profunda se perfila en
el seno del episcopado y del Sacro colegio. Los fieles están desorientados
y la Iglesia toda sufre por esta ruptura. Cuestionar la obligación de
observar en todos los casos los mandamientos de la ley de Dios, en particular
el de la fidelidad conyugal, es capitular ante la dictadura de los hechos
y del espíritu de la época: ya en numerosos países –en Alemania, por
ejemplo– se pisotea desde hace mucho la práctica que deriva de este
mandamiento divino. En lugar de elevar lo que es al nivel
de lo que debe ser, se rebaja lo que debe ser a lo que es, a
la moral permisiva de los modernistas y progresistas. Quienes ya no
conviven dentro del matrimonio, pero que en esta situación han permanecido
fieles a la promesa que hicieron ante el altar, de manera muy virtuosa y a
veces heroica, se sienten traicionados. Es para llorar.
- Rogamos humilde, pero decididamente, al Santo Padre
que revise al menos el capítulo 8 de Amoris laetitia. Como en
los textos del Concilio Vaticano II, lo que es ambiguo debe ser
interpretado de manera clara, y lo que está en contradicción con la
doctrina y la práctica constante de la Iglesia debe ser retirado, para
gloria de Dios, por el bien de toda la Iglesia, por la salvación de las
almas, especialmente de aquellas que están en peligro de dejarse engañar
por la apariencia de una falsa misericordia.
Menzingen, 2 de mayo de
2016
en la fiesta de San
Atanasio
[1] Cfr. Exhortación apostólica Familiaris
consortio (n° 84); Catecismo de la Iglesia Católica (n° 1650); Carta
de la Congregación para la Doctrina de la Fe del 14 de septiembre de 1994;
Declaración del Consejo Pontificio para los textos legislativos
del 24 de junio de 2000.
[2] Declaración del 9 de
abril de 2016: “Esta es una disposición de misericordia, una apertura de
corazón y espíritu que no necesita ninguna ley, ni aguarda directrices o
indicaciones. Puede y debe ponerse en práctica inmediatamente”.