Esposo de la Santísima Virgen y padre nutricio del Niño Jesús, san José se ha convertido, por su fidelidad en cumplir humildemente la delicada y bella misión que Dios le había confiado, en el modelo de las virtudes domésticas y de los humildes quehaceres cotidianos, en el guardián de las lamas puras y en el protector de los hogares cristianos. Su culto se ha desarrollado bastante tarde en la liturgia. Su fiesta, que existía en diversos lugares y en fechas diferentes, se fijó durante el siglo XV en el 19 de marzo y luego se extendió a la Iglesia Universal, como fiesta de precepto, en 1621. Pío IX le nombró en 1847 Patrono de la Iglesia Universal.
Las antífonas de vísperas y el Evangelio de la misa están tomadas de los relatos evangélicos sobre la infancia de Jesús; lo esencial nos han dicho los evangelistas sobre san José está contenido en esos pocos hechos, en que aparece maravillosamente fiel y discreto. Aludiendo a él, evoca la epístola la figura de justo, cuya alma, orientada totalmente hacia Dios y colmada de bendiciones, se eleva robusta y poderosa, glorificada por Dios y bendecida por los hombres.
Dom Gaspar Lefebvre O.S.B. y los monjes benedictinos de San Andrés, Tomado del “Misal diario”, traducción castellana P. Germán Prado y los monjes de la abadía de Silos.