Y el Tercer Ángel volcó su Redoma
Sobre los ríos
Y las vertientes de las aguas-
Y se volvieron sangre
Los ríos y las vertientes-
Y oí al Ángel de las Aguas
Diciendo:-
Justo eres
Tú, el que Eres y el que Era
Tú, el Pío
Que esto juzgaste-
Porque vertieron de los Profetas la sangre
Ahora deben beber sangre:-
En esto, justo has sido.
Esta plaga representa la corrupción de nuestra cultura; della han de beber los hombres para vivir. La cultura no es un lujo ni un divertimiento: ella es necesaria, es el tajamar contra la barbarie, siempre latente en el hombre. La Religión necesita de la cultura verdadera: la religión católica es una “religión cultural”, no primitiva; por eso ella conservó la cultura antigua durante el Bajo Imperio y los Siglos de Hierro amenazada. Hombres religiosos se hacían monjes para copiar manuscritos, no sólo de Cicerón y Virgilio, pero ¡de Petronio!
San Benito, padre de los monjes de Occidente, inventó una Orden y una Regla admirables: vio que era necesario algunos hombres se dedicasen al estudio, y otros trabajasen manualmente para mantenerlos; y otros, a la tarea intermedia de copiar y conservar el depósito de la antigua cultura, amenazado por los bárbaros del Norte; cubriendo así los tres puntos vitales de la civilización europea (Ver H. Belloc, “Esto perpetua”); y al mismo tiempo cantasen todos juntos el oficio divino, y enseñasen la agricultura a los belicosos bárbaros – y toda cultura, junto con los Cuatro Evangelios.
Vemos hoy cómo se corrompe la cultura; que se le puede aplicar lo que Tácito dijo de la fe de su tiempo: “al corromper y ser hecho corrompido, a eso llaman cultura”. Mucha música y poca lógica, decía mi tío el cura teníamos ahora los argentinos: esteticismos y no razón; y ese esteticismo no para acarrear el puro goce estético sino para divertir, distraer...hacer reír (como bestias, ver los sainetes del Teatro Porteño) en suma, disipar; cuando no para afrodisiar. Dicen con ufanía que los argentinos somos muy dados a la música y aptos a ella – aunque no haya surgido aquí todavía ningún Mozart; pero a mí me da mala espina lo que afirma el Dr. Sollier en su “Psychiatrie”, que los idiotas e imbéciles característicamente son aficionados a la música. Y lo malo es que a mí también la música me gusta; y también a los Santos del cielo, según parece por San Juan.
La bestia deforme del Apokalypsis, que todos decían era impintable, e incluso se reían de San Juan (Goethe y Renán, por ejemplo) de haberla imaginado, resulta que ahora el llamado “arte moderno” pinta cosas que la recuerdan y aun la empeoran. Y callo de otras corrupciones más profundas, de la filosofía, de la enseñanza, de la literatura “espiritual” o devota.
Y existe una relación entre este veneno que corre hoy a ríos, y la sangre derramada de los profetas; pues son los profetas en última instancia los que mantienen (o mantenían) sana la cultura; pues toda gran arte y gran filosofía tiene una raíz religiosa. Suprimen a los profetas, se pudre la cultura. Hay que ver la estofa de los profetas que ahora nos imparten cultura a mares desde los diarios, las revistas, la radio, la televisión, las novelas, las poesías – y las cátedras. Hay que verlos, pero un rato no más, para conocerlos. Nadie puede abrevarse allí asiduamente, y sobrevivir.
Toda la “cultura” argentina está falsificada e intoxicada. Los veramente cultos están relegados; y aun hostigados, si tienen dones proféticos. Justo eres, Dios, en esto.
Si al más grande poeta del mundo le hubieran encargado hiciese un símbolo de la cultura envenenada, creemos hubiese exclamado: “¡Aguas vueltas sangre! ¡Ríos, arroyos, vertientes potables pero tóxicos! ¡Los íntimos veneros del espíritu objetivo contaminados por el error y el vicio!”...
R. P. Leonardo Castellani, en “El Apokalypsis”, Editorial Jus, México, 1967.