Publicamos un interesante artículo y reseña biográfica sobre el recientemente
fallecido Cardenal Carlo María Martini, uno de los principales exponentes del ala progresista infiltrada dentro en la
Iglesia católica. Cardenal que, entre otras cosas, ha llegado en sus extremos a
aceptar el aborto en “ciertos casos”, cosa que va en total y abierta
contradicción con la doctrina del Magisterio y de los Papas.
Dios se apiade de su alma.
Falleció el
modernista Cardenal Carlo M. Martini (1927-2012).
No seré “políticamente correcto”
en el obituario del Cardenal fallecido, hablando loas de sus yerros que se han
difundido mundialmente en el mundo eclesiástico. Dado que él se dedicó a la
crítica de la Biblia, a su muerte ejerceremos la crítica a la persona de este
Cardenal, algo que no recibiera en vida por las autoridades eclesiásticas.
Advertimos a todos los
seminaristas, biblistas, miembros de la Jerarquía de la Iglesia o no, que
tengan cuidado con los escritos de este fallecido Cardenal, por las herejías de
las cuales hizo gala en vida, y que se han reflejado en sus escritos y obras.
Criptomodernista.
Fue considerado siempre como “papable”,
y uno de los máximos exponentes del ala progresista de la Iglesia Católica
modernista, mostrando así el grado de herejía que existe dentro del Vaticano mismo.
Siendo criptomodernista, fue uno de los infiltrados en la
Iglesia Católica para causar los desvíos litúrgicos, doctrinales y morales.
Así lo describe el diario Clarín
de Argentina: “Martini, jesuita, es la figura más eminente de los progresistas católicos
desde el Concilio Vaticano II y aunque crítico fue siempre obediente a los dos
últimos papas, los conservadores Juan Pablo II y Benedicto XVI, que lo
consideraban un amigo personal.”
Un hereje nato.
Cabe destacar que la división de la
Iglesia en “conservadores” y “progresistas”, en la “Iglesia de la Jerarquía” y
la “Iglesia del pueblo”, se encuentra condenada por la Encíclica Pascendi de
San Pío X, que justamente anatematiza el modernismo. Quien no se atiene
completamente a dicha Encíclica, no puede ser llamado católico. Tal es el caso
del “casi-Papa” Martini.
“Juan Pablo II no ocultaba su
admiración por el rebelde pero obediente Martín”, sostiene Clarín,
mostrando crudamente la actitud modernista. “Rebelde pero obediente”,
en una mezcla de lo excelso y lo malo, donde es precisamente lo excelso quien
sale perjudicado. La mezcla de ortodoxia y herejía, no es ortodoxia ni una
síntesis de ambas posturas, sino una herejía.
La apología hecha por Clarín a
dicho Cardenal fallecido no hace más que dejarlo fuera del Catolicismo: “Wojtyla
no se arrepintió nunca de los veinte años de una especie de “magisterio
alternativa”, como se dijo, del cardenal Martini, según algunos demasiado
vecino a los anglicanos y los protestantes y favorable a un cambio
revolucionario de la Iglesia en el cuestión femenina, la “otra mitad del cielo”
eternamente postergada por una institución en manos de hombres.”
Su vida.
Según informó Aciprensa, el
Cardenal Carlo Maria Martini,
Arzobispo Emérito de Milán (Italia), falleció hoy viernes aproximadamente a las
3:45 pm. (hora local) a la edad de 85 años, tras padecer durante más de 10 años
la enfermedad de Parkinson. El Purpurado, un biblista de orientación modernista
de la Iglesia Católica, se recuperaba en la enfermería del Aloisianum, el
Instituto universitario de estudios filosóficos de la Compañía de Jesús en
Gallarate, en la provincia de Varese, cerca a Milán. Su condición de salud
empeoró de improviso ayer en la noche.
El Cardenal Martini nació el 15 de
febrero de 1927, Turín, Italia. Ingresó a la Compañía de Jesús el 25 de
septiembre de 1944. Fue ordenado sacerdote el 13 de julio de 1952, en Chieri,
Turín.
Su obra modernista.
Doctor en Teología y en Sagrada
Escritura, el Cardenal Martini fue rector del Pontificio Instituto Bíblico y de
la Pontificia Universidad Gregoriana. En 1978, Pablo VI le invitó a predicar
los ejercicios espirituales en el Vaticano. Fue designado Arzobispo de Milán el
29 de diciembre de 1979, recibiendo la ordenación episcopal el 6 de enero de
1980. Fue creado Cardenal el 2 de febrero de 1983 por el Beato Papa Juan Pablo
II.
Desde su sede milanesa, Martini
potenció el diálogo sincrético entre ateos y creyentes, así como entre las
distintas religiones. En 1987 se le nombró presidente del Consejo de
Conferencias Episcopales de Europa (CCEE) y, como tal, presidió en Viena en
1990 una Conferencia de obispos europeos centrada en la reestructuración
eclesiástica de los países del Este de Europa. En noviembre de 1991, presidió
en la ciudad española de Santiago de Compostela el V Encuentro Ecuménico
Europeo, en el que se estudiaron temas de referencia teológica, bíblica y la
misión y evangelización en Europa. El 15 de abril de 1993 abandonó la
presidencia del CCEE.
Como arzobispo de Milán, el 28 de
febrero de 1994 recibió el encargo de abrir oficialmente la parte diocesana del
proceso de canonización del papa Pablo VI. Considerado "papable" por
antonomasia por los medios masivos de comunicación que los modernistas manejan
por su gran acceso a los mismos (la Tradición en general tiene negada la prensa
excepto en una minoría de casos), en 1996 su nombre se barajó entre los
posibles candidatos para sustituir al papa Juan
Pablo II ante una recaída de éste a consecuencia de una apendicitis.
En 1998 publicó, junto al
semiólogo y novelista Umberto Eco, “¿En
qué creen los que no creen?, donde abordó temas como las “limitaciones a la
labor de la mujer dentro de la Iglesia”. En 2000 obtuvo el Premio Príncipe de
Asturias de Ciencias Sociales, y desde 1989 era doctor “honoris causa” por la
Universidad Pontificia Salesiana de Roma.
Era especialista en lenguas
antiguas: conocía el arameo y el caldeo, además del griego, latín y hebreo, y
además de su lengua materna, el italiano, hablaba inglés, alemán, francés,
portugués, griego moderno y árabe. ¡Con cuántas vocaciones de santos se habría
topado si hubiese respondido a la Tradición! Sin embargo, todo su conocimiento
estuvo al servicio del modernismo. Vivió y murió entre honores humanos… y las
Bienaventuranzas son muy claras.
Modernista mediático.
Carlo María Martini es uno de los
protagonistas del libro “31 jesuites es confessen” (31 jesuitas se confiesan),
publicado en 2003 y escrito por Valentí Gómez y Josep María Benítez, que
refleja el pensamiento y la vida de algunos miembros de esta orden mediante
entrevistas realizadas a lo largo de diez años.
En octubre de 1999 fue nombrado
Doctor ad honorem por la Academia Rusa de las Ciencias. Recibió el Premio
Príncipe de Asturias de las Ciencias Sociales, España, octubre de 2000. Recibió
el Premio Europa del 2000. Fue miembro de la Pontificia Academia de las
Ciencias desde noviembre de 2000.
En la Curia Romana fue miembro de las Congregaciones para
las Iglesias Orientales, para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de
Vida Apostólica y para la Educación Católica. Asimismo, fue miembro del
Pontificio Consejo para la Cultura y de la Comisión para el Patrimonio Cultural
de la Iglesia. En los últimos años tuvo a cargo una columna en el diario
italiano Il Corriere della Sera.
¿Un Vaticano II
permanente?
Según informó el diario Clarín,
en uno de los últimos Sínodos mundiales de obispos convocados por Juan Pablo II, Martini intervino “para proponer dramáticamente un nuevo Sínodo
que continuara el Vaticano II dando un nuevo impulso a las reformas que a su
juicio apremiaban el presente y futuro de la Iglesia”.
Según el referido medio, “los
progresistas católicos acusan a los dos últimos papas de haber desmantelado en
gran parte las enseñanzas del Concilio que convocó Juan XXIII a comienzos de
los años sesenta para reconciliar a la Iglesia con el mundo actual y
modernizarla”.
“El Papa Karol Wojtyla archivó
enseguida la propuesta de un nuevo Concilio”, asevera Clarín.
Cabe destacar que las votaciones en cónclaves para elegir un
nuevo Papa, momento en que existe la Sede Vacante, son secretas. Por tanto, las
filtraciones al estilo “vatileaks” no son admisibles. Sin embargo, Clarín
afirma lo siguiente: “influir para hacer convergir los votos de
los cardenales progresistas en el Cónclave del 19 de abril de 2005, en la
figura del cardenal Joseph Ratzinger,
elegido al otro día como Benedicto XVI. Esto ocurrió en la cuarta votación de
la asamblea, después que los progresistas juntaron hasta 40 votos en favor de
otro jesuita, el arzobispo de Buenos Aires, el argentino Jorge Bergoglio.” Es decir, dicho medio atribuye al
modernista hereje la designación de Benedicto
XVI.
A su vez, conforme asegura
Clarín, “Martini era Rector de la Universidad Gregoriana, conocida como “la
fábrica de papas” de la Iglesia por la cantidad de pontífices que estudiaron
allí cuando eran jóvenes. Su fama de biblista y teólogo, su conocida apertura
propia de los miembros de la orden de San Ignacio de Loyola de incursionar en
los territorios inexplorados, en las “fronteras de la Iglesia”, le hicieron
moverse casi al borde del precipicio de las líneas convencionales en materia
teológica y de ética, como revelaron sus extraordinarios escritos sobre la
eutanasia.” Todo esto es netamente anticatólico. Precisamente, el
modernista pretende que las herejías se encuentran “al borde del precipicio” de
la ortodoxia, y lo mismo sostiene respecto de la Liturgia y la Moral.
Grandes honores.
Fue profesor de biblistas dando
clases antitradicionales de crítica del Nuevo Testamento, que incluso introdujo
métodos materialistas a la exégesis al valorar papiros, manuscritos y textos
básicos de la Biblia.
Él predicó su propio “evangelio”
(con minúsculas), y a pesar de todo no sólo permaneció en la Iglesia, sino que
alcanzó el cardenalato. Afirmaba que “no existe una Biblia Oficial (es decir, un
texto único al que todos deben someterse), sino cientos de papiros y de
manuscritos básicos, que van de principios del siglo II hasta el siglo V-VI
después de Cristo” (frase citada de un artículo de Periodista Digital).
De ese modo, pretendía sustentar que “el texto de fondo (el original) sólo se
puede “deducir” a través de una comparación de manuscritos y papiros, en una
labor de colaboración en la que intervienen exegetas e historiadores, papirólogos
y teólogos, dispuestos a buscar consensos”. En todo ello, la Tradición que
transmitió a la persona de Jesucristo (de la cual sólo una parte es escrita)
quedaba en un segundo plano, y así formó a “neobiblistas” dando relevancia a
ideas dudosas por sobre la seguridad de la Tradición que tantos Santos supo
engendrar.
Mal transmitida la revelación
escrita, deformada además y cuestionada por el método crítico, acaba siendo
parte de un lenguaje humano relativista que tiene por centro al hombre y no a Dios.
¿Transmitir lo
recibido?
Por eso, para este cardenal
hereje recientemente fallecido, “no
existe un texto en sí, sino un diálogo de textos... No existe una iglesia en
sí, sino un diálogo y comunión de Iglesias”, y todo expresado desde la
deformación jesuítica actual.
Martín de ningún modo fue un
hombre de la Tradición, sino un hereje infiltrado, o convencido de una herejía
dentro de la Iglesia (que lo colocaba fuera igualmente). Un triste espectáculo,
que reproduce hoy la situación de la Iglesia durante la mayor difusión de la
herejía arriana, que hizo exclamar justamente a San Jerónimo en el Concilio que
ya no quedaban Obispos cristianos. Sólo que el modernismo no es arrianismo,
sino la suma de todas las herejías, tal como lo definió San Pío X.
Los Católicos no somos seguidores
de ningún “libro”, no somos una religión de “libro”, no seguimos “la Biblia”,
sino la Tradición. He aquí el centro de todas las herejías difundidas
actualmente sobre la Biblia, que llegan a negar historicidad a la Creación del
mundo y los seres vivientes, a la Creación del hombre, al Pecado Original, al
Diluvio, a la destrucción de Sodoma y Gomorra, a los tres días de Jonás en el
pez… e incluso a la misma vida de Jesucristo (del cual son negados desde los
Milagros hasta su Resurrección y la Transustanciación de la Misa)… todo ello
con la excusa de la “base bíblica” (de la letra escrita y reiterpretada), para
convertir a la Biblia en una gran metáfora.
Martín fue un “erudito
intelectualoide” pero de gran renombre eclesiástico (sin verdadero fundamento),
de esos que como todo modernista desprecian al pueblo fiel y la Tradición, ya
que la “razón” está por sobre la Fe según su visión. Por ejemplo, considerar
que el Manuscrito B de origen alejandrino llamado “el Vaticano”, es “el más
fiable”, como si de ello dependiese la Fe de la Tradición de la Iglesia
Católica, convirtiendo tal cuestión en algo “central” que quienes lo desconocen
acaban pasando por “ignorantes” ante semejante eruditidez, es una herejía
modernista.
Arqueología bíblica.
Pretender hacer “arqueología” con
la Biblia es parte de esa herejía modernista. Deja de transmitirse la Fe, se
cuestiona la Fe desde esa “arqueología” de índole materialista. En vez de
llevar hacia Dios, indirectamente el “biblista” se introduce en la inmanencia,
sin darse cuenta. ¿Qué verá semejante espécimen intelectualoide en el
Apocalipsis más que el culmen de una gran metáfora propia de un desaforado
mental sin asidero en la realidad, y mucho menos en la realidad propia de su
época?
Martín integró la Compañía de
Jesús, y fue profesor del Instituto Bíblico de Roma donde enseñó Crítica
Textual, siendo su obra más significativa la edición con otros colaboradores de
un texto “estándar” del Nuevo Testamento, publicado en 1966 en Stuttgart bajo
el título “El Nuevo Testamento Griego” (The Greek New Testament), que luego fue
utilizado para la traducción de la Biblia a casi todos los idiomas teniéndolo
como fuente, y de allí su gran influencia jamás cuestionada.
El texto griego usado por las
Sociedades Bíblicas Unidas fue producido por herejes: sus editores son Kurt Aland, Matthew Black, Carlo M.Martini,
Bruce M.Metzger, y Allen Wikgreen.
También participió Eugene A.Nida.
Ninguno de estos hombres cree que la Biblia es la Palabra de Dios inspirada e
infalible, y seis de ellos son teológicamente modernistas.
“Pensador liberal”
En 1979 fue nombrado Arzobispo de
Milán y luego cardenal, siendo considerado públicamente como “un pensador liberal” (lo cual es
condenado por el Magisterio de la Iglesia). Es más, sus posturas en cuestiones
sociales y eclesiales han pretendido ser fuente de una “auténtica reforma de la Iglesia Católica y de la Cristiandad”, tal
como siempre pretenden los modernistas, de “regreso a las fuentes”, como si los
santos de la Iglesia se hubiesen desviado de ellas, o como si la Tradición
variara. Muchas de las obras que escribió están traducidas a más de cincuenta
idiomas.
Martini realizó una convocatoria
sincretista con más de cien líderes religiosos del mundo entero para promover
una religión única del mundo, al estilo de la Nueva Era.
Entre las voces modernistas
anticatólicas dentro de la Iglesia -Cardenales, obispos, clérigos- que piden “repensar” el celibato en el rito latino,
entre ellas el Cardenal Carlo Maria
Martini, que con el doble discurso de “valorar
el celibato” como un carisma que siempre debe estar presente en la Iglesia
y que Dios le concede a muchos hombres y mujeres, pensaba que no todos los
sacerdotes están llamados a vivirlo.
Martini declaró que él no creía que todos los sacerdotes
estén hechos para el celibato, farisaicamente pretendiendo resguardar su
ortodoxia expresando que tal afirmación no pretende negar el valor del celibato
en sí mismo.
Un Jesús inmanente.
Según Sandro Magíster, existe en la Iglesia una difundida tendencia a
someter la figura de Jesús a los cánones interpretativos de la cultura secular,
exaltándolo como un hombre insigne y ejecutor de la justicia, pero eclipsando
su divinidad oculte la divinidad de Cristo, para hacerlo más accesible al
mundo.
“Una expresión eficaz de esta
tendencia –menos teológica, más discursiva– se ve en el último libro de otro
jesuita famoso, el cardenal Carlo Maria Martini: “Conversazioni notturne a Gerusalemme. Sul rischio della fede
[Conversaciones nocturnas en Jerusalén. Sobre el riesgo de la fe]”. El Jesús
trazado por el cardenal Martini tiene el éxito asegurado, de acuerdo con las
ventas de su libro.”
Reproducimos a continuación una
nota sobre el difunto Cardenal, que muestra a las claras una serie de herejías
que sostuvo hasta el final de sus días, sin que fuera anatematizado por el
Magisterio. Cada párrafo tiene una nota en cursiva, con consideraciones sobre
la cuestión abordada:
De la última entrevista
concedida por el cardenal Martini, posterior a Los Coloquios nocturnos
de Jerusalén extraigo algunas perlas. Entera la tenéis traducida
en la Red Ignaciana de Cádiz, y en
italiano en este
enlace. Carlo Martini es en mi opinión uno de los pocos
grandes profetas que tiene hoy en día la Iglesia institucional.
He aquí los textos que me parecen más interesantes:
1. Sacramentos sin justicia.
“Ya no hay una visión única del
bien. La tendencia dominante consiste en defender el interés particular y el
del propio grupo. Quizá pensamos que somos buenos cristianos porque alguna vez
vamos a misa o dejamos que nuestros hijos se acerquen a los sacramentos. Pero
el cristianismo no es eso, no es solamente eso. Los sacramentos son importantes
cuando son la culminación de una vida cristiana. La fe es importante si avanza
junto a la caridad. Sin la caridad la fe se vuelve ciega. Sin la caridad no hay
esperanza y no hay justicia”.
(NOTA: Aquí está
significando que Cristo en la Eucaristía no es real, que es simbólico, que “no
es importante”, afirma que los Sacramentos tienen significado en la vida
individual de la persona, no tienen una realidad en sí misma)
2. La Caridad no es limosna.
“Hacer el bien, ayudar al prójimo
es desde luego un aspecto importante, pero no es la esencia de la caridad. Hace
falta escuchar a los otros, comprenderlos, incorporarlos a nuestro afecto,
reconocerlos, quebrar su soledad y ser su compañero. Amarlos, en definitiva. La
caridad no es limosna. La caridad que predicó Jesús consiste en ser plenamente
partícipes de la suerte de los otros. Comunión de espíritus y lucha contra la
injusticia”.
(NOTA: La Caridad como
Amor al Prójimo en Dios se desvirtúa y queda como filantropía al estilo
masónico, o como materialismo al estilo marxista comunista. Falta Dios mismo en
su definición de la Caridad. La Caridad propia del católico es trocada por la
fraternidad masónica. El decir “la caridad que predicó Jesús”, no señala a Dios
mismo como Caridad Infinita, sino que es convertida en parte de un discurso de
un ser humano llamado Jesús, tal como los modernistas lo presentan. Tal
“caridad” con minúsculas y entrecomillada, de nada servirá a quien la practique,
porque así lo enseñó Nuestro Señor Jesucristo)
3. Indiferencia de los laicos.
“Desempeñan ciertamente una
función, pero deberían ejercitarla con mucha mayor plenitud. Con demasiada
frecuencia se trata sólo de un papel pasivo. Ha habido épocas en la historia de
la Iglesia en las que la participación activa de las comunidades cristianas fue
mucho más intensa. Cuando antes me he referido a esa creciente indiferencia,
pensaba precisamente en este aspecto de la vida cristiana. Aquí tenemos una
laguna, una deserción silenciosa, especialmente en la sociedad europea y en la
italiana”.
(NOTA: Pretende
otorgar al laico la “participación activa” que es propia de la jerarquía de la
Iglesia. El laico que lo desea, puede ordenarse sacerdote si reúne los
requisitos canónicos para ello. Pretender que toda la Iglesia Católica esté
conformada por laicos, o que todos los integrantes de la Iglesia se conviertan
en parte de la Jerarquía, es algo que ni el mismo Jesucristo ha querido. Se
banaliza lo sacro al sacralizar todo lo secular, o se des-sacraliza lo sacro
para convertirlo en secular, y en eso se basa el modernismo condenado por el
Magisterio de la Iglesia).
4. Los sacramentos y las vocaciones no son lo esencial.
¿Se refiere a la falta de
asiduidad en la asistencia a los sacramentos, a la misa o a la escasez de
vocaciones? “Esos son sólo los aspectos externos, no los esenciales. La esencia
es la caridad, la concepción del bien común y de la felicidad común. Felicidad
no sólo para nosotros, sino para los otros y no sólo en el presente inmediato,
sino también para los hijos y los nietos, para las generaciones que han de
venir.” ¿Y la Iglesia institucional trabaja lo suficiente en esta dirección?
“Trabaja mucho, pero tendría que trabajar mucho más.”
(NOTA: ¿La Iglesia es
para el hombre o es para Dios? ¿Qué es lo principal, y cuál es la añadidura? El
foco puesto en el hombre, en “su felicidad”, o en “la felicidad común”, de modo
que distanciado de Dios no conduce a la Felicidad con mayúsculas, y por tanto
el Cardenal predicaba en contra de Jesucristo mismo. ¿Qué más puede hacer la
Iglesia, que ofrecer los Sacramentos que Jesucristo nos ha dejado,
transmitiéndolos por Tradición? Para este Cardenal los Sacramentos no son
esenciales, porque en definitiva son simbólicos, tanto como el mensaje de
Jesucristo. ¿Es esto una herejía o no lo es? Pues sí que lo es, y nadie se ha
pronunciado sobre este tema… o tal vez ya lo hizo León XIII en la Rerum
Novarum, o en las Encíclicas que condenan a la Masonería).
5. La estructura diplomática de la Iglesia.
“En realidad no estoy muy de
acuerdo, la distinción que hace Messori nos retrotrae a una fase en la que
persistía todavía el poder temporal y el Papa era, antes que nada, un soberano;
pero aquel poder, gracias a Dios, terminó y no va a ser restaurado. Y es una
suerte que ya no exista. Es verdad que persiste la estructura diplomática de la
Santa Sede, pero está formada por sacerdotes, cuya finalidad última es la de
testimoniar el anuncio del evangelio y su contenido profético. Añado que esa estructura
diplomática me parece excesivamente redundante y que se lleva gran parte de las
energías de la Iglesia. No siempre ha sido así. Durante muchos siglos en la
historia de la Iglesia esta estructura ni siquiera existía y en el futuro
podría ser reducida de modo importante o incluso desmantelada. La finalidad de
la Iglesia es dar testimonio de la palabra de Dios, del Verbo encarnado, del
reino de los justos que ha de venir. Todo lo demás es secundario.”
(NOTA: ¿Está mal un
poder temporal del Papa? ¿Quién dijo que está mal? ¿De dónde viene y en qué se
fundamenta su afirmación de que “aquel poder, gracias a Dios, terminó y no va a
ser restaurado”? ¿Temía la existencia de una sociedad con principios cristianos
de convivencia? ¿Temía el Reinado Social de Jesucristo? Precisamente, pretendía
“desmantelar” la estructura del Vaticano, como si la Iglesia fuese una
“estructura” humana, desprovista de la acción del Espíritu Santo. ¿Qué es el
“reino de los justos que ha de venir”? ¿Acaso no es este el mesianismo sionista,
el mesianismo marxista, o el mesianismo liberal, todos ellos expresados no en
el plano teológico sino en el meramente humano? Martini no quería que exista
Jerarquía en la Iglesia, porque es parte de la “protestantización”. El Vaticano
sigue siendo un Estado, y Martini tenía una esperanza humana en que se separe
lo corpóreo del alma, la materia y la forma –que implica la muerte- de la
Iglesia. Efectivamente, pretender que la Iglesia se deshaga de todo lo
“material” que sea propio, abarcaría en su extremo a la misma hostia que luego
sería Consagrada en la Transustanciación –ya que ningún bien material debería
poseer, para ser una “Iglesia más auténtica y fiel a la primitiva”, que no
refleja más que una ideología destructiva de la Iglesia. Siempre hubo una
Jerarquía en la Iglesia, siempre hubo Apóstoles, Obispos y Presbíteros, y a eso
le da en llamar Martini “estructura”, con el mismo lenguaje marxista, ya que la
“superestructura” estaría conformada por el conjunto de creencias y cultura.).
6. Las iglesias protestantes, más débiles y vercanas.
¿Pero las Iglesias protestantes
no tienen también estructuras similares? ¿No son necesarias para garantizar la
libertad religiosa y el espacio público que la Iglesia necesita para difundir
sus valores? “Las Iglesias protestantes no disponen de estructuras tan
centralizadas y tan poderosas como la nuestra. Tienen una organización muy
diferente. Son, desde este punto de vista, más débiles que la Iglesia católica,
pero, en contrapartida, son más cercanas a los fieles.”
(NOTA: Quien formula
la pregunta, está completamente alineado en la herejía. La Iglesia transmite y
difunde la Tradición, no “sus valores” cambiantes; difunde la Fe y las virtudes
Teologales, no “sus virtudes” convertidas en una especie de moda. Y la respuesta
dada por Martini, se encolumna a su vez en la protestantización, orientado a la
desaparición de la Jerarquía. Además, pretende que la Jerarquía de la Iglesia
–que fuera dispuesta por el mismo Jesucristo- por su misma existencia se
encuentra “alejada” de los fieles, en tanto que los seguidores de Lutero y de
todos los “reformistas” protestantes tienen organizaciones “más cercanas a los
fieles”. La “cercanía” hace alusión a la aceptación de pecados como “bondades”,
como “valores a ponderar hoy” en el marco del relativismo moral y espiritual.
Es decir, las conductas más ajenas a la Tradición y al Evangelio, que
justifican vicios y pecados de los fieles, son “más cercanas” a ellos porque
los aceptan sin necesidad de conversión. En cambio, la aceptación de los Sacramentos
transmitidos por la Iglesia Católica exigen reconocer el mal como tal, el
pecado como tal, y por tanto la conversión, y tal esfuerzo requerido al fiel
hace que sea “más alejada” la Iglesia a quien prefiere sus propios vicios,
pecados y defectos antes que amar a Cristo y seguirlo en plenitud. He aquí el
pensamiento herético de Martini. El obstáculo verdadero es amar los propios
pecados más que a Cristo, y a esto Martini llama “lejanía”, o “distancia” de la
Jerarquía Católica).
7. El Papa: Mayor función pastoral que diplomática o teológica.
Quizá la figura del Papa, que
sólo se da en la Iglesia católica, sea una reminiscencia de ese poder temporal.
“El Papa es ante todo el obispo de Roma. Para nosotros los católicos es el
vicario de Cristo en la tierra y le debemos afecto, respeto y obediencia, pero
sin olvidar nunca que la Iglesia apostólica se sostiene sobre dos pilares: el
Papa y su comunión con los obispos. Recuerdo que en el consistorio previo al
último cónclave, hubo un debate preliminar para dibujar una especie de perfil
del futuro pontífice. Cuando me tocó a mí hablar dije que teníamos que elegir
al obispo de Roma. Con eso quise decir que tenía que prevalecer la capacidad y
la vocación pastoral sobre la diplomática o la teológica.” ¿Eso dijo usted?
¿Que ustedes en el cónclave iban a elegir al obispo de Roma? “¿Le parece una
herejía? Sin embargo, es una constante en la doctrina y la tradición
evangélica.”
(NOTA: Martini ubicó
al Papa “ante todo” como “obispo de Roma”, no como Vicario de Jesucristo en
primer lugar. He allí la primera falla, que condice con su desprecio a la
Tradición. Según Martini, en la elección del Papa se designa meramente al
Obispo de Roma. En segundo plano queda el Papa como Vicario de Cristo. Martini
mismo preguntó a su entrevistador: “¿le parece una herejía?”. Es que,
efectivamente, la visión de Martini estaba basada en el inmanentismo: dado que
la función del Papa como Vicario de Cristo designado por el Espíritu Santo es
algo simbólico, lo real es lo material: la votación “democrática” de un
conjunto de Cardenales siguiendo las disposiciones canónicas, para elegir al
obispo de Roma).
8. ¿Un Concilio Vaticano III?
“No pienso en un Vaticano III. Es
cierto que el Vaticano II ha perdido una parte de su empuje. Pretendía que la Iglesia
afrontase la sociedad moderna y la ciencia, pero este afrontamiento ha sido
sólo marginal. Estamos todavía lejos de haber abordado este problema y hasta
parece que hemos vuelto la mirada hacia atrás más que hacia delante. Hay que
retomar el impulso y para hacer esto ni siquiera haría falta un Vaticano III.
Aclarado esto, sí soy partidario de otro concilio, e incluso lo estimo
necesario, pero sólo sobre temas específicos y muy concretos. Me parece también
que sería necesario poner en práctica lo que se sugirió e incluso lo que fue
decretado ya en el Concilio de Constanza: convocar un concilio cada veinte o
treinta años sobre un solo tema, o dos a lo sumo.”
(NOTA: En la visión de
Martini, uno de los partícipes del Concilio Vaticano II, en éste está condensado
todo lo necesario para producir los cambios modernistas en su extremo, que van
desde la desaparición del celibato, ordenación de mujeres, la homosexualidad
como una virtud y un don -¿del Espíritu Santo?-, desaparición de la Jerarquía
eclesial, aceptación del aborto y la manipulación genética, aprobación de la
eutanasia y cuanta locura antitradicional ande suelta. No obstante,
efectivamente se mostraba de acuerdo con la realización de un tercer Concilio
Vaticano, estimándolo “necesario”. A su vez, la condenada herejía del
conciliarismo es expresada por este difunto Cardenal, ya que en su visión el
conjunto de los Obispos en un Concilio tiene autoridad por sobre el Papa
¿Herejías? Sí, hubo un tiempo en que la Iglesia Católica, para preservar la Fe
y la Tradición, declaraba las herejías con los respectivos anatemas, pero eso
fue “antes”, no ahora que hubo tantos “progresos” al punto que la evolución de
la sociedad hace que sea completamente feliz, a diferencia de los primeros
cristianos que no tuvieron la oportunidad de conocer todos los avances que hoy
existen… ¿empezando por San Juan en el Apocalipsis?).
9. Los divorciados, la confesión.
Pero esto sería una revolución en
el modo de gobernar la Iglesia. “A mí no me lo parece. La Iglesia de Roma se
llama apostólica y no por casualidad. Su estructura es vertical, pero, al mismo
tiempo, también horizontal. La comunión de los obispos con el Papa es un órgano
fundamental de la Iglesia”. ¿Y cuál sería el tema del concilio que usted
propone? “La relación de la Iglesia con los divorciados. Afecta a muchísimas
personas y familias y, desgraciadamente, el número de familias implicadas será
cada vez mayor. Habrá que afrontarlo con inteligencia y con previsión. Y hay
también otro tema que un próximo concilio debería abordar: el de la trayectoria
penitencial que es la propia vida. Mire, la confesión es un sacramento
extraordinariamente importante, aunque hoy esté exangüe. Cada vez son menos las
personas que lo practican, pero, sobre todo, se ha convertido en algo casi mecánico:
se confiesa un pecado, se recibe el perdón, se recita alguna plegaria y ahí
termina todo, en la nada o poco más. Hay que devolver a la confesión una
esencia que sea verdaderamente sacramental, un recorrido por el arrepentimiento
y un nuevo programa de vida, una relación constante con el confesor, en
definitiva, una dirección espiritual.”
(NOTA: Se plantea el
gobierno de la Iglesia Católica de modo “revolucionario”, mediante Concilios,
según la misma afirmación del entrevistador. Se trata de la herejía
conciliarista, ante la cual responde Martini: “a mí no me lo parece”. Los
cambios que pretendía Martini, pasan todos por la aprobación de pecados y
herejías: posición ante el divorcio, o pretender “devolver a la confesión una
esencia que sea verdaderamente sacramental”, como si la Tradición no la hubiera
transmitido, como si la Confesión careciera de “una esencia que sea
verdaderamente sacramental”… excepto que al término sacramental se le otorgue
otra extensión distinta a la que siempre le dio la Tradición. En este último
caso, “sacramental” sería cualquier cosa, y “dirección espiritual” también, ya
que podría ir desde una asistencia psicológica hasta la dependencia del
arrepentido respecto del confesor. No hay daño que pudiera dejar de provocarse
siguiendo la línea propuesta por el hereje Martini).
10. Los no creyentes a veces están más cerca de nosotros
que algunos piadosos.
Me siento muy cerca de usted, le
dije, [habla el entrevistador, Scalfari] pero no creo en Dios y lo digo
con plena tranquilidad de espíritu. “Lo sé y no estoy preocupado por usted. A
veces, los no creyentes están más cerca de nosotros que muchos devotos de
simple apariencia. Usted no lo sabe, pero el Señor sí”. Estuve tentado de
abrazarlo, pero, temblorosos como estamos los dos, podríamos haber terminado en
el suelo.
(NOTA: ¿Puede un no
creyente estar más cerca “de nosotros” que “muchos devotos de simple
apariencia”? Claro: el devoto de simple apariencia es el modernista, el fariseo
o el publicano, el católico judaizado. Porque el devoto católico no es ni
modernista, ni fariseo, ni publicano ni judaizado: es católico. Dios es el
único capaz de determinar quién se salvará y quién no, así como la cercanía o
distancia de El –que se reflejará en la sentencia del Juicio Particular y del
Juicio Final, en que todos esperamos ser juzgados por su Misericordia antes que
por su Justicia. Pero el centro de la cuestión no se encuentra en el no
creyente que tal vez se salvará por la Gracia Milagrosa de Dios, sino en el
criptohereje, en el criptomodernista, en los infiltrados que están dentro de la
Iglesia Católica y que carecen incluso de Fe. He aquí el centro de la última
parte de la entrevista).
Fuente de la
entrevista:
Emilio Nazar Kasbo,
visto en el Diario Pregón de La Plata.