jueves, 20 de septiembre de 2012

19 de septiembre de 1846: La aparición de La Salette y su secreto.



El 19 de septiembre de 1846 se apareció la Santísima Virgen en La Salette (Francia), a dos pastorcitos naturales de Corps: Melanie Calvat de quince años, y Maximin Giraud de once. La Santísima Virgen les confió un secreto, unas advertencias para los tiempos venideros: “el secreto de La Salette”.
Melanie Calvat probó ingresar en varios conventos, no fué admitida a los votos perpetuos. Melanie, estigmatizada y bajo constante dirección espiritual del obispo de Lecce, un virtuoso varón, murió en Italia, el 14 de diciembre de 1904, a los 73 años de edad. Maximin Giraud quiso estudiar teología, después medicina. Fué siervo papal; murió en su patria a los 38 años de edad.
La Aparición de La Salette fué aprobada oficialmente por el obispo de la Diócesis, y reconocida por S. S. Pío IX. El 19 de septiembre de 1851, (quinto aniversario de la aparición), Monseñor Filiberto de Bruillard, Obispo ordinario de la diócesis de Grenoble (Francia), a la que pertenece la aldea de La Salette, publicó un decreto en el que entre otras cosas, dice: «Juzgamos que la aparición de la Sma. Virgen a dos pastores el 19 de septiembre de 1846, en la parroquia de La Salette, arciprestazgo de Corps, (Grenoble, Francia), presenta todas las características de verdadera y los fieles tienen fundamento para creerla como indudable y cierta. Aumenta la certeza el concurso inmenso y espontáneo (de gentes) al lugar de la aparición, así como multitud de prodigios, de los cuales es imposible dudar sin ir contra las reglas del testimonio humano. (…) Por tanto prohi-bimos a los fieles y sacerdotes de nuestra Diócesis hablar públicamente o escribir en contra del hecho que hoy proclamamos.»
El 24 de agosto de 1852, Su Santidad Pío IX, concedió que fuera privilegiado el Altar Mayor del templo de La Salette; el 7 de septiembre fundó la Asociación de Nuestra Señora Reconciliadora de La Salette. La Hermadad Misionera de La Salette, los SALETINOS, cuyos frutos fueron y son muy provechosos para la Iglesia y para las Misiones. León XIII elevó el santuario al rango de Basílica y decretó la coronación canónica de “Nuestra Señora de La Salette”, efectuada por el Cardenal de París, el día 21 de Agosto de 1879. Nuestra Señora reveló en La Salette dos secretos, uno a Melanie y otro a Maximin. El secreto dado a Melanie constituye lo que comúnmente se conoce como el “el Secreto de la Salette”. Un extracto del mismo fué publicado en 1879 por Melanie, con imprimatur del Obispo de Lecce, – Italia.- En 1922 se dió a conocer el texto completo, con Licencia del Rvdo. Padre Lepidi O.P., Maestro del Sagrado Palacio y Asistente Perpetuo de la Congregación del Santo Oficio, (la Congregación de la Fé.)

El secreto.

«Melanie, esto que yo te voy a decir ahora no será siempre secreto; puedes publicarlo en 1858: Los Sacerdotes, Ministros de mi Hijo, los Sacerdotes…, por su mala vida, por sus irreverencias e impiedad al celebrar los santos misterios, por su amor al dinero, a los honores y a los placeres, se han convertido en cloacas de impureza. ¡Sí!, los Sacerdotes piden venganza y la venganza pende de sus cabezas. ¡Ay de los sacerdotes y personas consagradas a Dios que por sus infidelidades y mala vida crucifican de nuevo a Mi Hijo! Los pecados de las personas consagradas a Dios claman al Cielo y piden venganza, y he aquí que la venganza está a las puertas, pues ya no se encuentra nadie que implore misericordia y perdón para el Pueblo. Ya no hay almas generosas ni persona digna de ofrecer la víctima sin mancha al Eterno, en favor del mundo. Dios va a castigar de una manera sin precedentes. ¡Ay de los habitantes de la Tierra…! Dios va a derramar su cólera y nadie podrá sustraerse a tantos males juntos. ¡Los jefes, los conductores del Pueblo de Dios, han descuidado la oración y la penitencia, y el demonio ha oscurecido sus inteligencias, se han convertido en estrellas errantes que el viejo diablo arrastrará con su cola para hacerlos perecer. Dios permitirá a la serpiente antigua poner divisiones entre los soberanos, en las sociedades y en las familias. (…) La sociedad está en vísperas de las más terribles calamidades y los más grandes acontecimientos. Se verá obligada a ser gobernada por una vara de hierro y a beber el cáliz de la cólera de Dios. Que el Vicario de mi Hijo, el soberano Pontífice Pio IX, no salga ya de Roma después del año de 1859; pero que sea firme y generoso; que combata con las armas de la fe y del amor. Yo estaré con él. (…) Italia será castigada por su ambición de querer sacudir el yugo del Señor de los Señores. (…) La sangre correrá por todas partes. Las Iglesias serán cerradas o profanadas. Los Sacerdotes y religiosos serán perseguidos.(…) Muchos abandonarán la Fé, y el número de Sacerdotes y religiosos que se separarán de la verdadera religión será grande. Entre estas personas se encontrarán incluso Obispos. Que el Papa se ponga en guardia contra los obradores de milagros, pues llega el tiempo en que los prodigios más asombrosos tendrán lugar en la tierra y en los aires. (…) Lucifer, con gran número de demonios, serán desatados del Infierno; abolirán la fe, aún entre las personas consagradas a Dios. (…) Muchas casas religiosas perderán completamente la fe y perderán a muchísimas almas. Los malos libros abundarán en la Tierra y los espíritus de las tinieblas extenderán por todas partes un relajamiento universal en todo lo relativo al servicio de Dios. Habrá Iglesias para servir a esos espíritus. (…) ¡Ay de los príncipes de la Iglesia que se hayan dedicado únicamente a amontonar riquezas, a poner a salvo su autoridad y dominar con orgullo!
El Vicario de Mi Hijo tendrá mucho que sufrir, porque por un tiempo la Iglesia será entregada a grandes persecuciones. Esta será la hora de las tinieblas. La Iglesia tendrá una crisis espantosa. Dado el olvido de la santa Fe en Dios, cada individuo querrá guiarse por sí mismo y ser superior a sus semejantes. (…) El Santo Padre sufrirá mucho. Yo estaré con él hasta el fin para recibir su sacrificio. Los malvados atentarán muchas veces contra su vida, sin poder poner fin a sus días; pero ni él ni su sucesor verán el triunfo de la Iglesia de Dios. Los gobernantes civiles tendrán todos un mismo plan, que será abolir y hacer desaparecer todo principio religioso para dar lugar al materialismo, al ateísmo, (…) a toda clase de vicios. Que los que estén al frente de las comunidades religiosas vigilen a las personas que han de recibir, porque el demonio usará toda su malicia para introducir en las órdenes religiosas a personas entregadas al pecado, pues los desórdenes y el amor de los placeres carnales se extenderán por toda la Tierra. Francia, Italia, España e Inglaterra estarán en guerra; la sangre correrá por las calles; el francés luchará contra el francés, el italiano contra el italiano… habrá una guerra universal que será espantosa. Por algún tiempo Dios no se acordará de Francia ni de Italia, porque el Evangelio de Cristo no es ya conocido. Los malvados desplegarán toda su malicia. Al primer golpe de su espada fulminante las montañas y la naturaleza temblarán de espanto, porque los desórdenes y los crímenes de los hombres traspasan la bóveda de los Cielos. París será quemado, y Marsella engullida; varias grandes ciudades serán sacudidas y engullidas por terremotos. Se creerá que todo está perdido. No se verán más que homicidios, no se oirá más que ruido de armas y blasfemias. Los justos sufrirán mucho, sus oraciones, su penitencia y sus lágrimas subirán hasta el Cielo, y todo el Pueblo de Dios pedirá perdón y misericordia e implorarán su ayuda e intercesión. Entonces Jesucristo, por un acto de justicia y de su gran misericordia con los justos, mandará a sus ángeles que destruyan a todos sus enemigos. Los perseguidores de la Iglesia de Cristo y los hombres dados al pecado perecerán de golpe, y la Tierra quedará como un desierto.
Entonces será la paz, la reconciliación de Dios con los hombres; Jesucristo será servido, adorado y glorificado. La caridad florecerá en todas partes. Los nuevos reyes serán el brazo derecho de la Santa Iglesia que será fuerte, humilde, piadosa, pobre, celosa e imitadora de las virtudes de Jesucristo. El Evangelio será predicado por todas partes y los hombres harán grandes progresos en la fe, porque habrá unidad entre los obreros de Jesucristo, y los hombres vivirán en el temor de Dios.» (…)

(Las profecías de La Salette no parecen haber sido dictadas en orden sucesivo, no son correlativas. Continúa:)

«La Tierra será castigada con todo género de plagas. Habrá guerras, hasta la última que la harán los diez reyes del anticristo, los cuales tendrán todos un mismo plan, y serán los únicos que gobernarán al mundo. Antes que eso suceda, habrá una especie de falsa paz en el mundo; no se pensará más que en divertirse; los malvados se entregarán a toda clase de pecados; pero los hijos de la Santa Iglesia, los hijos de la fe, mis verdaderos imitadores, creerán en el amor de Dios y en las virtudes que me son más queridas. Dichosas las almas humildes guiadas por el Espíritu Santo, Yo combatiré con ellas hasta que lleguen a la plenitud de la edad. La naturaleza clama venganza contra los hombres, y tiembla de espanto en espera de lo que debe suceder en la Tierra encharcada de crímenes. Temblad Tierra, y vosotros que hacéis profesión de servir a Jesucristo y que interiormente os adoráis a vosotros mismos, ¡temblad!, pues Dios va a entregaros a sus enemigos, porque los lugares santos están en la corrupción. Muchos conventos no son ya casa de Dios, sino pastizales de Asmodeo. Durante este tiempo nacerá el anticristo… Hará prodigios y no se alimentará sino de impurezas. (…) Se cambiarán las estaciones (…) Los astros perderán sus movimientos regulares. La luna no reflejará más que una débil luz rojiza. El agua y el fuego causarán en el globo terrestre movimientos convulsivos y horribles terremotos.
Roma perderá la Fé y se convertirá en la sede del anticristo. Los demonios del aire, con el anticristo, harán grandes prodigios en la Tierra y en los aires, y los hombres se pervertirán más y más. Dios cuidará de sus fieles servidores y de los hombres de buena voluntad. El Evangelio será predicado por todas partes. Todos los pueblos y todas las naciones conocerán la verdad.
Hago una apremiante llamada a la Tierra, llamo a los verdaderos discípulos del Dios que vive y reina en los Cielos, llamo a los verdaderos imitadores de Cristo hecho hombre, el único y verdadero salvador de los hombres. Llamo a mis hijos, a mis verdaderos devotos, a los que se me han consagrado a fin de que los conduzca a mi Divino Hijo, los que llevo, por decirlo así, en mis brazos, los que han vivido de mi espíritu. Finalmente (…) Llamo a los Apóstoles de los Últimos Tiempos. Los fieles discípulos de Jesucristo que han vivido en el menosprecio del mundo y de sí mismos, en la pobreza y en la humildad, en la oración y en la mortificación, en la castidad y en la unión con Dios. En el sufrimiento, y desconocidos del mundo. Ya es hora que salgan y vengan a iluminar la Tierra: Id y mostraos como mis hijos queridos, yo estoy con vosotros y en vosotros, con tal que vuestra fe sea la luz que os ilumine en esos días de infortunio. (…) Luchad hijos de la luz, vosotros pequeño número… pues ya está aquí el tiempo de los tiempos, el fin de los fines. La Iglesia se oscurecerá, el mundo quedará consternado. Pero he ahí Enoc y Elías, llenos del espíritu de Dios; predicarán con la fuerza de Dios, y los hombres de buena voluntad creerán en Dios, y muchas almas serán consoladas. Harán grandes prodigios por la virtud del Espíritu Santo, y condenarán los errores diabólicos del anticristo. ¡Ay de los habitantes de la Tierra…! Habrá guerras sangrientas y hambres, pestes y enfermedades contagiosas; habrá lluvias de un granizo espantoso… Tempestades que destruirán ciudades, terremotos que engullirán países; se oirán voces en el aire; los hombres se golpearán la cabeza contra los muros, llamarán a la muerte. (…) La sangre correrá por todas partes. ¿Quién podrá resistir si Dios no disminuye el tiempo de la prueba? Por la sangre, las lágrimas y oraciones de los justos, Dios se dejará aplacar. Enoc y Elías serán muertos. ROMA pagana desaparecerá, caerá fuego del cielo y consumirá tres ciudades; el universo entero estará preso del terror, y muchos se dejarán seducir por no haber adorado al verdadero Cristo, que vivía entre ellos. Ha llegado el tiempo. El sol se oscurece, solo la fé vivirá. Aquí está el tiempo. El abismo se abre. He aquí el rey de los reyes de las tinieblas. Aquí está la bestia con sus súbditos, llamándose el salvador del mundo. Se elevará con orgullo por los aires para subir hasta el Cielo. Será sofocado por el soplo de San Miguel Arcángel. Caerá. Y la Tierra, que llevará tres días en continuas evoluciones, abrirá su seno lleno de fuego. Será hundido para siempre, (el anticristo), con todos los suyos, en los abismos eternos del infierno. Entonces el agua y el fuego purificarán y consumirán todas las obras del orgullo de los hombres y todo será renovado. Dios será servido y glorificado.»

Visto en Diario Pregón de La Plata.