Juan Pablo II besando el libro sagrado de los musulmanes: el Corán.
Creo necesario comentar un artículo que hizo público la Sra. Lucrecia Rego de Planas, directora de Catholic.net. Al referirse a la próxima beatificación del Juan Pablo II, en su artículo “El lado «obscuro» del Pontificado de Juan Pablo II 1978-2005: Aspectos menos conocidos en los 27 años del Pontificado de Juan Pablo II”, donde, entre otros grupos descontentos con esta decisión, menciona en particular a los que denomina “críticos”, en los términos siguientes:
Los «críticos»
Personas entre 45 y 60 años, buenos católicos (muy buenos) que vivieron la transición Pío XII - Juan XXIII - Pablo VI - Juan Pablo II y sufrieron con los desórdenes del post-concilio. Éstos, son de los que están acostumbrados a buscar “el puntito negro en el arroz” con frases del tipo “Todo muy bien, pero...”
La próxima beatificación de Juan Pablo II no ha sido la excepción y los críticos han empezado a buscar y encontrar “los negritos”. Siguieron de cerca a Juan Pablo II, escucharon con atención sus discursos, leyeron sus cartas y encíclicas, lo admiran, lo quieren, saben que fue una persona excepcional, pero...
¿Por qué besó el Corán en 1999?
¿Por qué en el encuentro con la juventudes mahometanas los invitó “a vivir su fe también en otros países”, en lugar de invitarles a convertirse al cristianismo?
¿Por qué, en México, aceptó recibir una “limpia” de manos de una bruja, durante la ceremonia canonización de San Juan Diego? [en realidad durante la canonización de los mártires de Oaxaca, que murieron por denunciar el regreso de sus hermanos indios al paganismo, n. de la r.]
¿Por qué permitió que se pusiera la imagen de un buda sobre el altar (reservado para la Eucaristía) durante el encuentro en Asís y, en cambio, no permitió, ahí mismo, que se entronizara la imagen de la Virgen de Fátima “por no herir la sensibilidad de otras creencias”?
¿Por qué permitió, en África, que una mujer topless leyera las lecturas durante la Misa? [en realidad, en Nueva Guinea n. de la r.]
¿Por qué puso una oración en el muro de los lamentos en Jerusalén, como si fuera judío?
¿Por qué aumentó misterios al Rosario, siendo una oración “intocable” dictada por la Santísima Virgen?
¿Por qué se rebajó a “orar” junto con brujos vudús (abiertamente satánicos) en el encuentro Asís?
¿Por qué...?
En fin... estas personas no son malas (al revés). Quieren la beatificación de Juan Pablo II, pero... sí... expresan, un poco consternados, que les hubiera gustado que alguien les explicara si se revisaron, durante el proceso, estas acciones “poco”(a su juicio) de Juan Pablo II.
Ignoro si la Santa Sede hará público todo el estudio previo a la beatificación. Supongo que no. Así que estas personas se quedarán con la duda y, estoy segura que en cuanto se declare beato a Juan Pablo II, lo venerarán obedientemente, pues son personas fieles al Papa y al Magisterio.
* * *
La Sra. Rego de Planas hace una descripción no exhaustiva pero sí suficiente de los gestos más escandalosos del finado papa en materia de religión, o sea, en lo que respecta a la obligación de todos los fieles, y particularmente quien es cabeza de los fieles, el Vicario de Cristo, de rendir el debido culto y alabanza a quien representa en la tierra y rechazar las falsas religiones.
Y a pesar de que con una condescencia sincera la autora juzga bien de los que así piensan, o que sus palabras encubran una finísima ironía, debo refutar sus dichos, porque son muchos los que ven esta decisión de Benedicto XVI con ojos críticos. Y ellos:
No quieren la beatificación de Juan Pablo II, por el contrario, esta decisión les causa una violencia interior y una consternación inauditas. Están escandalizados.
No consideran la conducta de Juan Pablo II en esta materia “a su juicio” sino al juicio del Magisterio y, sin hacer demasiado esfuerzo, al mero juicio del catecismo. Estos son actos reprobables en cualquiera, más aún en un bautizado, más aún en un sacerdote, y peor todavía en un papa.
No son acciones “poco ortodoxas”, sino heterodoxas y escandalosas.
No le rendirán culto, precisamente porque son fieles al papa y al Magisterio.
Naturalmente, no es posible abrir juicio sobre la intención de Karol Woytila, pero lo hecho es objetivamente malo. Y esa malicia no se circunscribe al Sumo Pontífice y sus acompañantes, sino que es una fuente incesante de escándalo para todos los fieles y aún para otros que no lo son. Me atengo a la definición del diccionario de la palabra “escándalo”:
El escándalo activo, define el DRAE, es un “Dicho o hecho reprensible que es ocasión de daño y ruina espiritual del prójimo”.
Asimismo, escándalo pasivo: “Ruina espiritual o pecado en que cae el prójimo por ocasión del dicho o hecho de otro”.
Y aunque aplicáramos solo la acepción primera de escándalo: “Acción o palabra que es causa de que alguien obre mal o piense mal de otra persona”, según las normas que han regido siempre los procesos de canonización, esta beatificación sería imposible y constituye una potenciación del escándalo. El escándalo de un papa será ahora “canonizado” por otro papa. Esto no tiene precedentes en la Iglesia, donde los papados ruinosos normalmente fueron corregidos por papados virtuosos, y no bendecidos por sus sucesores.
Con toda la simpatía que la Sra. Rego de Planas y su gigantesca obra de apostolado me merecen, este es un punto “no negociable”. No hay un “más o menos”. En esta materia todo es Sí, sí, no no . Es un error gravísimo, tal vez la ruina de un pontificado que con todas sus contradicciones y hechos cuestionables, abrió al menos un generoso curso a la restauración de la tradición católica en materia litúrgica.
¡Ay del mundo por los escándalos! Porque necesario es que vengan escándalos, mas ay de aquel hombre por quien sobreviene el escándalo. (Mt. XVIII, 7.)
Dios lo impida, así como el escándalo de un nuevo Asís. Roguemos por el Santo Padre Benedicto, para que Nuestro Señor Jesucristo lo guíe, lo ilumine y proteja de sus enemigos.
Marcelo González, editor responsable de “Panorama Católico Internacional”.