sábado, 6 de noviembre de 2010

Arte Moderno (I y II)

 
El arte es el reflejo del espíritu del hombre y de su época, dice Sedlmayr. Y, con mucha razón, aquél “reflejo” se ve, aunque el artista lo ignore o busque ocultarlo. Así, la sociedad actual que viene cayendo en una sistemática apostasía y se aleja cada vez más de Dios, refleja su espíritu plasmándolo en el lienzo de lo que llamamos hoy arte moderno.
El haber visitado el museo “Reina Sofía” en Madrid, museo dedicado al arte moderno, y contemplar de manera patente aquél vacío del alma de los artistas modernos, ha sido una interesante experiencia para constatar dicha afirmación. Tampoco ha que irse hasta Madrid para constatarlo. Simplemente, basta con pasear por los corredores del “Museo Nacional de Bellas Artes” (MNBA de Buenos Aires) en la sección dedicada al arte moderno. De tal manera que, la mayoría de las obras ahí expuestas, reflejan la “armonía que no tiene, y toda armonía señala a Dios”, como dice el autor de estos artículos que publicamos. Como decía G.K. Chesterton: “quitad lo sobrenatural, y no encontraréis lo natural, sino lo antinatural”; o sea que, si quitamos el espíritu que debería tener el buen arte, queda aquél despedazado, desorientado y sin la armonía de lo verdaderamente bello.


Arte moderno I

Francis Bacon, Study after Velazquez's Portrait of Pope Innocent X.
 “Estudio del Papa Inocencio X de Velázquez” (1953).

¿Por qué el arte moderno es tan feo? ¿Tiene que ser tan feo? ¿Será que los artistas de la actualidad no pueden hacer algo lindo? Y ¿por qué cuando realizan algo “lindo” se cataloga normalmente como arte de segunda o de tercera clase, sentimental y de algún modo no auténtico? Dichas preguntas recurrentes se formulan por un pintor como Van Gogh, de quien hablamos la semana pasada, un precursor del arte moderno.  Estas preguntas tienen respuestas fáciles si Dios y el alma humana son reales. No tienen una respuesta razonable si el Dios espiritual y el alma espiritual son ficción del hombre auto-engañador.
Si Dios es, aunque invisible, el real “Padre Todopoderoso, Creador de todas las cosas visibles e invisibles”, por lo tanto Él creó el alma humana invisible, más íntimamente unida en la concepción a un cuerpo visible para constituir a cada ser humano que ha existido o existirá. Su objetivo al crear creaturas con una razón espiritual, y por lo tanto con libre albedrío, es su propia gloria extrínseca (no intrínseca), la cual aumenta con cada ser humano que usa ese libre albedrío para amar y servir a Dios en esta vida así como para merecer a su muerte ser inmensamente feliz con Dios, dándole a Él gloria sin fin en la vida venidera.
Y ¿cómo es que el hombre ama y sirve a Dios en esta vida? Obedeciendo sus mandamientos (Juan XV, 10) que constituyen la estructura moral del bien y del mal para todos los actos humanos, una estructura  que los hombres pueden desafiar pero no evadir. Si de hecho la desafían, ellos mismos se colocarán más o menos en una desarmonía radical con Dios, con su prójimo y con sí mismos, porque Dios creó ese marco no arbitrariamente sino en perfecta armonía con su propia naturaleza y la naturaleza humana obligada por Él para actuar dentro de él.
Ahora el arte podrá ser definido en su sentido más amplio como cualquier confección de materiales (por ejemplo pinturas, palabras, notas musicales, etc.) sobre la cual el hombre hace un esfuerzo especial para comunicar a otros hombres lo que él tiene en su mente y en su corazón. Así es que si la mente y el corazón pertenecen a un alma que en cualquier momento debe estar en armonía, en un mayor o menor grado, con esa estructura moral establecida por Dios para todos sus actos, entonces cualquier producto artístico que proceda de esa alma está obligado a reflejar la armonía objetiva o la desarmonía dentro de este. Y ahora estamos ya en la postura de contestar nuestras preguntas originales.
El arte moderno es tan feo porque todas las almas modernas pertenecen a una sociedad mundial que cae día a día más profundamente en la apostasía, de tal manera que un gran e influyente número de estas almas están en guerra con Dios, consciente o inconscientemente. Los productos artísticos de almas inmersas en dicho medio ambiente pueden únicamente reflejar su falta de armonía interna con Dios, con su prójimo y con sí  mismos, razón por la cual son feos. Algo genuinamente hermoso podrá aflorar únicamente de alguna armonía genuina que aún  permanezca en sus almas. El arte artificialmente “bonito” procede de un anhelo sin armonía de fingir armonía, lo que explica el porqué el efecto será siempre, de alguna manera, falso o sentimental, no auténtico y catalogado como arte de segunda o de tercera. 
Por otro lado si Dios, y el alma inmortal que viene de Él y que tiene que tender a Él, son meras ficciones, entonces no existe una razón por la cual la belleza no deba ser fea y la fealdad, bella. Esa es la manera de pensar de los artistas modernos, pero desde el momento en que yo reconozco que un artefacto feo de éstos es de hecho feo, estoy reconociendo implícitamente que existe un marco, no suyo, que ellos están desafiando.

Kyrie eleison.

Mons. Richard Williamson, “Comentarios Eleison”, 144 (17 de abril del 2010).

Arte moderno II

Pablo Picasso, “Autorretrato” (1972).

Por su fealdad misma, el arte moderno indica la existencia y bondad de Dios. Después de tres meses (ver CE 144), permitámonos regresar a esta paradoja en la esperanza de que si cualquier alma admite por sentido común la diferencia entre la belleza y la fealdad en el arte, puede permitirse ver además que si Dios no existiese, dicha diferencia tampoco existiría.
La palabra “arte” significa habilidad, o el resultado/producto de la habilidad humana. Puede abarcar las pinturas, dibujos, escultura, la moda en la ropa, la música, la arquitectura, etc. La expresión “arte moderno” usualmente se refiere a pinturas y escultura en particular, creadas desde los inicios de los 1900’s y hasta la fecha por un movimiento de artistas que deliberadamente rechazaban, y aún rechazan, todos los estándares y medidas de hermosura como fue entendida antes del siglo XX. La diferencia entre el arte pre-moderno y moderno es tan real y evidente como la diferencia aquí en Londres entre la clásica Galería Tate en Millbank y el “Tate Modern” (Museo Nacional Británico de Arte Moderno), un museo completamente nuevo, un corto viaje en bote río abajo desde su progenitor en la orilla opuesta del Támesis. Es como si el arte moderno no pueda cohabitar bajo el mismo techo que el arte pre-moderno. Ellos luchan entre sí, tal como las iglesias de estilo clásico lo hacen con la Nueva Misa.
Ahora bien, el arte moderno en este sentido se caracteriza por su fealdad. El sentido común está de acuerdo en esto con el líder Comunista Kruschev, de quien se dice que comentó en una exhibición de arte moderno en Rusia, “Un burro podría haberlo hecho mejor con su cola”. ¿Y qué es la fealdad? Falta de armonía. En el libro admirable de Arianna Huffington titulado “Picasso, Creador y Destructor”, ella demostró como cada vez que Picasso se enamoró con otra de sus seis (principales) mujeres, sus pinturas más calmadas reflejaban algo de la belleza natural de ellas, pero tan pronto como dejó de amarlas, su furia hacía trizas esa belleza en “obras maestras” de arte moderno. ¡Este patrón se repite en Picasso con la exactitud de un reloj! Por lo tanto la belleza en el arte viene de la armonía en el alma, aunque sea esta una armonía meramente terrenal, mientras que la fealdad procede de la falta de armonía en el alma, como del odio. Pero la armonía no necesita de la falta de armonía, por el contrario, mientras que la falta de armonía, como lo sugiere la misma palabra, presupone cierta armonía contra la cual está esencialmente librando una batalla. Por lo tanto la armonía precede a la falta de armonía, y cada falta de armonía da testimonio de alguna armonía. Pero más profundamente armonioso que cualquier pintura de mujeres hermosas pueden ser las pinturas de la Madonna, porque la armonía en el alma del artista pintando a la Madre de Dios puede ser mucho más alta y profunda que la armonía inspirada por un simple modelo humano, sin importar cuán bello este sea. ¿Por qué? Porque la belleza de la Madonna se deriva de su cercanía con Dios cuya divina armonía -simplicidad y unidad perfecta- supera infinitamente la armonía humana de las más bellas de las simples creaturas.


Pablo Picasso, “Mujer llorando” (1937).
Dora Maar, una de las amantes del artista.

Por lo tanto el pobre arte moderno señala la armonía que no tiene, y toda armonía señala a Dios. Por lo tanto, no permitan que la gente recurra a la fealdad de la arquitectura moderna para albergar a la Misa Tridentina. ¡Uno podría adivinar que quien así lo haga, quiere o espera regresar a la falta de armonía de la Misa del Novus Ordo!

Kyrie eleison.

Mons. Richard Williamson, “Comentarios Eleison”, 157 (17 de julio del 2010).