sábado, 13 de noviembre de 2010

La misa, fuente de gracias para los esposos cristianos.

La Misa, centro de la familia cristiana y fuente de gracias para los esposos.

Muchas veces se olvida que el sacramento del matrimonio tiene su sentido y su símbolo en el sacramento de la Cruz. Dios quiso crear a la mujer en el sueño de Adán, sacando de su costado lo necesario para la creación de la mujer. (...) Cuando Nuestro Señor inclinó la cabeza y expiró, su corazón fue atravesado y de El nació su Esposa mística, la Iglesia. ¡Qué hermosa comparación! El naci miento de la mujer es el símbolo del nacimiento de la Iglesia del costado de Nuestro Señor atravesado por la lanza y éste es el sen­tido del matrimonio. La gracia del matrimonio es una gracia que emana del Corazón de Nuestro Señor Jesucristo y que está simbo­lizada por su sacrificio. De este modo, el matrimonio se asocia de un modo muy particular al sacrificio del Calvario, motivo por el cual la Iglesia ha querido siempre que el sacramento del matrimo­nio se dé dentro del sacrificio de la misa. Todo esto tiene un senti­do destacado y extraordinario, y tiene que fortalecer en sus dificul­tades y en sus pruebas a los que están en el vínculo matrimonial.[1]
La fecundidad del matrimonio entre Nuestro Señor y su Iglesia está significada por su Pasión y por su Sangre, que brotó para hacer nacer a toda la familia cristiana, y este sentido es pre­cisamente el que se aplica al sacramento del matrimonio.[2]
Por consiguiente, se puede decir que los esposos que asisten frecuentemente a la renovación del sacrificio de la Cruz, y por ello, a las bodas de Nuestro Señor con su Iglesia, resucitan la gracia de su matrimonio y aumentan la gracia particular que necesitan para cumplir dignamente, como verdaderos cristianos, lo que se les pide en el matrimonio. Tienen que asistir a la santa misa que es realmente la piedra fundamental de la familia cristiana. La Iglesia lo ha querido así.[3]
Así como esta unión entre Nuestro Señor Jesucristo y su Esposa mística ha producido innumerables hijos y ha tenido una fecundidad extraordinaria, los esposos tienen que amarse y entregar su vida si es necesario el uno por el otro, para difundir también la vida natural y la vida sobrenatural... Éste es el signo de la gracia del matrimonio. Por consiguiente, cuando los espo­sos asisten a misa, la gracia sacramental[4] del matrimonio se renueva y se revivifica por medio del ejemplo del Calvario, por medio de la Eucaristía que reciben y por medio de esta Víctima que está en ellos. Tienen que amarse y entregarse el uno al otro hasta derramar su sangre si es necesario para poblar el Cielo de elegidos. Nunca tenemos que olvidarlo. De este modo, todo se halla en la Eucaristía y en la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo.[5]
El matrimonio es el origen de la familia cristiana y de las vocaciones que vendrán de los hijos que se consagrarán a Dios. Es realmente el nacimiento de la Iglesia. La santificación de la familia por medio de la Cruz del santo sacrificio de la misa es muy importante. De ahí nacen las virtudes familiares. Como la sociedad no es sino la reunión de las familias, y si éstas se santifican, la sociedad es santa. Por eso, la fuente de la civilización cristiana es el santo sacrificio de la misa. Las sociedades católicas que vivieron en otro tiempo se construido alrededor del altar.[6]

Mons. Marcel Lefebvre, Tomado de “La Misa de siempre, el tesoro escondido”, pág. 128-130. Ed. Río Reconquista, Buenos Aires, 2010.



[1] Homilía, Unieux, 1 de julio de 1979
[2] San Pablo describe el matrimonio como el símbolo de la unión de Cristo y de la Iglesia (Efe 5, 21-33). El magisterio ha comentado muchas veces esta enseñanza; Mons. Lefebvre se aproxima aquí a la alocución de Pío XII: “El matrimonio no sólo es un acto de la naturaleza sino también un gran sacramento para las grandes almas cris­tianas, un gran signo de la gracia y de una cosa sagrada, a saber, los desposorios de Cristo con la Iglesia, la Iglesia que Cristo ha hecho suya y ha conquistado con su Sangre para regenerar con una nueva vida espiritual a los hijos de los hombres que ‘creen en su nombre y han nacido no de sangre ni del deseo de hombre sino que han nacido de Dios’”. (A los jóvenes esposos, 22 de abril de 1942)
[3] Retiro Pascual, Ecône, 6 de abril de 1980.
[4] Modalidad particular de la gracia habitual. De esta gracia sacramental provie­nen ciertas acciones y ciertos efectos sobrenaturales especiales para alcanzar el fin del sacramento. Por ejemplo, la gracia sacramental recibida en el sacramento del matrimo­nio permite realizar los actos para el fin del matrimonio (educación de los hijos, ayuda mutua...).
[5] Homilía, primera misa, Fanjeaux, 7 de julio de 1979.
[6] Conferencia espiritual, Zaitzkofen, 7 de febrero de 1980.