jueves, 17 de mayo de 2012

Sermón sobre Nuestra Señora de Fátima.



En el Nombre del Padre y  del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. 

Queridos fieles,

Este domingo coincide con el aniversario de la primera  venida de Nuestra Señora sobre el suelo de Fátima, el día trece de mayo de 1917  al medio día, hace noventa y cinco años.

¿Para que la Santísima Virgen visitó la tierra?, sino para  recordar a los hombres, tan apegados a esta tierra, que hay un Cielo, hay una  vida eterna, ¡pero la vida eterna se puede perder para siempre y transformarse  en una muerte eterna! Entonces, Nuestra Madre del Cielo vino para recordar a  los hombres sus postrimerías, es la razón primordial de su venida a Fátima y el  tema principal de su aparición en este trece de mayo:

- “¿De dónde es Vuestra Merced?”, preguntó  la pastorcita Lucía.
- “Soy del Cielo”.
- “Y ¿yo también voy al Cielo?”
- “Sí, vas”.
- “¿Y Jacinta?”
- “También”.
- “¿Y Francisco?”
- “También; pero tiene que rezar  muchos rosarios”.
- “¿Y nosotros?… También tenemos que rezar muchos  rosarios
“Entonces,  escribe Sor Lucía, me acordé de preguntar por dos chicas que habían muerto  hacía poco. Eran amigas mías e iban a mi casa a aprender a tejer con mi hermana  mayor”.
- “¿María de las Neves ya está en el Cielo?”
- “Sí, está”.
- “¿Y Amelia?”
- “Estará en el purgatorio hasta el  fin del mundo”… 

Varios años después, se hizo una investigación sobre esta muchacha, que  había merecido un castigo tan severo: sufrir las penas del purgatorio hasta el  fin del mundo. Asistía a la   Santa Misa, es cierto, sabía su catecismo, a veces se confesaba,  comulgaba, pero, en general su espíritu, su corazón se dirigía más a cosas  vanas, si no peligrosas. En una palabra, era superficial. Su apariencia exterior, los muchachos de la aldea, la  falta de respecto a sus padres, las rivalidades pueriles con sus compañeras,  eran su pan cotidiano. Sin embargo, había recibido una educación religiosa más  que suficiente, y, quizás por eso, justamente, Dios castigó más aún sus  vanidades… ¡Gran lección, queridos jóvenes!
El Cielo,  el purgatorio, y también el infierno: dos meses después, Nuestra Señora de Fátima  no dudará en mostrar a los tres pastorcitos el infierno; visión tremenda, que  suscitó en sus corazones, especialmente en el de Jacinta, un inmenso celo por  la conversión de los pecadores y una profunda y constante devoción al  Inmaculado Corazón de María.
 
 - “Habéis visto el infierno, les dijo  Nuestra Señora, a donde van las almas de  los pobres pecadores; para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la  devoción a mi Inmaculado Corazón”.
  
Este terrible  hecho de actualidad no figura en los diarios; sin embargo, ¡es muchísimo más  terrible que un tsunami o un terremoto! Alrededor de 200 000 personas mueren  cada día en el mundo. Pregunto: En este mundo que no es cristiano, donde todos se  mofan de las leyes morales más elementales, donde la mayoría de los sermones  están vacíos de la Cruz  salvadora de Nuestro Señor, calla la realidad del infierno y predica una mera  filantropía universal, ¿cuántas de estas almas se salvarán?
Entonces,  sigamos con una imperturbable perseverancia el pedido de Nuestra Señora de  Fátima, seis veces repetido: Rezad el  rosario todos los días por la conversión de los pobres pecadores, para que  se conviertan, por lo menos al último momento, y puedan entrar en el Cielo, y  también por nuestra propia fidelidad. ¿Soplan los vientos malos del orgullo, de  la ambición? Ave María. ¿De la  pereza, de la impureza? Ave María. ¿Del  desánimo, de la vanidad? Ave María. ¿De la envidia, de la ira, de la desobediencia? Ave María, Ave María, Ave María. Cuando el mar de este mundo, con  sus olas peligrosas, amenaza nuestra alma, miremos a la Estrella, a la Virgen, y digámosle, con absoluta  confianza: Ave María. Pues Nuestra  Señora, dice San Bernardo, es “tota ratio  spei nostrae”, “toda la razón de nuestra esperanza”, especialmente de  nuestra salvación.
El rosario  es como una cuerda que Nuestra Señora nos lanza y que sus manos sujetan  firmemente desde el Cielo; y es más fácil subir sobre una cuerda que tenga  nudos que sobre una cuerda lisa. Estos nudos son las cuentas de nuestro rosario.  Si no las rezamos, corremos el riesgo de deslizarnos y de no llegar al Cielo.
Y no  solamente tenemos la cuerda salvadora de nuestro rosario, sino también tenemos un  refugio seguro, una fortaleza inexpugnable, donde  el enemigo no puede entrar, como decía Santa Teresita: es el Inmaculado  Corazón de María. Que nuestros corazones, tantas veces débiles, mezquinos e  inconstantes encuentren en él su hospital (dice San Basilio), su seguridad, su mansión.
  
Ave María purísima  

En el Nombre del Padre y  del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

R.P. Bertrand Labouche, FSSPX.