Un Sacerdote debe ser…
Muy grande
y a la vez muy pequeño
de espíritu noble como si llevara
sangre real
y sencillo como un labriego
héroe por haber triunfado de sí
mismo
y hombre que llego a luchar contra
Dios,
fuente inagotable de santidad
y pecador a quien Dios perdonó,
señor de sus propios deseos
y servidor de los débiles y
vacilantes,
uno que jamás se doblego ante
los poderosos
y se inclina, no obstante, ante los más
pequeños,
dócil discípulo de su Maestro
y caudillo de valerosos
combatientes,
pordiosero de manos suplicantes
y mensajero que distribuye oro a
manos llenas,
animoso soldado en el campo de
batalla
y madre tierna a la cabecera del
enfermo,
anciano por la prudencia de sus
consejos
y niño por su confianza en los
demás,
alguien que aspira siempre a lo más
alto
y amante de lo más humilde…
Hecho para la alegría,
acostumbrado al sufrimiento,
ajeno a la envidia,
transparente en sus pensamientos,
sincero en sus palabras,
amigo de la paz,
enemigo de la pereza,
seguro de sí mismo.
“Completamente distinto de mí”
(comenta el amanuense)
Salzburgo
Visto en el Blog TercioSan Carlos.