LENGUAJE, IDEOLOGÍA Y PODER
La palabra como arma de persuasión ideológica:
cultura y legislación
Por Juan Carlos Monedero
(h)
Las
escuchamos todos los días. Y nos aturden, nos aturden con las palabras interrupción voluntaria del embarazo,
violencia de género, homofobia, pre-embrión, derecho al aborto, derecho al
consumo de estupefacientes. Se nos atropella y arrincona con los términos abierto, cerrado, tolerante, extremista,
retrógrado, medieval, progresista, derechos humanos, discriminación, femicidio y
tantos otros.
¿Qué
significa cada uno de estos vocablos? ¿Qué hay detrás de este uso mediático que
hoy por hoy –y hasta la náusea– se les da? ¿Qué papel juega este vocabulario en
esta auténtica revolución cultural, al
servicio de la cultura de la muerte, en expresión del Papa Juan Pablo
II? ¿Qué oscuros intereses enmascara estos vocablos?
El libro
LENGUAJE, IDEOLOGÍA Y PODER (2° edición, Ediciones Castilla, 2016), prologado
por el Padre Alfredo Sáenz y el Dr. Antonio Caponnetto, nos da una clara y
certera respuesta a todas esas preguntas.
Parado en
la auténtica filosofía cristiana y ejercitando el noble arte de las
definiciones, el autor desmenuza las motivaciones ocultas de los ideólogos
promotores del aborto, la anticoncepción, la naturalización de la
homosexualidad, la banalización de las drogas, etcétera. Despliega asimismo no
sólo una crítica feroz de tales presupuestos ideológicos sino también una
sólida fundamentación de las verdades del Orden Natural, hoy puesto en tela de
juicio –todos los días– por innumerables comunicadores sociales. Asimismo, Juan
Carlos no sólo toma ejemplos del campo filosófico sino también del
periodístico, cultural, político, histórico y hasta del eclesiástico. Quienes
consideraron su formación personal signada por la Apologética , han visto
un renacer de la misma en la primera edición de este libro.
Reseña del prof. Pablo
Grossi
Repárese en que, en ninguna
otra época de la Historia Universal,
se han prodigado tanto las
palabras como la presente:
torrentes inagotables de palabras por medio de
la prensa, del libro, de la radiotelefonía,
de la cátedra, de la
tribuna, en una proporción jamás soportada antes,
invaden, penetran y cubren
la vida entera de los hombres y de los pueblos...
Jordán Bruno Genta
Desde las páginas de El Filósofo y los sofistas, nuestro mártir sostuvo que “Saber pensar o saber hablar es la tarea
principal del hombre, la que hace que el hombre sea hombre”. Y en acertada
paradoja, explicará que “Es notorio que
se requieren muchas más palabras para condenar a la palabra que para hacer su
apología; el mayor gasto y derroche de mala retórica está siempre a cargo de
los enemigos de la retórica. La palabra tiene tanta autoridad, tanta fuerza
persuasiva que hasta es capaz de convencer sobre su falta de autoridad y sobre
su impotencia persuasiva”. Por eso, la retórica –“hasta en sus formas viciosas y corrompidas”– sigue siendo, con
todo, “una parte de la metafísica y de la
teología”. La lectura del presente libro ha logrado evocar estas palabras
inmortales.
A batallar se aprende batallando. Ahora bien,
quien cae en un campo de combate sin más armas que la buena disposición del
espíritu, corre con pocas posibilidades de alcanzar la victoria. Es cierto que
en el final de todos los finales rendiremos cuenta ante el Señor por las
cicatrices recibidas, no por los éxitos alcanzados. Pero no es menos cierto que
esta benevolencia de la Divina
Providencia –por la que se nos exige el combate, mas no la
victoria– no nos exonera de hacer todo lo que esté a nuestro alcance para
alcanzar el triunfo.
La presente obra es un manual de combate. En su
primera parte (“Fundamentos de la
cuestión”), Juan Carlos presenta las
armas: traza un breve pero completo bosquejo sobre la relación existente
entre las palabras, los conceptos y la realidad. Su subversión es la raíz
última de esta guerra, respecto de la cual el libro no deja de pronunciarse una
y otra vez.
Luego, queda retratado el estado del campo de batalla: en la segunda parte (“Palabras en guerra”), se estudia qué
alcances y qué tipo de consecuencias han traído el triunfo de la guerra
cultural, que perdurará mientras Dios lo permita.
Pero el autor no se detiene allí. No se trata de
algo puramente teórico pues la guerra semántica –como cualquier otro tipo de
contienda– es algo eminentemente práctico. Tampoco son páginas quejosas,
repletas de letanías de lamentos. Lejos del derrotismo, luego de observar y
diagnosticar adecuadamente la situación, es entonces cuando Juan Carlos entra
en acción y contraataca; así, desafía los tótems
de los adversarios de la fe y de la patria, al tiempo que acaba saliendo al
rescate del lenguaje, desenmascarando sofismas y rescatando palabras nobles que
han sido estigmatizadas, echando luz sobre las tinieblas del oscuro panorama
cultural.
Una obra para releer varias veces, que podríamos
considerar una verdadera “teoría y práctica” de la presente guerra
contrarrevolucionaria en su aspecto semántico, necesaria para la interpretación
de la realidad actual de nuestro país y, por qué no, del habla hispana.