miércoles, 16 de noviembre de 2011

Deberíamos leer las Escrituras diariamente.


San Jerónimo, patrono de los traductores
y maestro de los escrituristas


Dice San Jerónimo: “El Desconocimiento de las Escrituras es desconocimiento de Cristo”.

En Nombre del Padre y del Hijo y del  Espíritu Santo. Amén.

Queridos fieles,

¡“Éfeta”!,  “ábrete”, dijo Nuestro señor Jesucristo, y el sordomudo quedó curado. Los  milagros del Salvador son algo más que un signo de su poder y de su Bondad;  representan la acción de su gracia en nuestras almas. ¡“Éfeta”!, nos dijo el  sacerdote que nos bautizó, para que podamos oír, penetrar y profesar las  verdades de la fe que superan la inteligencia humana y así alcanzar a Dios y al  Cielo.
Con  esta doble perspectiva, una curación corporal y espiritual, vamos a meditar un  poco sobre los algunos versículos del evangelio de hoy para comprender mejor  aún quién era y quien es Nuestro Señor, y, quizás, para también aumentar  nuestro amor a la   Sagrada Escritura que, deberíamos leer diariamente, con la  ayuda de un comentario autorizado (del Mons. Straubinger, por ejemplo). Dice San  Jerónimo: El Desconocimiento de las Escrituras es  desconocimiento de Cristo.
En  aquel tiempo: Saliendo Jesús de tierras de Tiro, se fue por Sidón hacía el mar  de Galilea, atravesando por mitad de la Decápolis. Si  consultamos un mapa de estas regiones, reconstituyendo este largo viaje,  veremos que Jesús hizo un rodeo considerable, pasando por tierras paganas, también  incluidas en la obra de la redención, en particular por el Líbano. Este país  así hace parte de la   Tierra Santa, la   Tierra pisada por el Mesías. Fue durante este viaje que,  cansado, Nuestro Señor se sentó junto a un pozo de la ciudad de Sicar, habló  con la samaritana, y la convirtió.
Y  le  trajeron un sordomudo, suplicándole  pusiese la mano sobre él para curarle. Solamente San Marcos menciona este  episodio. El sordomudo representa a los paganos, incapaces de comprender a  Jesús y de hablar sobre Él. El gesto de imponer la mano es un gesto sacerdotal.  Las manos consagradas trasmiten las bendiciones divinas; el sacerdote lo hace  en particular cuando administra el bautismo y la extremaunción. También el  sacerdote recién ordenado da así su primera bendición.
Y  Jesús, apartándole del tropel de la gente… Hizo esto por varios motivos: En  primer lugar para evitar demasiada publicidad: la envidia de sus enemigos  podría perjudicar al enfermo curado, y también no quería anticipar la hora de  su Pasión. Además la muchedumbre podría molestarlo. También Nuestro Señor quiso  enseñarnos que la oración, el silencio, el alejamiento del mundo, un retiro  espiritual favorecen la obra de la gracia.
…metió los dedos en sus oídos y, con su saliva, le tocó la lengua; Estos  actos simbólicos, extraordinarios, dice el P. Fillion, son para excitar la fe  del enfermo y llamar su atención sobre lo que Nuestro Señor iba hacer sobre él.  San Gregorio comenta que los dedos del Salvador representan los dones y las  palabras del Espíritu Santo. “Si por el dedo de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a  vosotros el Reino de Dios”, dijo Nuestro Señor a los fariseos  en otra ocasión. (Lc 11, 20.).  Es también el gesto soberano del Creador que todo hizo a partir de nada.
Y  alzando los ojos hacía el Cielo… es  una silenciosa oración, súplica de Jesús a su Padre; también hará lo mismo en  la santa Cena, y el sacerdote lo imita durante la Santa Misa antes de  consagrar. Aquí se manifiesta la naturaleza humana de Jesús (“el Padre es mayor que yo”) que pide  ayuda a la fuente de todos los bienes y remedio a todos los males: el Padre  celestial, el Padre nuestro, que nos cuida más aún que a los pájaros del cielo  y los lirios de los campos por su divina Providencia. Sepamos rezar bien el  Padre Nuestro, la oración por excelencia que nos dio Nuestro Señor.
… suspiró… “ingemuit” en latín, gimió,  mostrando así la compasión que siente por este enfermo y por todos los  sufrimientos humanos en general. Este gemido traduce también delante del  espectáculo de tantas y tantas almas que se quedan sordas a su Amor y a su  gracia, mudas, cobardes ante el error y los escándalos, insensibles a su  Sacrificio redentor, a su Sangre derramada por su salvación eterna.
…y  le dijo: ¡Éfeta!, que quiere decir ábrete. E inmediatamente se lo abrieron los  oídos y se soltó el impedimento de su lengua y hablaba correctamente. “Statim”,  en seguida: esta palabra manifiesta la inmediata eficacia de la orden de  Nuestro Señor quien revela así su divinidad. “Ipse dixit et facta sunt”, “Él  dijo y las cosas fueron hechas”. Es un milagro indudable tan claro como la  orden de Jesús, es un fiat para una  nueva creación. Es lo que se realiza en el bautismo: una nueva generación, la  de un hombre hecho hijo de Dios por la gracia.
Y  les mandó que a nadie lo dijesen. Por las razones que ya mencioné: evitar  la persecución al curado por milagro y al Él mismo porque su hora todavía no  había llegado. También para evitar un entusiasmo a veces demasiado humano, poco  sobrenatural del pueblo para con Él.
Pero  cuanto más se lo mandaba, tanto más lo divulgaban y más crecía su admiración.
Y  viene como conclusión de esta narración un pensamiento conmovedor, que resume  perfectamente el ministerio de Nuestro Señor Jesucristo, el apostolado del Buen  Pastor: Todo lo ha hecho bien; ha hecho  oír a los sordos y hablar a los mudos.
Queridos fieles, estemos atentos a  la voz pacificadora del Buen Pastor, y sepamos confesar nuestra fe y nuestra  santa religión sin respeto humano. Nunca perdamos confianza en Aquel que hace  todo con “peso, orden y medida” y nos redimió con su infinita Misericordia.

Ave María  Purísima

En el Nombre  del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Visto en Panorama Católico Internacional, “De mi amigo el Cura”.