San Jerónimo, patrono de los traductores
y maestro de los escrituristas
Dice San Jerónimo: “El Desconocimiento de las Escrituras es desconocimiento de Cristo”.
En Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Queridos fieles,
¡“Éfeta”!, “ábrete”, dijo Nuestro señor Jesucristo, y el sordomudo quedó curado. Los milagros del Salvador son algo más que un signo de su poder y de su Bondad; representan la acción de su gracia en nuestras almas. ¡“Éfeta”!, nos dijo el sacerdote que nos bautizó, para que podamos oír, penetrar y profesar las verdades de la fe que superan la inteligencia humana y así alcanzar a Dios y al Cielo.
Con esta doble perspectiva, una curación corporal y espiritual, vamos a meditar un poco sobre los algunos versículos del evangelio de hoy para comprender mejor aún quién era y quien es Nuestro Señor, y, quizás, para también aumentar nuestro amor a la Sagrada Escritura que, deberíamos leer diariamente, con la ayuda de un comentario autorizado (del Mons. Straubinger, por ejemplo). Dice San Jerónimo: “El Desconocimiento de las Escrituras es desconocimiento de Cristo”.
En aquel tiempo: Saliendo Jesús de tierras de Tiro, se fue por Sidón hacía el mar de Galilea, atravesando por mitad de la Decápolis. Si consultamos un mapa de estas regiones, reconstituyendo este largo viaje, veremos que Jesús hizo un rodeo considerable, pasando por tierras paganas, también incluidas en la obra de la redención, en particular por el Líbano. Este país así hace parte de la Tierra Santa, la Tierra pisada por el Mesías. Fue durante este viaje que, cansado, Nuestro Señor se sentó junto a un pozo de la ciudad de Sicar, habló con la samaritana, y la convirtió.
Y le trajeron un sordomudo, suplicándole pusiese la mano sobre él para curarle. Solamente San Marcos menciona este episodio. El sordomudo representa a los paganos, incapaces de comprender a Jesús y de hablar sobre Él. El gesto de imponer la mano es un gesto sacerdotal. Las manos consagradas trasmiten las bendiciones divinas; el sacerdote lo hace en particular cuando administra el bautismo y la extremaunción. También el sacerdote recién ordenado da así su primera bendición.
Y Jesús, apartándole del tropel de la gente… Hizo esto por varios motivos: En primer lugar para evitar demasiada publicidad: la envidia de sus enemigos podría perjudicar al enfermo curado, y también no quería anticipar la hora de su Pasión. Además la muchedumbre podría molestarlo. También Nuestro Señor quiso enseñarnos que la oración, el silencio, el alejamiento del mundo, un retiro espiritual favorecen la obra de la gracia.
…metió los dedos en sus oídos y, con su saliva, le tocó la lengua; Estos actos simbólicos, extraordinarios, dice el P. Fillion, son para excitar la fe del enfermo y llamar su atención sobre lo que Nuestro Señor iba hacer sobre él. San Gregorio comenta que los dedos del Salvador representan los dones y las palabras del Espíritu Santo. “Si por el dedo de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios”, dijo Nuestro Señor a los fariseos en otra ocasión. (Lc 11, 20.). Es también el gesto soberano del Creador que todo hizo a partir de nada.
Y alzando los ojos hacía el Cielo… es una silenciosa oración, súplica de Jesús a su Padre; también hará lo mismo en la santa Cena, y el sacerdote lo imita durante la Santa Misa antes de consagrar. Aquí se manifiesta la naturaleza humana de Jesús (“el Padre es mayor que yo”) que pide ayuda a la fuente de todos los bienes y remedio a todos los males: el Padre celestial, el Padre nuestro, que nos cuida más aún que a los pájaros del cielo y los lirios de los campos por su divina Providencia. Sepamos rezar bien el Padre Nuestro, la oración por excelencia que nos dio Nuestro Señor.
… suspiró… “ingemuit” en latín, gimió, mostrando así la compasión que siente por este enfermo y por todos los sufrimientos humanos en general. Este gemido traduce también delante del espectáculo de tantas y tantas almas que se quedan sordas a su Amor y a su gracia, mudas, cobardes ante el error y los escándalos, insensibles a su Sacrificio redentor, a su Sangre derramada por su salvación eterna.
…y le dijo: ¡Éfeta!, que quiere decir ábrete. E inmediatamente se lo abrieron los oídos y se soltó el impedimento de su lengua y hablaba correctamente. “Statim”, en seguida: esta palabra manifiesta la inmediata eficacia de la orden de Nuestro Señor quien revela así su divinidad. “Ipse dixit et facta sunt”, “Él dijo y las cosas fueron hechas”. Es un milagro indudable tan claro como la orden de Jesús, es un fiat para una nueva creación. Es lo que se realiza en el bautismo: una nueva generación, la de un hombre hecho hijo de Dios por la gracia.
Y les mandó que a nadie lo dijesen. Por las razones que ya mencioné: evitar la persecución al curado por milagro y al Él mismo porque su hora todavía no había llegado. También para evitar un entusiasmo a veces demasiado humano, poco sobrenatural del pueblo para con Él.
Pero cuanto más se lo mandaba, tanto más lo divulgaban y más crecía su admiración.
Y viene como conclusión de esta narración un pensamiento conmovedor, que resume perfectamente el ministerio de Nuestro Señor Jesucristo, el apostolado del Buen Pastor: Todo lo ha hecho bien; ha hecho oír a los sordos y hablar a los mudos.
Queridos fieles, estemos atentos a la voz pacificadora del Buen Pastor, y sepamos confesar nuestra fe y nuestra santa religión sin respeto humano. Nunca perdamos confianza en Aquel que hace todo con “peso, orden y medida” y nos redimió con su infinita Misericordia.
Ave María Purísima
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Visto en Panorama Católico Internacional, “De mi amigo el Cura”.