martes, 2 de julio de 2013

Mons. Alfonso de Galarreta: por qué es imposible el acuerdo práctico con las autoridades romanas.


Mons. Alfonso de Galarreta, obispo de la FSSPX, en su sermón de las ordenaciones del 29 de junio de 2004, explicaba a los fieles el por qué es imposible firmar un acuerdo práctico con las autoridades romanas. Las razones que expresa son fuertes y contundentes, en vista de que la situación actual de Roma, que -según nuestra percepción- no solo no ha cambiado un ápice su postura con respecto a los errores modernos que se han propalado, sino más bien, con el nuevo pontificado, la situación ha ido empeorando. Estas razones son de total actualidad. Y aunque no guste a algunos espíritus, en honor a la honestidad intelectual, tomamos el texto de un blog perteneciente a la llamada “Resistencia”.

[Non Possumus - 29-07-2013]

[Extracto]

Es necesario que esto sea evidente para nosotros: un acuerdo puramente práctico es imposible.

Desde que tuvo lugar uno de los primeros contactos con Roma, alguien nos dijo: “no discutamos de doctrina, nos vamos a enredar”. Miren ustedes, esa parece una frase anodina pero es muy grave. ¿Qué es lo que quiere decir? Esto quiere decir la verdad divide, y eso es lo que ellos creen. Esto es lo que funda la libertad religiosa, también el ecumenismo. La verdad divide, por lo tanto hay que dejarla de lado. Esto nos recuerda mucho la frase de Pilatos: “¿Qué es la verdad?” Y el Apóstol san Pablo nos advierte en la epístola a los Tesalonicenses que Dios enviará un espíritu de ceguera a los hombres, porque no recibieron con amor la verdad.

Para tener un punto de partida, para entendernos, es necesario un fundamento esencial. Y además ¿cómo podríamos nosotros ponernos bajo la autoridad de aquellos que demuelen la Iglesia y que no quieren cambiar? ¡Es la cuadratura del círculo! ¡Querer conservar la Tradición y obedecer a aquellos que no quieren cambiar de dirección, que están en el sentido de ruptura con la Tradición, la demolición de todo! Esto es una utopía, una quimera, es tomar los deseos por la realidad. Mientras que no haya un retorno de la más alta autoridad de la Iglesia, no podemos hacer un acuerdo puramente práctico. Esto no es posible en este momento. Y en su momento, este acuerdo no será puramente práctico.

Eso sería duplicidad.

Hay todavía un aspecto muy importante, y es que todo acuerdo puramente práctico supondría una contradicción de nuestra parte, una disociación de la fe que tenemos en el corazón y la fe que tenemos en los labios. Dicho de otro modo, entre la fe católica y la confesión de la fe católica. Eso nos pondría en una duplicidad, eso es astucia y no prudencia. Porque habría que –al menos públicamente- hacer creer que nosotros admitimos lo que pasa actualmente en la Iglesia en Roma.
Aquí, yo digo que no podemos cooperar con aquellos que van contra la fe católica, es lo que dice el apóstol San Pablo: ¿Qué acuerdo puede haber entre la luz y las tinieblas, entre la justicia y la injusticia?. No portéis el mismo yugo con los infieles. Yo creo que podemos aplicar esto muy bien aquí. Pues no se trata solamente de rehusar una confusión desde el  punto de vista doctrinal, desde el punto de vista teológico de la fe, desde el punto de vista del culto, sino incluso desde el punto de vista práctico de la acción, nosotros no podemos trabajar juntos porque nosotros vamos en sentido contrario, absolutamente contrario y se trata de la fe. Porque la condición implícita de un acuerdo con nosotros –e incluso a veces condición explícita, pero como lo que se escribe en pequeños caracteres en un contrato- es que nosotros reconozcamos el pluralismo, que reconozcamos el ecumenismo. Esto equivaldría a decir: La Tradición se admite como un carisma particular. Pero si nosotros admitimos eso, nosotros ponemos la verdad católica al nivel de las opiniones, y estamos en pleno pluralismo, ecumenismo, relativismo, indiferentismo. Hay un problema esencial. Es evidente que cada vez se nos propone lo que podríamos llamar: la Tradición libre en la iglesia conciliar libre. Tomemos la última entrevista con el Cardenal Castrillón Hoyos que está en internet y en todas partes –el expresamente la quiso pública- y verán. Es una reducción extraordinaria. El dijo que el problema tradicionalista se reduce a una cuestión litúrgica y devocional. Por lo tanto, nuestra adhesión a la Santa Misa es una cuestión litúrgica y devocional que se reduce a una cuestión de sensibilidad y de sentimiento. Nuestra posición atañería a la libertad de conciencia, y podríamos muy bien llevarla a “la unidad en la diversidad”. El cardenal dijo que no hay ningún problema a que haya contrarios con tal que se haga referencia a esta nueva unidad que está fundada exclusivamente sobre el papa. Por supuesto, porque se trata de un papa modernista. Su enfoque es claro, lo que nos proponen: les reconocemos una particularidad, pero ustedes reconocen todo lo demás. Ustedes reconocen el principio que demuele la fe, que está demoliendo la fe y también al mundo. Asistimos verdaderamente al establecimiento de otra fe, de otra religión por lo que debemos ser muy prudentes.

Quizá ustedes dirán: este panorama es muy triste, es desolador. Yo creo que nuestra consolación no puede venir de la situación que vivimos. No debemos buscar la consolación donde ella no está. Lo que nos consuela, no es verdaderamente la situación que vamos a vivir, ella viene de arriba, viene primeramente de Dios, de la Providencia. San Pablo nos recuerda que todas las cosas cooperan al bien de aquellos que aman a Dios. Es una frase de un alcance enorme. Todo coopera al bien de los que aman a Dios, no solamente los bienes sino que también los males, las adversidades, los sufrimientos, las tribulaciones. Esto quiere decir que todo está ordenado para el bien de la parte más noble del universo que es el Cuerpo Místico de Nuestro Señor Jesucristo, la Iglesia. Todo lo que nos sucede está ordenado para nuestro biensiempre y cuando permanezcamos en el amor de Dios, porque todo coopera al bien de los que aman a Dios. Y san Agustín tiene una bella frase, dice: La tribulación será lo que tú quieras que sea, o bien una prueba o bien una condenación. Si te encuentra como el oro, te purifica, te quita las escorias; si te encuentra como la paja, te consume. Es por eso que el Apóstol agrega: Si Dios está a nuestro favor, ¿quién está contra nosotros? Si Dios está con nosotros, si estamos con Dios, ¿quién está contra nosotros. Y esto debe darnos una tranquilidad profunda, una esperanza sobrenatural, que vale mucho más que cualquier esperanza terrestre.


Tomado de Le Sel de la Terre n° 50. Otoño de 2004, páginas 223, 224, 225.