Francisco y líderes de “otras religiones”: anglicanos,
judíos, musulmanes, un gurú hindú y representantes budistas.
[Información aparecida en ACI Prensa, 26-Sep-2015.] Resaltados nuestros.
TEXTO:
Discurso del Papa Francisco con inmigrantes en encuentro por la libertad
religiosa
FILADELFIA, 26
Sep. 15 / 04:33 pm (ACI).-
El Papa Francisco hizo una profunda reflexión sobre la importancia de la
libertad religiosa ante una gran cantidad de personas entre las que había un
nutrido grupo de inmigrantes en esta importante ciudad de Estados Unidos. A
continuación el texto completo de sus palabras (las cursivas son las palabras
improvisadas del Santo Padre):
Queridos
amigos, buenas tardes:
Uno de los momentos más destacados de mi visita es la presencia aquí,
en el Independence Mall, el lugar de nacimiento de los Estados Unidos de
América. Aquí fueron proclamadas por primera vez las libertades que definen
este País. La Declaración de Independencia proclamó que todos los hombres y
mujeres fueron creados iguales; que están dotados por su Creador de ciertos
derechos inalienables, y que los gobiernos existen para proteger y defender
esos derechos. Esas palabras siguen resonando e inspirándonos hoy, como
lo han hecho con personas de todo el mundo, para luchar por la
libertad de vivir de acuerdo con su dignidad.
La historia también muestra que estas y otras verdades
deben ser constantemente reafirmadas, nuevamente asimiladas y defendidas. La
historia de esta Nación es también la historia de un esfuerzo constante, que
dura hasta nuestros días, para encarnar esos elevados principios en la vida social
y política. Recordemos las grandes luchas que llevaron a la abolición de la
esclavitud, la extensión del derecho de voto, el crecimiento del movimiento
obrero y el esfuerzo gradual para eliminar todo tipo de racismo y de prejuicios
contra la llegada posterior de nuevos americanos. Esto
demuestra que, cuando un país está determinado a permanecer fiel a sus
principios, a esos principios fundacionales, basados en el respeto a
la dignidad humana, se fortalece y renueva. Cuando un país guarda la
memoria de sus raíces, sigue creciendo, se renueva y sigue asumiendo en su seno
nuevos pueblos y nueva gente que vienen a él.
Nos ayuda mucho recordar nuestro pasado. Un pueblo que tiene memoria no
repite los errores del pasado; en cambio, afronta con confianza los retos del
presente y del futuro. La memoria salva el alma de un pueblo de aquello o de
aquellos que quieren dominarlo o quieren utilizarlo para sus propios intereses.
Cuando los individuos y las comunidades ven garantizado el ejercicio efectivo
de sus derechos, no sólo son libres para realizar sus propias capacidades, sino
que también con estas capacidades con su trabajo contribuyen al
bienestar y al enriquecimiento de la sociedad.
En este lugar, que es un símbolo del modelo de los Estados
Unidos, me gustaría reflexionar con ustedes sobre el derecho a la libertad
religiosa. Es un derecho fundamental que da forma a nuestro modo de interactuar
social y personalmente con nuestros vecinos, que tienen creencias religiosas
distintas a la nuestra. El ideal del diálogo interreligioso donde todos
los hombres y mujeres de diferentes tradiciones religiosas pueden dialogar sin
pelearse, eso lo da la libertad religiosa.
La libertad religiosa, sin duda, comporta el derecho a adorar a Dios,
individualmente y en comunidad, de acuerdo con la propia conciencia. Pero, por
otro lado, la libertad religiosa, por su naturaleza, trasciende los lugares de
culto y la esfera privada de los individuos y las familias porque el hecho religioso, la
dimensión religiosa no es una subcultura, es parte de la cultura de cualquier
pueblo y de cualquier nación.
Nuestras distintas tradiciones religiosas sirven a la sociedad sobre
todo por el mensaje que proclaman. Ellas llaman a los individuos y a las
comunidades a adorar a Dios, fuente de la vida, de la libertad y de la
felicidad. Nos recuerdan la dimensión trascendente de la existencia humana y de
nuestra libertad irreductible frente a la pretensión de cualquier poder
absoluto. Necesitamos acercarnos a la historia, nos hace bien
acercarnos a la historia, especialmente la historia del siglo pasado, para
ver las atrocidades perpetradas por los sistemas que pretendían construir algún
tipo de «paraíso terrenal», dominando pueblos, sometiéndolos a principios
aparentemente indiscutibles y negándoles cualquier tipo de derechos. Nuestras
ricas tradiciones religiosas buscan ofrecer sentido y dirección, «tienen una
fuerza motivadora que abre siempre nuevos horizontes, estimula el pensamiento,
amplía la mente y la sensibilidad» (Evangelii gaudium, 256). Llaman a la
conversión, a la reconciliación, a la preocupación por el futuro de la
sociedad, a la abnegación en el servicio al bien común y a la compasión por los
necesitados. En el corazón de su misión espiritual está la proclamación de la
verdad y la dignidad de la persona humana y de todos los
derechos humanos.
Nuestras tradiciones religiosas nos recuerdan que, como seres humanos,
estamos llamados a reconocer a Otro, que revela nuestra identidad relacional frente
a todos los intentos por imponer «una uniformidad a la que el egoísmo de los
poderosos, el conformismo de los débiles o la ideología de la utopía quieren
imponernos» (M. de Certeau).
En un mundo en el que diversas formas de tiranía moderna tratan de
suprimir la libertad religiosa, o como dije antes, reducirla a
una subcultura sin derecho a voz y voto en la plaza pública, o de utilizar la
religión como pretexto para el odio y la brutalidad, es necesario que los
fieles de las diversas tradiciones religiosas unan sus voces
para clamar por la paz, la tolerancia y el respeto a la dignidad y a
los derechos de los demás.
Nosotros vivimos en una época sujeta a la «globalización
del paradigma tecnocrático» (Laudato si', 106), que conscientemente apunta a la
uniformidad unidimensional y busca eliminar todas las diferencias y tradiciones
en una búsqueda superficial de la unidad. Las religiones tienen, pues, el derecho
y el deber de dejar claro que es posible construir una sociedad en la que «un
sano pluralismo que, de verdad respete a los diferentes y los valore como
tales» (Evangelii gaudium, 255), es un aliado valioso «en el empeño por la
defensa de la dignidad humana y un camino de paz para nuestro mundo tan
herido por las guerras» (ibíd., 257).
Los cuáqueros que fundaron Filadelfia estaban inspirados por un
profundo sentido evangélico de la dignidad de cada individuo y por el ideal de
una comunidad unida por el amor fraterno. Esta convicción los llevó a fundar
una colonia que fuera un refugio para la libertad religiosa y la tolerancia. El
sentido de preocupación fraterna por la dignidad de todos, especialmente de los
más débiles y vulnerables, se convirtió en una parte esencial del espíritunorteamericano.
San Juan Pablo II, durante su visita a los Estados Unidos en 1987, rindió
un conmovedor homenaje al respecto, recordando a todos los americanos que «la
prueba definitiva de su grandeza es la manera en que tratan a todos los seres
humanos, pero sobre todo a los más débiles e indefensos» (Ceremonia de
despedida, 19 septiembre 1987).
Aprovecho esta oportunidad para agradecer a todos los que, sea
cual fuera su religión, han tratado de servir a Dios, al
Dios de la paz construyendo ciudades de amor fraterno, cuidando de nuestro prójimo
necesitado, defendiendo la dignidad del don divino, del don de
la vida en todas sus etapas, defendiendo la causa de los pobres y los
inmigrantes. Con demasiada frecuencia los más necesitados en todas
partes no son escuchados. Ustedes son su voz, y muchos de ustedes, hombres
y mujeres religiosos han hecho que su grito sea escuchado. Con este
testimonio, que frecuentemente encuentra una fuerte resistencia, recuerdan a la
democracia americana los ideales que la fundaron y que la sociedad se
debilita cada vez que allí en donde cualquier injusticia prevalece.
Hace un
momento hable de la tendencia a una globalización. La globalización no es mala,
al contrario, la tendencia a globalizarnos es buena, nos une. Lo que puede ser
malo es el modo de hacerlo. Si una globalización pretende igualar a todos como
si fuera una esfera, esa globalización destruye la riqueza y la particularidad
de cada persona y de cada pueblo.
Si una globalización busca unir a todos pero respetando a cada
persona, a su persona, a su riqueza, a su peculiaridad, respetando a cada
persona, a cada pueblo, a cada riqueza, a esa peculiaridad, esa globalización
es buena: nos hace crecer a todos y lleva a la paz. Me gusta usar la geometría
aquí. Si la globalización es una esfera, donde cada punto es igual equidistante
del centro, anula, no es buena. Si la globalización une como un poliedro donde
están todos unidos pero cada uno conserva cada uno conserva su propia
identidad, hace crecer a un pueblo, da dignidad a todos los hombres y le otorga
derecho.
Entre nosotros hoy hay miembros de la gran población hispana de los Estados
Unidos, así como representantes de inmigrantes recién llegados a los
Estados Unidos. Gracias por abrir las puertas. Muchos de ustedes han emigrado. Y
los saludo a todos con especial afecto. Muchos de ustedes han emigrado a este
país con un gran costo personal, pero con la esperanza de construir una nueva
vida. No se desanimen por los retos y dificultades que tengan que
afrontar. Les pido que no olviden que, al igual que los que llegaron aquí
antes, ustedes traen muchos dones a esta nación. Por favor, no
se avergüencen nunca de sus tradiciones. No olviden las lecciones que
aprendieron de sus mayores, y que pueden enriquecer la vida de esta tierra
americana. Repito, no se avergüencen de aquello que es parte esencial de
ustedes. También están llamados a ser ciudadanos responsables y a contribuir como
lo hicieron con tanta fortaleza los que vinieron antes a contribuir provechosamente
a la vida de las comunidades en que viven. Pienso, en particular, en la
vibrante fe que muchos de ustedes poseen, en el profundo sentido de la vida
familiar y los demás valores que han heredado. Al contribuir con sus
dones, no solo encontrarán su lugar aquí, sino que ayudarán a renovar la
sociedad desde dentro. No perder la memoria de lo que pasó aquí hace
más de dos siglos, no perder la memoria de aquella declaración que proclamó que
todos los hombres fueron creados iguales, que están dotados por su creador de
ciertos derechos inalienables y que los gobiernos existen para proteger y
defender esos derechos.
Queridos amigos, les doy las gracias por su calurosa bienvenida y por
acompañarme hoy aquí. Conservemos la libertad, cuidemos la libertad, la
libertad de conciencia, la libertad religiosa, la libertad de cada persona, de
cada familia, de cada pueblo que es la que da lugar a los derechos. Que
este País, y cada uno de ustedes, dé gracias continuamente por las muchas
bendiciones y libertades que disfrutan. Que puedan defender estos derechos,
especialmente la libertad religiosa, que Dios les ha dado. Que Él los bendiga a
todos. Y por favor, les pido, que recen un poquito por mí.
Ofrezcamos
todos juntos la oración que Jesús nos enseñó [Padre Nuestro]
The Lord be with you [And also with
you] (El Señor esté con ustedes [y con tu espíritu])
God Bless you all
Video:
Un discurso que podría haber sido pronunciado por alguien perteneciente a la masonería.