«El “enemigo”
se encuentra por todas partes y en medio de todos. Sabe ser violento y taimado.
En estos últimos siglos ha intentado llevar a cabo la disgregación intelectual,
moral, social de la unidad del organismo misterioso de Cristo. Ha querido la
naturaleza sin la gracia; la razón sin la fe; la libertad sin la autoridad; a
veces, la autoridad sin la libertad. Es un “enemigo” que cada vez se ha hecho
más concreto, con una despreocupación que deja atónitos todavía: Cristo, sí;
Iglesia, no. Después: Dios, sí; Cristo, no. Finalmente el grito impío: Dios ha
muerto; más aún, Dios no ha existido jamás. Y he aquí la tentativa de edificar
la estructura del mundo sobre fundamentos que Nos no dudamos en señalar como
los principales responsables de la amenaza que gravita sobre la humanidad: una
economía sin Dios, un derecho sin Dios, una política sin Dios. El “enemigo” se
ha preparado y se prepara para que Cristo sea un extraño en la universidad, en
la escuela, en la familia, en la administración de la justicia, en la actividad
legislativa, en la inteligencia entre los pueblos, allí donde se determina la
paz o la guerra»