lunes, 25 de julio de 2016

Declaración del Superior General a todos los miembros de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X al término de la reunión de superiores mayores en Anzère.


Tomado de FSSPX/MG –DICI, 16-Jul-2016.

Declaración del Superior General a todos los miembros de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X al término de la reunión de superiores mayores en Anzère (Valais), 28 de junio de 2016.
Al finalizar la reunión de superiores de la Fraternidad San Pío X, además del comunicado que leyó el 29 de junio de 2016 en las ordenaciones sacerdotales en Ecône, Monseñor Bernard Fellay había dirigido a los sacerdotes en la víspera una declaración que DICI publica en exclusiva.

Para gloria de Dios,
para honor de nuestro Señor Jesucristo y de su Santísima Madre,
para nuestra salvación.

La Fraternidad Sacerdotal San Pío X, en el actual estado de grave necesidad que le concede el derecho de proporcionar los auxilios espirituales a las almas que recurren a ella, no busca ante todo un reconocimiento canónico, al que tiene derecho por ser una obra católica. La solución no es simplemente jurídica. Se trata de una posición doctrinal que es imprescindible manifestar.
Cuando San Pío X condena el modernismo, reduce toda la argumentación de la encíclica Pascendi a un principio fundamental: la independencia. Ahora bien, en lo sucesivo el mundo empleará todas sus fuerzas para cambiar el eje sobre el que tiene que girar. Tanto para los católicos como para los que no lo son, es evidente que este eje ya no es la Cruz sino el hombre, como atinadamente dijo Pablo VI (Cf. Discurso de clausura del Concilio Vaticano II, 7 de diciembre de 1965).
Hoy el mundo gira en torno a este eje que, según él, ya ha quedado establecido definitivamente: la dignidad del hombre, su conciencia y su libertad. El hombre moderno existe para sí mismo. El hombre es el rey del universo. Ha destronado a Jesucristo. Exalta su conciencia autónoma e independiente hasta el punto de disolver incluso los fundamentos de la familia y el matrimonio.
La Fraternidad San Pío X se ha opuesto desde siempre a esta empresa de desintegración del universo – tanto de la sociedad política como de la Iglesia.
Para remediar este desorden universal, Dios suscitó a un hombre, un cristiano, un sacerdote, un obispo. ¿Qué hizo? Fundó una Sociedad – sociedad jerárquica – cuyo principio y fin son precisamente el antídoto al desorden universal: el sacramento del Orden. El fin de la Fraternidad San Pío X sigue siendo no sólo el remedio actual a la crisis, sino también, y por la misma razón, la salvación de todos los que cooperan para este mismo fin. La Fraternidad quiere por encima de todo conservar la rectitud doctrinal, teologal y social fundada en la Cruz de Jesucristo, en su Realeza, en su sacrificio, en su sacerdocio, principio de todo orden y de toda gracia. Monseñor Marcel Lefebvre combatió toda su vida para hacer triunfar estas verdades fundamentales. En la hora presente es nuestro deber redoblar los esfuerzos, intensificando el mismo combate fundado sobre los mismos principios.
No somos ni conciliares, que niegan que la Cruz de Cristo sea el eje del mundo, ni facciosos, que rechazan la naturaleza social de la Iglesia, sino una sociedad de sacerdotes de Jesucristo y de la Iglesia católica.
¿Ha llegado realmente el momento de la restauración general de la Iglesia? La Divina Providencia no abandona a su Iglesia, cuya cabeza es el Papa, vicario de Jesucristo. Por ello, un signo incontestable de esta restauración será la voluntad manifestada por el Sumo Pontífice de proporcionar los medios para restablecer el orden del sacerdocio, de la fe y de la Tradición – y ese mismo signo constituirá la garantía de la necesaria unidad de la familia de la Tradición.

Christus regnat,
Christus imperat,
Deo gratias,
Amen.

+ Bernard Fellay
Anzère, 28 de junio de 2016
en la vigilia de los Apóstoles San Pedro y San Pablo