miércoles, 6 de julio de 2016

¿Es Usted Anticlerical?

 

            Esta pregunta espinosa se puede satisfacer con una distinción muy sencilla: anticlerical que va en contra del clero, NO; anticlerical que va en contra del clericalismo, SÍ. Wicleff, de Oxford, fue anticlerical en el primer sentido; Chaucer, de Oxford, su contemporáneo y condiscípulo (1340-1400) sólo en el segundo. Y lo mismo podemos decir del Papa Gregorio XI, que respondió a los que acusaban al poeta inglés de ir «contra los religiosos»: «Quodsi improbis et idiotis adversatur, et ego adversor.» («Pero si se opone a los perversos y a los idiotas, también yo me opongo»)
            Clericalismo es «el descenso de una mística en política», como lo definió muy bien Charles Peguy. No es simplemente un cura que se vuelve político, como el P. Filippo o el Cardenal Cisneros, eso no tiene «décalage» –vale decir, cuando los fines específicos del sentimiento religioso se desvían a metas terrenales. Nuestros padres llamaron «santulones» a los que sufren de este desorden, cuando son gentecilla; cuando son Jerarcas, la cosa tiene otro nombre más feo, procedente del Evangelio.
            Clericalismo ha habido siempre, y el de hoy no es invisible. Por ejemplo, cuando un Jerarca de la Iglesia se creé más infalible de lo que es, y aun más que el Padre Eterno, eso es alto-clericalismo; cuando un súbdito afecta creerlo, bajo-clericalismo. Hoy día es más castigado el que se atreve a decir que un Jerarca se equivocó, aunque eso sea patente, que el que dijera que la Santísima Trinidad tiene cuatro personas: Padre, Hijo, Espíritu Santo y el Obispo. A este último son capaces de condecorarlo los Canónigos Lateranenses, como a Constancio Vigil. Tal como anda hoy el mundo, por lo menos en este país, un mínimo de anticlericalismo es necesario para la salvación eterna.


R.P. Leonardo Castellani, encuesta de Dinámica Social, en “Castellani por Castellani”, Ediciones Jauja.