lunes, 21 de abril de 2014

La Nueva Pastoral del Matrimonio según Kasper.

Artículo aparecido en DICI, 12-Abr-2014.




La Nueva Pastoral del Matrimonio según Kasper

Análisis de las cuestiones doctrinales que propone el Card. Kasper para el sínodo de octubre

En otoño próximo tendrá lugar en Roma un Sínodo extraordinario de los obispos sobre el tema de la familia, en especial sobre los problemas de la familia cristiana en un mundo marcado por el secularismo: concubinato, divorcio, contracepción, etc. En un cuestionario especial enviado por Roma en octubre, los obispos debían contestar sobre la moral del matrimonio. En algunos países, en particular en los de habla alemana, los obispos reenviaron el cuestionario a algunos fieles seleccionados, que respondieron según se esperaba.
Las respuestas muestran en qué adelantado proceso de degradación se halla la moral del matrimonio cristiano en el otrora pueblo cristiano. Sobre la pregunta: “¿Sintió culpa alguna vez por haber usado los llamados métodos anticonceptivos no permitidos?” El 86% contestó NO, y el 14% . Siguiente pregunta: “¿Se ha apartado por ello de la Comunión?” En este caso un 90% respondió NO, y un 10% . En el obispado de Aquisgrán dio como resultado que “la moral sexual y matrimonial de la Iglesia” constituía “para muchos un obstáculo a la fe”. En la diócesis de Bamberg las respuestas  “reflejaron una posición crítica contra la moral del matrimonio.” En la diócesis de Essen los interrogados estaban dispuestos “a hacer posible una bendición especial para las parejas del mismo sexo”. En la diócesis de Friburgo de Brisgovia, “vivir en concubinato antes del matrimonio religioso no es excepción, sino el caso habitual.” En la diócesis de Colonia “se considera que la doctrina de la Iglesia está en ruptura con el mundo contemporáneo y sus relaciones normales”. En la diócesis de Magdeburgo “la Iglesia ha perdido su estatuto de referencia en el campo del matrimonio y de la familia”. En la diócesis de Maguncia (Mainz), “prácticamente todos rechazan la condenación de los métodos artificiales de regulación de la fertilidad o la consideran carente de importancia”. En la diócesis de Osnabrück, “cada vez son más las personas que dan la espalda a la Iglesia”. En la diócesis de Rottenburg, “se considera un delito prohibir el uso de preservativos”. En la diócesis de Tréveris (Trier), los fieles consultados esperan “un gesto de misericordia en las cuestiones matrimoniales, en los fracasos, en el recomenzar una relación  y en la sexualidad”.[1]

El papel nefasto del cardenal Kasper

El Santo Padre había convocado para la semana del 17 al 22 de febrero un consistorio dedicado particularmente a preparar el próximo sínodo de obispos. El Papa había designado al cardenal Kasper como a único orador el cual, el jueves 20 de febrero por la mañana, realizó una ponencia detallada ante los demás cardenales. Antes de examinar con más detenimiento su intervención, nos gustaría conocer más a fondo las posiciones teológicas de su autor.
Walter kasper nació en 1933. En 1957 fue ordenado sacerdote, orientándose luego a los estudios universitarios. Después de haber sido asistente de Hans Küng fue profesor de teología, y en 1989 fue nombrado obispo de la diócesis de Rottenburg-Stuttgart. En 1993 lanzó, junto con Mons. Lehmann, hoy cardenal, y con el arzobispo de Friburgo Mons. Saier, hoy fallecido, una primera ofensiva para introducir la comunión sacramental de los divorciados “vueltos a casar”, la cual fue resueltamente rechazada por el cardenal Ratzinger, prefecto, en aquel momento, de la Congregación para la doctrina de la Fe. En 1999 Mons. Kasper fue convocado a Roma para ocupar el cargo de secretario del Consejo pontificio para la unidad de los cristianos; poco tiempo después, sería nombrado presidente del mismo. Durante el mismo año, colaboraría ampliamente en la elaboración y en la firma de la Declaración común de Ausburgo entre católicos y protestantes. En 2010 presentaba su dimisión en razón de su edad; sin embargo, al quedar la sede pontificia vacante, el cardenal Bergoglio encontrará en él un decidido defensor para su elevación a la cátedra de Pedro.
Echemos ahora una mirada sobre la obra académica del cardenal Kasper. En 1967, declaraba en un artículo:“Ese Dios que reina como un ser inmutable por encima del mundo y de la historia, constituye un reto para el hombre. Por amor al hombre hay que negarlo, puesto que reclama para sí mismo la dignidad y el honor que son debidos al hombre. [...] Debemos defendernos contra un Dios semejante, no solamente por amor al hombre, sino también por amor a Dios. Ese no es el Dios verdadero, es un ídolo miserable. Un Dios, pues, que se halla al margen y por encima de la historia, que Él mismo no es historia (el destacado es nuestro), es un Dios limitado. Si designamos a este ser como a Dios deberíamos, por amor al Absoluto, hacernos ateos. Un Dios así corresponde a una visión fixista del mundo; es el garante de las cosas establecidas y el enemigo de las novedades.”[2]
En su libro Einführung in den Glauben, sostiene que los dogmas pueden ser „unívocos, superficiales, discutibles, estúpidos y precipitados”.[3]
En su obra Jesus der Christus escribe sobre la narración de los milagros en el Nuevo Testamento: “Gracias al método crítico, se puede comprobar una tendencia a aumentar los milagros, a exagerarlos y a multiplicarlos. [...] Esto reduce considerablemente el contenido de los Evangelios en las narraciones de los milagros.”[4] Para el cardenal Kasper las narraciones de los milagros tienen su explicación en una “transposición de motivos no cristianos en la persona de Jesús, con el fin de destacar su grandeza y su poder. [...] Algunas narraciones de los milagros resultan del método histórico-crítico como proyecciones retrospectivas de experiencias pascuales integradas en la vida terrena de Jesús, respectivamente como representaciones anticipadas del Cristo glorificado.”[5] Esto se aplica, por ejemplo, para las resurrecciones de la hija de Jairo, del hijo de la viuda de Naím y de Lázaro. “De esta forma, los milagros referentes a naturalezas físicas, son el resultado de añadidos posteriores a la tradición original.”[6]
En cuanto a la narración más antigua de la resurrección de Jesús (Mc 16, 1-8), asevera “que no se trata de un rasgo histórico sino de una figura de estilo destinada a llamar la atención y a generar expectación”.[7] Kasper, disuelve así no solo la fe en la Resurrección de Nuestro Señor, sino el dogma cristológico en su conjunto. Dice: “Según los evangelios sinópticos, Cristo jamás se hace llamar a sí mismo hijo de Dios; lo cual demuestra, indudablemente, que la afirmación de su filiación divina nace de la fe de la Iglesia.”[8] Otra afirmación: “Probablemente Jesús nunca se designó a sí mismo como mesías, ni como servidor de Dios, ni como hijo de Dios, y tampoco como hijo del hombre.”[9] El dogma por el cual Jesús “es verdadero hombre y verdadero Dios” es, según él “superable”[10] ¿No es esto modernismo en en su sentido más propio y puro? ¡Y este hombre fue designado por el Papa para presentar al consistorio una visión de la familia y de los graves problemas que la aquejan hoy en día! Semejante fe modernista, ¿puede servir de base a una moral cristiana? ¿Qué queda, pues, del temor de Dios, fundamento de la sabiduría (cf. Salmo 110)?

Ponencia del cardenal Kasper del 20 de febrero de 2014 en el Consistorio

Volvamos ahora a su última ponencia que, por otro lado fue publicada por la editorial Herder el 10 de marzo último, justo antes de la asamblea de la Conferencia episcopal alemana… Sería ingenuidad ver aquí una pura coincidencia.
En la primera parte, el cardenal trata de la familia en el orden de la creación y de la redención; habla de las consecuencias del pecado en la vida de familia, y de la familia como iglesia doméstica. Podemos encontrar en estos textos algún que otro buen pensamiento, como por ejemplo en la página 42: “El corazón renovado pide estar siempre nuevamente formado y presupone una cultura del corazón. La vida de familia se debe cultivar según las tres palabras claves del Santo Padre: por favor, gracias, perdón. Hay que dedicarle tiempo al otro y celebrar el sabbat, o sea el domingo juntos; hay que practicar incesantemente la indulgencia, el perdón y la paciencia; son necesarias incesantes muestras de benevolencia, de estima, de delicadeza, de agradecimiento y de amor. La oración en familia, el sacramento de la penitencia y la celebración común de la eucaristía constituyen una ayuda para fortalecer incesantemente el lazo matrimonial, por el cual Dios ha unido a los esposos. Siempre es grato encontrar esposos ancianos que se sienten aún, a pesar de la edad, enamorados, enamorados con un amor maduro. He aquí también un signo de una existencia humana redimida.” Ahora bien, la familia ¿es verdaderamente “el camino de la Iglesia”, como pretende el cardenal al final del capítulo cuarto? ¿No es más bien la Iglesia el camino de la familia?
Sin embargo, el acento principal está puesto, sin lugar a dudas, sobre el problema de los divorciados “vueltos a casar”, en el capítulo quinto de la ponencia. El cardenal tiene razón cuando comprueba que el aumento significativo de familias destruidas constituye una verdadera tragedia para el futuro de la Iglesia, pero escandaliza que no mencione las razones profundas de dicho crecimiento: una catequesis del matrimonio adulterada, recortada o incluso falsificada, o aún más, una omisión total de la predicación –no solo durante algunos años sino lustros– de la santidad del vínculo matrimonial, imagen del vínculo entre Cristo y su Esposa mística, la Santa Iglesia, y por ende de su indisolubilidad. A este respecto, hay que acusar con firmeza a los obispos de haber descuidado, de manera culpable, su ministerio de doctores de la fe y de las costumbres en sus respectivas diócesis. Para dar solo un ejemplo: jamás se escuchó al cardenal Kasper, en tanto obispo de Rottenburg, que opportune – importune haya defendido la indisolubilidad del matrimonio en sus sermones, catequesis y conferencias.
Nuestro ponente tiene toda la razón cuando dice que se puede “admirar y apoyar el heroismo de esposos abandonados que se quedan solos y que deben desenvolverse en la vida” (página 55). El cristianismo reclama de tiempo en tiempo, en efecto, este heroísmo, heroísmo que si no es posible a las fuerzas humanas, se hace posible con el concurso de la gracia divina como lo prueba aún hoy la conducta de muchos esposos abandonados, que permanecen fieles,  a pesar de todo. San Pablo decía en este sentido, todo lo puedo en Aquel que me conforta (Fil. 4,13).
Sin embargo, algunas frases del cardenal Kasper son simplemente sorprendentes: “Muchas parejas abandonadas deben formar una nueva relación por el bien de los hijos, contraer matrimonio civil, al cual no pueden renunciar después sin pecado. Muchos, después de haber vivido amargas experiencias, encuentran en estas nuevas uniones, una felicidad humana, y más aún un regalo del cielo.”(pág. 55) (los destacados son nuestros). Digámoslo claramente: una “nueva relación” de estas características está y seguirá estando en contradicción con la indisolubilidad del matrimonio, y constituye un grave pecado. Y si bien es cierto que los niños nacidos de tales uniones no pueden ser abandonados sin más ni más, la Iglesia en su sabiduría sabe responder a estas situaciones concretas con soluciones que respetan la ley moral universal.  De nada sirve recordar, después de abrir semejante brecha, que “la indisolubilidad del matrimonio sacramental y la imposibilidad de llevar a cabo un segundo matrimonio sacramental durante la vida del primero de los cónyuges forma parte de la tradición de la fe de la Iglesia” (pág. 55).
Un poco después el cardenal irá más a fondo, en donde mostrará su línea de pensamiento: “Nos encontramos hoy en una situación similar a la  del último Concilio, en donde era cuestión del ecumenismo o de la libertad religiosa. En aquel momento parecía que las encíclicas y las decisiones del Santo Oficio bloqueaban el camino a seguir; pero en ese momento el Concilio abrió las puertas sin tocar la tradición dogmática definitiva.” (pág. 57). Precisamente de esto se lamenta la Fraternidad San Pío X desde hace años: el Concilio ha abierto las puertas al error y ha provocado así gran parte de la ruina postconciliar. Sin embargo, Su Eminencia justifica este “desarrollo ulterior” por una “hermenéutica al mismo tiempo jurídica y pastoral” (pág. 60).
Nuestro exponente hace recordar que el Papa Benedicto XVI había concedido a los divorciados “vueltos a casar” no la comunión sacramental sino la espiritual, por lo que el cardenal se pregunta por qué no podrían recibir igualmente la sacramental. La respuesta es simple: la comunión espiritual supone el arrepentimiento de las propias faltas que implora a Dios la ayuda necesaria para salir de tal situación, mientras que la admisión a la comunión sacramental aprobaría el estado de pecado, bendeciría el divorcio y el concubinato, y conduciría al pecador a su ruina temporal y eterna. Por otro lado, esta observación se aplica también al “tiempo de penitencia” propuesto por el cardenal, antes de que los divorciados “vueltos a casar” puedan recibir la santa comunión: la penitencia, así como el arrepentimiento, deben estar acompañados del firme propósito de la enmienda de vida, sin la cual el arrepentimiento no tiene valor alguno. ¿Acaso el Espíritu Santo no se ha revelado, en boca del apóstol San Pablo, al decir que el que come y bebe indignamente, es decir, el que recibe la comunión sacramental en estado de pecado grave, come y bebe su propia condenación (1 Cor 11, 29)? ¿Puede pensarse en una crueldad mayor para con las almas, y en un daño aún mayor para la doctrina de la Iglesia? El mismo Compendium del Catecismo de la Iglesia católica cuenta (pág. 242) entre las obras de misericordia espiritual –en este punto es conforme a la Tradición católica– el de reprender a los pecadores. Esto nos hace comprobar que los hombres de Iglesia han perdido de vista casi por completo la salvación de las almas. Parecería que el cardenal no sabe distinguir entre el rechazo del pecado y la misericordia hacia el pecador. En su respuesta a las objeciones de sus colegas cardenales, pretende que la misericordia es “un principio hermenéutico para la interpretación de la verdad” (pág. 79) –con semejante argumento se pueden franquear todos los dogmas– y para ello alega la epiqueia (pág. 82). Pero he aquí que la epiqueia no puede caber aquí. De hecho la epiqueia consiste en suspender la aplicación de una ley humana con el fin de respetar el espíritu en un caso concreto y excepcional, no expresamente previsto por el legislador, el cual en ese caso preciso dispensaría de la obligación en razón de la gran dificultad o de los daños que de ello resultarían. Ahora bien, la ley que está en juego aquí es la ley natural y su autor es Dios creador, para quien nada es excepcional y quien desde toda la eternidad tiene conocimiento de todos y de cada uno de los divorcios de la historia del hombre. La epiqueia no se puede, entonces, de ninguna manera aplicar contra esta prohibición, pues no depende de una ley humana, sino de una ley divina.

La actitud del Papa

En la tarde del 20 de febrero, se vivió en el consistorio un clima de contradicción y de ataques bastante fuertes contra la ponencia del cardenal Kasper. Sin embargo, el viernes por la mañana el Papa Francisco prodigó elogios al cardenal alemán. Durante la apertura del segundo día del consistorio, el Papa declaraba con respecto a dicha ponencia: “He encontrado allí amor por la Iglesia” y agregaba: “Anoche, antes de irme a dormir, no para conciliar el sueño, volví a leer el trabajo del cardenal Kasper; quisiera darle las gracias pues he encontrado allí una teología profunda, un pensamiento sereno de la teología. Resulta agradable leer una teología serena. He encontrado asimismo lo que San Ignacio nos decía, el sensus Ecclesiæ, el amor de nuestra madre la Iglesia. Eso me hizo bien y me vino una idea a la cabeza; discúlpeme, Eminencia si lo pongo en una situación incómoda.  La idea es la siguiente: Esto es lo que llamo hacer teología de rodillas. Gracias. Gracias.”[11]

Otras consecuencias

Junto a esta oposición que encontró el Cardenal en el Consistorio, se hicieron sentir, naturalmente, voces de apoyo a su iniciativa. El cardenal Marx, arzobispo de Munich, estaba entusiasmado después de la ponencia de Kasper. Según el prelado, esta ponencia fue una “Apertura” hacia una discusión que está lejos de terminarse. El cardenal Marx había criticado pública y ásperamente al prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe, Mons. Müller, cuando éste recordó la doctrina católica, a saber la indisolubilidad del matrimonio y por ende, lo imposibilidad de otorgar a los divorciados “vueltos a casar” el acceso a la comunión. El cardenal Shönborn, arzobispo de Viena (Austria), manifestó su grata impresión. En la edición actual de su periódico diocesano, dice sobre la ponencia de Kasper que “el tema llega allí adonde a la familia le aprieta el zapato”, y la encuentra“maravillosamente expresada”“extraordinaria”[12].
La llaga abierta con el discurso del cardenal Kasper va a continuar supurando y causando durante mucho tiempo graves perjuicios al cuerpo místico de Cristo, tanto más que Kasper se halla protegido por el Papa. Como muestra de estos efectos nefastos, basta ver la automática división en la asamblea general de los obispos alemanes en Münster, en especial con motivo de la elección del nuevo presidente de la conferencia episcopal.
El inicio de esta discusión constituye en efecto un verdadero ataque, similar al llevado a cabo contra la encíclica Humanæ vitæ de Pablo VI por medio de la Königsteiner Erklärung de los obispos alemanes en donde pretendían que los esposos pueden seguir su conciencia individual en materia de contracepción. Las consecuencias que tendrá este ataque a la moral conyugal, se pueden ya leer en un artículo pastoral editado en septiembre de 2013 por el equipo pastoral del arzobispado de Friburgo de Brisgovia. En dicho artículo, se afirma lo siguiente: “La segunda comunidad conyugal debe, durante un tiempo prolongado, haber dado muestras de una voluntad decidida y públicamente manifestada de vivir juntos de manera permanente según el orden establecido del matrimonio, como realidad moral. [...]”
Estas parejas, “en razón de los valores humanos que realizan conjuntamente, y sobre todo por su disponibilidad a tomar la responsabilidad del uno por el otro de manera pública y jurídica, merecen un reconocimiento moral. [...] La pareja desea mutuamente esta aprobación, desea que su vida esté acompañada y protegida por Dios; esperan un acompañamiento que les dé ánimo y confianza para emprender su nuevo proyecto de vida. [...] La bendición y la entrega de una vela simbolizan este deseo. [...]”
De lo anterior se sigue que habrá una celebración litúrgica con bendición para ese tipo de “parejas”: “Se enciende una vela de la llama del cirio pascual; la pareja sostiene la vela.” Se propone la siguiente oración:“Oremos: eterno Dios, en ti hallamos perdón, amor y vida nueva. Tú iluminas la vida. Te rogamos bendigas esta vela. Así como su resplandor da luz a  la noche, así tú iluminas el camino de cada hombre. Sé tú también luz para N. y N. a fin de que experimenten en todas las cosas lo que significa el sostén de tu presencia. Ayúdalos, a fin de que se salven y fortalezcan en tu luz. Te lo pedimos por el mismo Cristo, nuestro Señor. Amén.
En función de la situación y del lugar, se puede añadir eventualmente: oración para toda la (nueva) familia (Benediktionale pág. 239) – bendición de la casa común (Benediktionale pág. 270).” ¿No es acaso bendecir el concubinato, y por tanto bendecir el pecado?
La iniciativa del cardenal prevé la comunión sacramental solo para una pequeña parte de los concubinos; pero ¿quién los va a designar? Y aquellos que no sean admitidos ¿no se sentirán dejados injustamente de lado? Sucederá lo mismo que con la Königsteiner Erklärung: una vez hecha la brecha en el dique, la práctica de las comuniones sacrílegas por parte de los concubinos se propagará como un tsunami.
Si bien el neomodernismo causó perjuicios enormes antes y después del Concilio en la fe y en la Tradición, continuaban, sin embargo, defendiendo la moral, al menos en algunos puntos. El cardenal Kasper toma ahora las armas contra dichos puntos.

Doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio

El matrimonio cristiano tiene por modelo a la alianza entre Dios y su pueblo; y más aún, al vínculo del Esposo místico Jesucristo con su esposa la Iglesia. Una vez consumado, el matrimonio es para siempre indisoluble y elevado por Dios mismo como sacramento verdadero.
Su primer objetivo es la transmisión de la vida y la educación cristiana de los hijos confiados por Dios a los esposos, hasta la edad de perfectos cristianos. Su segundo objetivo es  la ayuda mutua que se dan los esposos y su santificación. Es además, un remedio contra la concupiscencia de la carne.
En defensa de la dignidad, de la santidad y de la indisolubilidad del matrimonio entendido como el vínculo entre un hombre y una mujer, añadamos también las palabras de Cristo: “Que el hombre no separe lo que Dios ha unido” (Mt 19, 6) y “El que repudia a su mujer y se casa con otro, comete adulterio” (Lc 16, 18). Así, pues, si estando en vida aún el cónyuge, un cristiano casado entabla una nueva relación, comete adulterio y este pecado lo  excluye de la recepción de los sacramentos. “No os engañéis: Los adúlteros no poseerán el reino de los cielos” (1 Cor 6, 9). Esta es doctrina revelada por Dios, mantenida constantemente por la Iglesia y que el concilio de Trento en su 24ª del 11 de noviembre de 1563 puso de manifiesto. El canon N° 7 dice con respecto al sacramento del matrimonio: “Si alguno dijere que lo que la Iglesia enseñó o enseña es errado, conforme a la enseñanza del Evangelio y del Apóstol [ver Mt 5, 32; 19, 9; Mc 10, 11-12; Lc 16, 18; 1 Cor 7, 11], por el cual el vínculo matrimonial no puede romperse sin adulterio de uno de los esposos, y que ni uno ni el otro, incluso el inocente que no ha dado motivo al adulterio, no puede, estando vivo el cónyuge, contraer un nuevo matrimonio; es adúltero el que se casa con otra mujer después de haber despedido a la adúltera y la que se casa con otro hombre después de haber despedido al adúltero: que sea anatema.”
Hace no mucho tiempo –el 14 de septiembre de 1994– la Congregación para la doctrina de la Fe, en una carta dedicada justamente a la cuestión de la comunión para los divorciados “vueltos a casar”, había rechazado esta práctica. Debido a las fuertes reacciones que esta carta había suscitado, el cardenal Ratzinger había insistido una vez más sobre la doctrina de la Iglesia con relación a la indisolubilidad del matrimonio y había respondido a las objeciones y reproches. Esta segunda carta refutaba por adelantado y de una manera exhaustiva los sofismas del cardenal Kasper.[13]
Cuando Enrique VIII de Inglaterra quiso, en el siglo XVI, contraer nupcias adúlteras con la dama de la corte Ana Bolena, la Santa Sede defendió la santidad del matrimonio, sufriendo por ello que un país entero le sea arrebatado de la unidad de la Iglesia. En tiempos evangélicos vemos a San Juan Bautista llamar al orden a Herodes: “No te es permitido tener a  la mujer de tu hermano” (Mc 6, 18). En testimonio de esto, vemos cómo San Juan entrega su vida y su sangre. Solo un amor semejante de la verdad y una firmeza semejante en los hombres de Iglesia, y ante todo en los obispos y en los representantes de la Santa Sede, serán capaces de reconstruir la cristiandad.

Zaitzkofen, 25 de marzo de 2014 en la Fiesta de la Anunciación de la Ssma. Virgen María

Padre Franz Schmidberger
Rector del Seminario Herz Jesu
Antiguo Superior General de la Fraternidad San Pío X



[1] Citas tomadas y traducidas de la revista Der Spiegel mayo de 2014.
[2] Gott in der Geschichte, artículo aparecido en Gott heute, 15 Beiträge zur Gottesfrage
[3] Einführung in den Glauben, Walter Kasper, 1974, Ediciones Matthias Grünewald, 7ª edición, 1983, capítulo 9.4, pág. 148, [la traducción es nuestra].
[4] Jesus der Christus, Walter Kasper, Ediciones Matthias Grünewald, 7ª edición, 1978, Segunda Parte:Geschichte und Geschick Jesu Christi, capítulo 3, páginas 105-106. [En español: Jesús el Cristo, editorial Sal Terrae, 2013].
[5] Ibid., pág. 106
[6] Ibid., pág. 106
[7] Ibid., pág. 149-150
[8] Ibid., pág. 129
[9] Kasper, Jesus und der Glaube, en: Walter Kasper, Jürgen Moltmann, Jesus ja – Kirche nein? (theologische Meditationen 32), Zürich, Einsiedeln, Köln 1973, pág. 20
[10] Kasper, Einführung in den Glauben, pág. 55
[12] Giuseppe Nardi, Katholisches.info del 27 de febrero de 2014
[13] Esta carta fue publicada nuevamente por Benedicto XVI en el Osservatore Romano a fines de noviembre de 2011. Recomendamos vivamente leerlo.