jueves, 19 de marzo de 2015

En la fiesta de San José.


“Del mismo modo que Dios constituyó al otro José, hijo del patriarca Jacob, gobernador de toda la tierra de Egipto para que asegurase al pueblo su sustento, así al llegar la plenitud de los tiempos, cuando iba a enviar a la tierra a su unigénito para la salvación del mundo, designó a este otro José, del cual el primero era un símbolo, y le constituyó señor y príncipe de su casa y de su posesión y lo eligió por custodio de sus tesoros más preciosos. Porque tuvo por esposa a la inmaculada virgen María, de la cual por obra del Espíritu Santo nació nuestro señor Jesucristo, tenido ante los hombres por hijo de José, al que estuvo sometido. Y al que tantos reyes y profetas anhelaron contemplar, este José no solamente lo vio sino que conversó con él, lo abrazó, lo besó con afecto paternal y con cuidado solícito alimentó al que el pueblo fiel comería como pan bajado del cielo para la vida eterna.
Por esta sublime dignidad que Dios confirió a su siervo bueno y fidelísimo, la Iglesia, después de a su esposa, la virgen madre de Dios, lo veneró siempre con sumos honores y alabanzas e imploró su intercesión en los momentos de angustia.”


S.S. Pío IX, Decreto “Quemadmodum Deus”.

miércoles, 11 de marzo de 2015

Romano Amerio: Doctrina tradicional del ecumenismo.


La doctrina tradicional del ecumenismo está establecida en la Instructio de motione oecumenica promulgada por el Santo Oficio el 20 de diciembre de 1949 (en AAS, 31 de enero de 1950), que retoma la enseñanza de Pío XI en la encíclica Mortalium animos. Se establece por tanto:

Primero: «la Iglesia Católica posee la plenitud de Cristo» y no tiene que perfeccionarla por obra de otras confesiones.

Segundo: no se debe perseguir la unión por medio de una progresiva asimilación de las diversas confesiones de fe ni mediante una acomodación del dogma católico a otro dogma.

Tercero: la única verdadera unidad de las Iglesias puede hacerse solamente con el retorno (per reditum) de los hermanos separados a la verdadera Iglesia de Dios.

Cuarto: los separados que retornan a la Iglesia católica no pierden nada de sustancial de cuanto pertenece a su particular profesión, sino que más bien lo reencuentran idéntico en una dimensión completa y perfecta («completum atque absolutum»).

Por consiguiente, la doctrina remarcada por la Instructio supone: que la Iglesia de Roma es el fundamento y el centro de la unidad cristiana; que la vida histórica de la Iglesia, que es la persona colectiva de Cristo, no se lleva a cabo en torno a varios centros, las diversas confesiones cristianas, que tendrían un centro más profundo situado fuera de cada una de ellas; y finalmente, que los separados deben moverse hacia el centro inmóvil que es la Iglesia del servicio de Pedro. La unión ecuménica encuentra su razón y su fin en algo que ya está en la historia, que no es algo futuro, y que los separados deben recuperar.

Todas las cautelas adoptadas en materia ecuménica por la Iglesia romana y máxime su no participación (aún mantenida) en el Consejo Ecuménico de las Iglesias, tienen por motivo esta noción de la unidad de los cristianos y la exclusión del pluralismo paritario de las confesiones separadas. Finalmente, la posición doctrinal es una reafirmación de la trascendencia del Cristianismo, cuyo principio (Cristo) es un principio teándrico cuyo vicario histórico es el ministerio de Pedro.

Romano Amerio, tomado de su obra Iota Unum.

lunes, 9 de marzo de 2015

Apoyo activo de la masonería hacia Francisco.


Ya hemos mostrado en varias entradas, el mismo viraje de diferentes sectores de la masonería frente al papado de Francisco. Más allá de que uno puede decir “hay que tomarlo como de quién viene”, pero ya es una realidad el apoyo activo que recibe Francisco por parte del gran aparato de los medios masivos de comunicación más importantes, en general, manejados por miembros de la masonería.
En la siguiente entrevista que publicamos, realizada a Nicolás Breglia, Gran maestre de la Gran Logia Argentina de Libres y Aceptados Masones de Argentina, se habla del cambio de la masonería hacia un apoyo activo frente a la figura del Papa Francisco. Leemos:

“El papa, que representa al sector democrático dentro de la Iglesia y tiene una gran afinidad con nosotros por ser jesuita, cuando sube al papado lo primero que dice es: ‘Soy republicano, laico, democrático y anticlerical’. Por todo eso, nosotros fuimos excomulgados. Al asumir el papa esa concepción ideológica, lo apoyamos activamente.”

A continuación, la entrevista completa. (Subrayados y resaltados nuestros)

[El Tribuno07-Jul-2014]

Nicolás Breglia es la cara en Argentina de una organización por siglos vinculada al misterio y la intriga: la masonería. Máximo referente de la Gran Logia Argentina de Libres y Aceptados Masones, Breglia estuvo en Salta para hablar de la historia de la institución y dijo que las novelas que relacionan a los masones con intereses económicos o políticos son “ficciones que tratan de vender”.

Además, consideró “sectario” que haya educación religiosa en las escuelas públicas de la provincia y, pese a que las logias tuvieron enfrentamientos históricos con la Iglesia Católica, afirmó que hoy apoyan al papa Francisco por su concepción ideológica.

También reveló que Juan Domingo Perón estuvo ligado a la masonería, dato hasta ahora poco difundido.


-¿Hay una apertura de la masonería a la sociedad?

-Sí. La apertura empieza a partir de la reinstalación de la democracia en la Argentina. A la masonería le va muy bien en las democracias y muy mal en las dictaduras, porque hemos sido perseguidos. Creemos que la sociedad está necesitando nuevamente de la aparición de la masonería porque ofrece un ámbito neutral de debate.

-¿Cuál es el aporte de la masonería a la historia argentina?

-La masonería tuvo participación en todos los hechos trascendentes de la política argentina y estuvo presente en dos grandes proyectos que vertieron de ella. Uno es el proyecto de salud. Los hospitales públicos de la ciudad de Buenos Aires, en su mayoría, llevan nombres de médicos masones. Los masones que vinieron con la inmigración crearon mutuales en todos los barrios y eso da origen a los hospitales de colectividades, como el Italiano. El otro es el proyecto educativo que Domingo Faustino Sarmiento preparó para Chile pero que el presidente chileno rechazó porque quería una educación estratificada para aristócratas y obreros.
Entonces Sarmiento se viene enojado a la Argentina y presenta el proyecto en la masonería. Se forma la logia docente presidida por Vicente Fidel López. Convocan a los grandes pedagogos del país y trabajan en el congreso pedagógico de 1882.
Ellos son los que logran la sanción de la ley 1420, que se denomina "de los guardapolvos blancos" porque iguala y da la posibilidad a todos, sin distinciones de clases sociales, de incorporar conocimiento. Ese proceso va culminar en 1918 con la reforma universitaria. Si se lee el manifiesto liminar del año 18, es una definición masónica sobre el libre pensamiento y el laicismo. Ese proyecto educativo provoca una verdadera revolución en Argentina. Como todos tienen acceso a una educación de calidad, de familias obreras salían presidentes de la Nación. Desde 1945 en adelante, los presidentes argentinos han sido descendientes de los expulsados por la pobreza y la miseria de la vieja Europa. La actual presidenta es hija de un chofer de colectivo. Raúl Alfonsín era nieto de un gallego analfabeto. Los padres de Arturo Illia eran prácticamente iletrados. Ese proyecto le brindó al país cinco premios Nobel y lo puso a la cabeza de Latinoamérica. Empezamos a añorarlo cuando comenzamos a perderlo. Desde la década del 90 ha habido un estancamiento en la movilidad social y ha crecido la educación privada. No estamos en contra de la educación privada, pero creemos que la educación pública tiene que ser de calidad en todos los niveles.

-En Salta hay un debate con respecto a la educación laica porque en la escuela pública se dictan clases de religión.

-Estamos en contra de eso porque creemos que es una actitud totalmente sectaria. Yo soy católico. Pero la concepción religiosa tiene que estar en el ámbito privado.Yo no puedo obligar a otra persona a que piense como yo. Tengo que respetar la convicción del otro. No puedo en el ámbito público, que está pagado por todo el mundo, adoptar actitudes sectarias y obligar a estudiar una determinada religión a gente que no la tiene o que no es creyente. Tengo que respetar a esas personas.
La masonería plantea convivir con el que piensa diferente, pero no para convencerlo, sino para que reafirme sus propias convicciones y lleguemos a acuerdos comunes.

-¿Por qué la masonería se asocia con algo secreto y oculto?

-Porque cuando la masonería nace, era total y absolutamente revolucionaria. Y nace para enfrentar a factores de poder que creían que eran inamovibles. Y los combate. Si esas personas se identificaban, las mataban y perseguían a sus familias. Cuando se empieza a cuestionar el derecho divino de los reyes, cuando empezamos a plantear que la justificación de la relación de mando y obediencia del poder es porque el pueblo así lo decidió, nos condenan.
El masón tiene que ser un hombre no conformista. No tiene que aceptar consignas en forma mesiánica. Desde que estamos en democracia, prácticamente no hemos sido perseguidos en Argentina. Pero sí hay provincias donde ser masón es un problema.

-¿Es el caso de Salta?

-En Salta nos han tolerado. No toda Iglesia está en contra de nosotros. Hay toda una Iglesia progresista que está a favor nuestro, como la Jesuita. Pero hay una Iglesia reaccionaria en algunas provincias como Catamarca o Santiago del Estero y ahí sí están en contra de nosotros, que somos democráticos y laicos.
Con la Iglesia Católica hubo enfrentamientos pero en el campo político, no en el religioso. Las condenas de la Iglesia a la masonería son por temas como el divorcio o por ser laicos.
El papa, que representa al sector democrático dentro de la Iglesia y tiene una gran afinidad con nosotros por ser jesuita, cuando sube al papado lo primero que dice es: "Soy republicano, laico, democrático y anticlerical". Por todo eso, nosotros fuimos excomulgados. Al asumir el papa esa concepción ideológica, lo apoyamos activamente.

-En los últimos años salieron series, películas y libros que asocian a la masonería con la defensa de grandes intereses económicos y políticos oscuros ¿Cómo ven esas representaciones?

-Son ficciones que tratan de vender. La masonería representa a la sociedad de forma transversal. Tenemos a obreros, empresarios, políticos, empleados públicos y no hacemos distinción por la condición social. Lo único que exigimos es ser un hombre libre y de buenas costumbres, lo que quiere decir llevar una conducta ética.
Nos vino a ver el protagonista de una de esas series argentinas cuando estaba por salir. Era una cuestión novelada que no tenía nada que ver con la masonería. Pero si nos critican, somos democráticos. Cuando apareció el programa, nos llamaban todos los medios de comunicación y eso fue beneficioso porque se incorporó mucha gente a la masonería.

-¿Las mujeres son aceptadas en la masonería?

-Ese es un tema por el que venimos batallando. Cuando se conformó la masonería tal como la conocemos, en el año 1717, la mujer no tenía prácticamente participación en la vida política y social de los pueblos. Entonces se constituyó una masonería de hombres. Eso fue evolucionando. Si bien es cierto que no hay un Vaticano de la masonería porque todas las grandes logias son autónomas entre sí, hay ciertas normas que tenemos que cumplir. Por ahora no está emitida la incorporación de la mujer bajo nuestra gran logia. Pero lo que hemos hecho es patrocinar la masonería femenina, les prestamos los templos. Tienen logias aparte. Llegará el día en que trabajemos en forma conjunta.

-¿Qué tiene que suceder para que se acepte a las mujeres en la masonería?

-Tienen que cambiar las normas a nivel internacional. Eso va a llegar en su momento.

-¿Cuántos masones hay en Salta?

-En el país calculamos que son unos 12.000. En Salta hay cinco logias y en cada una puede haber 40 personas.

-¿En Argentina hubo épocas en que los peronistas no entraban en las logias?

-Había poco peronismo. Pero Perón tuvo ministros masones en los tres gobiernos. Hay un libro de Emilio Corbiere que trata sobre la masonería y él encuentra un diploma de una gran logia irregular italiana, del grado 33, perteneciente a Perón.Aparentemente, a Perón se lo incorpora en la masonería regular en España y en 1974 muere como maestro masón. Esto es una primicia, porque normalmente dejamos pasar un tiempo antes de decirlo. A Perón hay que incorporarlo a los 14 presidentes masones.

Nicolás Breglia

Nicolás Breglia es gran maestre de la Gran Logia Argentina de Libres y Aceptados Masones desde este año.

Es abogado y docente universitario. Está casado y es padre de una hija. Forma parte de un sector de la masonería que busca la apertura a la sociedad y la difusión de los ideales de la institución.


Video: Nicolás Breglia, Gran Maestre de la Gran Logia Argentina de los Masones:


De Prada: la Iglesia se pone hoy de rodillas y halaga al mundo para ser admitida.


[laprensa.com.ar, 08-Mar-2015] Juan Manuel De Prada afirma que hay un orden anticristiano que ya fue aceptado. Y que el pensamiento y el arte católico son productos del pasado. Hasta la Iglesia se pone hoy de rodillas y halaga al mundo para ser admitida, lamenta.

Por Agustín De Beitia

Juan Manuel de Prada, el famoso escritor y columnista español, es un apasionado apologeta católico, tal vez el más renombrado de la España actual. Sus artículos, donde se rebela contra el mundo y contra la tiranía de la cultura dominante, son publicados desde hace más de veinte años en el diario español ABC.
De Prada (Baracaldo, 1970) es un caso infrecuente. No sólo por su incisiva mirada sobre la realidad y su defensa de la doctrina católica, sino porque el desprecio que ha sufrido a veces por este motivo se atenúa por el éxito de sus novelas y la aclamación de la crítica. En una entrevista con este diario, el autor -que acaba de publicar en España su novela Morir bajo tu cielo- examina la figura del intelectual católico en el mundo actual.

– Los intelectuales católicos suelen merecer el ostracismo, hablar desde las catacumbas. Usted no. ¿Por qué?

– Bueno, he tenido un primer impulso como escritor y hoy cuento con unos lectores a los que estoy muy agradecido, que creen en mis obras y ven que no estoy al servicio del sistema como la mayoría de los llamados intelectuales españoles. Pero el sistema de a poco me ha ido poniendo un cerco.

– ¿Cómo es eso?

– El mundo liberal y progresista ha intentado arremeter contra mí y desprestigiarme de formas muy diversas. Cuando tú te inscribes a negociados de izquierda o de derecha, el sistema te permite encontrar tu lugar bajo el sol. Lo que no se soporta es una crítica más profunda, más radical. Eso te condena al ostracismo. A mí de joven me veían como un escritor conservador. A medida que se han dado cuenta que no es así las resistencias y las condenas van creciendo. Sin embargo, lo más duro para mí fue el ostracismo al que se me ha condenado desde medios católicos.

IMPENSABLE

– A principios del siglo pasado hubo una ola de conversiones al catolicismo entre intelectuales que hoy parece impensable. ¿A qué se debe?

– Creo que entonces los intelectuales todavía participaban de un mundo que era católico. Un orden cristiano que subsistía. Con problemas, es cierto. Con persecuciones incluso. Pensemos en Inglaterra, donde el católico estaba mal visto en los círculos burgueses. El problema hoy es otro. El problema es que la ideología mundialista ha logrado reformatear las mentes. De tal manera que hoy ya no subsiste un orden cristiano. Y el nuevo orden anticristiano ya fue aceptado como algo natural. Creo que el capitalismo, como el comunismo, encierra una visión antropológica, y que el consumismo desenfrenado, el hedonismo, la libertad religiosa, han creado pueblos muertos desde un punto de vista espiritual. En el actual orden anticristiano, encontrar un intelectual católico es tan difícil como que aparezca una palmera en el Polo Norte.

– El intelectual católico de voz potente, arraigado en la doctrina, ¿es una raza en extinción?

– Yo creo que sí. No tanto porque no pueda aflorar, porque que eso aflora de forma natural, sino porque el sistema lo reprime, lo silencia, lo condena.

– ¿Hay en los que quedan demasiada adaptación al mundo?

– En realidad el pensamiento católico, o el arte católico, duele decirlo, son productos de otras épocas. Creo que ya han desaparecido. Solo quedan individualidades raras. Pero como movimientos estéticos, intelectuales o filosóficos ya han muerto. Si uno lee hoy los medios de comunicación católicos verá que las realidades económicas, políticas, sociales, culturales, se analizan desde pensamientos ideológicos, bien de corte liberal, bien de corte conservador o progresista, y luego se les da un barniz católico para disimular. Pero el pensamiento católico, es decir la capacidad que tenía la fe para encarnarse en las realidades artísticas, sociales, políticas, la capacidad para analizar la realidad desde presupuestos cristianos, eso ha desaparecido.

– El desapego doctrinal, frecuente entre tantos católicos, ha llegado ahora a la jerarquía católica. Se ha visto en el último Sínodo. ¿Qué reflexión le merece?

– El afán de la Iglesia de entregarse al mundo es una tentación que recorre la historia. Quizás hoy es más patético y lamentable. Porque, a diferencia de otras épocas, cuando la Iglesia era la cabeza del mundo, el faro que alumbraba el camino, hoy ya no pinta nada. Su prestigio, su predicamento, es cada vez menor. Entonces la Iglesia se pone de rodillas, halaga al mundo para ser admitida. Hay una frase en el comienzo del pontificado de Francisco que no se comentó lo suficiente. El dijo que a la religión le correspondía el papel de ser “animadora” de la democracia. Es escalofriante. Parece que le asigna a la religión el papel de allanarle la vida a la democracia. Darle alegría al mundo. Actuar de pasatiempo y entretenimiento, como si fuera una vedette del Maipo.

– Conforme pasa el tiempo es más triste ver el significado de esa frase…

– Estamos en un momento donde, como mínimo, se juega con la confusión.

– Ahora, si la Iglesia deja de ser el faro que ilumina al mundo, y los intelectuales católicos han desertado, ¿cuál es el panorama?

– (Pausa) El panorama es el que nos ha sido anticipado. Que la Iglesia, a medida que nos acerquemos al fin de los tiempos, irá perdiendo relevancia, irá reduciéndose hasta convertirse en un rebaño pequeño. Es la gran apostasía y la gran tribulación de las que habla San Pablo. Es interesante el relato de las siete cartas a las siete iglesias del Apocalipsis porque repite una y otra vez: “conserva lo que tienes”. La Iglesia tiene que preservar el depósito de la fe.

– Usted se ha definido siempre como un tradicional. ¿Por qué?

– Crecí en una pequeña ciudad de provincias, en el seno de una familia modesta y muy ligada al mundo rural. Mi vida está muy ligada a las tradiciones que mis antepasados me legaron. Creo que la tradición es lo que constituye al ser humano. Le da al hombre una perspectiva del tiempo y del espacio. Y, como escritor, no participo de esa visión romántica del arte en el que la búsqueda de la originalidad se ha convertido en el marchamo de calidad.

– Esa búsqueda de originalidad se ha extendido hasta ser propia de la modernidad.

– Yo pienso que todo el tinglado de la farsa de nuestra época le hace creer a las personas que son dueñas de su propia vida y que pueden crear su propia biografía. Esto es algo que la modernidad ha ideado para crear criaturas desvalidas. Para despojar a la gente de aquellos vínculos fuertes que lo unían a realidades vitales más profundas, que daban sustancia a su vida. Y el resultado son vidas condenadas a la derrota, a la desesperación, a la depresión. La familia transmitía la fe, también un oficio. El hombre venía al mundo con un abrigo: espiritual, intelectual, moral. Allí donde los vínculos de la tradición quedan rotos se puede masificar a la gente. Es interesante ver cómo hoy en día las estadísticas pueden definir a los pueblos.

CASTELLANI

– Usted publicó en España al sacerdote, escritor y apologeta argentino Leonardo Castellani. ¿Qué cree que tiene él para ofrecer al lector de hoy?


– Castellani es uno de los más grandes escritores argentinos del siglo XX. Cuando uno empieza a leerlo se da cuenta que tiene un estilo personalísimo, un pensamiento vigoroso que expresa con un donaire especial. Tiene muchas facetas: es apologeta, exegeta, polemista, novelista, cuentista, poeta. Por desgracia en la Argentina es menos apreciado de lo que debería. Sobre él pesa una condena ideológica. Yo lo descubrí gracias a un amigo argentino, un librepensador, pero de gran gusto literario. Me propuse darlo a conocer aquí en España. Publiqué cinco libros de él y es una de las cosas de las que más orgulloso estoy.

martes, 3 de marzo de 2015

Cuatro notas de la familia católica.


Vivimos en un tiempo en que la sociedad, después de haber sido católica durante siglos, se ha hecho totalmente profana y pagana. Pareciera que la Cristiandad, después de haber sido la Ciudad de Dios, esto es, la Ciudad del amor de Dios hasta la entrega de sí mismo, haya vuelto a ser la Ciudad de Caín, esto es, la Ciudad del amor propio hasta el desprecio de Dios.
En este combate que el infierno despliega contra la Cristiandad, los pueblos ya se han perdido. Si algo queda, son algunas familias católicas, aunque con heridas y tristísimas bajas, ya que tiemblan las columnas de los hogares, y se resquebrajan las paredes.
¿De dónde, entonces, podrán sacar las familias la firmeza necesaria en esta contienda? De la Iglesia Católica, a través del sacerdocio católico. Así como al Papa le toca confirmar la Cristiandad, así también les toca a los obispos confirmar a los pueblos, a las parroquias confirmar a las familias, y a los sacerdotes confirmar a las almas. De este modo la Iglesia, siempre a través del sacerdocio, dota a la familia de las cuatro notas de que goza ella misma: la verdadera familia es una, santa, católica y apostólica.

1º Unidad.

La unidad de la Iglesia tiene su fundamento en la unidad de la Fe, sostenida por el ejercicio del Magisterio infalible de la Iglesia.
No es difícil ver cuánto confirma la unidad de la familia su pertenencia a la Iglesia. Lo propio del hombre es ser racional, y por eso el bien humano por excelencia es la verdad. El hombre debe regir su conducta por cierta sabiduría, que le haga conocer los fines últimos por los que vive y le permitan discernir lo que está bien de lo que está mal. La Iglesia le comunica al padre y a la madre esta sabiduría de manera altísima, certísima y pedagógica, como ningún filósofo lo hubiera podido hacer. Padre y madre tienen resueltos todos los asuntos más fundamentales que pueden influir en la dirección de la vida: religiosos, morales, sociales, etc. Es poco y secundario lo que puede quedar en discusión. De manera que la familia, a la luz de esta Sabiduría cristiana, tiene una notabilísima unidad de operación.
Pero la iluminación de la familia católica no es sólo desde fuera. Así como el sacramento del Orden establece la sociedad eclesiástica, así el sacramento del Matrimonio establece la sociedad doméstica. Y así como el primer don que el sacramento del Orden confiere a la jerarquía sacerdotal es el carisma del Magisterio, por el que la sabiduría de Jesucristo asiste al Papa y a los obispos, así también las primeras gracias que el sacramento del Matrimonio confiere a la jerarquía doméstica, al padre y a la madre, por un carisma que va más allá de su propia gracia y virtud, son luces de sabiduría y prudencia, un suplemento de luz sacramental.

La unidad firmísima de la familia cristiana, entonces, se funda en esta Sabiduría que recibe de la Iglesia, y no es más que participación de la unidad de la Iglesia. Ahora bien, por poco que se piense, se hace evidente que depende esencialmente del sacerdocio católico. En primer lugar, porque la Sabiduría cristiana ha sido expuesta con la autoridad del mismo Cristo por el Magisterio de los Papas y Concilios. Pero además, ¿qué padres de familia pueden estar tan instruidos en esta materia que no necesiten el consejo del sacerdote, cuya ciencia propia es la Sabiduría cristiana, es decir, la Teología? Los padres de familia deben instruirse en la Sabiduría cristiana y alcanzar un sentir católico, pero sus ocupaciones les impiden dedicarse de lleno a la Teología. A eso se dedica el sacerdote, con especial entrega, con estudios y gracias especiales. Así como para la salud corporal los padres tienen que estar suficientemente instruidos para el cuidado de sus hijos, pero necesitan constantemente del consejo de los médicos, así también para la salud espiritual necesitan de los sacerdotes, que confirman de esta manera la unidad de la familia.

2º Santidad.

La segunda nota de la Iglesia es la santidad; y la santidad fluye en la Iglesia de los Sacramentos. La familia católica participa de esta nota de santidad jus-tamente por el sacramento del Matrimonio, que no sólo santifica la unión de los esposos, sino que hace del matrimonio un «gran misterio», al insertarlo en el misterio de la Iglesia, como dice San Pablo: «Este misterio es grande, pero yo lo entiendo en Cristo y en la Iglesia».
El fin por el que se constituye la familia católica, el bien común que buscan los esposos al unirse, es cierta y efectivamente la santidad; pues tienen bien claro que el fin principal del matrimonio es engendrar una prole que hay que llevar al cielo: es la santidad de los hijos; y que el fin secundario, la ayuda mutua, es ayu-da en la mutua santificación, porque esta es su mayor obligación en esta vida. Y así, el fin cierto, claro, efectivo, de la familia católica es la santidad, aunque luego salga a relucir toda la incoherencia que pone allí la debilidad de las personas.
A este respecto, la virtud que aparece como la flor más hermosa, como el adorno y gala principal de la familia católica, es la castidad. La atracción sexual es ciertamente la pasión humana más fuerte, pues Dios la asoció a la función más importante, que es transmitir la vida; y, por eso, en ella también se manifiesta más el desorden del pecado original. Pero, al elevar las miras de la unión conyugal, el matrimonio cristiano dignifica y eleva el mismo acto conyugal, convirtiéndolo en medio de un fin santo. A esto contribuye especialmente la gracia del sacramento. Y por eso en la familia católica, lo relativo a la atracción de los sexos se conserva en el mejor equilibrio, ya que se combate el desenfreno libertino sin caer en el ocultamiento puritano. Además, la convivencia cristiana de muchos hijos e hijas, hace que la relación de varones y mujeres se lleve con normalidad, sin mala curiosidad.

¿Tiene aquí algo que hacer el sacerdote? Evidentemente. Después del magisterio, la función más propiamente sacerdotal es la santificación. El ordenamiento a la santidad puede recibir el nombre de «dirección espiritual», y es oficio especial del párroco respecto de las familias. Normalmente, el párroco tiene la dirección espiritual general de las familias a través de los sermones, y los padres la dirección espiritual particular. Ciertamente los padres cristianos deben preocuparse por la dirección espiritual de sus hijos, que forma parte de la educación; y sería deseable que el esposo tenga mayor formación espiritual que la esposa y pueda ayudarla en la santificación, aunque muchas veces pasa al revés, que suelen ser más piadosas las mujeres. Aun así, en la medida en que un alma es llevada por Dios a una mayor santidad, en esa misma medida necesita una dirección espiritual superior que sólo puede darle un buen sacerdote. Asunto delicado, es verdad, ya que el sacerdote ha de tener cuidado de no suplantar a los padres en la educación de los hijos, y a los maridos en la dirección de las esposas. Pero sí debe hacerse presente cuando des-cubre una vocación especial a la santidad, sea en los hijos o en los padres.

3º Catolicidad.

La tercera nota de la Iglesia es la catolicidad. Católico significa universal. La Iglesia tiene una aptitud portentosa para integrar en la unidad familiar a gente de toda nación y, en cada nación, de toda condición social. Y la familia cristiana participa de este don. Podemos decir que la familia cristiana es «integradora», y en esto es católica. Y la virtud de la que proviene esta nota de la Iglesia es una virtud de doble faz: la caridad-obediencia.
La caridad, que San Pablo inculca especialmente al padre («Maridos, amad a vuestras mujeres, como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella para santificarla»), es el amor divinizado. Por el amor natural los esposos aman de un modo los hijos propios y de otro muy distinto los ajenos. Pero cuando la caridad cristiana informa ese mismo amor natural, los padres dejan de ver a sus hijos como algo propio, para verlos como algo de Nuestro Señor, como tesoros de Dios que les son confiados. Y entonces entienden el valor infinito de un alma, y el sentido que tiene el sacrificio de tener muchos hijos; entonces ya no notan tanto la diferencia entre los hijos propios y los adoptados, o entre los hijos y los sobrinos; entonces comienzan a darse cuenta que, a los ojos de Dios, puede valer más la jovencita empleada como doméstica que los propios hijos, y el trato pasa a ser de verdadero amor. Así es como la familia cristiana integra y tiende a hacerse grande: tiene muchos hijos, tiene vínculo grande con los primos, tiende a acoger como familia a los que trabajan en la casa. Y así se hace socialmente fuerte.
La obediencia, que es la otra cara de la caridad, debe brillar particularmente en la esposa («Las casadas estén sujetas a sus maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia»). La mujer ama al marido fácilmente porque es más afectiva, y también por necesidad, pues queda atrapada por los hijos. Pero este amor ha de ser cristiano, marcado por la humildad de la sumisión. En efecto, mientras que el esposo gobierna ad extra, relacionando la familia con la sociedad, la esposa gobierna ad intra, teniendo el ejercicio del ministerio del interior. Eso le da un enorme poder, pues el esposo no sabe qué pasa en la casa sino a través de los ojos de la esposa, y ella es la que puede abrirle el paso a los hijos y hacer que respondan a su mando, o cerrárselo y armarle una revolución. ¿Qué puede hacer un general sin capitanes fieles? La su-misión de la mujer es el alma de la casa, y no puede existir sin humildad cristiana.

¿Cómo confirma la parroquia la catolicidad de la familia? Por la espiritualidad eucarística. No existe catolicidad, esto es, universalidad, sin la Eucaristía. Ante todo, porque sólo participando del Sacrificio de Jesucristo por amor a nosotros puede aprender el papá y la mamá a sacrificarse por amor a los suyos. Además, sólo ante el Altar se manifiesta la dignidad cristiana de cada alma al verla comulgar: porque allí se ve recibir a Dios por igual al poderoso y al débil, al rico y al pobre, al hijo y al ajeno. El esposo se da cuenta de que tiene que respetar a la esposa cuando la ve comulgar, porque ahí «ve» que ella no es suya sino de Cristo; allí ven los padres que los hijos son de Cristo y no propios; que los hijos ajenos son tan de Cristo como los suyos; que la empleada doméstica no es menos que ellos ante el amor de Nuestro Señor. La Iglesia fue capaz de hacerse Gran Familia por reunir a sus hijos en torno a la Mesa Eucarística.

4º Apostolicidad.

La Iglesia se dice apostólica porque Cristo la fundó sobre los doce Apóstoles: sobre sus dones y doctrinas, transmitidos íntegra y fielmente de generación en generación. Decir que la Iglesia es «apostólica» es lo mismo que decir que es «tradicional». Y eso mismo hay que decir de la familia católica: que es tradi-cional, porque en ella se transmite exactamente y en toda su pureza lo mismo que se recibió: tanto la vida natural como la vida sobrenatural; tanto la lengua y la cultura como la fe y el legado católico.
En ese sentido, la familia es realmente la base de la patria, de todo el legado acumulado por los padres, que ellos se encargan de transmitir fielmente después de haberlo recibido. Y por eso la familia católica sabe que la clave de su felicidad no está por descubrir, sino en seguir siendo como siempre fue. A esta nota de la familia cristiana, pues, se le asocia otra doble virtud: la fidelidad a lo recibido, y la perseverancia en transmitirlo.

Pero la familia católica no recibe la herencia apostólica propiamente de sus abuelos, sino de los sacerdotes, que son justamente los sucesores de los Apóstoles. Ellos son los encargados de transmitir íntegra y fielmente la doctrina y los sacramentos a las familias cristianas. Ellos son los «Padres» que transmiten la herencia a los hijos. El que quiera ser «tradicionalista» sin sacerdotes, está en una herética ilusión, porque la indefectible fidelidad de la Iglesia en la transmisión del Depósito de la Fe está asociada por Jesucristo al sacerdocio.

Tomado de las Hojitas de Fe, N° 56.