jueves, 10 de febrero de 2011

Igualitarismo, resentimiento y envidia.


El igualitarismo craso de los movimientos políticos contemporáneos, integrante de las herejías comunista y liberal, no es sino una trasposición a los bienes terrenos de la herejía de Joviniano, condenada por el Concilio de Florencia en virtud de este artículo, I-II, q. 5, a. 2: De si puede ser más bienaventurado un hombre que otro; herejía que después renovó Lutero, el abuelo indiscutible de toda la heterodoxia moderna.
Max Scheler, después de Nietzsche, ha mostrado cómo este igualitarismo obsesionante procede del afecto ulceroso llamado Resentimiento, cuya anatomía hizo preclaramente en su obrita “Ressentiment und moralisches Werturteil”. Simplemente llamado, es el pecado capital de la envidia en uno de sus grados adelantados. El resentido social sufre de la superioridad ajena hasta querer que el otro sea igualado a él en lo bajo. Esto se amorbosa en forma que se llega a amar lo abyecto como abyecto, negando primero el valor que no tiene y después trastocando intelectualmente incluso la escala natural de los valores. Este afecto engendra el prurito de destruir y decapitar, que caracteriza a las revoluciones de masas. También crea el tipo del ambicioso, aquel que sólo comparándose con otro y viéndose más puede percibir el propio bien; de donde entra la continua comezón de subir por subir.
Contra esta enfermedad de igualar destruyendo, que aqueja tan fiero a nuestro tiempo, están las dos palabras de Cristo: “Siempre habrá pobres”- en la tierra; y “Los últimos serán los primeros”-en el cielo.

R. P. Leonardo Castellani, Comentarios en la Suma de Teología de Santo Tomás, el tomo V, Ed. Club de Lectores.