“Si el derecho se fundara en la voluntad de los pueblos, en los decretos de los príncipes o en las sentencias de los jueces, entonces sería derecho el latrocinio, derecho el adulterio, derecho la confección de testamentos falsos, con tal que estos actos recibieran los sufragios o la aprobación de la masa. Pues si tanto poder tiene la opinión o la voluntad de los insensatos, como para poder, por sus votos, trastornar la naturaleza de las cosas ¿por qué no habrían de decidir que lo que es malo y dañino se tuviera por bueno y saludable? ¿O por qué aun, ya que la ley podría crear el derecho de la injusticia, no podría asimismo crear el bien con aquello que es mal? En cuanto a nosotros, nos es imposible distinguir la ley buena de la mala de otro modo que con la naturaleza como norma…
Pensar que todo se funda en la opinión y no en la naturaleza, es propio de un demente.”
Marco Tulio Cicerón, De Legibus, 16,44, Ed. Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1953, pág. 90.
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