jueves, 16 de julio de 2015

El Escapulario, símbolo de las virtudes cristianas.


Nadie ignora, ciertamente, de cuánta eficacia sea para avivar la fe católica y reformar las costumbres, el amor a la Santísima Virgen, Madre de Dios, ejercitado principalmente mediante aquellas manifestaciones de devoción, que contribuyen en modo particular a iluminar las mentes con celestial doctrina y a excitar las voluntades a la práctica de la vida cristiana. Entre éstas debe colocarse, ante todo, la devoción del Escapulario de los carmelitas, que, por su misma sencillez al alcance de todos y por los abundantes frutos de santificación que aporta, se halla extensamente divulgada entre los fieles cristianos.

No se trata de un asunto de poca importancia, sino de la consecución de la vida eterna en virtud de la promesa hecha, según la tradición por la Santísima Virgen; se trata, en otras palabras, del más importante entra todos los negocios y del modo de llevarlo a cabo con seguridad. Es, ciertamente, el santo Escapulario una como librea mariana, prenda y señal de protección de la Madre de Dios; más no piensen los que visten esta librea que podrán conseguir la salvación eterna abandonándose a la pereza y desidia espiritual, ya que el Apóstol nos advierte: Trabajad por vuestra salvación con respeto y sinceridad.

Reconozcan en este memorial de la Virgen un espejo de humildad y castidad; vean en la forma sencilla de su hechedura un compendio de modestia y candor; vean, sobre todo, en esta librea que visten día y noche, significada con simbolismo elocuente, la oración con la cual invocan el auxilio divino; reconozcan, por fin, en ella su consagración al Corazón santísimo de la Virgen inmaculada.

De la carta de S.S. Pío XII, del 11 de febrero de 1950, con ocasión del centenario del Escapulario del Carmen.