sábado, 15 de octubre de 2016

Por razones de ecumenismo, la estatua del heresiarca Lutero dentro del Vaticano.


En lo que aparenta una reivindicación a Martín Lutero iniciada bajo el pontificado de Juan Pablo II, en marco del encuentro ecuménico entre luteranos y católicos, se ha puesto en la sala Pablo VI una estatua del heresiarca excomulgado presidiendo la audiencia papal. Algunas noticias relacionadas al tema con las ya acostumbradas afirmaciones de Francisco en contra del proselitismo, o lo que en católico llamamos “apostolado”.


Información en Infovaticana, 14-Oct-2016.

Francisco: ‘El proselitismo es el veneno más fuerte contra el camino ecuménico’

El pontífice ha dirigido estas palabras a un grupo de peregrinos luteranos de la región alemana de Anhalt que se han congregado en el aula Pablo VI.

El Papa Francisco ha recibido en el aula Pablo VI a un grupo de peregrinos luteranos de la región alemana de Anhalt. Durante la audiencia, ha estado expuesta en el aula Pablo VI una estatua de Martin Lutero, según informa el periodista italiano Antonio Socci. 

Este encuentro se ha producido unas semanas antes de emprender su viaje a Suecia con motivo de la conmemoración de la reforma de Martin Lutero, tal y como él mismo ha recordado:

“A finales de este mes, si Dios quiere, iré a Lund, Suecia, y junto con la Federación Luterana Mundial haremos memoria, después de cinco siglos, del inicio de la reforma de Lutero y agradeceremos al Señor por los cincuenta años de diálogo oficial entre luteranos y católicos”.

El pontífice invitó a los presentes en el aula Pablo VI a dar gracias a Dios “porque hoy, luteranos y católicos estamos caminando en la senda que va del conflicto a la comunión” y porque “ya recorrimos juntos un importante trecho de camino”:

“A lo largo de nuestro caminar tenemos sentimientos encontrados: dolor por la división que aún existe entre nosotros, pero también alegría por la fraternidad reencontrada. Vuestra presencia tan numerosa y entusiasmada es un signo evidente de esta fraternidad y nos llena de esperanza que pueda seguir creciendo en la comprensión recíproca”.

Asimismo, el Papa ha alentado el camino ecuménico de los jóvenes, afianzados en el Evangelio de Jesús, para anunciar la paz y la reconciliación:

“Queridos jóvenes, los aliento a ser testimonios de misericordia. Mientras los teólogos llevan adelante el diálogo en el campo doctrinal, ustedes sigan buscando con insistencia ocasiones para encontrarse, conocerse mejor, rezar juntos y ofrecer su ayuda los unos a los otros y a todos los que están en la necesidad. Así, libres de todo prejuicio y confiando sólo en el Evangelio de Jesucristo, que anuncia la paz y la reconciliación, serán verdaderos protagonistas de una nueva estación de este camino, que con la ayuda de Dios, conducirá a la comunión plena. Yo les aseguro mi oración y ustedes, por favor, recen por mí, que lo necesito tanto ¡Gracias!”.

En respuesta a una pregunta de un peregrino sobre qué hacer para convencer a los que no tienen fe, el Papa ha respondido en declaraciones recogidas por Zenit: “La última cosa que tienes que hacer es ‘decir’. Tú debes vivir como cristiano elegido, perdonado y en camino. No es lícito convencer de tu fe”. Al mismo tiempo ha aconsejado “preparar la tierra para el Espíritu Santo, el que trabaja en los corazones. Él debe decir, no tú”. El Papa añadió que “no hay que tratar de convencer a los no creyentes mediante la imposición. El proselitismo es el veneno más fuerte contra el camino ecuménico. Por el contrario, debes dar testimonio de tu vida cristiana”.




Radio Vaticano, 13-Oct-2016.

Católicos y luteranos aunados por la misericordia de Dios, que tanto anhela el mundo, alentó el Papa

El Papa Francisco recibió en el Aula Pablo VI a los participantes en una peregrinación ecuménica luterana provenientes de Alemania - RV 13/10/2016 12:16

Prosigamos confiados nuestro camino ecuménico: ¡lo que nos une es mucho más de lo que nos divide!

Testimoniemos juntos la misericordia de Dios en el mundo de hoy, que tanto la necesita


(RV).- Fue la exhortación del Papa Francisco, al recibir a un numeroso grupo de peregrinos luteranos de la región alemana de Anhalt. Pocos días antes de su viaje - el 31 de octubre y el 1º de noviembre - a Suecia, en el marco de la conmemoración del comienzo de la reforma de Lutero, en Lund y en Malmö, el Obispo de Roma, con su cordial bienvenida, invitó a la acción de gracias a Dios por el camino ecuménico que hemos recorrido juntos:

«Demos gracias a Dios porque hoy, luteranos y católicos estamos caminando en la senda que va del conflicto a la comunión. Ya recorrimos juntos un importante trecho de camino. A lo largo de nuestro caminar tenemos sentimientos contrastantes: dolor por la división que aún existe entre nosotros, pero también alegría por la fraternidad reencontrada. Vuestra presencia tan numerosa y entusiasmada es un signo evidente de esta fraternidad y nos llena de esperanza que pueda seguir creciendo en la comprensión recíproca».

Luego, el Papa subrayó la celebración ecuménica en tierra sueca, reiterando la importancia de recordar el pasado, mirando al futuro aunados en el servicio a los más necesitados, para hacer visible la misericordia de Dios con el testimonio cristiano:

«A finales de este mes, si Dios quiere, iré a Lund, Suecia, y junto con la Federación Luterana Mundial haremos memoria, después de cinco siglos, del inicio de la reforma de Lutero y agradeceremos al Señor por los cincuenta años de diálogo oficial entre luteranos y católicos. Parte esencial de esta conmemoración será dirigir nuestra mirada hacia el futuro, en vista de un testimonio cristiano común en el mundo de hoy, que tiene tanta sed de Dios y de su misericordia. El testimonio que el mundo espera de nosotros es sobre todo el de hacer visible la misericordia que Dios tiene para con nosotros, a través del servicio a los más pobres, a los enfermos, a los que han abandonado su tierra para buscar un futuro mejor para sí mismos y para sus seres queridos. Poniéndonos al servicio de los más necesitados experimentamos que ya estamos unidos: es la misericordia la que nos une».

El Papa alentó asimismo el camino ecuménico de los jóvenes, afianzados en el Evangelio de Jesús, para anunciar la paz y la reconciliación:

«Queridos jóvenes, los aliento a ser testimonios de misericordia. Mientras los teólogos llevan adelante el diálogo en el campo doctrinal, ustedes sigan buscando con insistencia ocasiones para encontrarse, conocerse mejor, rezar juntos y ofrecer su ayuda los unos a los otros y a todos los que están en la necesidad. Así, libres de todo prejuicio y confiando sólo en el Evangelio de Jesucristo, que anuncia la paz y la reconciliación, serán verdaderos protagonistas de una nueva estación de este camino, que con la ayuda de Dios, conducirá a la comunión plena. Yo les aseguro mi oración y ustedes, por favor, recen por mí, que lo necesito tanto ¡Gracias!»




Video del sitio oficial de la televisión vaticana en lengua italiana donde vemos todo lo sucedido:


Comentario de Stat Veritas:

Recordemos la claridad de las definiciones del Magisterio católico con relación al llamado “ecumenismo” entre católicos y “cristianos” protestantes:

“Podrá parecer que dichos “pancristianos”, tan atentos a unir las iglesias, persiguen el fin nobilísimo de fomentar la caridad entre todos los cristianos. Pero, ¿cómo es posible que la caridad redunde en daño de la fe? Nadie, ciertamente, ignora que San Juan, el Apóstol mismo de la caridad, el cual en su Evangelio parece descubrirnos los secretos del Corazón Santísimo de Jesús, y que solía inculcar continuamente a sus discípulos el nuevo precepto Amaos unos a los otros, prohibió absolutamente todo trato y comunicación con aquellos que no profesasen, íntegra y pura, la doctrina de Jesucristo: Si alguno viene a vosotros y no trae esta doctrina, no le recibáis en casa, y ni siquiera le saludéis (Juan; 2, 10.). Siendo, pues, la fe íntegra y sincera, corno fundamento y raíz de la caridad, necesario es que los discípulos de Cristo estén unidos principalmente con el vínculo de la unidad de fe”.

“Bien claro se muestra, pues, Venerables Hermanos, por qué esta Sede Apostólica no ha permitido nunca a los suyos que asistan a los citados congresos de acatólicos; porque la unión de los cristianos no se puede fomentar de otro modo que procurando el retorno de los disidentes a la única y verdadera Iglesia de Cristo”.


S.S. Pío XI, Carta Encíclica “Mortalium animos”, del 6 de enero de 1928.

jueves, 6 de octubre de 2016

La batalla de Colombia.


La batalla de Colombia

Por César Félix Sánchez Martínez

            A lo que ocurrió el domingo 2 de octubre en Colombia le quedan cortos los clichés de «hecho histórico» o «un antes y un después». No recuerdo ninguna otra elección donde los resultados de las encuestas oficiosas discrepasen tanto con el resultado final. Las encuestas aseguraban dos tercios de apoyo para el Sí. Por otro lado, de manera en algo semejante a los comicios previos al Brexit, el coro unánime de los medios de comunicación nacionales e internacionales apostó por el caballo equivocado, con excepción de un misterioso ramalazo de rechazo de último momento por parte de algunos espacios menores influidos por el lobby del exilio cubano, usualmente dentro de medios mainstream norteamericanos a favor del acuerdo.
                       
            Hemos explicado en un artículo anterior las muchas iniquidades del acuerdo de paz. La sorpresa, por tanto, es que los colombianos hayan podido darse cuenta de lo evidente, cosa que es bastante meritoria en un mundo signado por las presiones e intoxicaciones mediáticas (como nos consta en las últimas elecciones presidenciales nuestras), que tratan de empequeñecer espiritualmente a los pueblos con espantajos como el «prestigio internacional» y el «riesgo-país». Pero el pueblo colombiano ha demostrado su valía, incluso ante una lid bastante desigual.
           
            Santos, que había declarado días atrás que votar por el no significaba, no la posibilidad de una renegociación, sino la continuación irremediable de la guerra, ahora acaba de asegurar en mil idiomas que «respeta la decisión» y que la paz no se encuentra comprometida y sigue en camino, bajo nuevos términos de consenso nacional. Evidentemente no se puede esperar coherencia –gracias a Dios –en un personaje que declaró también que si perdía el acabaría renunciando. Timochenko ha asegurado prácticamente lo mismo. Parece que la noticia del inminente Apocalipsis que anunciaban es un poquito exagerada.

Lo más sorprendente de todo fue que no todos los días pierden juntos una misma elección las FARC, la izquierda internacional (bolivariana, bolchevique y posmoderna), ETA –que elogió el acuerdo y lo vio como un modelo –, la ONU, Obama, Vargas Llosa, Raúl Castro, PPK e incluso el papa Francisco –que llegó a declarar, con su usual vehemencia, que «Santos se jugaba entero por la paz», condicionando prácticamente su viaje -«para enseñarles la paz a los colombianos» - a la firma del acuerdo.

¿Qué unía a tan diversos personajes en el apoyo a esta causa? Pues parece que se desarrollaba una gran maniobra del ajedrez global. El atlanticismo, el núcleo duro del llamado Nuevo Orden Mundial, pretendía establecer un laboratorio hemisférico de un experimento geopolítico osado. Una «primavera colombiana», bajo medios inéditos pero con un fin semejante a las árabes. Como se sabe, el bloque bolivariano colapsa de manera irremediable. Cuba, eternamente colonial, lo sabe, y ha empezado a escuchar los cantos de sirena de Obama, ante los buenos oficios de Francisco (muy curiosamente las relaciones fueron restablecidas el día de cumpleaños del Sumo Pontífice). Parece ser, entonces, que Rusia –el gran enemigo del atlanticismo – se queda sin cabezas de playa en el hemisferio de Estados Unidos. Las ganancias de Rusia en otros lugares del mundo –la pervivencia de El Assad, el relativo appeasement de Erdogan (una relativa compensación por la relativa deriva hacia «el Imperio» de Raúl Castro) – debían resarcirse con una pérdida en Sudamérica. Diseñar controladamente una Colombia progresista, gobernada por una izquierda al estilo Democratic Party –moderadamente controlista en la economía, radical en la reingeniería social anticristiana y en la demagogia mediática populista – serviría a la perfección para los intereses de Estados Unidos: crear y controlar una nueva izquierda latinoamericana postbolivariana, dejarla que caotice y fragmente el patio trasero, pero reconducirla al campo sutil de la dominación geopolítica, sin que Rusia pudiese ya contar con sus viejos amigos hemisféricos, reciclados por el enemigo, y, por tanto, sin facilidades para restablecer sus cabezas de playa. Este copamiento de las izquierdas latinoamericanas por parte de EEUU era un proceso que venía desde hace mucho, bajo el paraguas de USAID y el National Democratic Institute, y a través, también, de la transformación, bastante rociada de dinero, de los bolcheviques sudamericanos en «ideólogos de género» y «defensores de los derechos sexuales».

 Sin embargo, la maniobra arreció especialmente en el 2013, luego del estancamiento de la «primavera árabe». Allí se pudo ver cómo, por obra de mágicas consignas, algunas figuras se convirtieron de rábidos antibolivarianos en figuras dialogantes y empáticas con los caudillos populistas latinoamericanos, quizá en busca de conducirlos a los pastos más verdes de Washington D. C. El ejemplo más característico es el del cardenal Bergoglio, enemigo de los Kirchner y de su corte de los milagros (Bonafini et al.) y luego como, Francisco, su entusiasta y hospitalario amigo. Tanto los primeros  informes del cónclave –donde se filtró el entusiasmo del gran elector norteamericano Dolan por la candidatura del argentino –, el hecho de que su semblanza, cuando fue proclamado hombre del año por Time, estuviese a cargo de Obama, la filtración de correos hackeados a George Soros (prócer atlanticista y pionero del copamiento de las izquierdas) que revelaban su apoyo económico  a la visita del Papa a EEUU y la inusual ira del Pontífice ante la figura de Trump y las recientes maniobras militares ruso-sirias en Alepo, hablan claramente de cuál es la filiación verdadera de Francisco.

 El esperado golpe de popularidad que tendría Santos con el acuerdo de paz –y el posible Premio Nobel- , las loas de dignatarios y la visita del Papa en un país todavía visceralmente católico servirían para una transmisión controlada del poder (casi semejante a su entronización de hace algunos años por parte de Uribe) y quizá un cogobierno con la izquierda, con el apoyo tímido –para no escandalizar – de la flamante bancada de las FARC. En verdad, una nueva Colombia estaba en ciernes, cuyo modelo sería fácilmente exportable a una nueva Venezuela.

Sin embargo, no contaban con los imponderables del sufragio universal. Los corifeos del Nuevo Orden Mundial manejan con maestría el llamado «arte real», el arte de manipular sutilmente las conciencias y las acciones, enseñado desde antiguo en las logias. Los grandes medios de comunicación y los intelectuales y artistas dóciles –incluso y especialmente dóciles en su aparente rebeldía e iconoclastia – son los instrumentos privilegiados para esta «fabricación del consenso», en palabras de Noam Chomsky. El único problema es que la gente ya no les cree. En Europa, la gota que derramó el vaso fue el sistemático y grotesco engaño respecto de la crisis de los seudorefugiados, último gran favor turco al atlanticismo, y al escamoteo de sus consecuencias delincuenciales. El Brexit, el crecimiento de Trump, el auge del Partido de la Libertad austríaco y este referéndum demuestran que su capacidad de manipulación ya no es omnímoda, como hace quince años.
El Nuevo Orden Mundial, organizado en torno al complejo industrial y militar norteamericano y el poder financiero británico –atlanticismo-, difundido por la ONU y sus organismos y dirigido espiritualmente por cierta «sociedad de pensamiento» cosmopolita de viejísimos orígenes hebraicos, tiene como objetivo acelerar el camino a una ecumene materialista antropocéntrica (el hombre como Dios para el hombre, anunciado por Francis Bacon) y a un gobierno mundial, sutilísimo, primero, y luego abierto. Es una versión más, quizás la más peligrosa, de la perenne revolución anticristiana. Versiones más antiguas o limitadas de esta, quizá incluso surgidas del N. O. M en sus épocas primigenias, son ahora viejos escollos para su marcha desesperada, a infiltrar y transbordar o a destruir.[1] Por alguna razón que sus fautores mismos no alcanzan a explicar, el N.O.M presiente que se le acaba el tiempo.

¿Qué hará, entonces, ahora, en que el triunfo se le escurrió de las manos en Colombia, en la misma Colombia, donde Estados Unidos arraigó desde hace bastante tiempo una influencia inmensa en el ámbito de la inteligencia estratégica? En primer lugar, no perder la calma y reactivar y estimular a sus aliados olvidados en la derecha liberal colombiana y latinoamericana. En segundo lugar, retroceder tácticamente y luego afianzar una ofensiva, quizá esta vez con intentos de desestabilización de sus enemigos más intensos y directos en otros frentes. Este retiro táctico también significará el abandono de sus empleados y aliados en los que invirtió y que se han demostrado más inútiles de lo esperado. Es en ese sentido que, en un artículo reciente, Antonio Socci habla del pánico de Francisco por una posible derrota demócrata. Muy probablemente, el Departamento de Estado le baje el dedo y el episcopado norteamericano –el de la Costa Este, que es el que parte el pastel – le retire sus apoyos, lo que dejará al pontífice argentino en las manos ávidas de venganza de las partes todavía no desarticuladas del Episcopado italiano y de los restos de la Curia. Quizá le espere a la Sede Romana una fase de anarquización que hará palidecer a la behetría actual en la que está envuelta.

¿Qué le queda, por su parte a Rusia?  Quizá ya ha llegado la hora de darse cuenta de que el arquetipo del revolucionario latinoamericano –pequeñoburgués e inorgánico – no significa más una alternativa viable y estable para sus intereses. Quién sabe si no está en ciernes la aparición de una opción hispanoamericana auténticamente popular, cristiana y patriótica, que sirva como una suerte de palo en la rueda del mundialismo en el hemisferio. Y quizá esta reacción pueda comenzar en Colombia, que parece, en estos días, haber sido tocada especialmente por la Providencia.



[1] Uno de estos casos es el del sionismo conservador, junto con su brazo colonial, el Republican Party, que parecen estar a punto de ser descartados

Segunda edición de: “Lenguaje, ideología y poder.


LENGUAJE, IDEOLOGÍA Y PODER
La palabra como arma de persuasión ideológica:
cultura y legislación

Por Juan Carlos Monedero (h)

Las escuchamos todos los días. Y nos aturden, nos aturden con las palabras interrupción voluntaria del embarazo, violencia de género, homofobia, pre-embrión, derecho al aborto, derecho al consumo de estupefacientes. Se nos atropella y arrincona con los términos abierto, cerrado, tolerante, extremista, retrógrado, medieval, progresista, derechos humanos, discriminación, femicidio y tantos otros.
¿Qué significa cada uno de estos vocablos? ¿Qué hay detrás de este uso mediático que hoy por hoy –y hasta la náusea– se les da? ¿Qué papel juega este vocabulario en esta auténtica revolución cultural, al servicio de la cultura de la muerte, en expresión del Papa Juan Pablo II? ¿Qué oscuros intereses enmascara estos vocablos?
El libro LENGUAJE, IDEOLOGÍA Y PODER (2° edición, Ediciones Castilla, 2016), prologado por el Padre Alfredo Sáenz y el Dr. Antonio Caponnetto, nos da una clara y certera respuesta a todas esas preguntas.
Parado en la auténtica filosofía cristiana y ejercitando el noble arte de las definiciones, el autor desmenuza las motivaciones ocultas de los ideólogos promotores del aborto, la anticoncepción, la naturalización de la homosexualidad, la banalización de las drogas, etcétera. Despliega asimismo no sólo una crítica feroz de tales presupuestos ideológicos sino también una sólida fundamentación de las verdades del Orden Natural, hoy puesto en tela de juicio –todos los días– por innumerables comunicadores sociales. Asimismo, Juan Carlos no sólo toma ejemplos del campo filosófico sino también del periodístico, cultural, político, histórico y hasta del eclesiástico. Quienes consideraron su formación personal signada por la Apologética, han visto un renacer de la misma en la primera edición de este libro.


Reseña del prof. Pablo Grossi

Repárese en que, en ninguna otra época de la Historia Universal,
se han prodigado tanto las palabras como la presente:
 torrentes inagotables de palabras por medio de la prensa, del libro, de la radiotelefonía,
de la cátedra, de la tribuna, en una proporción jamás soportada antes,
invaden, penetran y cubren la vida entera de los hombres y de los pueblos...
Jordán Bruno Genta

Desde las páginas de El Filósofo y los sofistas, nuestro mártir sostuvo que “Saber pensar o saber hablar es la tarea principal del hombre, la que hace que el hombre sea hombre”. Y en acertada paradoja, explicará que “Es notorio que se requieren muchas más palabras para condenar a la palabra que para hacer su apología; el mayor gasto y derroche de mala retórica está siempre a cargo de los enemigos de la retórica. La palabra tiene tanta autoridad, tanta fuerza persuasiva que hasta es capaz de convencer sobre su falta de autoridad y sobre su impotencia persuasiva”. Por eso, la retórica –“hasta en sus formas viciosas y corrompidas”– sigue siendo, con todo, “una parte de la metafísica y de la teología”. La lectura del presente libro ha logrado evocar estas palabras inmortales.
A batallar se aprende batallando. Ahora bien, quien cae en un campo de combate sin más armas que la buena disposición del espíritu, corre con pocas posibilidades de alcanzar la victoria. Es cierto que en el final de todos los finales rendiremos cuenta ante el Señor por las cicatrices recibidas, no por los éxitos alcanzados. Pero no es menos cierto que esta benevolencia de la Divina Providencia –por la que se nos exige el combate, mas no la victoria– no nos exonera de hacer todo lo que esté a nuestro alcance para alcanzar el triunfo.
La presente obra es un manual de combate. En su primera parte (“Fundamentos de la cuestión”), Juan Carlos presenta las armas: traza un breve pero completo bosquejo sobre la relación existente entre las palabras, los conceptos y la realidad. Su subversión es la raíz última de esta guerra, respecto de la cual el libro no deja de pronunciarse una y otra vez.
Luego, queda retratado el estado del campo de batalla: en la segunda parte (“Palabras en guerra”), se estudia qué alcances y qué tipo de consecuencias han traído el triunfo de la guerra cultural, que perdurará mientras Dios lo permita.
Pero el autor no se detiene allí. No se trata de algo puramente teórico pues la guerra semántica –como cualquier otro tipo de contienda– es algo eminentemente práctico. Tampoco son páginas quejosas, repletas de letanías de lamentos. Lejos del derrotismo, luego de observar y diagnosticar adecuadamente la situación, es entonces cuando Juan Carlos entra en acción y contraataca; así, desafía los tótems de los adversarios de la fe y de la patria, al tiempo que acaba saliendo al rescate del lenguaje, desenmascarando sofismas y rescatando palabras nobles que han sido estigmatizadas, echando luz sobre las tinieblas del oscuro panorama cultural.

Una obra para releer varias veces, que podríamos considerar una verdadera “teoría y práctica” de la presente guerra contrarrevolucionaria en su aspecto semántico, necesaria para la interpretación de la realidad actual de nuestro país y, por qué no, del habla hispana.

miércoles, 5 de octubre de 2016

Dirán paz y seguridad…


Por César Félix Sánchez Martínez, artículo publicado en Transformando el Perú, 30-Sep-2016.

DRÁN PAZ Y SEGURIDAD…

Santo Tomás decía que la paz era la tranquilidad en el orden. No puede, por tanto, haber paz sin orden. La obra de la justicia es la paz, decía el lema del recordado –y tan extrañado- Pío XII, angélico pastor de la Iglesia en mejores tiempos.

¿Puede nacer la paz de la injusticia grave? Y, lo que es peor, ¿puede ser considerado como de paz un proceso que acabe generando más desorden que el que supuestamente está llamado a terminar?
Todo esto parece estar a punto de ocurrir en Colombia. No solo habrá extrema impunidad para los guerrilleros (responsables de crímenes terribles, que van desde la violación masiva y prostitución forzosa hasta la refinada crueldad de atar explosivos a las cabezas de sus rehenes y detonarlos, así como el reclutamiento de niños, el narcotráfico y las masacres y asesinatos cotidianos), sino también un pago de millones de dólares anuales a su cúpula y «dietas» equivalentes a 3 000 dólares mensuales para gastos, para la oficialidad, y 200 dólares para la tropa. Saldrán libres también los ya condenados.

Del gran botín de sus gastos ilícitos, no se oye, Padre. Además de eso, las FARC contarán con un canal de televisión, decenas de radios y todo el apoyo material y moral del Estado para constituir un partido político. Y por si eso no fuera poco, se le asegurarán 10 representantes en las asambleas de la nación, aun si no son elegidos.

El acuerdo, además, involucra una Reforma Agraria que considera la posibilidad de  expropiar tierras privadas. Por otro lado, el Estado colombiano hace suyo, a instancias de los terroristas, el llamado «enfoque de género» proabortista y prohomosexualista. Podrán reconfigurar la sociedad colombiana a su libre capricho.

Por otro lado, décadas atrás, se convenció ingenuamente a los militares de los regímenes de fuerza de Latinoamérica a dejar sus cargos en aras de la llamada «transición democrática». Ingenuamente creyeron en la caballerosidad de sus enemigos, directos o embozados, y ahora muchos  de ellos  (y sus subordinados) purgan prisión o viven a salto de mata, por temor a la justicia internacional, que no conoce de amnistías ni prescripciones. ¡Qué mala suerte que no fueron guerrilleros! Porque la llamada «justicia transicional» asegura un práctico borrón y cuenta nueva para los guerrilleros responsables de atrocidades y sus fallos son inapelables y no hay instancias –ni humanas ni divinas- superiores a ellos.

Este domingo 2 de octubre se celebrará un referéndum, para aprobar un pacto ya firmado y luego de una campaña del aparato mediático y propagandístico del gobierno para arrinconar al «no». Los expresidentes Uribe y Pastrana invocaron a los dignatarios mundiales a no acudir a la firma del tratado, para evitar una injerencia ante un proceso electoral. Pero nuestro presidente no conoce de prudencias ni respetos (como fue y es evidente, desde su tiempo de ministro de Toledo y durante sus chabacanas y agresivas campañas electorales) y se fotografió, al lado de Raúl Castro, de Santos y de Timochenko. Para empeorar las cosas, el supuesto «presidente de lujo», ante su rechazo a la inscripción del brazo político de Sendero Luminoso en el Perú, fue preguntado sobre entonces porqué aceptaba el reciclaje de las FARC, y con la lucidez prístina y la elocuencia que lo caracteriza, dijo: «Eso es otra cosa».

Claro, otra cosa. Que yo sepa, Sendero nunca lanzó balones de gas dentro de una iglesia, matando 119 civiles desarmados, como hicieron las FARC en Bojayá en el 2002, por citar un ejemplo reciente.


Lo más triste de todo es que un gran país como Colombia, luego de haber casi derrotado a los violentos, será entregado a su capricho, con armas y bagajes. Y no habrá ninguna paz, sino, como predice Carlos Alberto Montaner, más desorden y violencia. Porque, como dice san Pablo, «dirán paz y seguridad  y vendrá sobre ellos la destrucción repentina» (1 Tes. 5:3).

martes, 20 de septiembre de 2016

El Chino Mañarro: tufo a oveja.

Visto en Wanderer, 20-Sep-2016.

Hace ya tres años Ludovicus había estudiado una de las notas características de Bergoglio: el “canibalismo institucional”, que consistía en “alimentarse de la mala fama de la institución a la que se pertenece, aceptando las versiones peyorativas, los prejuicios y las calumnias, oponiéndose a ellos y en consecuencia salvar la cara en forma personal. Cuando lo ejerce la persona que ostenta la representación suprema de la institución, puede alcanzar el rango de traición”. El Santo Padre ha dado ya, al menos en lo que respecta a la Iglesia en Argentina, un paso más: la autofagia. Es este un proceso natural que consiste en la nutrición que determinados organismos vivos realizan a expensas de sus órganos menos útiles como medio de supervivencia ante un ayuno prolongado.Francisco es un autófago perverso, pues el proceso de canibalismo al que ha sometido a la Iglesia y al episcopado sobre el que se fundan las mismas raíces de nuestra religión, no se origina por una situación de ayuno extremo sino por su simple perversión, o traición.
Durante los años del comunismo en países católicos como Ucrania -años de ayuno-, se justificaba que la jerarquía superviviente confiriera la consagración episcopal clandestinamente a hombres que no tenía la preparación suficiente, al menos en el plano intelectual. En concreto, no sabían teología. Eran, quizás, buenos operarios o buenos ingenieros, católicos piadosos y con vida espiritual, y eso bastaba para conservar la Misa y el sacerdocio en circunstancias tan duras. Pero, cuando esas condiciones pasaron, la Iglesia nuevamente miró a la élite espiritual e intelectual para elegir a sus obispos. Como el organismo que, pasada la temporada de ayuno, deja de comerse a sí mismo para gozar de un buen banquete. Bergoglio, en cambio, se ha decidido por una fagocitosis perversa, o invertida. Si este proceso consiste en que ciertas células y organismos unicelulares capturan y digieren partículas nocivas, el Papa da muestra de querer encumbrar a este tipo de partículas venenosas y, en cambio, capturar y destruir a las mejores que posee su organismo que es la Iglesia.
Ya habíamos hablando en más de una ocasión de La Cámpora de Francisco o la chusma episcopal que estaba siendo “empoderada” por el actual Pontífice. Pero pareciera que esta tendencia ha llegado ya a extremos que no solamente producen bronca y fastidio, sino también asco. La Oficina de Prensa de la Santa Sede informaba ayer:“El Santo Padre ha nombrado al reverendo Oscar Eduardo Miñarro como obispo auxiliar de la diócesis de Merlo-Moreno”

¿Quién es la nueva Excelencia Reverendísima? Lo tienen ustedes en la fotografía que inicia este blog; en la de la izquierda lo pueden ver con sus congéneres, el clero de la diócesis de Merlo-Moreno y, un poco más abajo, asistiendo a un recital de Roger Waters, uno de los fundadores de Pink Floyd. Las tres imágenes nos llevan rápidamente a una primera, y apresurada, constatación: Mons. Miñarro es un eximio representante más de la chusma episcopal bergogliana o, más brevemente, un lumpen
Ya sabemos que es ese el tipo de gente con la que el Santo Padre se siente a gusto. No son los pobres de Cristo ni los necesitados. Él se siente a sus anchas con el lumpenaje, los bajos fondos, lo chabacano y lo grosero. Por eso, sus amigos son, por ejemplo, Gustavo Vera y Guillermo Moreno. Por eso -porque en el fondo de su alma anida un profundo resentimiento- desprecia y se burla de los buenos modales y así, goza dejando plantada una orquesta, vistiendo una sotana transparente y adoptando gestos vulgares. Y porque es justamente esa la calaña que más le simpatiza, nos la está imponiendo a todos los argentinos como obispos. 
Desde estas páginas hemos criticado con fuerza y con frecuencia a muchos prelados argentinos, por ejemplo, a Mons. Eduardo Taussig. Debemos reconocer, sin embargo, que al menos cuenta en su haber ser una persona educada -se formó en el que es hoy todavía uno de los mejores colegios de Buenos Aires, el San Pablo-, estudió varios años teología en Roma y conserva modales humanos. El cardenal Poli podrá ser todo los desleído y amargo que queramos, pero es una persona que sabe en serio historia de la Iglesia; Mons. Martín de Elizalde podrá ser culpable de muchas agachadas, pero conoce como pocos en Argentina a los Padres de la Iglesia. La nueva camada episcopal bergogliana sabe, con suerte, usar cuchillo y tenedor para comer.
La semana pasada el papa Francisco advertía que “el mundo está cansado de los obispos de moda”. Por supuesto, él rechaza a los obispos que están de moda en ciertos ámbitos, pero no tiene reparos en elegir para el episcopado a sacerdotes que están de moda en otros. Mons. Chino Miñarro es, de hecho, un cura de moda, El 14 de diciembre pasado, firmaba una carta de despedida a Cristina Kirchner en la que, entre otras cosas, decía: “Pronto todos comenzaremos una nueva etapa. Etapa que muchos vislumbramos dura y triste. Y no quisiéramos que la comiences sin nuestro abrazo”. Y en 2014 se lo nombró vecino destacado de la municipalidad de Merlo. 
Pero vayamos a lo importante. Su Excelencia Reverendísima será, de ahora más, un maestro en la fe de nuestros padres para todos los argentinos. ¿Cuál es la fe del Chino Miñarro? En 2012 concedió una entrevista a un grupo de estudiantes de, nada menos, la carrera de Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires. Es allí donde aparece en toda su extensión su opera omnia y la profundidad de su pensamiento filosófico y teológico además, claro está, de las condiciones necesarias para apacentar y conservar a su rebaño en la fe. Nos dice que “Para mi no existen las certezas. Yo voy haciendo camino”. Afortunadamente, un poco más abajo, aclara que sí tiene certeza que Dios existe, y afortunadamente también a la entrevistadora no se le ocurrió preguntarle si creía en la Eucaristía o en la virginidad de Nuestra Señora. 

Sus conocimientos de bioética son asombrosos: “Con el tema de los embriones, estás en un teme filosófico, no meramente científico. Yo creo que si nos planteamos la pregunta de cuándo un embrión tiene vida, estás en un tema filosófico. Lo que podemos plantear es que en filosofía no existe una verdad absoluta. Que lo que existe son preguntas que generan distintas respuestas y que todas pueden ser aceptables en la medida que la justifiques. Pero ¿quién puede decir si el embrión tiene vida o no? Yo creo que ni el religioso ni el científico, queda en una cosa muy compleja”.
Por supuesto, su compromiso con las minorías sexuales es inobjetable: “Sí, estoy a favor [del matrimonio homosexual]. Además, si yo digo que no se promulgue el matrimonio igualitario, ¿va a dejar de existir por eso? No, va a existir igual. Entonces, si existe la situación, ¿no tengo que favorecer que esa situación sea de dignidad para las personas que la están viviendo? ¿Que favorezcan una inserción mayor en toda la sociedad? Y yo, como Iglesia, ¿no puedo hacer sentir también que Dios acompaña esa situación?
Hace algún tiempo, dirigió una carta a la Conferencia Episcopal Argentina en la que, entre otras cosas, pedía:
“Revisión de los modos de vida que separan a los presbíteros del pueblo, incluyendo trabajo, vestimenta, celibato obligatorio, casa, pobreza...
Revisión de la liturgia a fin de alcanzar la inculturación creativa que permita que el pueblo, y particularmente los pobres, la experimenten como lenguaje propio para acercarse a Dios;
Revisión de lo que se pide principalmente a los presbíteros, recordando que la centralidad debe estar puesta en el reino y la evangelización antes que en el culto;
Revisión de toda espiritualidad que no sea una evasión platónica sino un verdadero caminar según el Espíritu y lleve a poner un oído en el Evangelio y un oído en el corazón del pueblo”.
Resumiendo: Mons. Miñarro considera que los curas deben trabajar, casarse y no distinguirse por una vestimenta en particular; que la liturgia debe ser creativa; que el culto no debe ser el centro de sus vidas y que la espiritualidad no debe consistir en evasiones platónicas -es decir, rezar, meditar, contemplar- sino escuchar a los pobres. 
Bergoglio clamaba por “obispos con olor a oveja”. Ahora nos está llenando de “obispos con tufo a oveja”. Como dice un cura amigo, “lo peor de Bergoglio no es Berglglio sino el postberglolismo: esas mil bombas activadas que nos va a dejar al irse”.


Yo soy un bautizado y, como tal, miembro del pueblo elegido de Dios y heredero de las promesas por virtud de la sangre de Nuestro Señor, que es la Iglesia. Y, como tal, participo del sensus fidelium y por eso digo: Mons. Oscar Miñorro no tiene fe católica. Y la prueba está en lo que ha dicho y escrito. Quien consagre a esta persona en el episcopado comete un acto de traición a la fe de la Iglesia como lo ha cometido quien lo eligió para el episcopado.


Obispo Oscar Miñarro: “La Iglesia Católica no es la única homofóbica”.


Leemos esta noticia publicada en la agencia informativa oficial del episcopado argentino AICA, 19-Sep-2016.

El Papa nombró al Pbro. Oscar Miñarro, obispo auxiliar de Merlo-Moreno

Buenos Aires (AICA): El Santo Padre Francisco nombró obispo titular de Anzio y auxiliar de la diócesis de Merlo-Moreno al presbítero Oscar Eduardo Miñarro, de 56 años, actualmente vicario general del obispado y párroco de Nuestra Señora de la Merced, de Merlo. La información fue efectuada en forma simultánea en Roma y en Buenos Aires. Aquí, en ausencia del nuncio apostólico que se halla en Roma, fue hecha pública por monseñor Vincenzo Turturro, encargado de negocios interino de la Nunciatura, a través de la agencia AICA.


Y nosotros, luego de leer la entrevista que a continuación publicamos, nos preguntamos en qué creé el recientemente nombrado obispo Oscar Miñarro. Publicada originalmente en CrónicasFlotantes, 27-Sep-2016.


Para ver la captura de la entrevista original más grande, hacer click en la imagen.

“La Iglesia Católica no es la única homofóbica”

Por Matías Pérez Ibarguren                                                                                       

Oscar Miñarro representa una visión autocrítica dentro de la Iglesia Católica. Sacerdote de una parroquia de Merlo, descubrió su vocación en su vínculo con un grupo de obreros de la fábrica en la que trabajaba cuando era joven. Según él, las religiones  “hemos adormecido a la gente y la hemos domesticado en su vínculo con Dios”. Habla del rol actual de la religión, advierte el fenómeno de las iglesias evangelistas diciendo que “no es una superación del catolicismo, es un adoctrinamiento peor todavía con una fachada de aplausos y de participación” y se opone a la posición del episcopado argentino con respecto a la reforma del código civil.

¿Qué potencialidad ves en la religión, en la fe, en la creencia como para trabajar desde ahí?

Yo veo mucha. El problema grande es que las religiones en general se fueron encerrando muy en si mismas y fueron cuidando más la parte dogmática, el cuidado de las tradiciones, el cuidado de lo celebrativo, las formas por sobre el verdadero sentido que tiene lo religioso. Estos días estaba leyendo una cosa muy interesante acerca de la historia de las religiones: antes que se generen las grandes ciudades los seres humanos tenían necesidad de lo religioso pero no tenían necesidad de la religión. Había un vínculo directo con Dios. Después, cuando fueron surgiendo, las grandes religiones se encargaron de administrar esa relación, ese vínculo de la gente con Dios. Entonces hemos como adormecido a la gente y la hemos domesticado en su vínculo con Dios de esa manera. Yo estoy totalmente en desacuerdo con ese estilo de religión. Yo trabajo mucho con una religión que muestre más que nada un vínculo con Dios que ayude a pensar qué quiero para mi vida, que no tengo que resignarme a los sufrimientos, a una vida chata, que humanamente me merezco un montón de cosas. Me parece que lo religioso tiene que acompañar muchas veces algunos procesos liberadores que tienen que ver con esto que yo le llamo el sentido de la vida.

¿Qué lugar tiene en vos la duda?

Para mí no existen las certezas. Yo voy haciendo camino. Y las certezas a veces son pequeñas. Yo personalmente no tengo duda de la existencia de Dios, tengo dudas de cómo se manifiesta a veces, es muy misterioso. A medida que pasan los años lo encuentro más misterioso, o es la palabra que encuentro para expresar lo que es Dios. Me gustaría que fuese mucho más claro a veces. No podés pensar en Dios sin el hombre como no podés pensar el hombre sin la trascendencia, después vos le ponés el nombre que quieras, yo le llamo Dios. Como los dos nos vamos haciendo, cuando yo digo en qué Dios creo también me tengo que preguntar en qué hombre creo. Cuando vos a mi me preguntás si yo dudo de Dios, también me tengo que preguntar ¿dudo del hombre? Según el Dios en el que yo crea es el hombre en el que creo. Si creo en un Dios que resuelve todo por mí, estoy creyendo en un hombre esclavizado y sumiso que tiene que estar dependiendo.

¿Es pesimista tu mirada con respecto al rol actual de las religiones?

Mmm… qué difícil… sí, soy pesimista (ríe). Soy pesimista en dos sentidos: los templos cada vez van a estar más vacíos en la medida que muestren a un Dios lejano. Y los templos cada vez van a estar más llenos en la medida en que presenten un Dios que manipula a la gente como si fuesen títeres.

¿Va a estar más lleno?

Sí, porque así como hay mucha gente que está buscando abrir su mente, abrir nuevos caminos, buscando ser forjadores de su historia y de la historia, hay mucha gente que le mete miedo esto y lo que tiene el tema de las religiones es que son muy manipuladoras de la conciencia. Entonces es más fácil que te digan qué hacer a que alguien te pregunte “¿vos qué creés que tenés que hacer?”. Las iglesias evangélicas, por ejemplo, que están muy llenas. Hay mucha gente que cree que es un fracaso del catolicismo, pero tampoco es una superación del catolicismo, es un adoctrinamiento peor todavía con una fachada de aplausos y de participación. Me preocupa porque también hay una mirada muy economicista de la cuestión: cuanto más aportás, Dios más te va a dar.

Yendo a una cuestión un poco más coyuntural, ¿Vos estás en contra de la posición del presidente del episcopado argentino de oponerse a las modificaciones del código civil?

En el modo en que lo hace sí. Después hay cosas que me generan duda. La otra vez escuché alguien que hacía un silogismo un poco tramposo. Decía: lo civil es distinto a lo religioso. Y después decía que lo civil tiene que ver con  lo técnico-científico. Pero por ejemplo con el tema de los embriones, estás en un teme filosófico, no meramente científico. Yo creo que si nos planteamos la pregunta de cuándo un embrión tiene vida, estás en un tema filosófico. Lo que podemos plantear es que en filosofía no existe una verdad absoluta. Que lo que existe son preguntas que generan distintas respuestas y que todas pueden ser aceptables en la medida que la justifiques. Pero ¿quién puede decir si el embrión tiene vida o no? Yo creo que ni el religioso ni el científico, queda en una cosa muy compleja.

Por ejemplo con el tema del matrimonio igualitario con el cual la jerarquía de la Iglesia se opone, desde este lugar en que decís que las leyes no tienen que ser prohibitivas, ¿vos estás a favor de que se avance en legalizar esto?

Sí, estoy a favor. Además, si yo digo que no se promulgue el matrimonio igualitario, ¿va a dejar de existir por eso? No, va a existir igual. Entonces, si existe la situación, ¿no tengo que favorecer que esa situación sea de dignidad para las personas que la están viviendo? ¿Que favorezcan una inserción mayor en toda la sociedad? Y yo, como Iglesia, ¿no puedo hacer sentir también que Dios acompaña esa situación?

Arancedo se opone diciendo que el matrimonio debe ser entre dos sexos diferentes por la complementariedad natural del hombre y la mujer…

Si él hace un planteo filosófico es comprensible desde lo filosófico. Puedo estar o no estar de acuerdo, pero si yo me pongo en la misma posición rígida estoy siendo igual que él. El riesgo de estas discusiones es la intolerancia en general. Yo culpo a Arancedo de intolerante y lo lleno de epítetos descalificativos que muestran mi intolerancia. En esas cosas no negocio: si soy tolerante soy tolerante, y si no, no. Es otro pensamiento distinto, justificado. Lo que no acepto es que ese pensamiento se imponga para todos.

En ese sentido podríamos decir que se está avanzando en grados de tolerancia porque, por ejemplo, se reconoce el derecho a casarse a personas del mismo sexo…


Si, claro… Yo he charlado con muchas personas que me han venido a manifestar su homosexualidad y algunos con dolor, con preocupación, con incomprensión socio-religiosa. Porque a la hora de ser realistas¿la Iglesia sola es la única homofóbica? ¿O si vos viajás en el Sarmiento y decís que sos homosexual te van a aplaudir y te van a felicitar? ¿La tele es abierta o todavía se siguen riendo de los que son afeminados? Y cuando vas de viaje de egresados, ¿no hay uno que siempre se termina vistiendo de mujer como cosa graciosa? Entonces me parece que por un lado es lo que se va avanzando en materia de leyes y otra cosa que es muy importante es la concientización en general de la sociedad que falta bastante… como incorporación cultural me parece que vamos en camino, pero es un proceso que va a llevar mucho tiempo.

jueves, 15 de septiembre de 2016

Criterios para el sacrilegio.

Publicado originalmente en Wanderer, 08-Sep-2016.


Criterios para el sacrilegio

La cosa, efectivamente, salió como Bergoglio deseaba: ubicar, a partir de la publicación de los adulterinos Amores de Leticia, la comunión de los recasados en una nebulosa en la que cada cual hiciera lo que le pareciera, y que lo que le pareciera fuera siempre admitir a la Sagrada Eucaristía a los viven en adulterio. Así de sencillo.
Los neocones de siempre -Opus Dei y Fasta fundamentalmente- se me echaron encima: “Jamás el Papa, custodio de las enseñanzas del Evangelio, tendría semejante intención. Esa es la interpretación que hace el periodismo malvado”. Pues bien, alguno meses después, ha llegado la respuesta oficial. 
Los obispos que integran la región pastoral Buenos Aires -integrada por la arquidiócesis porteña y diez diócesis del Gran Buenos Aires- han redactado hace pocos días un documento estrictamente confidencial titulado “Criterios para la aplicación del cap. VIII de Amoris laetitia”. Se tiene por cierto que el texto fue escrito por la cabeza pensante del episcopado argentino, es decir, Mons. Tucho Fernández, il coccolato (chupamedias) del Santo Padre. 
Los prelados han insistido en que esta comunicación está dirigida exclusivamente al clero, por lo que han rogado a los curas no difundirla públicamente.
“Un acto de prudencia”, dirá seguramente un neocon. En realidad, muchos de los sacerdotes de la región consideran que el secreto que piden es el propio de un acto vergonzante. Es decir, les da vergüenza hacer lo que están haciendo. Es por ello necesario hacer exactamente lo contrario a a lo que pretenden, a fin de  desenmascararlos. 
En síntesis, el documento de dos carillas, luego de los remilgos y enjuagues retóricos consabidos, instruye a los sacerdotes a admitir al sacramento de la Eucaristía a cierta clase de adúlteros y a integrarlos a la comunidad eclesialEn buen romance, exige al clero el sacrilegio y el escándalo, eso sí, luego de una etapa de discernimiento y acogida.
“Esa es la interpretación de algunos obispos, pero no es lo que quiere el Papa”, dice el mismo neocon. Pues no. Resulta que estos obispos metropolitanos y granbonaerenses, enviaron a Bergoglio, cual manzana de alumno aplicado, el texto antes de ser distribuido entre los párrocos. Y de allí vino presta una nota del mismísimo Papa -de ese que no tiene tiempo para escribir a las carmelitas de Nogoyá-, fechada el lunes de esta semana, en la que les asegura que “ese es el sentido del capítulo VIII de Amoris Letitiae. No hay otra interpretación”
“¿Y quién le ha dicho que eso es verdad?”, salta el neocon. Para que conste, podrán bajar aquí y aquí los documentos que prueban la traición de los obispos al Evangelio y a la enseñanza milenaria de la Iglesia sobre el matrimonio y el adulterio.
Un dato reciente permite cierta esperanza. Hoy, jueves 8 de septiembre, festividad de la Natividad de Nuestra Señora, tuvo lugar en horas de la mañana una reunión del clero de la Arquidiócesis de Buenos Aires, en la que se trató el tema.  De ella rescatamos que: 
a. Algunos curas vertieron críticas claras al documento pontificio y al vademecum episcopal, las que que no fueron rechazadas por la autoridad eclesiástica; por el contrario, varios sacerdotes manifestaron durante el recreo su adhesión a ellas.
b. Expuso sobre el tema Mons. Víctor Pinto -canonista- y el cardenal Mario Poli. Uno y otro se expresaron en términos bastante ortodoxos y ortoprácticos, aclarando que la eucaristía sólo podrían recibirla aquellos divorciados rejuntados, que convivieran como hermanos guardando la castidad. 
c. En cambio, el obispo auxiliar, Mons. Alejandro Giorgi (foto), dijo una sarta de estupideces, lo cual resulta en él ya una costumbre. 
d. Los Criterios elaborados en la región eclesiástica de Buenos Aires habrían de sufrir, por iniciativa del cardenal arzobispo, un cambio de redacción -de alcance impreciso aún- antes de ser enviados oficialmente. En principio, se trataría de limar las partes más ríspidas de lo elaborado por Tucho. Habrá que ver si el il Coccolato lo permite.

“InfoCatólica.com ha modificado la noticia”.

Nos llamó la atención no encontrar la noticia que habíamos visto en dicho portal. Acá la razón por la que no la encontrábamos. Visto en Secretum Meum Mihi, 10-Sep-2016.

“InfoCatólica.com ha modificado la noticia”

La frase que sirve de título a la presente entrada aparece entre comillas porque es una cita textual. La curiosa advertencia aparece dos veces en un artículo de Infocatólica que figura hoy en esta URL:

http://www.infocatolica.com/?t=noticia&cod=27335

Pero no hay tal que haya una noticia modificada, se trata de dos informaciones totalmente diferentes, por lo que en realidad lo que ha ocurrido es que se sustituyó el contenido de la nota original por el de una segunda nota.

Actualmente la nota que aparece allí es esta (click para ampliar).


Y la nota que originalmente aparecía en ese enlace lucía así (click para ampliar).


Como pueden observar, al final de la nota original hay dos enlaces a dos textos de dos cartas, las cuales han desparecido. ¿Y que decían las cartas? No nos quedemos con la duda.

Carta uno, la de los obispos de la Región de Buenos Aires, Argentina, en donde se interpreta el Capítulo 8° de Amoris Lætitia (click para ampliar, originalmente la URL era esta:
http://infocatolica.com/?t=ic&cod=27336).


Carta dos, en donde Francisco afirma respecto del texto inmediatamente anterior: “El escrito es muy bueno y explícita cabalmente el sentido del capitulo VIII de Amoris laetitia. No hay otras interpretaciones. Y estoy seguro de que hará mucho bien.” (click para ampliar, originalmente la URL era esta:http://infocatolica.com/?t=ic&cod=27337).


Si de “modificaciones” vamos a hablar...


martes, 6 de septiembre de 2016

Juan Manuel de Prada: El legado de Lutero.


EL LEGADO DE LUTERO

I
En breve comenzarán los fastos del quinto centenario del llamado Día de la Reforma, en el que Lutero clavó sus célebres 95 tesis en la puerta de una iglesia de Wittemberg. Aquellas tesis, que romperían la unidad de la fe, cambiarían también traumáticamente las concepciones filosóficas, políticas, económicas y culturales vigentes, hasta el punto de convertir la protesta luterana en uno de los hechos más importantes de la Historia. La llamada Reforma, a diferencia del cisma de Oriente, no fue una mera controversia eclesiástica, sino que supuso un expreso rechazo del Dogma y la Tradición, así como una negación del valor de los sacramentos. Y los dogmas religiosos no son, como el ingenuo (creyente o incrédulo) piensa, meras entelequias sin consecuencias sobre la realidad, sino condensación de verdades sobrenaturales que ejercen un influjo muy hondo sobre nuestra vida. No se puede cortar el tallo de un rosal y pretender que los pétalos de la rosa no se marchiten.

Durante todo un año, vamos a recibir un bombardeo apabullante sobre las presuntas bondades del legado luterano. Nosotros, en la serie de cuatro artículos que hoy iniciamos, ofreceremos a las tres o cuatro lectoras que todavía nos soportan un modesto antídoto contra tal avalancha. Ciertamente, la Reforma de Lutero llegó cuando la decadencia de la Iglesia (minada por el concubinato del clero, la rapacidad y avaricia de muchos religiosos y la simonía institucionalizada) alcanzaba cotas lastimosas. Pero no se pone remedio a los errores cayendo en uno más grande; y la parábola evangélica del trigo y la cizaña ya nos advierte contra el peligro de arrancar la cizaña antes de tiempo (que fue, exactamente, lo que quiso hacer Lutero, logrando tan sólo desperdigarla).

Al fondo de aquel furor reformista de Lutero palpitaba el fracaso espiritual de un hombre que había hecho esfuerzos ímprobos por alcanzar la unión con Dios. Pero todas sus sacrificios, penitencias y abnegaciones habían sido en vano; y seguían abrasándolo las concupiscencias más torpes (en cuya descripción, por pudor, no entraremos), que le causaban enorme angustia y ansiedad. Lutero consideró entonces (haciendo una proyección teológica de sus propias debilidades) que el hombre pecador nada podía hacer por alcanzar la salvación. Así fue como concluyó que Cristo ya había sufrido por nuestros pecados; y que, por lo tanto, ya estábamos perdonados. De modo que, para salvarnos, bastaba con que se nos aplicasen los méritos de Jesús por medio de la fe.

Esta justificación a través exclusivamente de la fe se funda en una concepción pesimista de la naturaleza humana, que niega la libertad humana para vencer las tentaciones y también la gracia de los sacramentos. El hombre luterano, sin capacidad para sobreponerse al pecado y alumbrado por la sola fide, suprime la mediación de la Iglesia; y será su conciencia, iluminada por el Espíritu Santo, la que ordene su propia vida religiosa e interprete libremente las Escrituras. Y, como escribió el gran Leonardo Castellani con su habitual gracejo, «desde que Lutero aseguró a cada lector de la Biblia la asistencia del Espíritu Santo, esta persona de la Santísima Trinidad empezó a decir unas macanas espantosas». El libre examen luterano desató la enfermedad de la inteligencia denominada diletantismo, que luego ha contagiado, por proceso virulento de metástasis, toda la cultura occidental, primeramente con los ropajes del fatuo endiosamiento intelectual, por último con los harapos lastimosos del deseo de saber sin estudiar y la soberbia de la ignorancia. Las consecuencias de la Reforma luterana en el plano filosófico y moral no se harían esperar.

II
Al afirmar el principio del libre examen, que atribuye al hombre una facultad omnímoda para ordenar su vida religiosa, Lutero anticipa el imperativo categórico de Kant, que proclamaría la suficiencia absoluta de la voluntad humana para emanar normas de conducta, erigiéndose así el hombre en único legislador y árbitro de su vida moral. A la vez, con su tesis del servo arbitrio, que juzga al hombre incapaz de elegir el bien, Lutero se convierte involuntariamente en promotor del nihilismo filosófico y ético.

Lutero, discípulo de los nominalistas Wesel y Biel, injertó en el pensamiento de sus maestros un asfixiante pesimismo antropológico. Juzgaba que la inteligencia humana, tarada por el pecado original, estaba incapacitada para abstraer lo universal y pensar las cosas del espíritu; pero, al mismo tiempo, consideraba que era muy apta para desenvolverse con pragmatismo en el mundo. Inevitablemente, un hombre dispensado de discernir un orden moral objetivo puede refugiarse en su conciencia subjetiva. El bien ya no será una categoría que el hombre discierne a través de la razón, sino lo que en cada momento determine que es bueno (o, dicho más descarnadamente, lo que le convenga), y el mal lo que entienda que es malo (o sea, lo que le perjudique). Danilo Castellano observa con perspicacia que esta consideración de la conciencia permitirá luego a Rousseau afirmar en el Emilio que «la conciencia es la voz del alma, como las pasiones lo son del cuerpo». Esta conciencia, reducida a mera pulsión subjetiva, acabará conformando al hombre de nuestra época, un amasijo instintivo sin guía ni freno, huérfano de razón y responsabilidad. Un hombre que guía sus decisiones (que, inevitablemente, ya no serán morales) por la pura espontaneidad, que es la que le permite afirmarse y ser “auténtico”, y hasta creer (risum teneatis) que es libre como el viento, aunque sólo sea esclavo de sus pasiones. Y de la conciencia instintiva al subconsciente freudiano hay un solo paso.

Inevitablemente, esta concepción luterana del hombre, incapacitado para abstraer lo universal, impondrá el abandono de la metafísica, que posteriores corrientes filosóficas declararán inaccesible (y, con el tiempo, inútil). Como luego afirmaría Hegel, «la verdadera figura en que existe la verdad no puede ser sino el sistema científico de ella». Es decir, cada escuela filosófica debe crear un sistema que se erija en la verdad (por supuesto, refutada por la siguiente escuela). Así, se concluye en la extravagancia de pensar que la razón humana es suficiente para dar fundamento a toda la vida del hombre, quedando excluido el orden sobrenatural. Y, con el tiempo (porque los sistemas filosóficos, al faltarles el sustento de una verdad universal, se tornan pendulares), se concluye en la extravagancia contraria, según la cual la razón humana carece de autoridad para fundamentar la vida, lo que desembocará en los sucesivos escepticismos, relativismos y nihilismos del pensamiento contemporáneo.

Como sostiene Belloc en Europa y la fe, «al negarse la realidad y hasta el ser, se crean sistemas que se mueven en un vacío atroz, para asentarse finalmente en una negación y desafío universales lanzados contra toda institución y todo postulado». La desaparición del saber metafísico acaba degenerando en la búsqueda de verdades “sociológicas”, siempre coyunturales y cambiantes, carentes de fundamentación real. Y, tarde o temprano, propicia malformaciones y excrecencias irracionales; pues, allá donde falta la metafísica, afloran como setas un sinfín de supersticiones enloquecidas, fanáticas e imprevisibles. Y surgen entonces, inevitablemente, conceptos políticos morbosos. Porque el legado de Lutero tiene también, por supuesto, consecuencias políticas.

III
Si la inteligencia humana, tarada por el pecado original, está incapacitada para abstraer lo universal, no pude aspirar a entender las leyes de la política. De este modo, la doctrina de Lutero se convierte en legitimadora del Estado moderno, concebido como instrumento para ordenar la vida social y reprimir la intrínseca maldad humana, convirtiendo sus leyes positivas en norma ética. Frederick D. Wilhemsen nos hace reparar en la paradoja de que Lutero, que empezó azuzando la rebelión de los campesinos alemanes contra sus príncipes (pensando que los campesinos lo apoyarían en su lucha contra Roma), acabase exhortando a los príncipes a aplastar del modo más inmisericorde las revueltas campesinas (después de que los príncipes abrazasen con su doctrina). «En último término –escribe Wilhemsen--, el luteranismo predica que el ciudadano tiene que obedecer al príncipe en todo, de una manera ciega, pues el cristiano sabe que la autoridad del príncipe viene de Dios, pero no sabe nada de la ley natural, debido a la corrupción de su razón, el único instrumento capaz de descubrir esa ley».

Por supuesto, la monarquía ya había tenido tentaciones de hacerse absoluta antes de Lutero. Pero los reyes estaban limitados por una ley humana, la costumbre, y por una ley divina que no podían conculcar. Ambas barreras serán anuladas por Lutero, que en su obsesión por combatir al papado convierte al rey en representante de Dios en la tierra, afirmando que todo auténtico cristiano está obligado a someterse incondicionalmente a él. La monarquía, antes de Lutero, se había acomodado a la sentencia de San Isidoro ("Rex eris si recte facias; si non facias, non eris"); y así había llegado a ser, en palabras de Donoso, «el más perfecto de todos los gobiernos posibles, por ser uno, perpetuo y limitado». Al apartar esos límites que constreñían al monarca, Lutero instaura la deificación del poder civil. El monarca se convierte en objeto de adoración ciega; su poder ya nunca más se asentará en la "auctoritas" ni en la "potestas", sino que será puro ejercicio de la fuerza sin restricciones (o sin más restricciones que los reglamentos que él mismo evacua, sometidos a su conveniencia y capricho).

Así se corrompe el principio de autoridad, hasta su confusión con la mera fuerza despótica. Este quebrantamiento del orden político –afirma Belloc-- iba a tener un efecto explosivo: el poder que mantenía las cosas unidas se convertirá a partir de ese momento en un poder que separa cada una de las partes componentes. En efecto, el poder absoluto mostrará pronto, bajo una falsa fachada unificadora, su íntima vocación disgregadora, haciendo de la disputa por el poder, la tensión social y la guerra constante el clima natural de una Europa dividida.

Por supuesto, la doctrina luterana sobre la soberanía absoluta de los reyes será la que luego, convenientemente desplazada de sujeto, fundamentará el principio de la soberanía popular. La omnipotencia del príncipe se convierte en voluntad popular soberana, cuya esencia sigue siendo la fuerza despótica, capaz de determinar mediante mayorías el bien y la verdad según su conveniencia y capricho.
Wilhemsen sostiene que «la pasividad del alemán frente a su gobierno, sea éste monárquico, imperial, republicano o nazi, refleja una teología y una religión cuya negación de la ley natural exige que el hombre obedezca pasivamente, sin preguntar el “por qué”». Sospecho que esta reflexión que Wilhemsen circunscribe al alemán podría extenderse en general al hombre contemporáneo, que creyéndose más soberano que nunca está en realidad sometido pasivamente a poderes ilimitados que ya no controla. Empezando por el poder del Dinero, que el protestantismo liberó.


IV
La rebelión de Lutero daría alas a otro clérigo levantisco, Calvino, que como él afirmó la depravación de la naturaleza humana y negó que el hombre tuviera libre albedrío. Calvino añadió, sin embargo, una dimensión nueva a la doctrina luterana, afirmando la monstruosa doctrina de la predestinación. Pero, aunque el hombre nada pueda hacer por salvarse, puede –según Calvino– saber anticipadamente cuál es su destino, pues la prosperidad material se erige en signo de afecto divino. Esta doctrina abominable desataría la avaricia de los pudientes, que empezaron a agitar a las masas contra el Papado; y, mientras las masas estaban entretenidas agitándose y disfrutando de la anarquía moral generada por la ruptura con Roma, los ricos las despojaron de sus tierras. «Siempre resulta ventajoso para el rico –afirma Belloc– negar los conceptos del bien y del mal, objetar las conclusiones de la filosofía popular y debilitar el fuerte poder de la comunidad. Siempre está en la naturaleza de la gran riqueza (…) obtener una dominación cada vez mayor sobre el cuerpo de los hombres. Y una de las mejores tácticas para ello es atacar las restricciones sociales establecidas». A los hacendados y poseedores de grandes fortunas les había llegado, en efecto, una gran oportunidad con la Reforma. En todos los lugares donde la riqueza se había acumulado en unas pocas manos, la ruptura con las antiguas costumbres fue para los ricos un poderoso incentivo. Hicieron como si su objetivo fuese la renovación religiosa; pero su verdadero fin era el Dinero. Y así lograron que su desmesurado afán de lucro resultase menos insoportable a los ojos de los pobres, entretenidos con el caramelito de la renovación religiosa. La doctrina católica habría combatido el industrialismo y la acumulación de riqueza; pero el protestantismo hizo del afán de lucro un signo de salvación.

Y, mientras crecía el afán de lucro, se consumó el “aislamiento del alma”, que Belloc considera con razón el más nefasto legado de la Reforma y define como una «pérdida del sustento colectivo, del sano equilibrio producido por la vida comunitaria». En efecto, el protestantismo introdujo un aislamiento de las almas que, además de gangrenar la teología, la filosofía, la política, la economía y la vida social, destruyó la unidad psíquica de la persona. Pues, al cuestionar toda institución humana y toda forma de conocimiento, abocó a los seres humanos a un desarraigo creciente y a una exaltación del individualismo cuya estación final es la desesperación, como comprobamos en las sociedades modernas, integradas por individuos enfermos de solipsismo y, a la vez, estandarizados y amorfos. Y la disolución de la religión colectiva facilitaría, en fin, el encumbramiento de sucesivas idolatrías sustitutivas, llamadas pomposamente ideologías, cuyo cáliz amargo seguimos hoy apurando hasta las heces.

Y, para terminar –last, but not least–, no podemos dejar de referirnos, entre las consecuencias del luteranismo, a su iconoclasia furibunda, que generaría un arte inane y acabaría desembocando en el feísmo más exasperado, puro vómito de una esterilidad engreída, que denominamos eufemísticamente “arte contemporáneo”. Si la tradición católica, en su esfuerzo por penetrar mejor el contenido de la Revelación, había fomentado un arte riquísimo que halla su paradigma en la belleza inmaculada de María, la reforma protestante, al declarar la ilicitud del culto a la Virgen y a los santos engendraría un arte fosilizado y deshumanizado, cuando no vesánicamente nihilista.

Todas estas delicias del legado luterano, y algunas más que se nos quedan en el tintero, vamos a celebrar en este centenario tan divino de la muerte que se nos viene encima.


Juan Manuel de Prada, artículo publicado en cuatro partes en ABC los días 22, 27 y 29 de agosto y 3 de septiembre de 2016.