miércoles, 1 de diciembre de 2010

Julius Évola: ¿hombre tradicional o cabalista?

 
Julius Évola.

En el curso de Mayo de 1997 circuló en nuestro ámbito tradicionalista peruano una invitación a una conferencia en el Centro Cultural de Miraflores, sobre el tema: “Julius Évola, un tradicionalista” (sin signos de interrogación). Paralelamente, en la Feria del Libro de Buenos Aires, el autor de aquella conferencia difundió una obra de Julius Évola en castellano, manifestando en el prefacio del libro la firme intención de difundir el pensamiento de ese “satanista italiano”.
A fin de llevar a conocimiento de los tradicionalistas algunas reflexiones sobre el peligro que representa esa corriente, hemos pedido permiso a la revista italiana “Sodalitium” para reproducir el excelente artículo del Padre Curzio Niloglia sobre el tema. Agradecemos a la dirección de esta revista por habemos permitido publicarlo, aunque advertimos que no podemos compartir el combate que ha librado y libra esta revista y sus autores contra Monseñor Marcel Lefebvre, la Fraternidad Sacerdotal San Pío X y Campos, ni tampoco su posición en favor de un cierto sedevacantismo. En este caso concreto, nos limitamos a apreciar el artículo del Padre Curzio Nitoglia.

Padre Xavier Beauvais
Superior del Distrito América del Sur
Fraternidad Sacerdotal San Pío X

Introducción.

Un estudio muy completo sobre el pensamiento de Julius Évola, por Marco Fraquelli[1], ha aparecido recientemente. El autor condensa en trescientas páginas, repletas de notas y de indicaciones bibliografiadas, la filosofía evoliana.
            Resumiremos los puntos más importantes y los presentaremos integrándolos con otras lecturas, para responder al interrogante que figura en el título.

El super-idealismo.

Por lo común se define a Évola como el maestro de la “dignidad sobrenatural del hombre”; ella está fundada no sobre el don libre y gratuito de Dios al hombre, sino sobre el “Individuo Absoluto”, o por la concepción filosófica que es llama da “idealismo mágico”. Évola, en efecto, aunque definiéndose “hombre tradicional”, se colocó sobre posiciones idealistas (hijas del inmanentismo moderno), aún si se proponía llevar el Idealismo clásico hasta las últimas y más radicales conclusiones prácticas por medio de la magia y del esoterismo de las pseudo-religiones orientales: “El Yo mágico... real, haciéndose Dios, cumple [con Évola] ese paso que no cumple en el idealismo clásico” [2].

Como se verá más tarde, ese principio filosófico influirá y dirigirá todas las opiniones espirituales y políticas de Évola; no está permitido separar el Evola político del Évola mágico para poder tomar a uno y dejar de lado al otro.
            Évola quiere realizar el idealismo[3]; es decir, allí donde Hegel, Fitche, Shelling, se limitaban a disertar y a especular sobre el Yo que plantea y crea el objeto extra-mental, Évola quiere procurar que el Yo cree verdaderamente la realidad, recurriendo, naturalmente, al “Ars Regia” y a la magia como piedra filosofal y alquímica por la cual el hombre querría hacerse “dios” y crear el mundo. El esoterismo representa pues el coronamiento y la realización del principio filosófico “super-idealista” de Julius Évola, y la elección inmanentista y “moderna” de Évola está presente como hilo conductor en toda la obra del “filósofo prohibido”[4]. Toda su obra estará centrada sobre la realización del Yo absoluto, dueño del universo. “Évola... gracias sobre todo al aporte de las doctrinas esotéricas y sapienciales, puede proceder a la superación de lo «humano», no sólo al sentido gnoseológico sino al sentido práctico[5] “Además, el mismo Évola ha confirmado muchas veces la imposibilidad de llegar a la definición del Individuo Absoluto a través del uso de las únicas categorías de pensamiento especulativo de tipo occidental”[6].
            Sabemos que existe una única verdadera Tradición, que Dios transmitió oralmente a Adán[7], que nos ha llegado por medio de los Patriarcas y de los Profetas, que Jesús ha completado y hecho universal, y que Él ha transmitido a sus Apóstoles a fin de que por el Magisterio de la Iglesia llegara día a día, hasta el fin del mundo a todo hombre. Esa tradición verdadera afirma, de acuerdo con el buen sentido y el realismo, que hay un Dios trascendente que ha querido libremente crear el mundo, el cual es finito, contingente y dependiente de Dios y que el hombre posee una inteligencia que para alcanzar la verdad debe conformarse a la realidad objetiva, realidad que no depende de él, sino de Dios.
            A esta tradición verdadera se ha opuesto una tradición parasitaria, falsificada, que es llamada comúnmente gnosis, la cual tiene por origen la cábala judía[8] inspirada en última instancia por Lucifer; él fue el primero en gritar “no serviré” y en querer ser el fin último de sí mismo, sin deber confrontarse y someterse a un Dios trascendente. La Revelación auténtica nos enseña que esa pretensión “idealista-mágica” de Lucifer conduce a su condenación eterna y que desde ese momento Lucifer no cesa de tentar al hombre con el fin de que lo imite en su miserable propósito. En el jardín del Edén, Lucifer sugirió a Eva comer el fruto prohibido para ser como Dios (“Eritis sicut Dii”) [9].

El dadaísmo.

Évola ha sido también un artista además de un filósofo, y su actividad artística coincide con el encuentro de Tristán Tzara y el movimiento dadaísta. Tzara era un judío rumano y su movimiento (ver el “Manifiesto Dadaísta”) puede ser definido como una suerte de “forma límite de la degeneración artística judía[10], fundada sobre la exaltación del Yo y de la voluntad de poder y de absoluta libertad, que desemboca en el libertinaje. En efecto, como lo admite el mismo Évola, “los dadaístas proclamaban (...) la identidad del orden y del desorden, del Yo y del no Yo”[11]. Évola conoció a Tristán Tzara hacia 1918; en esta época —escribe Fraquelli— Évola hace uso indiscriminado de las drogas y de los alucinógenos.
            Otro autor en el cual se inspira entonces Julius Evola fue [el homosexual] Otto Weininger (muerto por suicidio), judío él también: “el sistema weiningeriano se centraliza (...) sobre la completa identidad entre el Yo y el hombre: los dos se encuentran el deber de imponerse ellos mismos uno contra el otro”[12]. Y el Yo-hombre, en la necesidad de apoyarse contra la realidad, debe librarse, evidentemente, de la moral cristiana.
            Otro autor al cual se refirió Évola en esa época es Nietzsche, que empujará todavía más a Évola a una oposición radical contra el cristianismo. Por otra parte, hay que saber que “además de la influencia nietzcheana (...) las doctrinas orientales, que Évola estudia precisamente durante esos años, tuvieron también un rol importante; por la ruptura de ellas con la lógica (...) ofrecieron un vasto material para el ataque anti-racionalista de la filosofía occidental”[13].

La gnosis oriental a favor y no contra el idealismo mágico.

“El viraje decisivo hacia el mundo de las antiguas tradiciones espirituales, de las doctrinas (...) esotéricas e iniciáticas se cumplió en Évola (...) no como una pausa sino como un desenvolvimiento natural de su idealismo mágico”.
            “El Individuo Absoluto ha tomado conciencia de que el mundo es su creación (...) Évola se acerca pues a la Tradición sapiencial oriental (...) en busca (...) de técnicas (...) que permitan al Individuo realizar su acción mágica”[14].
            En 1925 Évola publica “L’Uomo come potenza”, ensayo consagrado al Tantrismo. “En última síntesis, se puede decir que los tantras niegan todo dualismo hombre - Dios; en efecto el mundo y el universo son creaciones del hombre el cual se identifica también con el Principio absoluto y divino...”[15].
            Hacia fines de los años veinte, Évola encuentra a Arturo Reghini, masón de rito escocés, quien “no solamente acerca a Évola a la Tradición romana, sino que asume un rol fundamental para el definitivo viraje tradicional de Évola poniendo a este último en contacto con René Guénon, el «maestro sin igual» cuya obra da (...) un verdadero centro (...) a todo el saber mágico y esotérico que Évola había adquirido hasta ese momento”[16].

Évola y Guenón.

Évola no es una pura reducción de René Guénon, incluso si entre los dos existen diferencias bastante grandes, aún en el centro del monismo (panteísta en Guénon e inmanentista en Évola). La concordancia de todos modos entre los dos “grandes iniciados” es substancial y más fuerte que las divergencias que pueden ser así resumidas:
a)  Évola da prioridad a la acción, a la lucha, al guerrero. Guénon, por el contrario, la da a la contemplación, al “sacerdote”.
b)  Évola sostiene que el Occidente tiene su propia tradición. Guénon piensa que el Oriente es el único depositario de la Tradición.
c)  Évola considera a la Iglesia Católica como un símbolo de degeneración de origen semítico que ha cooperado a la supresión de la Tradición imperial y gibelina medieval[17]. Guénon considera a la Iglesia como el único polo esotérico (preste bien atención) en torno del cual puede despertarse una tradición esotérica.
d)  Évola se define por la primacía del poder temporal sobre el poder espiritual. Guénon reconoce la primacía de la acción sacerdotal, pontifical[18].

Évola y la “Liga del Norte”[19].

Se diría que es una humorada, pero en el fondo esto no lo es. En efecto, Évola inmortaliza e idealiza el espíritu heroico pagano y anticristiano inherente en la Tradición occidental, que no puede ser obra de los pueblos neolatinos y católicos, pero debe ser obra de los pueblos germanos.
            Para Évola, la Tradición occidental es la tradición nórdica, precisamente del guerrero, en contra de la falsa Tradición del sud, dominada por el espíritu religioso y sacerdotal. Y es por esto que Évola creía encontrar en el Fascismo, pero sobre todo en el NACIONALSOCIALISMO, una oportunidad para poder restablecer la Tradición por medio de la restauración de los valores nórdicos, paganos y gibelinos.
            En la Liga del Norte están ciertamente presentes también elementos evolianos ¡que consiguen conciliar Federico Barbarrosa con... Alberto da Giussano! No hay que asombrarse, para el idealista la contradicción es vida.

Évola anticristiano.

La verdadera Tradición, para Évola, es anticristiana; en efecto, el cristianismo “representa la causa primera de la degeneración del mundo moderno, es la fuerza destructora por excelencia que ha hundido todo principio tradicional...”[20]
            Según Évola, el cristianismo es el principal responsable de la caída del Imperio romano, además es la religión de los débiles, de los esclavos. Si para Guénon el cristianismo es un sustituto esotérico de la Tradición primordial iniciática y esotérica, con Évola estamos en las antípodas (y es tal vez justamente lo que lo hace menos peligroso, no menos malo, en la medida en que un error, transmitido por una cierta parte de verdad y escondido en ella, es más peligroso y engañoso que el error evidente). El cristianismo para el filósofo italiano está para reunir al elemento profético y mesiánico del semitismo, que reemplaza el carácter heroico de la Tradición nórdica por una “avalancha confusa y agitada hacia lo sobrenatural”. El cristianismo es por otra parte una Revelación universal, es decir, para todos los hombres, mientras que la verdadera Tradición es esotérica, es decir, reservada a los únicos iniciados. El cristianismo con sus temas de imploración, de pecado, de indignidad, de límites, se vale de la espiritualidad del Sud. No es por casualidad que la Iglesia es Madre, y que la Mediadora de todas las gracias es la Santísima Virgen. En la práctica el cristianismo realiza un debilitamiento que es típico de las sociedades lunares y sacerdotales, es una especie de “herejía blanca”... Contra el cristianismo se levanta el ideal caballeresco, gibelino, que culmina con Federico II.

Un satanista italiano.

La “Revista Internacional de las Sociedades Secretas”, de Mons. Ernest Jouin, entra en contienda con la revista “Fede e Ragione” de Fiesole, contra el paganismo de Évola. La “Revista…”[21] critica pesadamente el artículo que Évola escribió sobre “La Crítica Fascista” de Bottai en 1927: “El Fascismo como voluntad de imperio y el cristianismo”. La prestigiosa revista francesa, retomando los temas desarrollados por la revista fiesoliana, sostiene que el articulo evoliano no es otra cosa que una larga blasfemia[22]; que proclama la “neta incompatibilidad de la visión imperialista con cualquier forma que sea de cristianismo”, reclama la restauración del Estado como realidad absoluta, intolerante hacia una Iglesia que quiere erigirse a su lado; por el contrario, el Estado debe erigirse como la única y verdadera Iglesia y también como la única y verdadera religión.
            Para la “Revista Internacional de las Sociedades Secretas”, Évola, partiendo de una especie de sincretismo “judeiforme” va todavía más lejos en su odio contra la Iglesia. Évola es un mago, un tantra, un súper-hombre: “L’Oumo come potenza” está calificado como “obra satánica” en la cual “J. Évola pretende enseñar al hombre el modo de hacerse dios”. La revista describe el método enseñado por Évola y sostiene que nos encontramos en “pura demonología”; el fin de Évola es “la absoluta libertad concedida al hombre de hacer todo, aún el mal, con tal que lo haga con la persuasión de estar unido a Dios y lleno de su Substancia”. Ya lo decía Lutero: “Pecca fortiter sed fortius crede”.
            En resumen: Évola es también un adelphos de la disolución. La “Revista...” concluye con estas palabras: “[Évola] es un agente provocador del infierno, una retaguardia de la masonería y de las sectas que persiguen a Cristo con un odio implacable”. Tarannes volverá sobre el tema el 1 de Febrero de 1929[23]. Resumiendo una docena de artículos de “Fede e Ragione” (a partir del número 16, del año 1928), afirma que “las teorías de un raro satanista italiano —Évola— son la manifestación del estado de espíritu judeo-masónico (...) Évola podría muy bien ser, en realidad, un agente de la súper-masonería cabalista[24] que retoma el rol de la antigua Serpiente y se identifica con el Tentador del Génesis...
            En efecto, a partir de Évola es necesario sobre todo comer el fruto prohibido, hacer la experiencia del pecado, para encontrar allí el antídoto. Cuando Satanás promete hacer dios al hombre, exige, sin embargo, señales: la experiencia del pecado. La conditio sine qua non para hacerse dioses es la experiencia satánica, es decir, el pecado erigido en ciencia.
            En sus escritos se encuentra “el odio a Dios, un odio furioso, espumoso, verdaderamente satánico. Odio contra el Padre... odio al Verbo Encarnado; odio sobre todo a la Cruz de Cristo”[25]. Es verdad, objeta Tarannes, que Évola niega valientemente ser un satanista; Satanás, en efecto, según él, es una fábula de los curas para uso de los niños y de las viejas. No, Évola no cree en el diablo, sin embargo... “habla exactamente como un poseído, tal vez víctima inconsciente, pero verdadera, de aquel cuya existencia niega”[26]. En el fondo, retoma Tarannes, el Imperialismo pagano no es otro que el Mesianismo carnal del Talmud, que el mismo Évola critica como fuente semita del cristianismo...
            El más importante de los doce artículos de “Fede e Ragione” parece, sin ninguna duda, el primero[27]. El autor menciona en el los principios de los cuales sacará las consecuencias en los artículos siguientes. Él afirma que a partir del pecado original y su enmascaramiento bajo forma de serpiente, en el Paraíso Terrenal, Satanás no puede ya contar con un nuevo disfraz. “Es solamente en el Edén que podía estar escondido, perfectamente disimulado bajo forma de la serpiente (...) Después (...) Satanás se transformará en el asiduo tentador, pero fácilmente reconocible bajo todos los disfraces”[28]
El autor de “Imperialismo Pagano” es uno “de los más dóciles útiles que Satanás empleó jamás en el mundo; él lo demuestra en la extrema y a menudo absurda virulencia”[29] del escrito en cuestión.
            En efecto, Satanás tiene oculto al blasfemo declarado. Él esconde su cola para no ser visto y poder así morder al imprudente. Por el contrario, “tener la cola larga (...) entre los reptiles es signo de poca energía”. Saber esconder la cola, como lo hizo Guénon, es un arte que sólo los más encumbrados de los iniciados conocen, y no parece ser el arte de Évola en el “Imperialismo Pagano”: en efecto, eso que “en el Edén era un artificio del seductor, un sutil veneno escondido en los pliegues de una propuesta, una insinuación maligna también muy disimulada, se tornaría, bajo la pluma del torpe autor del libro, en una grosera, vulgar y abierta acusación contra Dios, en consecuencia desprovista de toda eficacia”[30].

La concepción política de Évola.

Hay ciertamente elementos positivos en la concepción política evoliana. Por ejemplo, la crítica emitida al “liberal-capitalismo” como filosofía económica que tiende a disminuir las ideas del hombre, llevándolas siempre hacia los valores físicos, mecánicos y materiales y haciendo de ellos un fin, cuando no son más que un medio (aún cuando no deben ser despreciados, tal como lo enseña la Iglesia).
            El socialismo, a su vez, a partir de Évola no es absolutamente alternativo al súper-capitalismo, dado que los dos nacen de la misma raíz cultural: la plutocracia, el culto del oro. El súper-capitalismo liberal no puede hacer otra cosa que acelerar el proceso socialista que necesita de explotadores y explotados para fomentar el odio y servirse del proletariado como fuerza que provoque la revolución permanente y universal. Por otra parte, tanto el súper-capitalismo como el socialismo realizaron el sueño de los talmudistas, de convertirse en los únicos dueños del mundo; en efecto, el súper-capitalismo por una parte concentra las riquezas entre las manos de algunas familias de ascendencia judía o de inspiración masónica; el socialismo, por otra parte, expropiando la propiedad de los goim y confiándola a un único propietario (el Estado), que está gobernado en gran parte por judíos, hace realmente patrón del mundo al talmudista.
            Évola, con respecto a esto, tiene una brillante intuición y habla de súper-capitalismo liberal (privado) y de súper-capitalismo socialista (de Estado) que conducen los dos a una única meta: la masificación y la despersonalización.
            Pero hay que hacer notar que con esta teoría él se refiere a la Guerra oculta de León de Poncins y de Malynski, dos autores católicos contrarrevolucionarios[31]. Para Évola los conceptos liberales de prosperity y de bienestar no son enseguida muy diferentes de los conceptos marxistas de la utopía escatológica de un mesianismo terrestre, precisamente talmúdico. En los dos casos el valor económico “sacrifica” el valor espiritual, acrecentando y multiplicando artificialmente las necesidades materiales del hombre, que se torna así, esclavo de Mammon y del becerro de oro. La época liberal-socialista está entonces caracterizada por la primacía de la acción, del consumo, de la agitación caótica, en comparación con las necesidades del espíritu.
            El error evoliano, aún en este asunto, es el pecado de un excesivo elitismo que desprecia la realidad material, gnósticamente, como algo malo en sí mismo; la Iglesia, por el contrario, enseña a jerarquizar, a subordinar lo que es inferior, sin despreciarlo nunca, ni tampoco erigiéndolo en semidioses.

Europa después de la guerra según Évola.

En el pensamiento evoliano, después del desastroso final de la segunda guerra mundial, Europa se convirtió en un asunto de política mundial, en un objeto condicionado por el imperialismo soviético y el de los Estados Unidos.
            Europa, según Évola, debió elegir la Alianza Atlántica para escapar de la dominación soviética. Hasta que pueda reconstruirse, no sólo económica, sino política y espiritualmente, deberá elegir la influencia americana como el mal menor estratégicamente, para evitar caer víctima de la más nefasta influencia del mundo comunista.

Évola y el fascismo.

El autor veía en el Fascismo una deficiencia de la Tradición aristocrática (o de las élites tradicionales). Su participación en el movimiento fascista tiene una finalidad correctora: hacer de él un movimiento que se inspire en la concepción idealística-mágica y esotérica, precisamente del “filósofo prohibido”, es decir a una suerte de súper-fascismo. Su participación se plasmará en una serie de artículos publicados en “Vita Nuova”, “Il lavoro d’Italia” y “Crítica Fascista”, revistas todas de primer orden. Sus artículos se dedican a demostrar la incompatibilidad entre el Fascismo y el cristianismo. No obstante, ellos desencadenan una fuerte reacción por parte del Vaticano, y Évola fue “despedido” por el Partido.
            El filósofo buscó entonces poder crearse un puesto propio, publicando en 1928 “Imperialismo Pagano - Il Fascismo di fronte al perícolo eurocristiano”. “Évola declara sin términos medios la inconciliabilidad de la ética fascista (...) con la religión católica. Por consiguiente, el Fascismo debe recorrer con coherencia hasta el final, la vía gibelina que conduce (...) al Estado a subordinar a sus propios bienes, todos los otros intereses, en particular aquellos de la Iglesia. El Estado no debe sobrepasar los límites de una tolerancia genérica con respecto a la Iglesia Católica: por el contrario, debe asumir la responsabilidad de declararse pagano”[32]. Pero la apelación evoliana se transformó en letra muerta en 1929, año del Concordato.

Racismo “espiritualista”.

Évola escribirá cuatro tratados consagrados al problema de la raza: “Tre Aspetti del Problema Ebraico” (1936); “Il Mito del Sangue” (1937) y “Sintesi della Dottrina della Razza”, publicados juntos en “Indirizzi per una Educazione Razziale” (1941).

Según Fraquelli “el racismo «espiritualista» evoliano tan desplegado, demuestra ser más un problema terminológico que no de substancia (...) bajo el brillo espiritualista esconderá lo que Di Vona definió cómo un «materialismo transpuesto». El buscador napolitano subraya en efecto cómo el mismo Évola, tratando de distinguir el verdadero racismo del racismo biológico, en realidad no se aleja mucho de este último”[33].
            Contra esos escritos de Évola, Giorgio Almirante sostiene un punto de vista todavía más biológicamente racista[34].

Cabalgar un tigre.

En 1961 Évola publica “Cavalcare la Tigre”, donde expone para “el hombre de pie entre las ruinas” la defensa de los valores tradicionales en el plan interior sin ninguna atadura sobre el plan de la acción. El libro está dirigido “a aquel que no puede o no quiere separarse del mundo actual (...) pero que tampoco quiere debilitarse interiormente”[35].
            Apolitia, para Évola, significa participar en la realidad del mundo actual, sin dejarse arrastrar por él; pero no significa en absoluto un renunciamiento a la actividad, aún si es política. También la tarea del militante es justamente la de “hacer precipitar la crisis”, de favorecer y no de detener, las fuerzas de la disolución[36].
            Hay ciertos aspectos políticos en el sistema evoliano, que tomados aparte, pueden manifestarse contrarrevolucionarios y que han atraído a numerosos jóvenes deseosos de reaccionar contra la degradación del mundo moderno. Pero tomados en el conjunto y situados en el idealismo mágico-iniciático, no constituyen una verdadera reacción contra el proceso revolucionario y gnóstico, sino que toman parte y hasta representan uno de los extremos más avanzados.
            Como tantos jóvenes de buena voluntad, que confundiendo la causa palestina con el Islam, se echan en este último para combatir al judaísmo (siendo que el Islam no es más que un producto de aquel); así otros jóvenes de buenas ideas podrían estar equivocados por algunas de las verdades económicas contenidas en el evolismo y caer en los brazos del cabalismo mágico contra el que ellos querían luchar.
            La única verdadera alternativa a la modernidad es, desde un punto de vista natural, el realismo de la filosofía aristotélico-tomista, y desde un punto de vista sobrenatural, la enseñanza de la Revelación bíblica tal como ha sido constante mente explicada por los Padres y por los Doctores de la Iglesia, y especialmente por el Magisterio pontificio. Tenemos un faro de luz que es la Roma cristiana; si queremos realmente restaurar la sociedad tradicional, no debemos hacer nada fuera de restaurarla nosotros mismos, con la ayuda de la gracia de Dios. En consecuencia, podremos restaurar la familia y luego la sociedad según las enseñanzas divinas de Nuestro Señor Jesucristo que nos son transmitidas por el Magisterio eclesiástico, de época en época, hasta el fin del mundo (a pesar de la crisis que la Iglesia atraviesa actualmente, pero de la cual saldrá ciertamente, puesto que ella es de constitución divina).

Objeciones y respuestas.

Podría objetarse que hay un Évola “políticamente bueno y contrarrevolucionario, poco conocido”[37], y que hay que leer la antología de sus escritos políticos que van de 1933 a 1970[38].
            Sin embargo, leyendo ese conjunto de escritos menos conocidos del pensador romano-siciliano, uno allí está obligado a reconocer errores y ambigüedades. Por ejemplo: para Évola, el mal, el error, es sobre todo el “derrumbamiento y la perversión de un orden superior”[39]; cita el caso del iluminismo, que no es sino la perversión de algo que anteriormente fue bueno. Al principio, allí estaba la secta de los iluminados, que antes de tener carácter político era completamente distinta al fenómeno racionalista del iluminismo; cuando los iluminados pertenecieron, según Évola, a la Tradición primordial, que se refería a la “iluminación espiritual (...) un tipo de conocimiento ligado antiguamente a tradiciones bien precisas de naturaleza siempre aristocrática (...) nada común (...) con lo que el iluminismo (...) significa ahora”.
            Naturalmente, continúa el autor, “eso vale también para la gran parte de los símbolos de los «ritos» y de la «dignidad» de la masonería. Aquí (...) se trata de elementos que hacen volver a menudo a los antiguos rosacruces, a la Orden de los templarios (...) es decir a un mundo que constituye la más fuerte antítesis de las ideologías propias de la secta masónica”[39]. En resumen, la masonería actual o especulativa es una degeneración de algo que al principio era muy bueno: la masonería operativa.
            Este falso concepto es el que ha engañado a muchas personas que han entrado en la francmasonería para reencontrar o reconstruir su espíritu tradicional, contra la degeneración de la masonería especulativa, pero encontrándose de hecho, tal vez sin darse cuenta, manejados por un titiritero que se refiere desde luego a una tradición, pero a la tradición perversa e impura de la Serpiente, que se llama cábala (doctrina) pervertida. Desgraciadamente se encuentra en Évola mucho de cabalista y muy poco de hombre tradicional.
            Otra objeción es aquella que tiende a minimizar el anticristianismo de Évola, quien habría revalorizado la Iglesia Católica (como Charles Maurras) en comparación con el cristianismo de los orígenes. No obstante si se lee con atención “Rivolta Contro il Mondo Moderno” (que es la obra principal de Évola, que se remonta a 1934 y seis años posterior a “Imperialismo Pagano”), se nota que las cosas no quedan así, y que el prejuicio anticrístico de “Imperialismo Pagano” se mantiene, aunque está expresado de manera menos virulenta. “El cristianismo de los orígenes. Éste es el punto después del cual viene el descenso (...) A todo esto debía añadirse la acción suplantadora del cristianismo (...) La presencia de ciertos elementos tradicionales en el cristianismo (y enseguida, en una más amplia medida, en el catolicismo) no puede comprometer el reconocimiento destructor propio a esas dos corrientes”[40]. Pero atención, el autor afirma que el cristianismo tiene elementos tradicionales, el catolicismo (que a continuación es exactamente lo mismo que el cristianismo) tiene ciertamente más, pero, los dos (cristianismo y catolicismo) tienen un carácter destructor. Francamente para Évola la doctrina del cuerpo místico de Cristo contiene en germen “una influencia ulterior regresiva e involutiva que el mismo catolicismo, a pesar de su romanización, no supo y no quiso jamás sobrepasar enteramente”[41]. Entonces el catolicismo ha sido siempre un fenómeno involutivo y regresivo.
            Se llega a la blasfemia cuando Évola escribe: “Aquel que considera los testimonios enigmáticos de los símbolos, no puede no ser tocado por la parte que corresponde al asno en el mito de Jesús. No solamente figura el asno cerca del nacimiento de Jesús, pero es sobre un asno que la Virgen y el niño divino huyen, y, sobre todo, el asno es la montura de Cristo en su entrada triunfante en Jerusalén. Así el asno es un símbolo tradicional de una fuerza «infernal» de disolución[42]. Todo comentario es superfluo.
            De la misma manera, tratando de la Edad Media gibelina, Évola escribe: “Aún en su forma atenuada y romanizada católica, la fe cristiana representa una obstrucción...” Y todavía: “El catolicismo presenta a veces trazos «tradicionales», pero que no deben inducir al equívoco: lo que en el catolicismo tiene un carácter verdaderamente tradicional es muy poco cristiano y lo que en él es cristiano es muy poco tradicional (...) El catolicismo manifiesta siempre el espíritu de las civilizaciones lunarias-sacerdotales...”[43].En resumen, diría cierto “tradicionalista”, el catolicismo es clerical. Entonces... dejemos solo a este jinete.
            Por otra parte, el mismo Évola en una entrevista concedida a Gianfranco Di Turris (publicada en “El Italiano”, nº 11, Noviembre de 1971), apenas cuatro años antes de morir, confirmaba que el concepto de Tradición, según él, “es esencialmente, el sentido que le da René Guenón”. Y con respecto al hecho de ciertos grupos que se dicen tradicionales, y que a menudo han seguido sus ideas y después se han convertido al catolicismo, Évola afirma sin vacilar: “Pienso que eso es más bien desalentador... Aquel que se dice tradicional, para Ser católico, sólo es medio tradicional (...) Estoy dispuesto a reconocer (...) a aquel que es sinceramente católico y que por medio de cualquier acomodamiento personal ha encontrado, así, un sentido a la vida y una seguridad. Me abstendría de molestarlo, si se queda en lo suyo y se queda tranquilo. La cosa es diferente en el caso de aquel que ha tenido ocasión de conocer más vastos horizontes, de carácter no simplemente religioso, sino metafísico. Entonces, hay que hablar sin duda alguna de un retroceso o de un fracaso (...) Uno se sentiría tentado de poner las cosas en su lugar de manera enérgica, si valiera la pena”[44].
Conclusión.

Se puede afirmar —sin miedo a exagerar— que Évola no es hombre de la Tradición divina, sino de aquélla que proviene de la Cábala impura; y que esta tradición luciferina Évola la ha enseñado y vivido hasta el fin; aparecía ya en “Gli Uomini e le Rovine”, en el cual recordaba su posición gibelina según la cual entre Estado sacral y religión cristiana existe una profunda antítesis. Évola llega a afirmar que “aquel que es tradicional, siendo solamente católico, en el sentido corriente y ortodoxo, es sólo medio tradicional”[45]. En su último libro, “Cavalcare la Tigre”, de 1961, Évola “marca un retorno a sus posiciones personales del comienzo, es decir, de un impulso profundo hacia la negación radical del mundo y de los valores existentes” [46]. La Serpiente se muerde la cola...


R.P. Curzio Nitoglia, tomado de la publicación “Sodalitium”. Reproducido en la revista “Iesus Christus”.


[1] Fraquelli, M.: “Il filosofo proibito”, Terziaria Milán, año 1994.
[2] Id., pág. 21.
[3] Cfr. Bocca: “Teoria dell’Individuo assoluto”, Torino, año 1927. pp. IV-V.
[4] Cfr. “Saggi sull’Idealismo magico”, Atanór, Roma, año 1925, y Bocca: “Fenomenología dell’lndividuo assoluto”, Torino, 1930.
[5] Fraquelli, M.: op. cit., pág. 43.
[6] Fraquelli, M.: op. cit., pág. 48.
[7] Cfr. Revista “Sodalitium”, nº 32, págs. 24-44.
[8] Cfr. P. Drach: “De la armonía entre la Iglesia y la Sinagoga”. Paul Mellier, París, año 1944, y P. Meinvielle, J.: “De la cábala al progresismo”, Roma, año 1989.
[9] Cfr. Barbiellini Amidei, V.: La Tradizione contraffatta en “Adveniat Regnum”, nº 3-4, año 1971, pág. 7.
[10] Fraquelli, M.: op. cit., pág. 6.
[11] Évola, J.: “II cammino del Cinabro”, Scheiswiller, Milán, año 1972, pág. 22.
[12] Fraquelli, M.: op. cit., pág. 10.
[13] Fraquelli, M.: op. cit., pág. 13.
[14] Fraquelli, M.: op. cit., pág. 50.
[15] Fraquelli, M.: op. cit., pág. 51.
[16] Fraquelli, M.: op. cit., págs. 53-54. Referente a Arturo Reghini se puede leer Zolla, E.: “Uscite dal mondo”, Adelphi, Milano, año 1992, y Del Ponte, R.: “Évola e il mágico «Gruppo di U.R.”, Sea R. Bozzano (RE), año 1994. Se nota que el psicoanalista freudiano y judío Emilio Servadio formaba parte del grupo U.R.
[17] Fraquelli, M.: op. cit., pág. 56.
[18] Vona, P.D.: “Évola, Guénon, De Giorgio”, Sea R, Borzano (RE), año 1993.
[19] La Liga del Norte es un partido político que quiere separar de Roma al norte de Italia. Su lema es: “Lejos de Roma”.
[20] Fraquelli, M.: op. cit., pág. 62.
[21] Cfr. Tarannes, A.: Un satanista italiano, J. Évola, en “Revista Internacional de las Sociedades Secretas”, nº 4, 1º de abril de 1928, págs. 124-129.
[22] Cfr. Tarannes, A.: El “fascista” Évola y la misión trascendente de la Iglesia, en “Revista Internacional de las Sociedades Secretas”, nº 2, 1º de febrero de 1929, págs. 43-68.
[23] Id., págs. 44-45.
[24] Id., pág. 48.
[25] Id., pág. 51.
[26] Minimus: Risposta a Satana, en “Fede e Ragione”, nº 16, págs. 121-123, año 1928.
[27] Id., pág. 121.
[28] Id., pág. 122.
[29] De Poncins, L, Malynski, E.: “La guerra occulta”, ed. AR, Padua, año 1989.
[30] Fraquelli, M.: op. cit., pág. 261.
[31] Fraquelli, M.: op. cit., pág. 270.
[32] Almirante, G.: Ché la diritta via era smarrita, en “La difesa della razza”, V, nº 13, págs. 9-11, año 1942.
[33] Évola, J.: “Cavalcare la tigre”, Scheiwiller, Milán, pág. 171, año 1971.
[34] Cfr. Blondet, M.: “Gli Adelphi della dissolazione”, Ares, Milán, año 1994; Vassallo, P.: “Modernitá e tradizione nell’opera evoliana”, Thule, Palermo, año 1978.
[35] Cfr. Vaquie, J. en “Lectura y Tradición”, nº 157-158, Marzo-Abril de 1990, págs. 35-42.
[36] Évola, J.: “Fenonenologia della sovversione”, Sea R, Borzano (RE), año 1993.
[37] Évola, J.: op. cit., pág. 27.
[38] Id., págs. 28-29.
[39] Évola, J.: “Rivolta contro il mondo moderno”, Mediterranee, Roma, año 1969, págs. 339-341.
[40] Id., pág. 345.
[41] Id., pág. 348.
[42] Id., págs. 350-352.
[43] Évola, J.: ‘Orientamenti”, Il Cinabro, Catania, año 1981, págs. 30-32.
[44] Évola, J.: “Il cammino del cinabro”, Scheiwiller, Milán, año 1972, pág. 174.
[45] Incardona, R.: “L’impegno per una vera «destra» nella vita e nell’opera di Julius Évola”, Palermo, año 1994, pág. 34.
[46] Incardona, R.: “L’impegno per una vera «destra» nella vita e nell’opera di Julius Évola”, Palermo, año 1994, pág. 34.