El mundo necesita al sacerdote. El mundo no
puede seguir existiendo sin sacerdotes y el sacerdote tiene que manifestarse.
No tiene derecho a ocultar su “carácter”. Es sacerdote desde la mañana hasta
la noche; es sacerdote las 24 horas del día. En cualquier momento le pueden
llamar para confesar, dar la extremaunción o aconsejar a algún alma que se va a
perder. El sacerdote tiene que estar ahí. Por consiguiente, profanarse y no
tener fe en su carácter sacerdotal, es el final del sacerdote y del sacerdocio.
A eso estamos llegando. No hay que extrañar- se de que los seminarios estén vacíos.
¿Por qué guarda el celibato el sacerdote? Aquí hay que apelar otra vez a la fe.
Si se pierde la fe en el sacerdocio y se pierde la noción de que el sacerdote
está hecho para el Sacrificio único que es el del altar y que es la
continuación del Sacrificio de Nuestro Señor, se pierde al mismo tiempo el
sentido del celibato. Ya no hay razón para que el sacerdote sea soltero. Se
dice que “el sacerdote está ocupado y que su papel le absorbe de tal forma,
que no puede ocuparse de un hogar”. Pero ese argumento no tiene sentido. El
médico, si tiene verdaderamente vocación de médico y es un verdadero médico,
está tan ocupado como el sacerdote. Ya le llamen de noche como de día, tiene
que estar presente para atender a los que le pidan que vaya a ayudarles y, por
consiguiente, tampoco él debería casarse, porque no puede tener tiempo para
ocuparse de su mujer y de sus hijos. Así, pues, no tiene sentido el decir que
el sacerdote está tan ocupado que no podría hacerse cargo de un hogar. La
razón profunda del celibato sacerdotal no está ahí. La verdadera razón del
celibato sacerdotal consagrado es la misma razón que hizo que la Santísima
Virgen María haya seguido siendo Virgen: el haber llevado a Nuestro Señor en su
seno; por eso era justo y conveniente que fuese y permaneciese virgen. De la
misma manera, el sacerdote, por las palabras que pronuncia en la consagración
también él hace venir a Dios sobre la tierra. Está en tal proximidad con Dios
-ser espiritual y espíritu ante todo- que es bueno, justo y eminentemente
conveniente que el sacerdote sea virgen y permanezca soltero. Esta es la razón
fundamental: el sacerdote ha recibido el “carácter” que le permite pronunciar
las palabras de la consagración y hacer bajar a Nuestro Señor a la tierra para
dárselo a los demás. Esta es la razón de su virginidad. Pero entonces -me
diréis- ¿por qué hay sacerdotes casados en oriente? Es una tolerancia. No os
dejéis engañar, es sólo una tolerancia. Preguntad a los sacerdotes orientales:
un obispo no puede estar casado. Ninguno de los que tienen funciones de alguna
importancia en el clero oriental puede estar casado. Es, pues, "una simple
tolerancia"; y no el concepto que tiene el mismo clero oriental, porque
también él venera el celibato del sacerdote. En todo caso, es absolutamente
cierto que, desde el momento de Pentecostés, incluso si vivieron con sus
esposas, los apóstoles dejaron de “conocerlas”. Porque, si no ¿a quién se
dirigiría Nuestro Señor cuando dijo: “Si queréis ser mis discípulos,
abandonadlo todo y dejad a vuestras esposas”?
Mons. Marcel Lefebvre, tomado de “Monseñor Lefebvre. Vida y doctrina de un
obispo católico”, Ediciones Nueva Hispanidad, Buenos Aires, 2001, págs.
131-133.