martes, 28 de agosto de 2012

El celibato sacerdotal.



El mundo necesita al sacerdote. El mundo no puede seguir existiendo sin sacerdotes y el sacerdote tiene que manifestar­se. No tiene derecho a ocultar su “carácter”. Es sacerdote des­de la mañana hasta la noche; es sacerdote las 24 horas del día. En cualquier momento le pueden llamar para confesar, dar la extremaunción o aconsejar a algún alma que se va a perder. El sacerdote tiene que estar ahí. Por consiguiente, profanarse y no tener fe en su carácter sacerdotal, es el final del sacerdote y del sacerdocio. A eso estamos llegando. No hay que extrañar- se de que los seminarios estén vacíos. ¿Por qué guarda el celibato el sacerdote? Aquí hay que apelar otra vez a la fe. Si se pierde la fe en el sacerdocio y se pierde la noción de que el sa­cerdote está hecho para el Sacrificio único que es el del altar y que es la continuación del Sacrificio de Nuestro Señor, se pier­de al mismo tiempo el sentido del celibato. Ya no hay razón para que el sacerdote sea soltero. Se dice que “el sacerdote es­tá ocupado y que su papel le absorbe de tal forma, que no pue­de ocuparse de un hogar”. Pero ese argumento no tiene senti­do. El médico, si tiene verdaderamente vocación de médico y es un verdadero médico, está tan ocupado como el sacerdote. Ya le llamen de noche como de día, tiene que estar presente para atender a los que le pidan que vaya a ayudarles y, por consiguiente, tampoco él debería casarse, porque no puede te­ner tiempo para ocuparse de su mujer y de sus hijos. Así, pues, no tiene sentido el decir que el sacerdote está tan ocu­pado que no podría hacerse cargo de un hogar. La razón pro­funda del celibato sacerdotal no está ahí. La verdadera razón del celibato sacerdotal consagrado es la misma razón que hi­zo que la Santísima Virgen María haya seguido siendo Virgen: el haber llevado a Nuestro Señor en su seno; por eso era justo y conveniente que fuese y permaneciese virgen. De la misma manera, el sacerdote, por las palabras que pronuncia en la consagración también él hace venir a Dios sobre la tierra. Está en tal proximidad con Dios -ser espiritual y espíritu ante todo- que es bueno, justo y eminentemente conveniente que el sa­cerdote sea virgen y permanezca soltero. Esta es la razón fun­damental: el sacerdote ha recibido el “carácter” que le permi­te pronunciar las palabras de la consagración y hacer bajar a Nuestro Señor a la tierra para dárselo a los demás. Esta es la razón de su virginidad. Pero entonces -me diréis- ¿por qué hay sacerdotes casados en oriente? Es una tolerancia. No os dejéis engañar, es sólo una tolerancia. Preguntad a los sacer­dotes orientales: un obispo no puede estar casado. Ninguno de los que tienen funciones de alguna importancia en el clero oriental puede estar casado. Es, pues, "una simple tolerancia"; y no el concepto que tiene el mismo clero oriental, porque también él venera el celibato del sacerdote. En todo caso, es absolutamente cierto que, desde el momento de Pentecostés, incluso si vivieron con sus esposas, los apóstoles dejaron de “conocerlas”. Porque, si no ¿a quién se dirigiría Nuestro Señor cuando dijo: “Si queréis ser mis discípulos, abandonadlo todo y dejad a vuestras esposas”?

Mons. Marcel Lefebvre, tomado de “Monseñor Lefebvre. Vida y doctrina de un obispo católico”, Ediciones Nueva Hispanidad, Buenos Aires, 2001, págs. 131-133.