“La última proposición condenada
en el Syllabus dice lo siguiente:
El Romano Pontífice puede y debe
reconciliarse y transigir con el progreso, con el liberalismo, y la
civilización moderna.
Condenada esa proposición como
errónea, resulta verdadera la contraria, o sea que el Romano Pontífice ni puede
ni debe reconciliarse, ni transigir con el progreso, con el liberalismo y con
la civilización moderna. El catolicismo, pues, del que el Papa es el jefe y
cabeza, no puede reconciliarse con el liberalismo; son incompatibles. Esta
condenación solemne es ya suficiente prueba para todo católico; empero, a mayor
abundancia, citaremos lo que más hace al caso de la Alocución y del Breve que
dijimos.
El 17 de septiembre de 1861
después del decreto relativo a la canonización de los veintitrés mártires
franciscanos del Japón, dijo Pío IX lo siguiente:
En estos tiempos de confusión y
desorden, no es raro ver a cristianos, a católicos –también los hay en el
clero- que tienen siempre las palabras de término medio, conciliación, y
transacción. Pues bien, yo no titubeo en declararlo: estos hombres están en un
error, y no los tengo por los enemigos menos peligrosos de la Iglesia…Así como
no es posible la conciliación entre Dios y Belial, tampoco lo es entre la
Iglesia y los que meditan su perdición. Sin duda es menester que nuestra fuerza
vaya acompañada de prudencia, pero no es menester igualmente, que una falta de
prudencia nos lleve a pactar con la impiedad…No, seamos firmes: nada de
conciliación; nada de transacción vedada e imposible.
El Breve que hemos prometido
citar, es el que el mismo Pío IX dirigió al presidente y socios del Círculo de
San Ambrosio de Milán en 6 de marzo de 1873, donde dice lo siguiente:
Si bien los hijos del siglo son
más astutos que los hijos de la luz, serían sin embargo menos nocivos sus
fraudes y violencias, si muchos que se dicen católicos no les tendiesen una
mano amiga. Porque no faltan personas que, como para conservarse en amistad con
ellos, se esfuerzan en establecer estrecha sociedad entre la luz y las
tinieblas, y mancomunidad entre la justicia y la iniquidad, por medio de doctrinas
que llaman católico-liberales, las cuales basadas sobre principios
perniciosísimos adulan a la potestad civil que invade las cosas espirituales, y
arrastran los ánimos a someterse, o a lo menos, a tolerar las más inicuas
leyes, como si no estuviese escrito: ninguno puede servir a dos señores. Estos
son mucho más peligrosos y funestos que los enemigos declarados, ya porque sin
ser notados, y quizá sin advertirlo ellos mismos, secundan las tentativas de
los malos, ya también porque se muestran con apariencias de probidad y sana
doctrina, que alucina a los imprudentes amadores de conciliación, y trae a
engaño a los honrados, que se opondrían al error manifiesto.
(…) Yo, haciendo mías las
palabras de Pío IX, y aplicándolas a nuestra actual situación, concluyo este
apartado diciendo: Nos hallamos en días de confusión y desorden, y en estos
días se han presentado hombres cristianos, católicos –también un sacerdote-
lanzando a los cuatro vientos palabras de término medio, de transigencia, de
conciliación. Pues bien, yo tampoco titubeo en declararlo: esos hombres están
en un error, y no los tengo por los enemigos menos peligrosos de la Iglesia. No
es posible la conciliación entre Jesucristo y el diablo, entre la Iglesia y sus
enemigos, entre catolicismo y liberalismo. No; seamos firmes: nada de
conciliación; nada de transacción vedada e imposible. O catolicismo o
liberalismo. No es posible la conciliación.”
San Ezequiel Moreno, Pasto, Colombia, 29 de octubre de 1897.