¿Para qué
seguimos?
¿Para qué
obstinarse frente a lo imposible? ¿No dice la Escritura que hay tiempo de
hablar y de callar? ¿Y no es tiempo de callar cuando una histeria colectiva
hace inútil toda argumentación o consejo, cuando las fuerzas ciegas de la
materia tienen su hora y están decididas a aprovecharla?...
Seguimos
hablando para que siga respirando la Patria. Mientras habla una nación, no está
muerta; aunque esté con el alma en un hilo. Lo que decimos no vendrá a ninguna
consecuencia ni producirá nada: sea. Pero sola en medio de la oscuridad,
nuestra nación necesita hablar alto para no tener miedo.
Para que
el día de mañana cuando el historiador diga: “la prepotencia del dinero y la
furia de la ambición con el carnerismo de la ignorancia y el miedo hicieron
meter la cola entre las piernas o agitarla en innobles zalemas al amo a todos
los argentinos…” para que entonces se pueda decir: NO A TODOS, para eso
hablamos. Hubo un año en el cual se profirieron las más capitales mentiras de
obra y de palabra, al Año de la Victoria, de las Listas Negras y de la Paz
Permanente para todo el género humano: y todos los argentinos enmudecieron. NO
TODOS.
…Es
menester que la Argentina… no muera del todo ni un solo instante. Por eso
hablamos. Por eso seguimos… Mientras nosotros todavía hablemos, no estamos
muertos los países del Plata. Ahora, si por la desunión absurda entre los
argentinos, la desidia de los magnates y capitostes y la extraordinaria
capacidad de nuestra clase dirigente para no poder nada y no dirigir nada, a
nosotros nos eliminan del mapa, ya pueden ustedes pegar el grito de los malos
actores en los dramas calderonianos: ¡Muerto soy! O por mejor decir, ni
siquiera los van a dejar gritar. Con nuestro silencio, la vieja Argentina suena
en silencio, SI ESO FUERA POSIBLE.
Quizá
porque hemos vivido una vida próspera y un poco muelle, los argentinos somos
ineptos para unirnos en sociedad, a no ser para hacer daño; y además estamos
muy acostumbrados a ser, en lo material, lo intelectual y lo moral, muy bien
servidos gratuitamente. El argentino como el español no ayuda a nadie ni
agradece nada, porque se cree ÉL SOLO, sobre todo en cuestiones de cultura,
religión o patria… Pero ahora… vienen tiempos de masas, de inmensos movimientos
colectivos, de colaboración no solamente entre hombres y entre clases, sino
entre naciones y entre continentes. Si no somos capaces de unirnos los
argentinos, somos menos que nada… Y concretamente aplicando a nuestro diario:
no nos van a aplastar. Pero si por fatalidad llegaran a aplastarnos, para lo cual
no se van a parar en villanía más o menos, no piensen que la Argentina va a
seguir lo mismo. Con nosotros caería algo esencial a la Patria.
Los
bonzos que nos han tratado de locos; los mercaderes que han ignorado
cómodamente nuestra existencia ocupados en calcular sus rentas; los talegudos
que nos miran como a locos mientras defendemos el orden que ellos parasitan;
los acomodados para quienes somos leve distracción matinal indiferente; junto
al gran rebaño de los carneros: cuando desaparezca esta trinchera que son
nuestras almas, se encontrarán ellos frente al enemigo que menosprecian
ciegamente; y ellos, ellos tienen algo que perder. Lo que nosotros tenemos que
perder, ya lo hemos dado hace tiempo por perdido. No nos pueden quitar más que
la vida. Y hay maneras de perder la vida que no son sino ganarla, como es
perderla por Dios, o perderla por el Bien Común, que es una cosa que se supo de
antaño en la Argentina. Pero los otros, los bonzos, los mercaderes, los
talegudos, los acomodados, los carneros, llámense o no se llamen católicos,
esos tienen un miedo atroz de perder la vida, y un miedo peor aún de perder el
dinero.
Se está
formando una nueva religión ante nuestros ojos; y una nueva religión necesita
sacrificios de sangre, sea de mártires, sea de animales…
Argentinos,
el día que nos veáis desaparecer aplastados por la crueldad y la mentira, poned
las barbas en remojo. Hasta ese día habéis tenido patria.
De todos
los hombres que viven actualmente en la Argentina, ninguno será feliz; pero a
todos se les ofrece la opción de vivir una vida más o menos limpia y morir en
su ley; o de vivir y morir como el animal inmundo en la pocilga y para el
matadero. Argentinos:
Ninguno
de los hombres que viven actualmente podrá escapar a esa opción.
R.P. Leonardo Castellani, Decíamos ayer: Habla el Vigía (fragmentos), pp. 395-398.