Nos sentimos aludidos por esta
homilía del Papa Francisco, aunque cuando nos referimos a que hay cosas que no
pueden cambiar, no nos referimos a temas superfluos o accidentales, sino a la
doctrina misma, la cual, en nombre de cambios en la disciplina, esencialmente, están cambiando la
doctrina revelada. Visto en Radio
Vaticano, 18-Ene-2016.
(RV).- Los
cristianos detenidos al “se ha hecho siempre así” tienen un corazón cerrado a
las sorpresas del Espíritu Santo y jamás llegarán a la plenitud de la verdad
porque son idólatras y rebeldes. Lo afirmó el Papa Francisco en
su homilía de la Misa matutina celebrada en la Capilla de la Casa de Santa
Marta.
En la primera
lectura Saúl es rechazado por Dios como rey de Israel porque prefiere escuchar
al pueblo más que la voluntad del Señor y desobedece. El pueblo, después de una
victoria en una batalla, quería realizar un sacrificio a Dios con las mejores
cabezas de ganado porque, dice, “siempre se ha hecho así”.
Pero Dios,
esta vez no quería. El Profeta Samuel reprocha a Saúl: “¿Acaso al Señor le
agradan los holocaustos y los sacrificios cuanto la obediencia a la voz del
Señor?”. “Lo mismo – observó el Papa – nos enseña Jesús en el Evangelio”: los
doctores de la ley le reprochan que sus discípulos no ayunaban como hasta ese
momento se había hecho siempre. Y Jesús responde “con este principio de vida”:
“Nadie le echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la
pieza tira del manto, lo nuevo de lo viejo, y deja un roto peor. Nadie echa
vino nuevo en odres viejos; porque revientan los odres, y se pierden el vino y
los odres; ¡a vino nuevo, odres nuevos!”.
“¿Qué
significa esto? ¿Que cambia la ley? ¡No! Que la ley está al servicio del
hombre, que está al servicio de Dios y por esto el hombre debe tener el corazón
abierto. El ‘siempre ha sido hecho así’ es de un corazón cerrado y Jesús nos ha
dicho: ‘Les enviaré al Espíritu Santo y Él los conducirá a la verdad plena’. Si
tú tienes el corazón cerrado a las novedades del Espíritu, ¡jamás llegarás a la
verdad plena! Y tu vida cristiana será una vida a medias, una vida emparchada,
remendada con cosas nuevas, pero sobre una estructura que no está abierta a la
voz del Señor. Un corazón cerrado, porque no eres capaz de cambiar los odres”.
El Papa
subrayó que éste es el pecado del rey Saúl, por el que ha sido rechazado. Es el
pecado de tantos cristianos que se aferran a lo que se ha hecho siempre y no
permiten que se cambien los odres. Y terminan con una vida a medias,
emparchada, remendada, sin sentido. El pecado “es un corazón cerrado” – dijo –
que “no escucha la voz del Señor, que no está abierto a la novedad del Señor,
al Espíritu que siempre nos sorprende”. La rebelión – dice Samuel – es
“pecado de adivinación”, la obstinación es idolatría:
“Los cristianos
obstinados en el ‘siempre se ha hecho así’, ‘éste es el camino’, ‘ésta es la
senda’, pecan: pecan de adivinación. Es como si fueran a ver a una adivina: ‘Es
más importante lo que se ha dicho y que no cambia; lo que siento yo – por mi
parte y de mi corazón cerrado – que la Palabra del Señor’. También es un pecado
de idolatría la obstinación: el cristiano que se obstina, ¡peca! Peca de
idolatría. ‘¿Y cuál es el camino, Padre?’: abrir el corazón al Espíritu Santo,
discernir cuál es la voluntad de Dios”.
El Papa
explicó asimismo que en tiempos de Jesús era habitual que los buenos
israelitas ayunaran. Pero hay otra realidad: está el Espíritu Santo que
nos conduce a la verdad plena. Y por esta razón Él tiene necesidad de corazones
abiertos, de corazones que no estén obstinados en el pecado de idolatría de sí
mismos, porque es más importante lo que yo pienso que aquella sorpresa del
Espíritu Santo”:
“Este es el
mensaje que hoy nos da la Iglesia. Esto es lo que Jesús dice con tanta fuerza:
‘Vino nuevo en odres nuevos’. A las novedades del Espíritu, a las sorpresas de
Dios, incluso las costumbres deben renovarse. Que el Señor nos dé la gracia de
un corazón abierto, de un corazón abierto a la voz del Espíritu, que sepa
discernir lo que ya no debe cambiar, porque es un cimiento, de lo que debe
cambiar para poder recibir la novedad del Espíritu Santo”.
(María Fernanda Bernasconi
- RV).