Ya no se puede ocultar la
resistencia a las novedades:
comentarios acerca del sermón del Papa Francisco
el 18 de enero de 2016
Es nuestra fe que
la doctrina revelada por Dios como definitiva no puede cambiar, más allá de lo que digan y “enseñen” los hombres.
Sin embargo, lo que sí está cambiando o al menos siendo alterada es la
percepción y la comprensión que los fieles auténticos tienen de ella. La luz
del Sol, esto es, la luz de la verdad de Cristo, está siendo interceptada por
una suerte de Luna que se interpone entre la Tierra y el Astro. Este eclipse de
la doctrina, hoy, está representado principalmente por las confusiones,
arbitrariedades e injustas discriminaciones que provienen de la boca del Papa
Francisco.
Las palabras
vertidas en su sermón del 18-Ene-2016 (ver aquí)
reflejan que ni el mismo Pontífice puede ocultar la resistencia, sospechas y
recelos que suscita en el propio mundo católico. Además, leyendo este sermón,
es evidente que el Papa tampoco dejará que tengamos acceso fácilmente a los
motivos reales que han generado estas
reacciones. Por eso elige un atajo: en vez de responder a la marea de
objeciones que provienen de autorizados sectores (por ejemplo, las objeciones
del profesor Roberto De Mattei, y las declaraciones del Cardenal Burke en abierta oposición a las desviaciones con respecto a las nuevas medidas disciplinares con relación a la familia, entre
otros), elude el abordaje doctrinario tan requerido y solicitado para transformar
una controversia sobre doctrina en una cuestión de personas. Por eso prefiere
retratar a los cristianos que se oponen a sus medidas como “de corazón cerrado,
idólatras, rebeldes y supersticiosos”. Es más fácil, ¿no? Al fin y al cabo, la
mejor defensa es el ataque.
Los
cristianos detenidos al “se ha hecho siempre así” tienen un corazón cerrado a las sorpresas del
Espíritu Santo y jamás llegarán a la plenitud de la verdad porque son idólatras y rebeldes. Lo afirmó el Papa
Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la Capilla de
la Casa de Santa Marta (Palabras de la reportera María Fernanda Bernasconi)
“Los
cristianos obstinados en el ‘siempre se ha hecho así’, ‘éste es el camino’,
‘ésta es la senda’, pecan: pecan de adivinación. Es como si fueran a ver a
una adivina: ‘Es más importante lo que se ha dicho y que no cambia; lo que
siento yo – por mi parte y de mi corazón cerrado – que la Palabra del Señor’.
También es un pecado de idolatría la obstinación: el cristiano que se obstina,
¡peca! Peca de idolatría.
Las expresiones del
Papa Francisco inducen a juzgar/intentan presentar como odioso un
comportamiento que, en realidad, es virtuoso. ¿Por qué? Porque no hay una
resistencia a novedades legítimas en el campo de lo accidental o lo
circunstancial. Se resisten novedades en el campo de lo sustancial. Y es una
resistencia completamente justificada, dado que alterar la esencia de la
doctrina no es “perfeccionarla” ni “profundizarla”. Es destruirla, aunque sea
bajo el pretexto de la misericordia. Resistir los intentos de adulteración de
la verdad de Cristo, aunque sean intentos novedosos, es algo virtuoso: todas
las virtudes teologales confluyen en este acto.
El otro atajo al
que el Papa recurre para descalificar las críticas que puertas adentro recibe es, nada menos, la invocación al Espíritu
Santo.
Si tú
tienes el corazón cerrado a las novedades del Espíritu, ¡jamás llegarás a la
verdad plena! Y tu vida cristiana será una vida a medias, una vida emparchada,
remendada con cosas nuevas, pero sobre una estructura que no está abierta a la
voz del Señor. Un corazón cerrado, porque no eres capaz de cambiar los odres”.
(…)
A las
novedades del Espíritu, a las sorpresas de Dios, incluso las costumbres deben
renovarse. Que el Señor nos dé la gracia de un corazón abierto, de un corazón
abierto a la voz del Espíritu, que sepa discernir lo que ya no debe cambiar,
porque es un cimiento, de lo que debe cambiar para poder recibir la novedad del
Espíritu Santo”.
Leyendo
cuidadosamente, parece que estamos asistiendo a la pretensión de instalar la “oposición”
en la mismísima Trinidad. En efecto, en vez de confesar el liso y llano
abandono de la recta doctrina, se atribuye al Espíritu Santo las “novedosas
propuestas” que no son sino nombres más elegantes para lo que en realidad constituyen
incumplimientos, renuncias e infidelidades. Hay una utilización de la Tercera
Persona de la Santísima Trinidad para, amparados en la autoridad de
Ella, desgastar o neutralizar la auténtica doctrina que los católicos creemos, doctrina
que nos viene gracias al Padre, gracias
al Hijo y gracias a la Iglesia.
Por el Padre, creemos que el hombre y la mujer
fueron creados para amarse y respetarse con fidelidad hasta la muerte. Por el Hijo, sabemos que el adulterio
es un pecado mortal contra la santa unión del matrimonio. Por la Iglesia, sabemos que no puede comulgar nadie que esté en
pecado mortal. Pero “gracias a las
novedades del Espíritu Santo”, ahora estamos muy contentos y alegres y con
caritas sonrientes de que los divorciados vueltos a casar comulguen.
Pero la Verdad
terminará por imponerse. La Verdad tiene luz propia y más temprano que tarde
asistiremos a ejemplos inequívocos que nos mostrarán de qué lado está Cristo y
de qué lado están aquellos que, debiendo ser los primeros en el testimonio y en
la defensa de la doctrina católica, hoy sólo se dedican a medrar un lugar en la
Babilonia de este mundo. Ven Señor Jesús.
Ven, y danos la fuerza para ser testigos tuyos aquí, en la Argentina, y hasta
los confines de la tierra.
Noticia sobre la homilía en Rome
Reports, 18-Ene-2016: