Tomamos una parte de la condena al movimiento “Le Sillon” por el Papa San Pío X
en la encíclica “Notre charge apostolique”. Cualquier similitud con la realidad actual
del catolicismo modernista en las más altas cumbres de la jerarquía
eclesiástica, es mera coincidencia:
«Hubo un tiempo en que Le
Sillon, como tal, era formalmente
católico. (...) Vino un momento en que se operó una revisión. Dejó a cada uno
su religión o su filosofía. Cesó de llamarse católico, y a la fórmula “La
democracia será católica”, substituyó esta otra: “La democracia no será
anticatólica”, de la misma manera que no será antijudía o antibudista. Esta fue
la época del “Le Sillon más
grande”. Se llamó para la construcción de la ciudad futura a todos los
obreros de todas las religiones y de todas las sectas. Sólo se les exigió
abrazar el mismo ideal social, respetar todas las creencias y aportar una
cierta cantidad de fuerzas morales. Es cierto, se proclamaba, “los jefes de Le
Sillon ponen su fe religiosa por
encima de todo. Pero ¿pueden negar a los demás el derecho de beber su energía
moral allí donde les es posible? En compensación, quieren que los demás
respeten a ellos su derecho de beberla en la fe católica. Exigen, por
consiguiente, a todos aquellos que quieren transformar la sociedad presente en
el sentido de la democracia, no rechazarse mutuamente a causa de las
convicciones filosóficas o religiosas que pueden separarlos, sino marchar
unidos, sin renunciar a sus convicciones, pero intentando hacer sobre el terreno
de las realidades prácticas la prueba de la excelencia de sus convicciones
personales. Tal vez sobre este terreno de la emulación entre almas adheridas a
diferentes convicciones religiosas o filosóficas podrá realizarse la unión” (Marc Sangnier, Discurso de Rouen, 1907). Y se declara al mismo tiempo (...) que el pequeño
Sillon católico sería el alma del
gran Sillon cosmopolita».