lunes, 12 de mayo de 2014

Francisco a la ONU: “les invito a promover juntos una verdadera movilización ética mundial que, más allá de cualquier diferencia de credo (...) difunda y aplique un ideal común de fraternidad”.


Información de VIS, 09-May-2014.

El Papa a la junta directiva de la ONU: es preciso oponerse a todas las formas de injusticia

Ciudad del Vaticano, 9 mayo 2014 (VIS).-El Papa Francisco ha recibido esta mañana al Secretario General de la ONU, Ban Ki Moon, y a los altos ejecutivos de los organismos, fondos y programas de las Naciones Unidas y de las Organizaciones especializadas, reunidos en Roma para el encuentro semestral de coordinación estratégica de la Junta de los jefes ejecutivos del sistema de las Naciones Unidas.
En su discurso el Pontífice ha dado las gracias a los principales responsables del sistema internacional, “por los grandes esfuerzos realizados por la paz mundial y por el respeto de la dignidad humana, por la protección de las personas, especialmente de los más pobres o débiles, y por el desarrollo económico y social armonioso”. También se ha congratulado por los resultados de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, especialmente en términos de educación y disminución de la pobreza extrema, añadiendo que, sin embargo “no se debe perder de vista en el mismo tiempoque los pueblos merecen y esperan frutos aún mayores”, porque “una parte importante de la humanidad continúa excluida de los beneficios del progreso y relegada, de hecho, a seres de segunda categoría”.
Por tanto los futuros Objetivos de Desarrollo Sostenible deben ser formulados “de modo que efectivamente lleguen a incidir sobre las causas estructurales de la pobreza y del hambre, consigan mejoras sustanciales en materia de preservación del ambiente, garanticen un trabajo decente y útil para todos y den una protección adecuada a la familia, elemento esencial de cualquier desarrollo económico y social sostenibles. Se trata, en particular, de desafiar todas las formas de injusticia, oponiéndose a la “economía de la exclusión”, a la “cultura del descarte” y a la “cultura de la muerte”, que, por desgracia, podrían llegar a convertirse en una mentalidad pasivamente aceptada”.
El espíritu que debería estar en el origen y en el fin de toda acción política y económica, -ha explicado el Santo Padre- debe ser el narrado en el encuentro de Jesucristo con el rico publicano Zaqueo, que tomó una decisión radical de condivisión y de justicia cuando su conciencia fue despertada por la mirada de Jesús. “La mirada, muchas veces sin voz, de esa parte de la humanidad descartada, dejada atrás -ha subrayado- tiene que remover la conciencia de los operadores políticos y económicos y llevarles a decisiones magnánimas y valientes, que tengan resultados inmediatos, como aquella decisión de Zaqueo. Hoy, en concreto, la conciencia de la dignidad de cada hermano, cuya vida es sagrada e inviolable desde su concepción hasta el fin natural, debe llevarnos a compartir, con gratuidad total, los bienes que la providencia divina ha puesto en nuestras manos, tanto las riquezas materiales como las de la inteligencia y del espíritu, y a restituir con generosidad y abundancia lo que injustamente podemos haber antes negado a los demás”.
El episodio de Jesucristo y de Zaqueo nos enseña que “por encima de los sistemas y teorías económicas y sociales, se debe promover siempre una apertura generosa, eficaz y concreta a las necesidades de los demás. Jesús no pide a Zaqueo que cambie de trabajo ni denuncia su actividad comercial, solo lo mueve a poner todo, libremente, pero inmediatamente y sin discusiones, al servicio de los hombres. Por eso, me atrevo a afirmar, siguiendo a mis predecesores que el progreso económico y social equitativo solo se puede obtener uniendo las capacidades científicas y técnicas con un empeño solidario constante, acompañado de una gratuidad generosa y desinteresada a todos los niveles.A este desarrollo equitativo contribuirán así tanto la acción internacional encaminada a conseguir un desarrollo humano integral en favor de todos los habitantes del planeta, como la legítima redistribución de los beneficios económicos por parte del Estado y la también indispensable colaboración de la actividad económica privada y de la sociedad civil”.
“Por eso -ha concluido- mientras les aliento a continuar en este trabajo de coordinación de la actividad de los Organismos internacionales, que es un servicio a todos los hombres, les invito a promover juntos una verdadera movilización ética mundial que, más allá de cualquier diferencia de credo o de opiniones políticas, difunda y aplique un ideal común de fraternidad y solidaridad, especialmente con los más pobres y excluidos”.